Irradia, emisión del 2 de abril de 2023

Irradia, emisión del 2 de abril de 2023

Irradia, emisión del 2 de abril de 2023
Transmitido por RCJ y CMKC, Emisora Provincial de Santiago de Cuba
Programa Radial de la Arquidiócesis de Santiago de Cuba
Solemnidad del Domingo de Ramos

 “¡Hosanna al Hijo de David! ¡BENDITO AQUEL QUE VIENE EN EL NOMBRE DEL SEÑOR! ¡Hosanna en las alturas!” Mateo 21, 9

Música,  Hosanna, Hosanna, Javier Brú)

Para llegar a ti como una bendición, para abrir tus alas al amor de Dios.
Irradia. Un proyecto de la Oficina de Comunicación de la Arquidiócesis de Santiago de Cuba.
Saludos a todos los que nos acompañan en este día en que venimos a compartir la fe con nuestra comunidad.Bienvenidos a este encuentro fraternal con la iglesia toda, como cuerpo místico de Jesús. Irradia está contigo, irradiando la fe.

 (Música,  Hosanna, Hosanna, Javier Brú)

 En esta mañana nos acompaña el P. Rafael Ángel López Silvero, párroco de la Santa Basílica Iglesia Metropolitana Catedral de Santiago de Cuba.

Cristo nos convierte en el pueblo de Dios y nos abre el camino de la Resurrección y de la vida. Sigamos proclamando nuestra fe, Él es el Salvador del mundo. ¡Hosanna al Hijo de David! ¡Bendito el que viene en el nombre del Señor, el Rey de Israel! ¡Hosanna en el cielo!

Queridos hermanos y hermanas, después de haber preparado nuestros corazones desde el principio de la Cuaresma con nuestras penitencias y nuestras obras de caridad, hoy nos reunimos para iniciar unidos con toda la Iglesia la celebración anual del misterio pascual. Es decir, de la Pasión y Resurrección de nuestro Señor Jesucristo, misterios que empezaron con su entrada en Jerusalén, su ciudad. Por eso recordando con toda fe y devoción esta entrada salvadora, sigamos al Señor, para que participando de su cruz, tengamos parte con Él en su resurrección y su vida.

 Dios todopoderoso y eterno, santifica con tu bendición los ramos que hoy se van a repartir, para que quienes acompañamos jubilosos a Cristo Rey, posamos llegar por Él a la Jerusalén del cielo. Él que vive y reina, por los siglos de los siglos. Amén.

 Buenos días, buenas tardes, buenas noches, como siempre una felicidad, una alegría, un gozo poder compartir con ustedes esta mañana de domingo, y poder compartir esta mañana de domingo hoy, Domingo de Ramos, con el cual comenzamos la Semana Mayor, la Semana Santa, para la cual nos hemos estado preparando durante cuarenta días, durante la Cuaresma, con la penitencia, con la oración, y con las obras de misericordia. Preparándonos para poder recordar, celebrar, pero sobre todo, vivir la Pasión, la Muerte y la Resurrección de nuestro Señor Jesucristo. Que es lo que celebramos, que es lo que recordamos, de lo que hacemos memoria en la Semana Santa, para recordar que tenemos que morir con Cristo, para resucitar con Él a una vida nueva en Cristo, Señor y Salvador.

Es verdad que el día de nuestro bautismo morimos con Cristo, eso significa el agua que se derrama sobre nosotros, somos sumergidos en Él, hemos nacido de nuevo por el agua y el Espíritu Santo, hemos resucitado en el bautismo a una vida nueva en Cristo, somos hijos de Dios, somos miembros de la familia de Dios que es la Iglesia. Y tenemos una misión. ¿Cuál misión? La misma de Cristo, anunciar con la palabra y con la vida el Reino de Dios, ir en medio de nuestros hermanos haciendo el bien sin cansarnos y sin mirar a quién. Esa es nuestra misión de cristianos.

Nos preparamos durante cuarenta días, pero que no quiere decir que sólo nos preparamos durante cuarenta días, como no sólo quiere decir que celebramos la Pasión, la Muerte y sobre todo la Resurrección, la Pascua en la Semana Santa. Para el cristiano, toda la vida es una preparación para vivir a plenitud la Pascua, para el cristiano desde el momento en que se encuentra profundamente con Cristo, en el momento que hace la experiencia del Señor; esa experiencia que nos cambia la vida, que nos transforma la vida, que nos hace ver la vida, el mundo de manera distinta… A partir de ese momento, el cristiano cada día va recorriendo el camino de la conversión, de ir cambiando, de ir mejorando, de ir siendo mejores.

Como el labrador que rotula la tierra, que ara la tierra, que la siembra, pero que después se ocupa cada día de ir arrancando aquellas malas hierbas que van saliendo y que pueden ahogar la semilla buena que quiere germinar y dar frutos. Así tenemos que hacerlo nosotros, nuestra vida es una vida de conversión, para mejor, siempre para mejor, para ir quitando todo aquello que nos separa, que nos divide, que nos enfrenta. Porque el Espíritu de Dios, es Espíritu de amor; porque el Espíritu de Dios, es Espíritu de fraternidad; porque el Espíritu de Amor, es Espíritu de ser capaces de compartir, de perdonar, de comprender, de construir, de edificar… de superar lo que nos divide, de no hacer lo que nos divide algo que nos enfrenta, sino algo que nos enriquece, porque las diferencias enriquecen, porque cada uno pone lo suyo, porque yo pongo lo que tú no tienes, porque tú me completas con lo que a mí quizás me falta. Cuando logramos eso, o tratamos al menos de lograr eso, vamos resucitando, porque resucitar es cada día.

El evangelio con el cual comenzamos este Domingo de Ramos, está tomado del evangelista san Mateo, en el capítulo 21, versículos del 1 al 11. Escuchémoslo, escuchémoslo con unción, escuchémoslo en silencio. Dejémonos penetrar por este momento tan fuerte y tan profundo.

(Lectura del evangelio de San Mateo, capítulo 21, 1 – 11)

Amar es resucitar. Eso vamos a celebrar en la Semana Santa, y la comenzamos hoy Domingo de Ramos, en que Jesús entra triunfalmente en Jerusalén. Pero no al modo humano, con trompetas que sonaran, con ejércitos que le abrieran el camino, con cortesanos que se fueran arrodillando, sino con una multitud, de pueblo, de hombres y de mujeres sencillos y pobres, que ven entrar en Jerusalén montado en un asno, no en caballo brioso, en un asno, a un hombre pobre y sencillo como ellos, pero con una palabra nueva que les cambiaba la vida. Por eso gritaban, ¡hosanna al hijo de David, bendito el que viene en nombre del Señor!  Y no había quién los hiciera callar. Cuando le dicen a Jesús, hazlos callar, Jesús les responde si ellos callan gritarán las piedras.

Jesús entró en Jerusalén triunfalmente para servir. Y para servir hasta el extremo, hasta el extremo de dar su vida, de darla, nadie me la quita la doy yo, por nosotros pecadores. La prueba del amor de Dios que siendo pecadores nos amó, que siendo pecadores nos entregó a su único Hijo, que siendo pecadores su único Hijo se entregó por nosotros hasta el extremo. Por todos, por los que gritaron bendito el que viene en nombre del Señor, y por los gritarán. Por eso, hoy Domingo de Ramos también se leerá crucifícale. Por ellos también murió. Si supieran lo que hacen no harían esto; si supieran de dónde viene el don de Dios, no cerrarían el corazón.

Celebramos hoy el Domingo de Ramos, venimos al templo el ramo bendito que guardaremos en nuestros hogares. Quizás haciendo una cruz si todavía recordamos cómo hacer las cruces de los guanos benditos, poniéndolos detrás de la puerta, del cuadro del Sagrado Corazón, detrás de nuestra cama. Poniéndolo ahí no como un talismán, no. No como un resguardo, no. Como un recuerdo, que hemos recibido en nuestra vida a Cristo y hemos gritado, bendito el que viene en el nombre del Señor.

Y a pesar de nuestra fragilidad, de nuestra debilidad, de nuestros temores, de nuestros pecados, queremos seguirlo cada día de nuestra vida, eso es lo que nos recuerda el ramo bendito que durante todo el año guardaremos en nuestros hogares, y que al comienzo de la Cuaresma del año próximo se quemará en el templo, para hacer la ceniza con la cual se nos impondrá la cruz sobre nuestra frente el Miércoles de Ceniza. Para decirnos, para recordarnos que queremos seguir a Jesús, en las buenas y en las malas, cuando entra lleno de gloria en Jerusalén, pero también cuando en la cruz dice, Padre perdónalos porque no saben lo que hacen. Y recordemos que así como hoy gritamos bendito el que viene en nombre del Señor, un día podemos gritar crucifícalo. Porque somos frágiles, porque somos débiles, porque somos pecadores, pero escucharemos a Jesús desde la cruz decirnos, perdónalos Padre que no saben lo que hacen. Ahí encontraremos la fuerza para volvernos a ponernos de pie, y volver a gritar, bendito el que viene en nombre del Señor.

(Música, Nombre sobre todo nombre, Iván Díaz)

Ahora hermanos, presentemos confiados nuestras súplicas a Dios nuestro Padre.

En primer lugar por la Iglesia, para que vivamos con profundidad y alegría este tiempo de la gracia, de la misericordia, del amor de Dios que es la Semana Santa, para que muriendo con Cristo resucitemos con Él, que iluminados por Él llevemos esa luz a todos nuestros hermanos. Roguemos al Señor. Te lo pedimos Señor.

Por todos los que sufren, para que encuentren en Cristo crucificado sentido a su dolor en la cruz y lo convirtió en salvación, la fuerza para ponerse en pie y seguir adelante. Roguemos al Señor. Te lo pedimos Señor.

Por todos los difuntos. Roguemos al Señor. Te lo pedimos Señor.

Y los unos por los otros, para que vivamos profundamente, provechosamente este tiempo de la Semana Santa.  Roguemos al Señor. Te lo pedimos Señor.

Escucha Padre Santo estas súplicas y aquellas que han quedado en nuestros corazones pero que Tú conoces. Te las presentamos por tu Hijo Jesucristo nuestro Señor. Amén.

Ahora oremos hermanos con la oración que el mismo Señor Jesús nos enseñó.

Padre nuestro que estás en el cielo,
santificado sea tu nombre.
Venga a nosotros tu reino.
Hágase tu voluntad,
en la tierra como en el cielo.
Danos hoy nuestro pan de cada día.
Perdona nuestras ofensas,
como también nosotros perdonamos
a los que nos ofenden.
No nos dejes caer en la tentación,
y líbranos del mal. Amén

Queridos hermanos y hermanas, no nos quedemos sólo en el Domingo de Armos. Acerquémonos a nuestras comunidades, a nuestras iglesias, a nuestras parroquias para participar cada día, Lunes Santo, Martes Santo, Miércoles Santo en lo que nos propone para prepararnos ya, de manera inmediata, para celebrar la misa de la Cena del Señor el Jueves Santo, el Lavatorio de los pies, la procesión para llevar el Cuerpo de Cristo y reservarlo allí recordando el tiempo que estuvo en el sepulcro.

Aprovechemos el Viernes Santo para meditar sobre la Pasión, la Pasión del Señor, y recordar que todo ese sufrimiento, todo ese dolor, en primer lugar no fue inútil; en segundo lugar y no menos importante, fue por mí, por amor a mí. Todo ese sufrimiento, todo ese dolor del Señor, de llegar a decir Padre, por qué me has abandonado, de sentirse en la soledad absoluta, fue capaz de asumirlo por amor a mí, para rescatarme a mí, para redimirme a mí, para darme una vida nueva. Vayamos a adorar la cruz que nos trajo la salvación. Vean el Árbol de la Cruz.

Y el Sábado Santo ese gran silencio, el silencio de Jesús en el sepulcro. Acompañemos a la Virgen en su soledad, Ella que también entregó su corazón y nos acogió en él como hijos. Para entonces, celebrar con alegría, con gozo, con ésa explosión que es la Vigilia Pascual, el fuego nuevo que se enciende, Cristo que resucita, la renovación de las promesas bautismales, nuestros hermanos que van a nacer por el bautismo, que van a recibir al Señor por primera vez en la Eucaristía.

Vivamos profundamente, sinceramente, alegremente esta Semana Santa.

Y que la bendición de Dios todopoderoso, Padre, Hijo y Espíritu Santo, descienda sobre todos nosotros y nos  acompañe siempre. Amén.

Les ha hablado el padre Rafael Ángel, y ya desde ahora les doy un gran abrazo. Hasta la próxima.

Con mucho gusto hemos realizado este programa para ustedes desde la Oficina de Medios de Comunicación, de la Arquidiócesis de Santiago de Cuba.
Guión, grabación, edición y montaje, Erick Guevara Correa.
Dirección general, María Caridad López Campistrous.
Fuimos sus locutores y actores, Maikel Eduardo y Adelaida Pérez Hung
Somos la voz de la Iglesia católica santiaguera que se levanta para estar contigo. Irradia…

(Música, Mi Camino, Fernando Ramos)

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