Irradia, emisión del 12 de febrero de 2023
Irradia, emisión del 12 de febrero de 2023
Transmitido por RCJ y CMKC, Emisora Provincial de Santiago de Cuba
Programa Radial de la Arquidiócesis de Santiago de Cuba
VI Domingo del Tiempo Ordinario
“No he venido a abolir la Ley y los Profetas: no he venido a abolir, sino a dar plenitud” Mateo 5, 17
(Música, No he venido a Abolir la Ley, Javier Brú)
Para llegar a ti como una bendición, para abrir tus alas al amor de Dios.
Irradia. Un proyecto de la Oficina de Comunicación de la Arquidiócesis de Santiago de Cuba.
Saludos a todos los que nos acompañan en este día en que venimos a compartir la fe con nuestra comunidad.
Bienvenidos a este encuentro fraternal con la iglesia toda, como cuerpo místico de Jesús. Irradia está contigo, irradiando la fe.
(Música, No he venido a Abolir la Ley, Javier Brú)
En esta mañana nos acompaña el P. Rafael Ángel López Silvero, párroco de la SBIM Catedral de Santiago de Cuba
Sírveme de defensa Dios mío, roca y fortaleza salvadora. Tú eres mi baluarte y mi refugio, por tu nombre condúceme y guíame. Señor Dios que prometiste poner tu morada en los corazones rectos y sinceros, concédenos por tu gracia, vivir de tal manera que te dignes a habitar en nosotros. Por Jesucristo Nuestro Señor. Amén
Buenos días, buenas tardes, buenas noches, donde quiera que se encuentren. Siempre un gusto, una alegría y un placer poder compartir con ustedes esta mañana de domingo, y compartir sobre todo la Palabra de Dios, que es luz. Esa luz que nos ilumina, y con la que tenemos que esforzarnos para iluminar a los demás.
Recuerden como nos decía la liturgia del domingo pasado que somos luz del mundo, pero que iluminamos no con nuestra luz, sino con la luz que nos viene de Dios. Jesús es esa luz que vino a iluminar a todo hombre que vino a este mundo. Su palabra es esa luz, que nos ayuda a encontrarnos con Él, a encontrarnos con los hermanos y a iluminar el camino de los demás.
En la liturgia de este VI domingo del Tiempo Ordinario, Jesús proclama una nueva ley, no es una anulación de la antigua Ley que Dios dio a su pueblo, sino que Cristo la proclamó para perfeccionar la antigua Ley. Acentuando la íntima disposición interior, donde el hombre pone en juego su fidelidad para con Dios y su apertura para con los demás.
San Pablo nos anuncia que el Espíritu Santo le reveló el plan de salvación que Dios dispuso sabiamente desde siempre.
El evangelio de hoy está tomado del evangelista de san Mateo, en el capítulo 5, versículos del 17 al 37.
(Lectura del evangelio de San Mateo, capítulo 5, 17 al 37)
Hoy Jesús, porque nos ama, nos instruye acerca de la importancia de cumplir la Ley de Dios en plenitud. El Señor nos enseña que no basta con no quitarle la vida a otro ser humano, no matarás, el quinto mandamiento de la Ley de Dios; sino que el que se deja llevar por la ira, desprecia o insulta a otra persona, va en contra de la voluntad de Dios y se aleja de Él. Por eso es necesario reconciliarnos con aquel a quien hemos ofendido, y perdonar a quien nos ha ofendido según sea el caso.
Jesús no quiere que nos arranquemos un ojo, ni que nos cortemos una mano, pero dice que más nos valdría hacer eso que vivir en estado de pecado. Porque esto lo ofende y rompe nuestra amistad con Él, y el pecado a final de cuentas nos destruye. Jesús nos manda a decir sí cuando es sí, y no cuando es no, porque lo que se diga de más viene del maligno. El Señor nos ofrece su gracia para vivir como verdaderos cristianos.
La liturgia de hoy nos invita a reflexionar sobre los mandamientos. A veces experimentamos los mandamientos como si fueran una camisa de fuerza, hay quien nos quiere hacer creer que los mandamientos son como una limitación de nuestra libertad cuando realmente no es así. Los mandamientos, al menos para mí, así lo experimento yo, son como señales luminosas. Esas señales luminosas que aparecen en la carretera y que son tan útiles, sobre todo de noche cuando no se ve nada y que no ayudan a mantenernos centrados, y que cuando por una razón u otra nos apartamos del camino, sabemos dónde volver.
Dios no necesita de los mandamientos para demostrar su poder, Dios no necesita de sus mandamientos para afirmar que Él es el todopoderoso, el omnipotente, quien todo lo sabe. No actúa como actuamos generalmente nosotros los hombres y mujeres en este mundo, que muchas veces utilizamos el poder o la responsabilidad que tenemos para imponernos sobre los demás, para hacer sentir a los demás que lo que hacen lo hacen porque yo lo mando, yo lo digo, yo lo dispongo, porque yo tengo el poder.
Dios no necesita eso. Dios nos creó por amor, no sólo nos creó por amor, sino que nos entregó la obra de la creación por amor, la puso en nuestras manos. Dios nos creó como dice el Salmo 8, poco inferior a los ángeles, nos coronó de gloria y dignidad, nos dio el mando sobre la obra de sus manos y todo lo sometió bajo nuestros pies. ¿Por qué? Porque quiso, porque nos amó, porque salimos del corazón de Dios que nos creó. Ya desde antes de crearnos nos amaba, y nos dio todo lo que necesitábamos para poder desarrollar, hacer crecer, convertir esta creación en el hogar común.
Dios no necesita sus mandamientos para hacernos sentir su poder. Dios nos da los mandamientos para ayudarnos a caminar en esta vida. Porque nos entregó este mundo, nos dio todo lo que necesitábamos para que nosotros, ejerciendo la libertad con la que fuimos creados, porque Dios nos creó libres y respeta absolutamente nuestra libertad, pudiéramos seguir adelante. Él estará ahí, podremos acudir a Él cada vez que lo necesitemos, podremos sostenernos de sus manos cada vez que sintamos flaquear nuestras rodillas; pero Él no hará lo que nos corresponde hacer a nosotros porque nos ha dado todo lo que necesitamos para hacerlo. Pero estará ahí, estará ahí con nosotros.
Los mandamientos son eso, el camino. El camino del amor. A veces no reflexionamos lo suficiente, al menos yo no reflexiono lo suficiente sobre esto. Los diez mandamientos de la Ley de Dios, los dos primeros amar a Dios sobre todas las cosas, y no tomar el nombre de Dios en vano, y santificar las fiestas también. Pero el resto de los mandamientos ¿a qué se refieren? No matarás, no robarás, no desearás la mujer de tu prójimo, no codiciarás los bienes ajenos, no mentirás… hablan de la relación de los unos para con los otros. Cómo tenemos que respetarnos, cómo tenemos que ayudarnos, cómo tenemos que tener en cuenta al otro en primer lugar. Entonces seremos felices.
¿Por qué no somos felices? Porque hay ambición. ¿Por qué no somos felices? Porque hay odio. ¿Por qué no somos felices? Porque tenemos esa necesidad, aparente de estar por encima de los demás, de ponernos por encima de los demás, de utilizar la poca o mucha cuota de poder que tengamos para imponernos los unos sobre los otros.
Los mandamientos nos dicen todo lo contrario, no harás daño a tu hermano. por eso se pueden resumir en amarás a tu Dios sobre todas las cosas, y a tu prójimo como a ti mismo; en eso se resumen la Ley y los profetas.
Pensemos en eso hermanos, cuando sintamos que nos cuesta cumplir los mandamientos de Dios, que quisiéramos ir a nuestro aire; pensemos que los mandamientos de la Ley de Dios son el camino que nos conduce a la felicidad en este mundo. Que no quiere decir que no vamos a tener problemas, que no vamos a encontrar dificultades. A veces pensamos que la felicidad es caminar por un camino tan llano que nunca encontremos ningún obstáculo. Ésa no es la felicidad.
La felicidad es hacer el bien cada día, la felicidad es preocuparme por el otro, la felicidad es amar y sentir me amado, la felicidad es tender la mano; la felicidad es escuchar al otro, respetar al otro, construir desde nuestras diferencias este mundo y hacer de este mundo, un mundo mejor. Descubrir que somos hermanos, ésa es la felicidad; y los mandamientos es ese camino que nos invita a recorrer el Señor, pero que tenemos que vivirlo desde dentro. No son como esos mandamientos humanos que los cumplimos porque nos ven, los cumplimos porque nos conviene, los cumplimos cuando todo el mundo está atento; pero cuando no nos miran, cuando pensamos que nadie está atento a lo que estamos haciendo pues sentimos que podemos pasar de ellos.
Los mandamientos de la Ley del Señor no podemos vivirlos desde fuera hacia dentro, tienen que ir de dentro hacia fuera. Los mandamientos de la Ley de Dios hay primero que hacer la experiencia del amor de Dios, de la presencia de Dios, de la grandeza de Dios, de todo lo que Dios ha hecho y hace por nosotros, para entonces sentir que tenemos que responderle. Y la respuesta es ésa.
Por eso no basta que, en la catequesis, que en el catecumenado nos aprendamos de memoria los mandamientos de la Ley de Dios. Hace falta aprenderlo, es verdad, pero tenemos que vivirlos; porque si no, no tienen sentido. Si no hacemos esa experiencia de Dios en nuestra vida, entonces no sentiremos la necesidad de responderle.
Pidámoslo así en esta mañana al Señor. Que cada uno de nosotros reflexionemos, pensemos, cómo vivo los mandamientos de la Ley de Dios, como una carga pesada, como una imposición, o los vivo como esa expresión del amor de Dios que abre un camino, que me ilumina un camino para poder vivir y convivir, para poder construir y edificar, para poder hacer de este mundo, el mundo que Dios tuvo en su mente cuando lo creó. Para que el plan de salvación de Dios pueda realizarse a través de nosotros en este mundo en el que estamos viviendo.
Que así el Señor nos lo conceda.
(Música, Señor, enséñanos a ser sabios como Tú, Dumas y Mary)
Ahora hermanos, hagamos nuestra profesión de fe, pidiéndole al Señor que nos ayude a vivir conforme a la fe que profesamos:
¿Creen en Dios Padre todopoderoso, Creador del cielo y de la tierra? R/ Sí creo.
¿Creen en Jesucristo su único Hijo nuestro Señor, que nació de Santa María Virgen, padeció, murió, resucitó, y está sentado a la derecha del Padre? R/ Sí creo.
¿Creen en el Espíritu Santo, en la Santa Iglesia Católica, en la comunión de los Santos, en el perdón de los pecados, en la resurrección de los muertos y en la vida eterna? R/ Sí creo.
Esta es nuestra fe, esta es la fe de Iglesia que nos gloriamos de profesar, en Cristo Jesús, nuestro Señor. R/ Amén.
Ahora presentemos confiados en que el Señor siempre escucha, nuestras súplicas.
En primer lugar, por la Iglesia, para que viviendo a plenitud los mandamientos de la Ley de Dios, la llevemos a nuestros hermanos para que también puedan acogerla en su corazón y vivirla. Roguemos al Señor. Te lo pedimos Señor.
Pidamos por todos los que sufren en el cuerpo o en el espíritu, pidamos de manera particular por nuestros hermanos de Turquía y de Siria que han tenido esta terrible experiencia del Terremoto, para que el Señor les de la gracia y la fuerza para poder enfrentarlo, sabiendo que no están solos, que el Señor está con ellos, para que le dé el descanso eterno a los que han muerto, y esperanza a los que están vivos. Roguemos al Señor. Te lo pedimos Señor.
Pidamos por un sacerdote claretiano que ha sido secuestrado en Haití, para que el Señor cuide de él, y toque el corazón de aquellos que lo secuestraron y pueda regresar de nuevo a su comunidad a trabajar y sembrar la Palabra de Dios. Roguemos al Señor. Te lo pedimos Señor.
Por el aumento de las vocaciones sacerdotales, religiosas, diaconales, laicales, para que el Señor iluminando el corazón de aquellos que se sientan llamados, puedan responder. Roguemos al Señor. Te lo pedimos Señor.
Por todos los difuntos, de manera particular por aquellos que nadie reza por ellos, para que perdonadas sus faltas el Señor los acoja en su descanso. Roguemos al Señor. Te lo pedimos Señor.
Demos gracias por la presencia del cardenal Beniamino Stella en medio de nosotros, celebrando el 25 aniversario de la llegada de Juan Pablo II y su presencia aquí en medio de nosotros. Gracias por la presencia del Cardenal, por sus palabras, por habernos acompañado a lo largo y ancho de nuestra patria, y de nuestra iglesia. Pera que el Señor lo bendiga y el Señor a través de él nos bendiga a nosotros y nos ayude, a seguir adelante. Roguemos al Señor. Te lo pedimos Señor.
Escucha Padre Santo, estas súplicas y aquellas que han quedado en nuestros corazones pero que Tú conoces, te las presentamos por Jesucristo, tu Hijo nuestro Señor. Amén
Ahora hermanos oremos con la oración que el mismo Señor Jesús nos enseñó.
Padrenuestro que estás en el cielo
santificado sea tu nombre.
Venga a nosotros tu reino.
Hágase tu voluntad,
en la tierra como en el cielo.
Danos hoy nuestro pan de cada día.
Perdona nuestras ofensas,
Como también nosotros perdonamos
a los que nos ofenden.
No nos dejes caer en la tentación,
y líbranos del mal. Amén
Una alegría, un gozo, haber compartido este rato con ustedes. Deseo que tengan un feliz domingo, que lo puedan pasar en familia. Aprovechen esta oportunidad, quizás durante la semana no han tenido tiempo para conversar, para compartir, para reírse juntos, para disfrutar juntos. Háganlo en el domingo, el día del Señor. También acojan a sus amigos, de manera particular aquellos que están solos, o lejos de sus familias, y que necesitan ese calor familiar que ustedes les pueden dar. Les deseo que tengan una feliz y bendecida semana.
Les habla el padre Rafael Ángel, de la Catedral de Santiago de Cuba. Hasta la próxima.
Con mucho gusto hemos realizado este programa para ustedes desde la Oficina de Medios de Comunicación, de la Arquidiócesis de Santiago de Cuba.
Guión, grabación, edición y montaje, Erick Guevara Correa.
Dirección general, María Caridad López Campistrous.
Fuimos sus locutores y actores, Maikel Eduardo y Adelaida Pérez Hung
Somos la voz de la Iglesia católica santiaguera que se levanta para estar contigo
Irradia…
(Música, Siempre nuestro amigo, Ítala Rodríguez, Sandra Rivero, 4 Vientos e Invitados.)