Irradia, emisión del 26 de febrero de 2023

Irradia, emisión del 26 de febrero de 2023

Irradia, emisión del 26 de febrero de 2023
Transmitido por RCJ y CMKC, Emisora Provincial de Santiago de Cuba
Programa Radial de la Arquidiócesis de Santiago de Cuba, I Domingo de Cuaresma

“Así como por el pecado de un solo hombre Adán, vino la condenación para todos,
así por la justicia de un solo hombre, Jesucristo, ha venido para todos la justificación que da la vida” Rom 5, 19

(Música, Las tentaciones de Jesús, Javier Brú)

Para llegar a ti como una bendición, para abrir tus alas al amor de Dios.
Irradia. Un proyecto de la Oficina de Comunicación de la Arquidiócesis de Santiago de Cuba.
Saludos a todos los que nos acompañan en este día en que venimos a compartir la fe con nuestra comunidad.
Bienvenidos a este encuentro fraternal con la iglesia toda, como cuerpo místico de Jesús.
Irradia está contigo, irradiando la fe.

 (Música, Las tentaciones de Jesús, Javier Brú)

 En esta mañana nos acompaña el P. Rafael Ángel López Silvero, párroco de la Santa Basílica Iglesia Metropolitana Catedral de Santiago de Cuba.

Hermanos, estamos en el tiempo de Cuaresma. Cuaresma significa cuarenta días, y es el tiempo de preparación para la fiesta más importante del año, la Pascua. Los cuarenta días de la Cuaresma, hacen referencia a la cuaresma del Señor Jesús antes de iniciar su ministerio. Los cuarenta días que Jesús pasó en el desierto antes de comenzar su vida pública.

La Cuaresma es un tiempo de penitencia, de conversión, de arrepentimiento, de reconciliación. Este año la Cuaresma va del miércoles de Ceniza, el día 22 de febrero, hasta el jueves de la Semana Santa, antes de la misa de la Cena del Señor en la tarde. Con esta celebración comienza el Triduo Pascual que es el momento central del Año Litúrgico.

 Tú, Señor, te compadeces de todos y no aborreces nada de lo que has creado. Aparentas no ver los pecados de los hombres para darles ocasión de arrepentirse porque tú eres, el Señor nuestro Dios. Concédenos Dios Todo poderoso, que por las prácticas anuales del sacramento cuaresmal, progresemos en el conocimiento del misterio de Cristo y traduzcamos su efecto en una conducta irreprochable. Por Jesucristo nuestro Señor, Amén.

Buenos días, buenas tardes, buenas noches. Como siempre, una alegría, un gusto, un placer, poder compartir esta mañana del domingo, de este Primer Domingo de Cuaresma. En la oración que acabamos de hacer, le pedimos a Dios que nos ilumine para progresar constantemente en el conocimiento del misterio de Cristo, porque la liturgia de hoy nos introduce en ese misterio al presentarnos a Jesús como el nuevo Adán, la cabeza de la humanidad rescatada en la amistad con Dios. La primera pareja humana cedió ante la tentación, e introdujo el pecado en el mundo, pero Jesús venció al tentador, ofrendó su vida y salvó al hombre del pecado y de la muerte al brindarle la vida eterna.

El evangelio de hoy, está tomado del evangelista san Mateo, en el capítulo 4, versículos del 1 al 11.

(Lectura del evangelio de San Mateo, capítulo 4, 1-11)

 El evangelio de hoy nos narra las tentaciones de Jesús en el desierto. Jesús fue a recibir el bautismo de manos de Juan el bautista en el Jordán; sorprendiéndolo. Juan le dirá, pero soy yo el que tiene que ser bautizado por Ti; pero Jesús le dice, hagámoslo así, es conveniente que lo hagamos así. Jesús quiso solidarizarse con todos aquellos que se acercaban a Juan el Bautista, manifestando su deseo de conversión, comenzar una vida nueva.

Él no necesitaba convertirse, no necesitaba una vida nueva, pero quería caminar con nosotros. Por eso se hizo igual a nosotros en todo, menos en el pecado. Y recibió el bautismo. El bautismo de Juan, y el Espíritu Santo descendió sobre Él, y la voz del Altísimo dijo, este es mi Hijo, mi preferido, en quién me complazco escúchenlo. Y después de esto, Jesús va al desierto, nos dice la escritura, llevado por el Espíritu Santo, y allí pasará cuarenta días. Cuarenta días de oración, cuarenta días de ayuno, cuarenta días de ese contacto profundo y directo con su Padre, para fortalecerse, para prepararse, a la misión que iba a comenzar, su vida pública.

También su vida privada, los 30 años en Nazaret, también eran parte de su misión, no eran algo aparte, no era algo ajeno, no era tiempo perdido; era tiempo en que Él se iba preparando en el seno de una familia, en medio de una comunidad, de un pueblo, en que iba aprendiendo de su Madre María y de su padre José, aquel a quien Dios había encomendado cuidar de Él en este mundo. Aprendiendo a amar, aprendiendo a comprender, aprendiendo a perdonar; ésas cosas que se aprenden en la familia, y que si no se aprenden en la familia después son difíciles de aprender. No es que no se aprendan, se pueden aprender pero con mucha más dificultad.

En la familia aprendemos a amar desinteresadamente, sin esperar nada a cambio porque el amor está por encima de todo lo demás. Y si nos amamos aprendemos a perdonar, a comprender, a caminar juntos, a darnos la mano, a levantarnos cuando necesitamos; a poner el hombro para que el otro llore, o aponer el hombro donde reclinar la cabeza cuando nos sentimos cansados y agobiados.

Los treinta años de Jesús en su familia, en Nazaret, no fue tiempo perdido, fue tiempo en que se preparó para esta nueva etapa, para esta vida pública. Pero quiso antecederla con este tiempo de oración profundo, de encuentro profundo con su Padre para poder enfrentar lo que ahora iba a encontrar. Cuando leemos detenidamente el Evangelio, nos damos cuenta que encontrará aquellos que lo quieran seguir pero que todavía tendrán que hacer un camino; encontrará los que lo quieren seguir pero que se desencantarán pero que esperaban otra cosa, porque sus ambiciones humanas esperaban otra cosa.

Encontrará a los que lo enfrentarán porque no están de acuerdo, porque no quieren cambiar, porque no quieren que el mundo cambie, porque quieren que todo siga igual. Y tendrá que estar preparado para no desalentarse, para no desanimarse, para poder seguir adelante, para no tirarlo todo por la borda. Porque aunque es Dios, también es hombre y como hombre siente lo mismo que sentimos todos ante las dificultades que encontramos en la vida; y si no estamos preparados, entonces no seremos capaces de seguir adelante.

No seremos capaces de seguir adelante con la familia, por eso tantas familias se desmoronan. No encontraremos fuerzas para poder enfrentar la vida, por eso hay tantas personas desalentadas, desanimadas, amargadas. Si no estamos preparados desde lo profundo del corazón, entonces es muy difícil.

Pero en medio de este tiempo, el Señor siente la tentación. Quizás más fuerte que en otro momento, porque cuando nos decidimos seguir al Señor, cuando nos decidimos a cambiar nuestra vida los que sí tenemos que cambiarla, que somos nosotros; cuando nos decidimos a emprender el camino del seguimiento del Señor, es entonces cuando el tentador más se empeña. Porque cuando somos tibios, no tiene que hacer mucho esfuerzo, cuando vamos a nuestro aire no tiene que hacer mucho esfuerzo, cuando no nos preocupa ser mejores no tiene que hacer mucho esfuerzo. ´Pero cuando todo esto nos preocupa y queremos realmente comenzar un camino nuevo: entonces sí se preocupa, y trata de apartarnos del camino.

Por eso es en este momento, cuando Jesús siente las tentaciones más profundas. Y el tentador, inteligentemente, no le dice que no cumpla su misión, sino que le dice que la cumpla a su manera. ¿Por qué tiene que sufrir si puede convertir las piedras en pan? Y todo el mundo lo va a seguir. ¿Por qué tiene que esforzarse y caminar, en medio de aquellos caminos polvorientos, con enfermos, poseídos, gente que no le va a comprender? ¿Para qué? Si puede tirarse del pináculo del templo y los ángeles no permitirán que tropiece su pie, y todos lo aplaudirán, porque los espectáculos todo el  mundo los aplaude. ¿Por qué va a sufrir, por qué se va a sacrificar? ¿Por qué?  Si puede adorar a aquel que dice tener en su mano los poderes del mundo, y le dice que si lo adora se los entregará.

Jesús le dice, no sólo de pan vive el hombre, sino de toda palabra que sale de la boca del Señor. Le dirá, a Dios no tentarás pidiéndole aquello que no es necesario, al Señor Dios solo adorarás, sólo delante de Él te arrodillarás, porque es el único ante el cual al arrodillarnos no perdemos nuestra dignidad sino que nos crecemos. Nunca el hombre es más grande que cuando está de rodillas ante Dios. Jesús pudo vencer la tentación, ¿por qué?, porque confió en su Padre Dios.

Fue lo que no pasó en la primera lectura cuando Adán y Eva se dejaron llevar por el tentador, cuando les dijo, el Señor no quiere lo mejor para ustedes, Él sabe que si comen del árbol del bien y del mal, van a ser felices, van a ser como Él, eso es lo que quiere. Y lo creyeron. Se olvidaron de todo lo que el Señor había hecho por ellos, los había creado, les había entregado la obra de sus manos, bajaba cada tarde a pasear con ello por el jardín del Edén, conversando, en esa confianza profunda. Se olvidaron de todo, y creyeron al tentador, y comieron.

El problema no fue que comieran del árbol del bien y del mal, que comieran de aquella fruta; el problema es que no confiaron en Dios y por eso se apartaron de él. Hicieron deliberadamente lo que les habían dicho que no hicieran. No porque Dios necesitara que no lo hicieran, no porque Dios quisiera probar su poder como hay veces que hacemos los seres humanos, imponiéndole al otro lo que tiene que hacer; sino porque sabía que sólo así podían ser felices, porque quería evitarles el dolor y el sufrimiento. Porque Él sabe lo que más nos conviene, pero no confiaron. Confiaron en aquel que trató de apartarlos de su camino, y por eso pecaron.

El pecado siempre es falta de confianza en Dios, buscando lejos de Él lo que sólo en Él podemos encontrar. Cuando nos alejamos nos ocurre como a Adán y Eva, nos damos cuenta de que estamos desnudos. Jesús confió, y por eso pudo vencer. Si nosotros ayudados por Él confiamos, entonces también podremos vencer. En este tiempo de Cuaresma encontraremos muchas, pero muchas tentaciones. Es el momento de ponernos en sus manos, de pedirle fuerzas para seguir su camino.

¿Cuál es el camino? El del amor. ¿Cuál es el camino? El de amarnos los unos a los otros como Él nos ama. ¿Cuál es el camino? El del perdón, el de la reconciliación, el de ser capaces de respetarnos, de escucharnos, de caminar juntos para poder construir juntos.

Entonces hermanos míos, en este tiempo de Cuaresma, pidámoslo así con humildad. Señor que sintamos tu fuerza, para poder vencer las tentaciones que me apartan de Ti, cuando me apartan de Ti me apartan de mi hermano, porque ya entonces no encuentro razón para amarlo como Tú me amas, ni siquiera para amarlo como me amo a mí mismo.

Que así el Señor nos lo conceda.

(Música, No temeré, Kiki Troia)

Ahora, confiados en que el Señor siempre nos escucha presentémosle nuestras súplicas.

En primer lugar por la Iglesia, de la que formamos parte todos y cada uno de nosotros, para que fortalecidos por Él podamos dar testimonio de su amor y de su misericordia en este tiempo de gracia, de manera particular que es este tiempo de Cuaresma. Roguemos al Señor. Te lo pedimos Señor.

Pidamos por todos los que sufren, y porque les falta la fe y la confianza se desesperan, para que puedan encontrar en Cristo consuelo, fortaleza, esperanza, y en los cristianos manos dispuestas a tenderse para ayudarlos. Roguemos al Señor. Te lo pedimos Señor.

Por el aumento de las vocaciones sacerdotales, religiosas, diaconales, laicales, para que cada día deseemos servir más y mejor al Señor en los hermanos, allí donde nos ha colocado. Roguemos al Señor. Te lo pedimos Señor.

Por todos los difuntos de manera particular aquellos que nadie recuerda, para que perdonadas sus faltas el Señor los acoja en su descanso. Roguemos al Señor. Te lo pedimos Señor.

Y los unos por los otros, para que podamos vivir profundamente este tiempo de garcia que es la Cuaresma.  Roguemos al Señor. Te lo pedimos Señor.

Escucha Padre Santo estas súplicas y aquellas que han quedado en nuestros corazones pero que Tú conoces. Te las presentamos por tu Hijo Jesucristo nuestro Señor. Amén.

Ahora hermanos oremos con la oración que el mismo Señor Jesús nos enseñó.

Padre nuestro que estás en el cielo,
santificado sea tu nombre.
Venga a nosotros tu reino.
Hágase tu voluntad,
en la tierra como en el cielo.
Danos hoy nuestro pan de cada día.
Perdona nuestras ofensas,
como también nosotros perdonamos
a los que nos ofenden.
No nos dejes caer en la tentación,
y líbranos del mal. Amén

Hermanos que tengan todos una feliz semana, que podamos vivir, ustedes y nosotros intensamente este tiempo de gracia que es la Cuaresma. Disfruten de este domingo con su familia, es la gran oportunidad, quizás en la semana no han tenido esa oportunidad de conversar, de escucharse,  de compartir, de alegrarse, quizás de llorar juntos también, por qué no; pero hacerlo en familia. Recuerden, lo repito siempre, de aquellos amigos que están solos, y que necesitan sentir también el calor de la familia que quizás está lejos, que quizás hace mucho tiempo que no ven; para que encuentren en ustedes esa familia y esa acogida.

Que la bendición de Dios Padre, Hijo y Espíritu Santo, descienda sobre todos nosotros y nos  acompañe siempre. Amén.

Que tenga una feliz semana. Les habla el padre Rafael Ángel, de la Catedral de Santiago de Cuba. Hasta la próxima.

Con mucho gusto hemos realizado este programa para ustedes desde la Oficina de Medios de Comunicación, de la Arquidiócesis de Santiago de Cuba.
Guión, grabación, edición y montaje, Erick Guevara Correa.
Dirección general, María Caridad López Campistrous.
Fuimos sus locutores y actores, Maikel Eduardo y Adelaida Pérez Hung
Somos la voz de la Iglesia católica santiaguera que se levanta para estra contigo.
Irradia….

(Música, Venceremos, Mary Carmen Barría)

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