Irradia, emisión del 5 de marzo de 2023

Irradia, emisión del 5 de marzo de 2023

Irradia, emisión del 5 de marzo de 2023
Transmitido por RCJ y CMKC, Emisora Provincial de Santiago de Cuba
Programa Radial de la Arquidiócesis de Santiago de Cuba
II Domingo de Cuaresma

“Que tu misericordia, Señor, venga sobre nosotros, como lo esperamos de ti” Salmo 32

(Música,  La Trasfiguración, Javier Brú)

Para llegar a ti como una bendición, para abrir tus alas al amor de Dios.
Irradia. Un proyecto de la Oficina de Comunicación de la Arquidiócesis de Santiago de Cuba.
Saludos a todos los que nos acompañan en este día en que venimos a compartir la fe con nuestra comunidad.
Bienvenidos a este encuentro fraternal con la iglesia toda, como cuerpo místico de Jesús.
Irradia está contigo, irradiando la fe.

(Música,  La Trasfiguración, Javier Brú)

 En esta mañana nos acompaña el P. Rafael Ángel López Silvero, párroco de la Santa Basílica Iglesia Metropolitana Catedral de Santiago de Cuba.

Mi corazón me habla de ti diciendo, busca su rostro. Tu faz estoy buscando Señor, no me escondas tu rostro. Señor Dios, que nos mandaste a escuchar a tu hijo muy amado, dígnate alimentarnos íntimamente con tu palabra, para que ya purificada nuestra mirada interior, nos alegremos en la contemplación de tu gloria. Por Cristo nuestro Señor, Amén.

 Buenos días, buenas tardes, buenas noches, donde quiera que se encuentren, es para mi un placer y un gusto, poder compartir con ustedes esta mañana de domingo, este Segundo Domingo de Cuaresma, compartir la Palabra de Dios.

La Cuaresma es este tiempo que nos preparamos interiormente, espiritualmente para poder celebrar la Semana Santa; la Pasión, muerte y la Resurrección de nuestro Señor Jesucristo. Para poderla celebrar con provecho, con crecimiento espiritual, con crecimiento humano; porque no puede haber crecimiento espiritual sino hay crecimiento humano. Entonces aprovechemos, escuchemos la Palabra del Señor, y dejemos que como dice la lectura de ayer, la lluvia y la nieve que caen sobre la tierra no regresan sin dar fruto, esta Palabra de Dios caiga en nuestro corazón y pueda germinar y dar frutos abundantes de buenas obras.

Se diría que no hay vocación alguna entre la vocación de Abraham en la primera lectura, y la Transfiguración del Señor en el Evangelio, sin embargo san Pablo nos permite enlazar un acontecimiento con el otro. Nosotros, lo mismo que Abraham nuestro padre en la fe, hemos sido llamados a la vida y a la luz que resplandece en Cristo Transfigurado, hemos sido llamados a convertirnos en hijos de Dios junto con el Hijo de Dios.

El evangelio de hoy, de este II Domingo de Cuaresma, está tomado del evangelista san Mateo, en el capítulo 17, versículos del 1 al 9.

(Lectura del evangelio de San Mateo, capítulo 17, 1-9)

Jesús va camino de Jerusalén, será su último viaje. Allí le esperan la Pasión, la muerte y la Resurrección, no podemos olvidar eso. Los apóstoles, me imagino que los discípulos en general, no entendían bien eso de Resurrección, sólo le resonaba en los oídos, en el corazón, pasión, muerte, sufrimiento, dolor. Al punto que lo rechazaban. Pedro se encara con Jesús, eso no puede sucederte a Ti. Jesús tendrá que reconvenirlo, apártate de mi Satanás porque Tú no piensas como Dios, piensas como los hombres.

Difícil, el último viaje, y Jesús lo sabe. Quizás no sepa exactamente qué va a suceder, cómo va a suceder, pero que le espera un momento difícil, duro, doloroso, pero no se detiene. Él tiene una misión y confiado en su Padre Dios irá adelante, la llevará hasta el último momento. Lo más que hará será decirle, Padre si es posible que pase de mí este cáliz, para añadir inmediatamente, pero que no se haga mi voluntad sino la tuya. Qué importante es eso. ¡Cómo tendríamos que aprender nosotros cuando oramos de esta oración de Jesús en el huerto! Que no se haga mi voluntad sino la tuya. Señor esto es lo que yo quiero, Señor esto es lo que parece que necesito, Señor es lo que creo que me hace falta, pero Tú sabes mejor que yo lo que me conviene, así que dámelo si me conviene y que se haga tu voluntad, que siempre será lo mejor para mí. 

Jesús va camino con sus apóstoles, iría conversando, enseñándolos, aprovechando cada oportunidad que le queda para instruirlos. Ellos tendrán que continuar su misión de anunciar el Reino de Dios y de llamar a la conversión. Y tendrán que hacerlo como Él, no sólo con la Palabra sino con la propia vida, que no se puede predicar lo que no se esfuerza uno por vivir. ¿Qué no siempre lo podemos vivir en plenitud? Es cierto, pero al menos tenemos que esforzarnos, porque no podremos exigirle y pedirle, y orientarle a los demás, aquello que nosotros no seamos capaces de al menos intentar vivir cada día en nuestra relación con Dios, en nuestra relación de los unos para con los otros; en relación con todo lo que nos rodea.

Jesús iría aprovechando este tiempo, pero al mismo tiempo estaba pensando en ellos. Sabía que lo que tendría que enfrentar en Jerusalén, afectaría profundamente a aquellos hombres. Que en un primer momento no comprenderían, tendrían que esperar a la Resurrección, y después a Pentecostés para comprender lo que había sucedido. Quería prepararlos, darles medios para que pudieran enfrentarlo y superarlo, por lo menos para que pudieran regresar después de la primera estampida que esta situación pudiera crear en medio de ellos.

Por eso sube al Monte. No se los lleva a todos, se lleva a Santiago, a Juan y a Pedro. Allí en lo alto del Monte se transfigura. Él tan discreto, siempre se mostró igual a todos, nunca hizo cosas extraordinarias más allá de aquellas que tenía que hacer porque eran necesarias para el testimonio que estaba dando, para el mensaje que estaba dando. Jesús no se vanagloria en ningún momento de su condición de Hijo de Dios; y sin embargo ahora, en lo alto del Monte, se va a manifestar con toda su Gloria, con la Gloria del Hijo de Dios,  con la Gloria de la Segunda Persona de la Santísima Trinidad.

Su rostro resplandecerá, sus vestidos estarán más blancos, con una blancura que nadie puede lograr en este mundo, y sus discípulos quedan sobrecogidos. Pero más allá de eso, Elías y Moisés estarán conversando con Él, la Ley y los Profetas dándole podríamos decir en un lenguaje más moderno, su aval. Pero si esto fuera poco, se escucha la voz de Dios Padre que dice, este es mi hijo amado, en quien me complazco, escúchenlo.

¿Por qué Jesús hizo en esto, en este momento? Hizo lo que no había hecho para fortalecerlos, para que cuando llegara el momento de la prueba pudieran mirar atrás y recordar a Jesús con toda su Gloria. La Gloria que tendrá de nuevo cuando resucite con su cuerpo glorificado, para que en esta imagen encuentren consuelen y encuentren fortaleza. De tal manera que aunque abandonaron al Maestro en el momento en que más los necesitaba, después de dejarlo en el sepulcro no se dispersarán inmediatamente. Se quedarán reunidos, quizás no sabían ni por qué, ni para qué, pero se quedaron reunidos… a lo mejor el recuerdo de la Transfiguración, de haber visto a su Señor con toda su Gloria.

Aquello no podía haber terminado así, en el dolor, el sufrimiento, en la cruz, en el sepulcro. Jesús en el momento culminante se preocupa por aquellos que le han sido encomendados, y sabe que como todo ser humano, son frágiles y débiles, y necesitan de la fuerza de Dios. Él quiere dárselas. Cómo nos la da a nosotros también, porque cada vez podemos volver al Monte y verlo con toda  su Gloria, y a Elías y a Moisés hablando con Él, y la voz del Padre que nos dice este es mi hijo amado, en quien me complazco, escúchenlo en toda circunstancia, en todo momento, no importa, Él estará con ustedes , les dará la fuerza, podrán caminar, yo los fortaleceré como lo fortalecí a Él para que pudiera llegar hasta el final. En Él encontraremos, como encontraron entonces los apóstoles y los discípulos, la fuerza para levantarnos y seguir adelante.

Pero también tenemos que asumirlo para con nuestros hermanos. También tenemos que consolarnos, que confortarlos, que ayudarlos en sus necesidades, en sus sufrimientos, en sus dolores. Llevarles la Palabra del Señor, su Palabra de consuelo y de fuerza, para que puedan también ellos levantarse, para que no pierdan la esperanza. Eso fue lo que les dio Jesús en el Monte, transfigurándose, Esperanza. Eso también tenemos que llevarlo nosotros, vivirlo nosotros y llevarlo a nuestros hermanos, en cualquier momento y en cualquier circunstancia. ESPERANZA.

Que así el Señor nos lo conceda.

(Música, Transfigúrame, Dumas y Mary)

 Hermanos ahora, confiados en que el Señor siempre nos escucha y siempre nos responde, porque siempre nos tiene en cuenta, le presentamos nuestras súplicas.

En primer lugar por la Iglesia, de la que formamos parte todos y cada uno de nosotros, para que seamos mensajeros de esperanza en medio de este mundo. Roguemos al Señor. Te lo pedimos Señor.

Por todos los que sufren, y se desesperan ante las dificultades de la vida, para que puedan encontrar en Cristo consuelo, fortaleza y esperanza. Roguemos al Señor. Te lo pedimos Señor.

Por el aumento de las vocaciones sacerdotales, religiosas, diaconales, laicales, para que sepamos responder a la llamada del Señor. Roguemos al Señor. Te lo pedimos Señor.

Por todos los difuntos, particularmente por aquellos que nadie recuerda, para que perdonadas sus faltas el Señor los acoja en su descanso. Roguemos al Señor. Te lo pedimos Señor.

Y los unos por los otros.  Roguemos al Señor. Te lo pedimos Señor.

Escucha Padre Santo estas súplicas y aquellas que quedan en nuestros corazones pero que Tú conoces. Te las presentamos por tu Hijo Jesucristo nuestro Señor. Amén.

Y ahora vamos a orar con la oración que el mismo Señor Jesús nos enseñó.

Padre nuestro que estás en el cielo,
santificado sea tu nombre.
Venga a nosotros tu reino.
Hágase tu voluntad,
en la tierra como en el cielo.
Danos hoy nuestro pan de cada día.
Perdona nuestras ofensas,
como también nosotros perdonamos
a los que nos ofenden.
No nos dejes caer en la tentación,
y líbranos del mal. Amén

Hermanos todos aquellos que no han podido acercarse a recibir a Jesús sacramentado, pueden hacerlo rezando la siguiente oración.

Creo Señor mío que estás realmente presente en el Santísimo Sacramento del altar. Te amo sobre todas las cosas, y deseo ardientemente recibirte dentro de mi alma; pero no pudiendo hacerlo ahora sacramentalmente, ven al menos espiritualmente a mi corazón. Y como si te hubiera recibido, me abrazo y me uno todo a ti. Oh Señor, no permitas que me separe de ti. Amén.

Les deseo a todos un feliz domingo con su familia. Como siempre les deseo a todos que lo disfruten sobre todo, en familia y con los amigos. Y que tengan muy en cuenta aquellos amigos que están solos, y que necesitan sentir el calor que da la familia, que ustedes puedan ser la familia para ellos, acójanlos. Disfruten de este domingo, compartan, lo que quizás no han podido compartir en toda la semana, sus alegrías, sus gozos, sus triunfos, sus esperanzas. También sus dolores, porqué no, eso es parte de la vida; sus fracasos, porqué no, los fracasos a veces nos fortalecen para poder recomenzar de nuevo sin perder la esperanza. Disfrútelo, disfruten este domingo.

Que tengan todos una feliz semana y un feliz mes porque prácticamente acabamos de comenzar el mes de marzo, el mes de san José. Así que encomiéndense a él que está tan cerca de la Virgen y de Jesús.

Que la bendición de Dios Padre, Hijo y Espíritu Santo, descienda sobre todos nosotros y nos  acompañe siempre. Amén.

A compartido con ustedes el padre Rafael Ángel, de la Catedral de Santiago de Cuba. Hasta la próxima.

Con mucho gusto hemos realizado este programa para ustedes desde la Oficina de Medios de Comunicación, de la Arquidiócesis de Santiago de Cuba.
Guión, grabación, edición y montaje, Erick Guevara Correa.
Dirección general, María Caridad López Campistrous.
Fuimos sus locutores y actores, Maikel Eduardo y Adelaida Pérez Hung
Somos la voz de la Iglesia católica santiaguera que se levanta para estar contigo.
Irradia….

(Música, Uno, Mary Carmen Barría)

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