Irradia, emisión del 19 de marzo de 2023

Irradia, emisión del 19 de marzo de 2023

Irradia, emisión del 19 de marzo de 2023
Transmitido por RCJ y CMKC, Emisora Provincial de Santiago de Cuba
Programa Radial de la Arquidiócesis de Santiago de Cuba
IV Domingo de Cuaresma

 “Él dijo: «Creo, Señor.» Y se postró ante él” Juan 9,41

 (Música, El ciego de nacimiento, Javier Brú)

Para llegar a ti como una bendición, para abrir tus alas al amor de Dios.
Irradia. Un proyecto de la Oficina de Comunicación de la Arquidiócesis de Santiago de Cuba.
Saludos a todos los que nos acompañan en este día en que venimos a compartir la fe con nuestra comunidad. Bienvenidos a este encuentro fraternal con la iglesia toda, como cuerpo místico de Jesús. Irradia está contigo, irradiando la fe.

(Música, El ciego de nacimiento, Javier Brú)

 En esta mañana nos acompaña el P. Rafael Ángel López Silvero, párroco de la Santa Basílica Iglesia Metropolitana Catedral de Santiago de Cuba.

Alégrate Jerusalén y que se reúnan cuántos la aman, compartan su alegría los que estaban tristes. Vengan a saciarse con su felicidad. Señor Dios, que por tu palabra realizas admirablemente la reconciliación del género humano, concede al pueblo cristiano ´prepararse con fe generosa y fe viva a celebrar las próximas fiestas de la Pascua. Por Jesucristo nuestro Señor. Amén.

 Buenos días, buenas tardes, buenas noches, donde quiera que se encuentren. Una alegría poderlos saludar y compartir con ustedes esta mañana de domingo, compartir la Palabra de Dios.

Pero no puedo comenzar sin felicitar a todos los José, hoy es la Fiesta de San José, como es domingo la Iglesia, la liturgia la celebrará mañana lunes. Pero de todas maneras es 19 de marzo, así que espero que todos los José, las Josefa, las Josefinas, pues que pasen un día muy feliz. Que lo disfruten, que lo disfruten con su familia, que el Señor los bendiga abundantemente; que san José, Patrono de la Iglesia Universal los acompañe.

El relato de la unción de David como rey de Israel es la primera lectura de hoy; y nos recuerda que Jesús siendo hijo de Dios es también hijo de David, un hecho importantísimo en la historia de la salvación. Jesús se manifiesta y se proclama Hijo de Dios al devolverle al vista a un ciego de nacimiento en el relato del evangelio que vamos a escuchar. Así como devolvió la luz a los ojos del ciego, el Señor nos llena de su luz como dice san Pablo en la segunda lectura, cuando nos invita a vivir como hijos de la luz.

El evangelio de hoy, está tomado del evangelista san Juan, en el capítulo 9, versículos del 1 al 41. Es un largo relato, que debemos de escuchar con atención.

(Lectura del evangelio de San Mateo, capítulo 9, 1 – 41)

 Estamos en el IV domingo de Cuaresma, es momento de reflexionar, de pensar, cómo hemos y cómo estamos viviendo este tiempo. Tenemos que sacar cuentas, ¿lo estamos aprovechando? ¿Realmente ha sido y es, un tiempo de oración, de meditación, de penitencia, de reconocimiento de nuestros pecados, arrepentimiento, propósito de enmienda? ¿Ha sido un tiempo de renovar nuestra caridad para con el prójimo, de vivir el espíritu de las obras de misericordia materiales y espirituales, pero de manera particular las materiales, de ocuparnos de los demás? Para que no pase como si nada, más que un cambio de lecturas, un cambio de color litúrgico, un hablar de que estamos en Cuaresma… pero que realmente signifique lo que debe significar que es un cambio espiritual, que es un cambio profundo, que es un cambio que nos ayude después a vivir en toda su intensidad la Semana Santa, la Semana Mayor, la Pasión, la Muerte y la Resurrección del Señor.

La Resurrección, porque tenemos que morir y resucitar con él. Todos estamos resucitados si hemos sido bautizados, en el bautismo morimos con Cristo y resucitamos con Él a una vida nueva, a una vida de hijos de Dios, a una vida de miembros de la familia de Dios que es la iglesia. Pero también recibimos una misión, la de dar testimonio de Él con la palabra y con la vida, viviendo conforme a la Palabra que creemos y que anunciamos.

Entonces preguntémonos, detengámonos en este IV domingo, durante esta semana que comienza y veamos si realmente estamos aprovechándolo. Y si no, hagamos un esfuerzo, como ese sprint final que  hacen los deportistas para poder como diría san Pablo, ganar la corona merecida. Aunque san Pablo sabía que no la merecemos, es la misericordia de Dios. Esa misericordia, esa paciencia, ese amor  infinito de Dios, que es Amor, el que quiere darnos esa corona.

El evangelio de hoy es la curación de un ciego. Pero para mí, lo que me llama la atención, es cómo se puede perseguir a un hombre por hacer el bien, cómo se puede perseguir a un hombre por recibir el bien, cómo nos podemos cerrar de tal manera a la luz de Dios que no seamos capaces de ver lo que se nos presenta y eso es lo que ocurre en este evangelio. El Señor Jesús cura a un ciego de nacimiento, cuánta alegría, cuánto gozo para este hombre, poder ver, poder ver.

Enseguida comienzan a cuestionarlo. Los doctores de la ley, los fariseos, los escribas, a poner en tela de juicio lo que ha sucedido, lo que es evidente, lo que no se puede negar. ¿Es este hombre realmente el que estaba ciego? Sí, realmente es el que estaba ciego. ¿El que pedía limosna? Sí el que pedía limosna. Y cuando lo llaman a él y le dicen ¿qué pasó? Pues nada, que pasó y me curó. Pero este hombre es un pecador, ¿cómo te puede curar? No sé cómo me puede  curar pero me curó y veo.

Tratan de que diga lo contrario de la experiencia que él ha tenido. En vez de abrir su corazón a la gracia de Dios y dejarse iluminar porque las obras de Jesús son eso. Los milagros de Jesús son eso, son luz para que podamos ver. No es para ponerse en el primer lugar, no es para dar un espectáculo, es para dar un testimonio. Y no quieren verlo, no quieren verlo, se cierran cada vez más. Buscan la forma de poder condenarlo, de perderlo, de callarlo, de hacerlo desaparecer; hasta el punto de que este hombre, es muy simpático me atrevería a decir yo, cuando le siguen preguntando quién fue el que te curó, quién fue el que hizo esto, quién fue el que hizo lo otro, les responde: es curioso que ustedes no sepan de dónde viene y sin embargo me ha abierto los ojos. Sabemos que Dios no escucha a los pecadores, pero al que lo teme y hace su voluntad, a ése si lo escucha. Jamás se había oído decir que alguien abriera los ojos a un ciego de nacimiento, si éste no viniera de Dios, no tendría ningún poder.

 Que palabras tan sabias de un hombre tan sencillo, posiblemente analfabeto, ciego de nacimiento que pedía limosna ante aquellos que eran los doctores de la ley, los que lo debían conducir. Pero siguen cerrados, tú eres puro pecado desde que naciste, cómo pretendes darnos lecciones. Y  cerraron su corazón. Jesús seguirá insistiendo, Jesús no se da por vencido. No importa las veces que le digamos que no, no violenta nuestra libertad; pero no puede dejar de seguir insistiendo porque nos ama, y el que ama, busca siempre el bien de aquel que ama, a quién ama. No puede dejar de predicar, de anunciar.

Entonces hermanos míos, pidamos nosotros. A veces nos ocurre lo mismo, nos cerramos ante lo evidente. El Señor nos habla a través de los acontecimientos, el Señor trata de iluminarnos para que descubramos el camino, el camino del bien, el camino de la verdad, el camino de la justicia, el camino en el que podremos encontrar la felicidad en este mundo. Que no es el camino en el que todo va a ir bien, pero si en el camino que estamos haciendo aquello que debemos hacer y no importa las veces que nos cerremos, el Señor seguirá insistiendo.

Recordemos que este es nuestro tiempo, este, el que tenemos en este mundo. Y cuando se nos acabe este tiempo ya no habrá posibilidad. ¿Porque Dios no quiere? No, porque no quisimos, porque no aprovechamos el tiempo de Dios, la paciencia de Dios, la misericordia de Dios.

El ciego de nacimiento sí, no sólo recobró la luz de los ojos, alcanzó la luz de la fe en su corazón. Por eso cuando lo expulsaron, porque lo expulsaron de la sinagoga, ya no sabían qué hacer con aquel hombre que no se daba por vencido y seguía diciendo, sí, él fue el que me curó; Jesús supo que lo habían echado fuera, cuando lo encontró le dijo, ¿crees tú en el Hijo del Hombre? Él contestó, ¿y quién es Señor para que yo crea en él? Jesús le dijo, ya lo has visto, el que está hablando contigo, ése es. Él dijo, creo Señor, y postrándose lo adoró.

Que nosotros sepamos hacer lo mismo. Creo Señor, a pesar de todo, de mi poca edad, de mi pobreza, de mi fragilidad, de las veces que me cuesta tanto aceptar que Tú eres el Señor y el Salvador, el Único. Creo Señor, y que sea capaz con humildad, de postrarme y adorarte, porque nunca es más grande el hombre que cuando está de rodillas ante Dios.

 Que así Él nos lo conceda.

(Música, Brilla, Dumas y Mary)

 Ahora hermanos, presentemos nuestras súplicas al Señor que siempre nos escucha, que siempre nos responde, no siempre lo que queremos oír, pero sí siempre lo que nos  conviene.

Pidamos por la Iglesia, de la que formamos parte todos y cada uno de nosotros, bautizados, muertos y resucitados en Cristo, para que llenos de su luz, demos testimonio de Él y llevemos esa luz a todos los que aun viven en tinieblas y necesitan de Él. Roguemos al Señor. Te lo pedimos Señor.

Pidamos también por todos los que sufren, y se desesperan ante las dificultades de la vida, los que les parece que no hay solución para sus problemas, para que puedan encontrarse con Cristo, en Cristo encontrarán no sólo consuelo, sino fortaleza y esperanza. Roguemos al Señor. Te lo pedimos Señor.

Por las vocaciones sacerdotales, religiosas, diaconales, laicales, para que muchos jóvenes y muchachas, hombres y mujeres, puedan responder al llamado del Señor a ser sus testigos en medio de este mundo. Roguemos al Señor. Te lo pedimos Señor.

Pidamos por todos los que llevan el nombre de José, Josefa, Josefina, para que como su santo patrón estén dispuestos siempre a hacer la voluntad de Dios, aunque sea teniendo que cambiar sus propios planes. Roguemos al Señor. Te lo pedimos Señor.

Por todos los difuntos, particularmente por los que nadie pide, para que perdonadas sus faltas el Señor los acoja en su descanso. Roguemos al Señor. Te lo pedimos Señor.

Y los unos por los otros, para que nos dejemos iluminar por la luz de Cristo y con esta luz iluminemos a nuestro alrededor.  Roguemos al Señor. Te lo pedimos Señor.

Escucha Padre Santo estas súplicas y aquellas que quedan en nuestros corazones pero que Tú conoces. Te las presentamos por tu Hijo Jesucristo nuestro Señor. Amén.

Oremos hermanos con la oración que el mismo Señor Jesús nos enseñó.

Padre nuestro que estás en el cielo,
santificado sea tu nombre.
Venga a nosotros tu reino.
Hágase tu voluntad,
en la tierra como en el cielo.
Danos hoy nuestro pan de cada día.
Perdona nuestras ofensas,
como también nosotros perdonamos
a los que nos ofenden.
No nos dejes caer en la tentación,
y líbranos del mal. Amén

Les deseo a todos que tengan un feliz domingo, que lo pasen en familia, aprovechen. Aprovechen el domingo, para dedicarle un tiempito al Señor, es el día del Señor, dedicarle un tiempo al que nos dedica todo su tiempo, todos los días. pero también a nuestra familia, aprovechemos, en la semana a veces no podemos; las ocupaciones no nos lo permiten, entonces, es el día para conversar, para compartir nuestras inquietudes, nuestras alegrías, nuestros logros, también nuestros fracasos, lo que queremos hacer, para consolarnos, para compartir la alegría de los unos con los otros. También recuerden a sus amigos, a todos los amigos, pero especialmente a aquellos que están solos por cualquier razón que sea, y que necesitan ese calor de la familiar, y que nosotros podemos dárselo acogiéndolos en nuestra  familia, recordándolos, llamándolos aunque sea por teléfono; que sepan que no están olvidados, que los tenemos presente, que rezamos por ellos, que nos acordamos. No lo  dejen de hacer, es importante. Ellos lo necesitan hoy, Dios no lo permita, pero quizás nosotros podamos necesitarlo mañana.

Y Que la bendición de Dios Padre, Hijo y Espíritu Santo, descienda sobre todos nosotros y nos  acompañe siempre. Amén.

Les ha hablado el padre Rafael Ángel, de la Catedral de Santiago de Cuba. Un abrazo grande para todos y hasta la próxima.

Con mucho gusto hemos realizado este programa para ustedes desde la Oficina de Medios de Comunicación, de la Arquidiócesis de Santiago de Cuba.
Guión, grabación, edición y montaje, Erick Guevara Correa.
Dirección general, María Caridad López Campistrous.
Fuimos sus locutores y actores, Maikel Eduardo y Adelaida Pérez Hung
Somos la voz de la Iglesia católica santiaguera que se levanta para estar contigo. Irradia…

(Música, El ciego de nacimiento, Antonino)

 

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