Irradia, emisión del 28 de mayo de 2023

Irradia, emisión del 28 de mayo de 2023

Irradia, emisión del 28 de mayo de 2023
Transmitido CMKC, Emisora Provincial de Santiago de Cuba
Programa Radial de la Arquidiócesis de Santiago de Cuba
Solemnidad de Pentecostés

 “De nuevo les dijo Jesús: La paz esté con ustedes. Como el Padre me ha enviado, así también los envío yo. Después de decir esto, sopló sobre ellos y les dijo: Reciban el Espíritu Santo”
Juan 20, 21-22

 (Música,  Es Pentecostés, Javier Brú)

Para llegar a ti como una bendición, para abrir tus alas al amor de Dios.
Irradia. Un proyecto de la Oficina de Comunicación de la Arquidiócesis de Santiago de Cuba.
Saludos a todos los que nos acompañan en este día en que venimos a compartir la fe con nuestra comunidad.
Bienvenidos a este encuentro fraternal con la iglesia toda, como cuerpo místico de Jesús.
Irradia está contigo, irradiando la fe.

(Música,  Es Pentecostés, Javier Brú)

En esta mañana nos acompaña el P. Rafael Ángel López Silvero, párroco de la Santa Basílica Iglesia Metropolitana Catedral de Santiago de Cuba.

El Espíritu del Señor llena toda la tierra, Él da consistencia al universo y sabe todo lo que el hombre dice. Aleluya.

Dios nuestro que por el misterio de la Solemnidad de Pentecostés que hoy celebramos, santificas a tu Iglesia extendida por todas las naciones, concede al mundo entero los dones del Espíritu Santo y continua obrando en el corazón de tus fieles, las maravillas que te dignaste realizar en los comienzos de la predicación evangélica. Por Jesucristo nuestro Señor. Amén.

Buenos días, buenas tardes, buenas noches, como siempre una alegría, un gozo, un placer, poder compartir con ustedes esta mañana de domingo, y compartir la Palabra de Dios; y compartirla en un día tan especial como es este domingo de Pentecostés. La venida del Espíritu Santo sobre la iglesia, para fortalecerla, para enviarla, para juntos caminar, construir y edificar, poder cumplir la misión que el Señor nos dejó.

En el pasaje de los Hechos de los Apóstoles que es la primera lectura de este domingo, se nos describe en detalles el acontecimiento del día de Pentecostés. Aquel día en que el Espíritu Santo descendió sobre los Apóstoles reunidos con María, para que cumplieran con la misión que les había sido encomendada. Como nos lo dice san Juan en el evangelio, también san Pablo en la segunda lectura se refiere a la venida del Espíritu Santo como principio de la unidad de la iglesia en la diversidad de sus ministerios.

El evangelio de hoy está tomado del evangelista san Juan, capítulo 20, versículos del 19 al 23.

(Lectura del evangelio de San Juan, capítulo 20, 19-23)

Hoy me voy a tomar una licencia. Revisando números de hace muchos años de Iglesia en Marcha. Que tenemos que averiguar cuántos años son, y me acaban de decir que 33 años de publicación ininterrumpida. Contra viento y marea, y algo que habrá que celebrar e ir preparando desde ahora ya los 35 años de Iglesia en Marcha.

Pues revisando, la Iglesia en Marcha del año 1998, junio-julio de 1998, me encontré con un escrito que yo hice sobre la fiesta de Pentecostés. Y esa es la licencia que me voy a tomar porque quiero compartirlo con ustedes. Pentecostés es siempre actual, lo que se predicó el día de Pentecostés cuando los apóstoles y los discípulos salieron a predicar la palabra de Dios en medio de Jerusalén, y todo el mundo los entendió, incluso los judíos que venían de otras naciones, con otras lenguas… es lo mismo que se predica hoy y que se predicará mañana. Creo que este artículo tiene y tendrá todavía su mensaje y su lugar.

El artículo decía así:

Cincuenta días después de la Resurrección y a diez de la Ascensión el Señor Jesús cumple su promesa, hecha a los Apóstoles a lo largo de sus últimos encuentros con ellos, de enviarles el Espíritu Santo.

Espíritu Defensor le llama, pues pondrá en sus labios las palabras precisas, no para defenderse sino para anunciar en toda circunstancia la buena Notica.

Espíritu de la verdad que les hará conocer y comprender todo lo que les ha enseñado para que así, su anuncio sea luminoso y guíe a los hombres por el camino de la Luz.

Espíritu de Fortaleza que les ayudará no sólo a conocer la verdad y a encontrar palabras precisas para anunciarla, sino que les fortalecerá para hacerlo en medio de las plazas, en las sinagogas de los judíos, en los tribunales a donde serán arrastrados por el solo hecho de ser cristianos, en las oscuras mazmorras donde los encerrarán para tratar de acallar el anuncio del Amor, que haría tambalear los cimientos de una sociedad basada en la injusticia, la mentira y la opresión de los más fuertes, y el miedo obsequioso de los más débiles.

La fuerza para dar razón de su Fe en medio de los tormentos, con los que soñarán, sin éxito, arrancar a Jesucristo de sus corazones. EI Espíritu que hará llover sobre la Iglesia, que recién comenzaba a caminar, los carismas que necesitaba para afianzarse y crecer en el corazón de los hombres y de la sociedad.

Las llamas de fuego y el viento recio descendieron y soplaron sobre la Virgen y los apóstoles, liberándoles y enviándoles en medio del mundo del que habían sido llamados, pero no separados, y desde ese momento, la Iglesia, no ha dejado de caminar iluminada e impulsada por el Espíritu Santo que no deja de ser enviado constantemente desde el Padre, por el Hijo.

Pero no basta que el Hijo envíe desde el Padre al Espíritu Santo sobre la Iglesia que formamos todos y cada uno de los bautizados, y los que aspiran a serlo. No basta que el Espíritu, sea el Espíritu Defensor, Espíritu de Verdad, Espíritu de Fortaleza, si no nos abrimos a Él como lo hicieron María, Pedro, Juan y luego Pablo y Bernabé, y nos dejamos guiar por Él, purificar por Él , liberar por Él, de los temores que nos impiden ser testigos de Cristo muerto y resucitado con la Palabra y con la vida de cada día, vivida según las Palabra que anunciamos.

No tengamos miedo, abramos el corazón al Espíritu Santo y dejémonos convertir para así poder convertir este mundo nuestro, en un lugar donde no sólo el Amor todo lo espera sino también en un lugar donde el Amor todo lo puede.

Y esto es algo que tenemos que tener en cuenta. Pedimos envíanos Señor el Espíritu Santo, yo siempre pienso que ahora ya no es el momento de decir, envíanos Señor el Espíritu Santo. Sabemos que el Señor nos envía el Espíritu Santo constantemente. Nos lo envío el día de nuestro bautismo, y a partir de ese momento el Espíritu Santo ha estado presente en nuestra vida cristiana, para ayudarnos a dar testimonio. Creo que lo que hay que pedir es, Señor ayúdame a abrirme a la Gracia del Espíritu Santo, a dejarme guiar por el Espíritu Santo, a permitirme que las mociones del Espíritu Santo sean las que muevan mi vida. El deseo de hacer el bien, de dar testimonio del Señor viviendo conforme a su Palabra en medio de este mundo, en todo momento y en toda circunstancia, porque el evangelio es para todos los tiempos.

El evangelio no es para este tiempo, o para aquel tiempo o para el tiempo que viene, o para cuando todo esté bien, o para cuando todo se arregle. El evangelio es para cada día, para cada sociedad, para el mundo de hoy, como lo fue para el mundo de ayer y lo será para el mundo de mañana hasta el final de los tiempos.

Tenemos que pedirle. Señor que nos abramos al Espíritu Santo, porque sólo Él nos puede dar la fuerza espiritual que necesitamos para dar testimonio de ti, empezando por la familia. Estamos en la Jornada de la Familia, allí es donde tenemos que empezar a dar testimonio del Señor. Allí será donde aprenderán nuestros hijos a amarlo, a servirlo, a vivir conforme a su palabra, a acoger el amor desinteresado del Señor para poder después replicarlo. Cuando hablamos de testimonio, pensamos siempre y nos vemos, en medio de las plazas predicando, y eso es bueno y tenemos que hacerlo; pero  nos olvidamos que la primera plaza es el hogar, en el que tenemos que vivir. Nuestros hijos aprenderán no tanto de lo que le digamos, aprenderán de lo que vivamos, ellos verán nuestro testimonio, nuestra vida y la replicarán.

Pidámoslo así hermanos míos. Señor que me abra al Espíritu Santo cada día de mi vida, con humildad. Sabiendo que soy pobre, que soy frágil, que soy pecador; pero sabiendo, que así como soy, Tú me escogiste y Tú me enviaste, y no me dejas solo. Me prometiste que estarás conmigo hasta el final de los tiempos. Y confiado en eso, en el Espíritu que envía, yo pueda dar cada día testimonio. Yo, tú, él, todos nosotros, cristianos, donde estemos, y así seremos sal de la tierra y luz del mundo, y podremos construir la iglesia en medio de las plazas.

Que así el Señor nos lo conceda.

(Música, Espíritu Santo, Athenas)

Presentemos confiados nuestras súplicas a Dios nuestro Padre, que siempre nos escucha y nos responde.

En primer lugar por la Iglesia, para que iluminados y fortalecidos por el Espíritu Santo, podamos dar testimonio del Señor en medio de este mundo, testimonio de su amor y de su misericordia. Roguemos al Señor. Te lo pedimos Señor.

Pidamos por todos los que sufren y se desesperan ante las dificultades de la vida, para que puedan encontrar en Cristo, consuelo, fortaleza y esperanza. Roguemos al Señor. Te lo pedimos Señor.

Por las vocaciones sacerdotales, religiosas, diaconales, laicales, para que en el Espíritu Santo encontremos la fuerza para responder al Señor que nos llama a ser sus testigos. Roguemos al Señor. Te lo pedimos Señor.

Por todos los difuntos, particularmente por aquellos a quienes nadie recuerda, para que perdonadas sus faltas el Señor los acoja en su descanso. Roguemos al Señor. Te lo pedimos Señor.

Y los unos por los otros, para que abramos y acojamos siempre las mociones del Espíritu Santo, dejándonos guiar por él, en el camino del bien y la verdad.  Roguemos al Señor. Te lo pedimos Señor.

Escucha Padre Santo estas súplicas y aquellas que han quedado en nuestros corazones pero que Tú conoces. Te las presentamos por tu Hijo Jesucristo nuestro Señor. Amén.

Ahora oremos hermanos con la oración que el mismo Señor Jesús nos enseñó.

Padre nuestro que estás en el cielo,
santificado sea tu nombre.
Venga a nosotros tu reino.
Hágase tu voluntad,
en la tierra como en el cielo.
Danos hoy nuestro pan de cada día.
Perdona nuestras ofensas,
como también nosotros perdonamos
a los que nos ofenden.
No nos dejes caer en la tentación,
y líbranos del mal. Amén

Ahora, oremos juntos con la hermosa Secuencia del Espíritu Santo.

Ven Espíritu divino, manda tu luz desde el cielo.Padre amoroso del pobre, don en tus dones espléndido.Luz que penetras las almas, fuente del mayor consuelo.
Ven, dulce huésped del alma, descanso de nuestro esfuerzo.
Tregua en el duro trabajo, brisa en las horas de fuego.Gozo que enjuga las lágrimas y reconforta en los duelos.Entra hasta el fondo del alma, divina luz y enriquécenos.Mira el vacío del alma si Tú le faltas por dentro.
Mira el poder del pecado cuando no envías tu aliento. Riega la tierra en sequía, sana el corazón enfermo.
Lava las manchas. Infunde calor de vida en el hielo.Doma el espíritu indómito. Guía al que tuerce el sendero.Reparte tus siete dones según la fe de tus siervos.Por tu bondad y tu gracia, dale al esfuerzo su mérito.Salva al que busca salvarse y danos tu gozo eterno.Amén.

(Música, Ven Espíritu Santo, Claudia)

Hermanos, que tengan todos un feliz domingo de Pentecostés. Como siempre les recuerdo, pásenlo en familia, aprovechen para reunirse, para compartir. Es tan necesario. Durante la semana se hace difícil, pero el domingo es el día en que podemos encontrarnos con calma, y compartir nuestra alegría, nuestras tristezas, nuestras esperanzas, lo que nos ha sucedido, lo que queremos que nos pueda suceder; ayudarnos, reírnos, llorar si hay que llorar juntos, pero es el momento, es el día. No se olviden de sus amigos, hay tantos amigos y amigas que están solos, por diversas circunstancias esa familia que añoran. Tantas familias que tienen sus hijos fuera, los tienen lejos por diversas circunstancias también y necesitan que nos acerquemos a ellas. Aprovechemos durante el domingo un ratico para compartir con esos amigos, con esas familias, que se sientan acogidos, que sientan el calor del hogar. Que no se enfríe el calor del hogar. Estamos en la Jornada de la Familia, no lo olvidemos.

Que la bendición de Dios todopoderoso, Padre, Hijo y Espíritu Santo, descienda sobre todos ustedes y nos  acompañe siempre. Amén.

Les ha habla el padre Rafael Ángel, de la Catedral de Santiago de Cuba. Hasta la próxima.

Con mucho gusto hemos realizado este programa para ustedes desde la Oficina de Medios de Comunicación, de la Arquidiócesis de Santiago de Cuba.
Guión, grabación, edición y montaje, Erick Guevara Correa.
Dirección general, María Caridad López Campistrous.
Fuimos sus locutores y actores, Maikel Eduardo y Adelaida Pérez Hung
Somos la voz de la Iglesia católica santiaguera que se levanta para estar contigo. Irradia…

(Música, El día de Pentecostés, Yuli & Josh)

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