Transcripción homilía de Mons. Dionisio Guillermo García Ibáñez, Arzobispo de Santiago de Cuba, VII domingo del Tiempo Ordinario, 19 de febrero de 2023
Transcripción homilía de Mons. Dionisio Guillermo García Ibáñez
Arzobispo de Santiago de Cuba
Basílica Santuario de Nuestra Señora de la Caridad del Cobre
VII domingo del Tiempo Ordinario, 19 de febrero de 2023
“Amen a sus enemigos y recen por los que los persiguen, para que sean hijos de su Padre que está en los cielos” Mateo 5, 44-45
Hermanos,
Estamos en este 7.º domingo durante el año y ya el próximo miércoles entramos en la Cuaresma con el Miércoles de Ceniza. Por lo tanto, creo que estas lecturas que hemos escuchado hoy, que vamos a meditar; y que el sacerdote siempre comenta en el domingo, es decir, en el templo, en la Santa Misa. También es una invitación a que nosotros, cada uno de nosotros, allí en lo escondido, meditemos la Palabra del Señor. Es una buena costumbre y ojalá que todos tengamos y la sigamos. Que vayamos o no a misa un día de la semana o el domingo, también nosotros en nuestras casas, volviéramos a leer el Evangelio y cada uno de nosotros sacarle las aquellas enseñanzas, consejos, aquellas invitaciones que el Señor nos hace. Así también se completa con la prédica del sacerdote en el templo. Ustedes saben bien que tenemos muchas comunidades aquí en nuestra tierra que no tienen sacerdotes, y los mismos fieles se reúnen y comentan la Palabra de Dios. Así que, ya que vamos a entrar en la Cuaresma, pues hagamos por lo menos el propósito de releer la Palabra de Dios y sacar aquello que el Señor nos quiere decir.
Las lecturas de hoy son una continuación de aquellos capítulos de San Mateo. Que comentábamos en domingos anteriores, en los cuales el Señor Jesús, después de haber reunido a sus discípulos, les va enseñando y presenta el mensaje de Jesús. Estos capítulos se presentan de una manera muy radical, como para que no quepan dudas, para que después ningún discípulo del Señor diga Yo no sabía que era así, me han engañado.
En el texto de San Mateo, desde el principio dice estas palabras duras Ama aquellos que te persiguen. Ama a aquellos que te odian. Reza por ellos. Por una mejilla, la otra mejilla s te dan en una. Son planteamientos muy radicales. Claro. Jesús vivió de esa manera. Por eso es que el al final de su vida dice Padre, perdónalos porque no saben lo que hacen, es decir, al final de su vida aquí en la tierra, entre nosotros. Perdónalos, Padre, porque no saben lo que hacen.
En las lecturas de hoy yo le marcaría aquella frase que tomamos del Evangelio que nos invitan a tomar a Jesús como a nuestro ejemplo, como el paradigma que nosotros tenemos que seguir. Muchas veces nosotros tenemos la vida de los santos, que bueno es que todos las conozcamos y que los niños también la conozcan, porque son como los nuestros, nuestros héroes en la fe, es decir, aquellos que supieron que decir que sí al Señor, ¡qué bueno que le imitemos! En esa manera tan peculiar e individual personalizada que cada con que cada santo vivió la palabra del Señor. San Juan Bosco atendiendo a los jóvenes. San Juan de Dios con los enfermos. Santa Teresa de Ávila en la oración entregada completamente a la contemplación. Cada uno de ellos ha seguido a Jesucristo de una manera particular y es bueno nosotros leerlos para ver como ellos tuvieron como lo esencial, lo fundamental en la vida, seguir a Jesús.
Pero cada uno de nosotros tiene una personalidad, algo que es propio, que lo distingue de los demás, y cada uno tiene que seguir a Jesús según lo que el Señor le va pidiendo. Pero si queremos tomar un ejemplo para nuestra vida cristiana, que significa también nuestra vida en el mundo porque yo no puedo separar mi vida en el mundo de mi fe, nosotros tenemos que tomar a Jesús como ejemplo. Y el Evangelio. En varias ocasiones nos dice, y este es una, tres fases que son así como para tenerla grabada. Sean santos como vuestro Padre celestial es santo. Sean perfectos como vuestro Padre Celestial es perfecto. Sean buenos como vuestro Padre Celestial es bueno. ¿Qué significa eso? Que el Evangelio nos pone a Jesús, que es el perfecto revelador del Padre como aquel ideal a seguir en nuestra vida. A lo mejor algunos podrán decir Ay, yo jamás podría ser como Jesús. Lo sabemos. Él es Dios, el Hijo de Dios, es hombre también que supo luchar contra las tentaciones. Supo enfrentarse, supo escoger en la vida el camino del bien y de hacer la voluntad del Padre. Tal como hemos pedido en la oración esta mañana, en la oración inicial o colecta. Entonces, hermanos, el Señor nos pide que seamos como Jesús, nos pide que seamos como Jesús, y es lógico que ése sea nuestro paradigma, nuestro ejemplo, nuestro ideal.
Desde los primeros capítulos del Génesis nosotros hemos aprendido que dice que el Señor nos hizo a su imagen y semejanza. Pues si Él nos hizo a su imagen y semejanza, también Él quiere que nosotros seamos como Él. Por lo menos que lo intentemos, el ser como él. Y que en eso se nos vaya la vida tratando de imitar al Señor Jesús.
Las lecturas de hoy nos llevan en ese camino. La primera lectura del libro de Levítico lo dice claramente Y eso que en el Antiguo Testamento el Yahvé Yahvé Dios se presenta como un poder y como hasta cierto punto muchas veces duro, que castiga a su pueblo. Pero, sin embargo, en esta frase del Levítico se nos recuerda lo que acabo de decir Dijo el Señor a Moisés Habla a la asamblea de los hijos de Israel y diles serán santos, porque yo, el Señor, vuestro Dios, es santo. Es decir, el Señor nos invita precisamente a seguirle siendo santo, que es querer hacer la voluntad del Señor en cada día de nuestra vida, vivir según Él, unirnos más íntimamente a Él. El Señor nos invita a ser como Él y nos da los mandamientos. Nos va diciendo No odies de corazón a tu hermano. No te vengues ni guardes rencor a tus parientes, sino que ama a tu prójimo como a ti mismo. Es como una firma del pueblo que viene y dice Porque yo soy el Señor. Entonces, hermanos, esa debe ser nuestra interrogante, ¿y yo quiero ser santo como el Señor es santo, yo quiero ser santo como lo es Jesús? Él me llama a la santidad y me dice que Él me ayudará a ser santo como Él.
Si nosotros nos vamos al Evangelio, al final del Evangelio que hemos leído, dice así, y esto es muy interesante y muy lógico y muy sabio. ¿Porque si aman a los que le aman, qué premio van a tener? ¿No hacen lo mismo también los publicanos? ¿Y se saludan sólo a vuestros hermanos? ¿Qué hacen de extraordinario? No nos conformemos con lo poco. El Señor nos va pidiendo lo máximo. ¿No hacen lo mismo también los paganos? Por tanto. Y aquí viene la frase. Sean perfectos, como vuestro Padre celestial es perfecto.
Entonces, hermanos, vamos a sentirlo y a meditar en estos días, en estas expresiones. ¿Me siento llamado a ser santo, a ser bueno, alcanzar la perfección? O yo dejo que mi vida vaya corriendo, así como un dejar pasar los días y no tratar de vivir íntimamente unido al Señor. Esto es lo que el Señor nos pide ser como Él en cada instante de nuestra vida a confiar en Él, Él nos da fuerza. A que cuando no podamos alcanzar en esos ideales y nos dejemos llevar por algún mal, por el pecado, por lo que sea. Decir que el Señor es bueno, como hemos rezado en el salmo y el Señor se acuerda de nosotros, y el Señor nos levantará. El Señor nos entiende y él no nos llevará para ser santo como Él es santo. Que ese sea nuestro ideal.
Ustedes saben bien que a los jóvenes hay que educarles para que aspiren a las cosas mejores en la vida. Y que aspiren por buenos medios, por buenos caminos. Sabemos que al final de la vida muchas veces no nos deparan, o nos alcanzamos el ideal, pero el ideal siempre hay que buscarlo. Y nuestra vida de cristiano tiene que ser así. No conformarnos con lo poco. No conformarnos con la rutina de cada día que muchas veces vivimos la fe de manera rutinaria, sino que nosotros debemos de alcanzar todavía un poco más, un poco más. La Palabra de Dios nos lo va diciendo.
En la carta de Pablo a los Corintios, él utiliza la imagen de del cuerpo. De que nosotros somos templo de Dios. De que, en cada uno de nosotros, habita el Espíritu Santo. ¿Tenemos conciencia de eso, de que el Espíritu Santo está en mí, que Dios quiere habitar en mí? ¿O yo con mi vida lo rechazo un poco? Meditemos esto.
Qué bueno es que este Evangelio y esta lectura hayan caído hoy domingo, porque ya el próximo miércoles, es Miércoles de Ceniza. Y ya que esta lectura, que nos invitan a ser santos, a ser bueno, a ser perfectos como es nuestro Padre Celestial, ya nosotros con esta lectura empecemos a meditar esa entrada en la Cuaresma con el Miércoles de Ceniza, que nos va a recordar que somos polvo y en polvo nos vamos a convertir. Como aquí mismo dice que nadie se engañe. Si alguno de ustedes se cree sabio en este mundo, que se necio para alcanzar la vida eterna. Y eso es lo que nos dice la ceniza, Acuérdate que eres polvo y polvo te vas a convertir.
Por lo tanto, hermanos, abandonemos todo nuestro orgullo, nuestra soberbia, toda esa dejadez, la rutina de cada día y demos el paso firme en este día de alcanzar al Señor, de unirnos a Él, de escuchar su Palabra. Yo les invito a todos, que sabemos que el miércoles cae en día de trabajo, siempre hay que hacer y cosas que hacer, pero que dediquen el miércoles para ir al templo a imponerse la ceniza. ¿La ceniza me va a salvar? No, el que salva es el Señor Jesús, pero la ceniza se me va a recordar que por mucho que yo luche para alcanzar la gloria de este mundo, eso no es nada comparado con la gloria de Dios.
El Señor nos ayude a vivir así, a buscar el Reino de Dios y su justicia, porque lo demás no se lo ha dado por añadidura. El Señor, en este tiempo de Cuaresma nos ayude a buscar la santidad que es de Dios, la perfección que de Dios. El Señor nos ayude a todos a vivir así.