Irradia, emisión del 22 de enero de 2023

Irradia, emisión del 22 de enero de 2023

Irradia, emisión del 22 de enero de 2023
Transmitido por RCJ y CMKC, Emisora Provincial de Santiago de Cuba
Programa Radial de la Arquidiócesis de Santiago de Cuba
III domingo del Tiempo Ordinario

“El pueblo que habitaba en tinieblas vio una luz grande; a los que habitaban en tierra y sombras de muerte, una luz les brilló” Mateo 4, 16

(Música,  Pescador de hombres, Javier Brú)

 Para llegar a ti como una bendición, para abrir tus alas al amor de Dios.
Irradia. Un proyecto de la Oficina de Comunicación de la Arquidiócesis de Santiago de Cuba.
Saludos a todos los que nos acompañan en este día en que venimos a compartir la fe con nuestra comunidad. Bienvenidos a este encuentro fraternal con la iglesia toda, como cuerpo místico de Jesús.
Irradia está contigo, irradiando la fe.

 (Música,  Pescador de hombres, Javier Brú)

 En esta mañana nos acompaña el P. Rafael Ángel López Silvero, párroco de la Santa Basílica Iglesia Metropolitana Catedral de Santiago de Cuba.

Canten al Señor un cántico nuevo hombres de toda la tierra, canten al Señor. Hay brillo y esplendor en su presencia, y en su templo majestad. Dios todopoderoso y eterno, dirige nuestros pasos de manera que podamos agradarte en todo y así merezcamos en nombre de tu hijo amado, abundar en toda clase de obras buenas. Por Jesucristo nuestro Señor, Amén.

Buenos días, buenas tardes, buenas noches. Como siempre, una alegría poder compartir este ratico de la mañana del domingo, compartir con ustedes el día del Señor, compartir con ustedes la Palabra de Dios, esa Palabra que nos ilumina, que nos fortalece, que nos ayuda a comenzar una nueva semana. Es domingo para dar gracias a Dios por la semana que terminó, para encomendarle esta semana que comienza y que tratamos de comenzarla en su nombre.

Por medio de una profecía, en la primera lectura Isaías nos anuncia la proximidad del día del Señor, cuando quedarán en libertad los exiliados de Israel, los que vivían en tierra de sombre, porque aquel día brillará una gran luz. San Mateo en el evangelio toma la misma profecía cuando comienza a relatarnos el desarrollo del ministerio de Jesús en Galilea cuando ya empezaba a brillar esa gran luz. San Pablo en la segunda lectura se queja de que se hayan producido divisiones en la iglesia de Corinto, y hace un llamado a los cristianos para que tengan un solo sentir, ya que todos fueron salvados por la cruz de Cristo

El evangelio de hoy, está tomado del evangelista san Mateo, en el capítulo 4, versículos 12 al 23.

(Lectura del evangelio de San Mateo, capítulo 4, 12-23)

 Jesús después del arresto de Juan el Bautista deja el pueblo de Nazaret y se va a vivir a Cafarnaúm, junto al lago, nos dice el evangelista, en el territorio de Zabulón y Neftalí. Para que así se pudiera cumplir la profecía anunciada por Isaías, tierra de Zabulón y Neftalí, camino del mar, al otro lado del Jordán, Galilea de los paganos, el pueblo que yacía en tinieblas vio una gran luz; sobre los que vivían en tierras de sombras una luz resplandeció.

Jesús comienza a predicar, comienza su vida de anuncio explícito recorriendo los caminos de Israel, llamando en primer lugar a la conversión, conviértanse porque ya está cerca el Reino de Dios. Jesús viene a anunciar el Reino de Dios, el Reino de la justicia, de la paz y del amor. Jesús viene a llamar a todos los hombres para que participen, para que acojan ese Reino de Dios. Pero hay que cambiar, hay que convertirse, hay que dejarse iluminar por la luz que viene a todo hombre y mujer que viene a este mundo, para entonces poder acoger el Reino de Dios.

Fue el llamado también de Juan el Bautista, conviértanse. Y por eso aquellos que querían convertirse, que querían cambiar su vida, que querían comenzar una vida nueva, iban a bautizarse con Juan. No es el bautismo cristiano, no es el bautismo que realiza lo que significa, no es el bautismo todavía del Espíritu Santo que viene a traer Jesús. Es el bautismo en el que se manifiesta públicamente que quiere cambiar de vida, que quiere comenzar una vida nueva, que quiere recorrer el camino del Señor, que quiere dejarse iluminar por su luz.

Jesús sigue llamando, conviértanse. El que se encuentra con Jesús tiene que abrir el corazón a la conversión. La conversión comienza cuando nos encontramos con él, y termina cuando Él nos llama a su presencia. Todos los días tendremos que cambiar, todos los días tendremos que ser mejor, todos los días tendremos que dar un paso adelante, todos los días tendremos que recomenzar a veces cuando nos descuidamos y damos un paso atrás, o nos detenemos, o pensamos que ya no hay nada que hacer… Y nos damos cuenta de que  sí, de que hay que seguir trabajando, de que hay que seguir luchando, para poder ser mejores cada días, para poder vivir conformes al corazón de Dios, para poder amarnos, que es en definitiva lo que nos pide el Señor, ámense.

En eso se encierra todo. Amar es perdonar, amar es comprender, amar es construir, amar es edificar, amar es escuchar. Amar es abrir el corazón al otro y acogerlo en todo momento y en toda circunstancia. A lo primero que nos llama el Señor es precisamente a convertirnos. No podremos acoger su Reino, podremos predicar su Reino, sino tomamos conciencia de que tenemos que cambiar cada día, de que tenemos que ser mejores cada día, de que tenemos que dejarnos iluminar por Él para poder descubrir el camino, descubrirlo a Él que es el Camino, la Verdad y la Vida.

En este evangelio, Jesús también llama a sus primeros discípulos, que después serán sus apóstoles. Primero llama a Andrés y a su hermano Simón, al que llamará después Pedro. Tú eres Pedro, tú eres piedra, y sobre esta piedra edificaré mi iglesia. Pescadores a la orilla del lago de Galilea, gente pobre, que vivía de su trabajo y de su esfuerzo. Jesús podía comprender eso porque vio en su hogar a José, aquel hombre que Dios le dio como padre en este mundo, trabajar cada día para poder mantener a su pequeña familia. Después ya cuando José no estaría, él tendría que asumir para poder sostener a su madre. Así que podía comprender lo que significaba para aquellos hombres su trabajo, sus redes, su barca, para su familia… Pero sin embargo los llamó y ellos no dudaron, lo dejaron y lo siguieron.

Después llamó a los hijos de Zebedeo a Santiago y a Juan, y éstos también lo dejaron todo. Parece que Él tenía una situación económica un poquito mejor, pero también lo dejaron todo, y dejaron a su padre. Qué difícil cuando el Señor nos llama dejar a nuestra familia, a los más cercanos, a los que quizás de alguna manera dependen de nosotros. Es de las cosas más difíciles. Pero cuando el Señor llama, el Señor da la fuerza; cuando el Señor llama viabiliza el camino, no sabemos cómo, de qué manera pero no nos deja desamparados, ni deja desamparados a aquellos que dependen de nosotros. Si confiamos en Él, si nos ponemos en sus manos, si creemos realmente en la Providencia de Dios.

Cuántas cosas dejamos de hacer porque en definitiva, en lo profundo, no confiamos en la providencia de Dios, aunque lo digamos, aunque lo prediquemos, aunque lo anunciemos. Los santos fueron hombres y mujeres que en primer lugar confiaron en la Providencia Divina; por eso pudieron hacer cosas increíbles, cosas que nadie pensaba que se pudieran hacer, los tildaban de locos, como tildaron también a Jesús. Pero estaban dispuestos a que los tildaran de locos porque ellos confiaban en el Señor, y el Señor nunca los defraudó. Que tuvieron que sufrir sí, que tuvieron que pasar trabajo sí, incomprensiones también, pero defraudados por Dios nunca. Por eso pudieron seguir siempre adelante.

Estos hombres también lo dejaron todo. Lo que conocían, lo que sabían, lo que los sostenía; y sin embargo no lo dudaron, se pusieron en camino para seguir a aquel hombre que los llamaba, que tenían algo especial. Quizás habían oído hablar de Él, o lo conocían de alguna cosa, o no lo conocían de nada, pero estuvieron dispuestos, dispuestos a seguirlo. ¡Cuánto nos cuesta eso! El Señor nos llama, sabemos que nos llama, queremos responderle y no nos decidimos. Empezamos a valorar si esto, si lo otro, si más tarde, si después… nos dirá el que es llamado y pone la mano en el arado, no debe volver la vista atrás. Pero para eso hay que confiar en la Providencia de Dios.

Dos llamados nos hace el Señor en el evangelio de hoy. Primero a convertirnos para poder acoger el Reino de Dios y para poder predicar el Reino de Dios, anunciar el Reino de Dios. En segundo lugar a seguirlo. Dos llamadas que están muy vinculadas, porque para seguir al Señor, tenemos que convertirnos de nuestros miedos, de nuestras inseguridades, de aquello a lo que nos aferramos y por eso no somos capaces de soltar las manos para ponernos en las manos del Señor, en su Divina Providencia.

Convertirnos, cambiar, ser mejores a la luz del Señor, esa luz que vino a iluminarnos. Esa luz que es el Camino, la Verdad y la Vida. Convertirnos para poder seguirlo. Entonces hermanos míos pidámoslo así en esta mañana al Señor. Señor que pueda convertirme cada día, cambiando cada cosa que me impide seguirte y seguirte de cerca, y dar testimonio de Ti. Dejarme iluminar por tu luz para poder iluminar con esta luz, a todos aquellos a quienes encuentro en mi camino.

Que así Tú, en tu Providencia Divina, me lo concedas.

(Música, Aquí estoy para hacer tu voluntad, Athenas y Tobías Buteler)

Hermanos confiados en la Providencia de Dios que no se olvida de nosotros, que siempre nos escucha y siempre nos responde, le presentamos nuestras súplicas.

En primer lugar por la Iglesia, para que los que hemos sido llamados por el Señor nos convirtamos cada día, para así poder dar un mejor testimonio de Él en medio de nuestros hermanos que a veces sin saberlo lo buscan y lo necesitan. Roguemos al Señor. Te lo pedimos Señor.

Por todos los que sufren y se desesperan ante las dificultades de la vida, para que podamos encontrar en Cristo consuelo, fortaleza, esperanza. Roguemos al Señor. Te lo pedimos Señor.

Por el aumento de las vocaciones sacerdotales, religiosas, diaconales, laicales, para que sin temor podamos responder al Señor que nos llama a seguirlo y a servirle en los hermanos. Roguemos al Señor. Te lo pedimos Señor.

Por todos los difuntos de manera particular aquellos que nadie recuerda, para que perdonadas sus faltas el Señor los acoja en su descanso. Roguemos al Señor. Te lo pedimos Señor.

Y los unos por los otros, para que con la fuerza de Dios podamos convertirnos y acoger el Reino de Dios y compartirlo con los demás.  Roguemos al Señor. Te lo pedimos Señor.

Escucha Padre Santo estas súplicas y aquellas que han quedado en nuestros corazones pero que Tú conoces. Te las presentamos por tu Hijo Jesucristo nuestro Señor. Amén.

(Música, Pescador de hombres, Athenas y Jonathan Narváez)

Ahora hermanos oremos con la oración que el mismo Señor Jesús nos enseñó.

Padre nuestro que estás en el cielo,
santificado sea tu nombre.
Venga a nosotros tu reino.
Hágase tu voluntad,
en la tierra como en el cielo.
Danos hoy nuestro pan de cada día.
Perdona nuestras ofensas,
como también nosotros perdonamos
a los que nos ofenden.
No nos dejes caer en la tentación,
y líbranos del mal. Amén

(Música, Mensajero de Paz, Schola Cantorum Coralina)

Hace veinticinco años pisaba nuestra tierra un Santo. Su Santidad Juan Pablo II arribaba a Cuba en la tarde del 21 de enero de 1998. Al llegar su mensaje amoroso y cercano:

“Doy gracias a Dios, Señor de la historia y de nuestros destinos, que me ha permitido venir hasta esta tierra, calificada por Cristóbal Colón como «la más hermosa que ojos humanos han visto». Al llegar a esta Isla, donde fue plantada hace ya más de quinientos años la Cruz de Cristo -cruz celosamente conservada hoy como un tesoro en el templo parroquial de Baracoa, en el extremo oriental del País- saludo a todos con particular emoción y gran cariño.”

Más adelante decía: “Con este Viaje apostólico vengo, en nombre del Señor, para confirmarlos en la fe, animarlos en la esperanza, alentarlos en la caridad; para compartir su profundo espíritu religioso, sus afanes, alegrías y sufrimientos, celebrando, como miembros de una gran familia, el misterio del Amor divino y hacerlo presente más profundamente en la vida y en la historia de este noble pueblo.”

 Y comentaba: “En el cumplimiento de mi ministerio, no he dejado de anunciar la verdad sobre Jesucristo, el cual nos ha revelado la verdad sobre el hombre, su misión en el mundo, la grandeza de su destino y su inviolable dignidad.” “El servicio al hombre, es el camino de la Iglesia”, afirmaba. “Hoy vengo a compartir con Ustedes mi convicción profunda de que el Mensaje del Evangelio conduce al amor, a la entrega, al sacrificio y al perdón, de modo que si un pueblo recorre este camino es un pueblo con esperanza de un futuro mejor. Por eso, ya desde los primeros momentos de mi presencia entre Ustedes, quiero decir con la misma fuerza que al inicio de mi Pontificado: «No tengan miedo de abrir sus corazones a Cristo», dejen que Él entre en sus vidas, en sus familias, en la sociedad, para que así todo sea renovado.”

 (Música, Mensajero de Paz, Schola Cantorum Coralina)

Una alegría poder compartir con ustedes, que tengan un feliz domingo, que lo puedan pasar junto a sus familias, junto a sus amigos, recuerden sobretodo y no me canso de repetirlo, a sus amigos que están solos y que están lejos de su familia, que les necesitan, para que los acojan y sientan ese calor que todos necesitamos.

Que la bendición de Dios Padre, Hijo y Espíritu Santo, descienda sobre todos nosotros y nos  acompañe siempre. Amén.

Les habló el padre Rafael Ángel, de la Catedral de Santiago de Cuba. Hasta la próxima.

Con mucho gusto hemos realizado este programa para ustedes desde la Oficina de Medios de Comunicación, de la Arquidiócesis de Santiago de Cuba.
Guión, grabación, edición y montaje, Erick Guevara Correa.
Dirección general, María Caridad López Campistrous.
Fuimos sus locutores y actores, Maikel Eduardo y Adelaida Pérez Hung
Somos la voz de la Iglesia católica santiaguera que se levanta para estar contigo:
Irradoa, irradiando la fe.

(Música, Sólo Tú Señor, Primera Fe)

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