Irradia, emisión del 5 de febrero de 2023

Irradia, emisión del 5 de febrero de 2023

Irradia, emisión del 5 de febrero de 2023
Transmitido por RCJ y CMKC, Emisora Provincial de Santiago de Cuba
Programa Radial de la Arquidiócesis de Santiago de Cuba
Quinto Domingo del Tiempo Ordinario

Tampoco se enciende una lámpara para meterla debajo del celemín, sino para ponerla en el candelero y que alumbre a todos los de casa” Mateo 5, 16

(Música, Ustedes son la sal de la tierra, Javier Brú)

Para llegar a ti como una bendición, para abrir tus alas al amor de Dios. Irradia. Un proyecto de la Oficina de Comunicación de la Arquidiócesis de Santiago de Cuba.
Saludos a tod os los que nos acompañan en este día en que venimos a compartir la fe con nuestra comunidad. Bienvenidos a este encuentro fraternal con la iglesia toda, como cuerpo místico de Jesús.
Irradia está contigo, irradiando la fe.

(Música, Ustedes son la sal de la tierra, Javier Brú)

En esta mañana nos acompaña el P. Rafael Ángel López Silvero, párroco de la SBIM Catedral de Santiago de Cuba

Entremos y a adoremos de rodillas al Señor, Creador nuestro, porque Él es nuestro Dios. Te rogamos Señor que guardes con incesante amor a tu familia santa, que tiene puesto su apoyo sólo en tu Gracia. Para que halle siempre en tu protección su fortaleza. Por Jesucristo Nuestro Señor. Amén

Buenos días, buenas tardes, buenas noches, donde quiera que se encuentren. Una alegría y un gozo poder compartir con ustedes esta mañana de domingo la Palabra de Dios, que este V domingo del Tiempo Ordinario nos proporciona. Que este V domingo del Tiempo Ordinario nos propone para nuestra reflexión personal y para que nos ayude en toda esta semana que vamos a comenzar.

Ustedes son la luz del mundo, dice el Señor. El tema de la luz ilumina toda la liturgia de hoy. Isaías nos da una serie de consejos para que surja nuestra luz, como la aurora, en la primera lectura. San Pablo dice a los cristianos de Corinto en la segunda lectura, que él les ha anunciado a Cristo crucificado para que tengan la luz, que es el poder de Dios. Por fin san Mateo, nos presenta al mismo Cristo declarando que sus seguidores tendrán su misma luz, que habrá de brillar ante los hombres.

El evangelio de hoy está tomado del evangelista de san Mateo, en el capítulo 5, versículos del 13 al 16.

(Lectura del evangelio de San Mateo, capítulo 5, 13 al 16)

Jesús les dice a sus discípulos, ustedes son la sal de la tierra, a ustedes le corresponde darle sabor a este mundo. ¿Qué sabor? El sabor del bien, el sabor de la vida, el sabor del amor, el amarnos los unos a los otros, de darle para nosotros el sabor cristiano. Pero les dice más, ustedes son la luz del mundo, y les especifica que la luz no se enciende para ponerla debajo de una olla, sino para ponerla en alto, y que ilumine a todos los de la casa. La luz está para iluminar.

Jesús, nos dice san Juan en el primer capítulo de su evangelio, es la Luz. La luz que vino a este mundo a iluminar a todo hombre y a toda mujer, a vencer las tinieblas. Las tinieblas exteriores, pero, sobre todo, las tinieblas interiores del hombre. El Señor vino para iluminarnos, pero también para que con esa luz que somos iluminados, podamos iluminar a los demás. Por eso somos llamados a ser luz del mundo, a iluminar el mundo; no a esconder la luz, a guardar la luz, sino a exponerla. ¿Para vanagloriarnos de ella? No, para que la luz ilumine.

En la primera lectura de hoy, tomada del Antiguo Testamento, del profeta Isaías. Isaías nos clarifica qué significa ser luz. Porque también en el Antiguo Testamento se habla de esa luz. Comparte tu pan con el hambriento, dice el Señor, abre tu casa al pobre sin techo, viste al desnudo y no des la espalda a tu propio hermano, entonces surgirá tu luz como una aurora. Cuando renuncies a oprimir a los demás y destierres de ti el gesto amenazador y la palabra ofensiva, cuando compartas tu pan con el hambriento y sacies la necesidad del humillado, brillará tu luz en las tinieblas y tu oscuridad será como el mediodía. ¿Queremos ser luz? Tenemos que hacer el bien.

El evangelio también, el Nuevo Testamento también nos lo dice. Cuando el Señor, explicando cómo será el último tiempo, cuando venga el Juicio Final, y llamará a los de su derecha y les dirá, vengan a mí benditos de mi Padre, porque tuve hambre y me dieron de comer, tuve sed y me dieron de beber, estuve desnudo y me vistieron, fui peregrino y me acogieron, estuve en la cárcel y me fueron a ver, estuve enfermo y se preocuparon por mí. Y cuando le pregunten, Señor, ¿y cuándo hicimos todo eso?… cada vez que lo hicieron con uno de estos mis pequeños hermanos, conmigo lo hicieron, dice el Señor.

Estamos llamados a ser luz del mundo. ¿Y cómo somos luz del mundo? Haciendo el bien sin cansarnos, viviendo y predicando el mandamiento del amarnos los unos a los otros, como el Señor nos ama. San Juan también nos dice, la luz vino a este mundo, y este mundo no la recibió. Porque es más cómodo vivir en la oscuridad, es más cómodo vivir en las tinieblas. No tenemos que hacer ningún esfuerzo, sencillamente dejarnos llevar. Para vivir el amor, la solidaridad, la verdadera solidaridad, la que tiende la mano, la que estrecha la mano, la que acoge a todos sin preguntarle quién eres, de dónde vienes, qué has hecho, mirando sólo su necesidad, exige esfuerzo y sacrificio.

Hacer el bien lo exige, y exige sobre todo mucha humildad, no esperar nada a cambio, porque cuando hacemos el bien esperando a cambio el agradecimiento; cuando no recibimos el agradecimiento nos cansamos, nos desalentamos de hacer el bien, no vale la pena hacer el bien si nadie lo agradece. No lo hacemos para que se nos agradezca, lo hacemos porque así el Señor nos lo ha pedido, amen a sus enemigos, hagan el bien. Y entonces, Aquél que sí sabe agradecer, para quien ninguna obra buena queda sin recompensa, no porque la merezca, porque siervos inútiles somos… Sino que, por su infinita misericordia, Él quiere agradecer un vaso de agua que demos en su nombre.

El evangelio de hoy, la liturgia de hoy, nos invita a ser luz. Luz en nuestras familias en primer lugar, porque como dice el viejo refrán, no podemos ser luz de la calle y oscuridad de la casa. Ayudar a los demás, comprender a los demás, perdonar a los demás, acudir a las necesidades de los demás, y cerrarnos a nuestra propia familia, a nuestra propia sangre. No ser capaces de perdonarnos, los padres, los hijos, los hermanos, los primos. Tenemos que ser luz de Dios en nuestro hogar, y en la medida que nos esforcemos en ser esa luz y esa sal en nuestro hogar, entonces podremos serlo en nuestro entorno, en nuestro trabajo, en nuestra escuela, en nuestra comunidad cristiana, en la sociedad en la que vivimos.

No podemos decirle a los demás que amen sino amamos, que ayuden sino ayudamos, que comprendan sino comprendemos, que tiendan la mano sino la tendemos. No podemos pedirle a los demás lo que nosotros no seamos capaces de esforzarnos por hacer. El Señor nos dijo, ámense los unos a los otros como yo los he amado. Él lo puso en primer lugar. Él nos amó primero, hasta el punto de entregar su vida y derramar su sangre, el Justo por nosotros pecadores. Y entonces, desde ahí, nos pidió.

Si queremos ser sal de la tierra y luz del mundo tenemos que hacerlo desde nuestra propia experiencia, viviendo esa realidad, dando ese sabor de amor, de misericordia, de perdón, de comprensión, de ayuda, iluminando con esa luz con la que hemos sido iluminados; dejándonos iluminar para que esa luz pueda llegar también a los demás.

Entonces hermanos míos, pidámoslo así al Señor en esta mañana. Señor ayúdanos para ser sal de la tierra, para dar ese gusto, ese buen gusto a todo aquello que hagamos; que lo hagamos con buen deseo, que lo hagamos con alegría, que lo hagamos con gusto. Que seamos luz, para que las oscuridades de este mundo se puedan ir disipando a nuestro alrededor.

Es como ese ejemplo que ponemos, en una noche muy oscura, en un apagón, en que lo único que tenemos a mano es una caja de fósforos, y encendemos el fósforo. Y ese fósforo que cuando hay suficiente iluminación parece que no es nada, en ese momento de oscuridad ilumina todo a nuestro alrededor, y nos permite caminar y hacer con seguridad aquello que queremos hacer.

Cada uno de nosotros somos esa pequeña luz, si esa pequeña luz se enciende una al lado de la otra, entonces hacemos una gran luz, e iluminamos con esa luz de Cristo con la que hemos sido iluminados, y este mundo vivirá un poco menos en tinieblas.

Que así el Señor nos lo conceda.

(Música, Somos la luz, Arasay Machirán y Olga González)

Confiados en que el Señor siempre escucha, le presentamos nuestras súplicas.

En primer lugar, por la Iglesia, de la que formamos parte todos y cada uno de nosotros, para que podamos ser sal de la tierra y luz del mundo. Roguemos al Señor. Te lo pedimos Señor.

Por todos los que sufren en el cuerpo o en el espíritu, para que encontremos en Cristo, consuelo, fortaleza y esperanza. Roguemos al Señor. Te lo pedimos Señor.

Por los padres salesianos y por las Hijas de María Auxiliadora, que en esta semana han celebrado su fiesta patronal, la fiesta de san Juan Bosco, para que el Señor les de la fuerza para que puedan vivir conforme al carisma de su santo fundador, atendiendo de manera particular a los niños, adolescentes y jóvenes. Roguemos al Señor. Te lo pedimos Señor.

Por el aumento de las vocaciones sacerdotales, religiosas, diaconales, laicales, para que muchos jóvenes y muchachas respondan al llamado del Señor a servirlo en los hermanos. Roguemos al Señor. Te lo pedimos Señor.

Por todos los difuntos, particularmente por aquellos que nadie reza, para que perdonadas sus faltas el Señor los acoja en su descanso. Roguemos al Señor. Te lo pedimos Señor.

Por las benditas almas del Purgatorio. Roguemos al Señor. Te lo pedimos Señor.

Y los unos por los otros, para que seamos sal de la tierra y luz del mundo. Roguemos al Señor. Te lo pedimos Señor.

Escucha Padre Santo, estas súplicas y aquellas que han quedado en nuestros corazones pero que Tú conoces, te las presentamos por Jesucristo, tu Hijo nuestro Señor.  Amén

Ahora hermanos oremos con la oración que el mismo Señor Jesús nos enseñó.

Padrenuestro que estás en el cielo
santificado sea tu nombre.
Venga a nosotros tu reino.
Hágase tu voluntad,
en la tierra como en el cielo.
Danos hoy nuestro pan de cada día.
Perdona nuestras ofensas,
Como también nosotros perdonamos
a los que nos ofenden.
No nos dejes caer en la tentación,
y líbranos del mal. Amén

(Música, Mensajero de Paz)

En la ceremonia de despedida en el aeropuerto de La Habana, Su Santidad Juan Pablo II nos decía: Antes de abandonar esta Capital, quiero decir un emocionado adiós a todos los hijos de este País: a los que habitan en las ciudades y en los campos; a los niños, jóvenes y ancianos; a las familias y a cada persona, confiando en que continuarán conservando y promoviendo los valores más genuinos del alma cubana que, fiel a la herencia de sus mayores, ha de saber mostrar, aun en medio de las dificultades, su confianza en Dios, su fe cristiana, su vinculación a la Iglesia, su amor a la cultura y las tradiciones patrias, su vocación de justicia y de libertad.

Queridos cubanos… llevo conmigo un recuerdo imborrable de estos días y una gran confianza en el futuro de su Patria. Constrúyanlo con ilusión, guiados por la luz de la fe, con el vigor de la esperanza y la generosidad del amor fraterno, capaces de crear un ambiente de mayor libertad y pluralismo, con la certeza de que Dios los ama intensamente y permanece fiel a sus promesas.

(Música, Mensajero de Paz)

En esta semana que ha terminado, celebramos la inauguración de la exposición por los 170 años de la llegada de San Antonio María Claret a Santiago de Cuba, como arzobispo de esta Arquidiócesis, en los bajos de la Catedral, por la calle san Pedro. Así que todos los que tengan la oportunidad, pasen por allí, para que la vean. Es parte de nuestra historia, parte importante de nuestra historia como iglesia y como pueblo.

También esta semana hemos celebrado la fiesta de la Candelaria, la presentación del Niño Jesús en el templo, y la purificación de la Santísima Virgen. La Fiesta de la Luz. Así que este domingo, domingo de la luz, ha sido precedido por esta Fiesta de la Luz, en la cual tradicionalmente bendecimos las velas que después encenderemos del fuego nuevo, en la Vigilia Pascual de la Semana Santa, del Domingo de Pascua. Y bendecimos a nuestros niños. Así que los que no pudieron llevarlo al templo, pues bendigan a sus hijos hoy domingo en sus casas, ¡bendíganlos ustedes! Pidan al Señor que derrame sobre ellos, sobre sus hijos pequeños, sobre sus nietos, sobre sus sobrinos, sobre sus vecinitos… que descienda sobre ellos la bendición de Dios, conságrenlos a Él, encomiéndenlos al Señor para que los acompañe, para que los fortalezca, para que los ilumine, para que puedan ser hombres y mujeres de bien.

Les deseo a todos, un feliz domingo, que lo pasen en familia. Que lo pasen con los amigos, que recuerden siempre les digo, con aquellos amigos que están lejos de sus familias, y que necesitan quienes lo acojan y necesitan ese calor familiar que es tan necesario. Que pasen un domingo alegre, que tengan una buena y bendecida semana.

Que la bendición de Dios, Padre, Hijo y Espíritu Santo, descienda sobre todos ustedes y los acompañe siempre. Amén.

Les ha hablado el padre Rafael Ángel, de la Catedral de Santiago de Cuba. Hasta la próxima.

Con mucho gusto hemos realizado este programa para ustedes desde la Oficina de Medios de Comunicación, de la Arquidiócesis de Santiago de Cuba.
Guión, grabación, edición y montaje, Erick Guevara Correa.
Dirección general, María Caridad López Campistrous.
Fuimos sus locutores y actores, Maikel Eduardo y Adelaida Pérez Hung
Somos la voz de la Iglesia católica santiaguera que se levanta para estar contigo
Irradia…

(Música, Luz y Sal, Funk y Edward Sánchez)

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