Homilía de Mons. Octavio Cisneros, Solemnidad de la Epifanía del Señor, 8 de enero de 2023

Homilía de Mons. Octavio Cisneros, Solemnidad de la Epifanía del Señor, 8 de enero de 2023

Homilía de Mons. Octavio Cisneros
Obispo auxiliar emérito de Brooklyn, Estados Unidos
Basílica Santuario de Nuestra Señora de la Caridad del Cobre
Solemnidad de la Epifanía del Señor
8 de enero de 2023

“Entraron en la casa y vieron al niño con María, su madre, y postrándose, lo adoraron. Después, abriendo sus cofres, le ofrecieron regalos: oro, incienso y mirra” Mateo 2, 11

Muchos temas podríamos tratar hoy con este bello evangelio. La universalidad del mensaje de la salvación, la situación de los inmigrantes, los viajeros peregrinos en este mundo… tantos otros temas. Pero aquí, al pie de la Virgen, Octavio regresa a su niñez, regreso hace sesenta y tantos años cuando yo era niño, cuando yo esperaba con ansiedad la anticipación la fiesta de los Reyes Magos.  Ya la noche anterior había puesto mis zapatos debajo de la cama y una cajita con yerba para contentar a los camellos.

¡Qué alegría la mañana del Día de los Reyes!  Tiempo para jugar, llamar a los amiguitos, compartir los regalos. La niñez realizada dentro del marco de la fe cristiana.

En esos años pueriles, de inocencia, se goza con sencillez, sin los encumbramientos del escepticismo de la duda, el secularismo y sin la desmitificación de lo divino.

Ya como adulto, como hombre, se debe regresar a la celebración de los Reyes con el convencimiento de la fe. Es la misma celebración pero con el convencimiento de la fe. Entonces nos damos cuenta que aquello que celebrábamos en los años infantiles se convierte ahora en un misterio, un misterio que no deja de ser tan actual para nosotros adultos, como lo es para los niños que hoy esperan la visita de los Magos del Oriente. El Oriente más allá, no este oriente donde está nuestra Santa Madre, el Oriente que nos recuerda la universalidad.

El veinticinco de diciembre comenzamos la celebración de un misterio que poco a poco se ha ido revelando a través de la historia y de la vida personal de cada uno de nosotros.  Es el misterio de ¨Dios con nosotros¨ Emmanuel, que cantábamos durante el Adviento, ven, ven Enmanuel. Enmanuel ya está con nosotros.

Dios ha bajado de los cielos, el intangible se ha hecho carne, el totalmente otro se convierte en uno de nosotros; como escuchamos el día de Navidad, en ese evangelio tan lindo de san Juan, la Palabra, el Verbo se ha hecho carne, vive entre nosotros y la luz ha disipado las tinieblas.

La celebración del misterio de la Encarnación toma diferentes aspectos a través de nuestra liturgia en todos estos días que estamos pasando, desde el 25, en sí desde la vigilia el 24 a medianoche, y así podamos comprender mejor el significado del misterio que celebramos.

Los eventos en la cueva de Belén -el nacimiento, los pastores, la visita de los Reyes que siguen una estrella, ya el domingo próximo el Bautismo de Jesús en el Jordán y el primer milagro en las bodas de Caná- y todas estascelebraciones llevan un común denominador, una Epifanía, la revelación de Dios a todos los hombres y mujeres.  Dios se ha manifestado, se ha dejado ver por nosotros. Este es el motivo de nuestra alegría, este es nuestro gozo, 

Cada una de estas celebraciones hace énfasis en el profundo significado del misterio que celebramos. Los tres Reyes Magos que la tradición del pueblo ha denominado como Melchor, Gaspar y Baltasar nos recuerdan que Dios se revela, se manifiesta a todos los pueblos, se manifiesta a ti y a mi, y a todo ser humano en todo tiempo y en todo momento. La salvación es para todos, no para unos cuantos. Todas las razas, todas las naciones, todas las etnias, toda la humanidad ha recibido el amor redentor de Dios.

San Pablo en la segunda lectura que escuchamos hoy nos dice: Ya que se me dio a conocer por revelación el misterio, que no había sido manifestado a los hombres en otros tiempos, como ha sido revelado ahora por el Espíritu a sus santos apóstoles y profetas: que también los gentiles (fijénse bien, los que no sn como nosotros, los que no piensan como nosotros, los que no lucen como nosotros) son coherederos, miembros del mismo cuerpo y partícipes de la promesa en Jesucristo, por el Evangelio.

La celebración de la Epifanía nos compromete a vivir como hermanos. Estoy pensando en mi niñez otra vez, me vienen esas imágenes. Quizás como niño yo quería guardar mis juguetes, era difícil prestar mis juguetes a los otros. Es a través del tiempo, es a través de la madurez, es a través del conocimiento del amor de Dios que uno se da cuenta que lo que Él nos ha dado no es para nosotros, es para compartir con otros. No importa de donde vengan sean pastores o reyes, sean pobres o ricos, vengan del norte o del sur.  La luz de la estrella de Belén brilla para todos.

Ya que es el Día de los Reyes, permítanme sugerirles una reflexión sobre el significado de los regalos, de los dones, que dentro de nuestra tradición hispana y católica compartimos hoy, especialmente con los más pequeños.

Nuestra tradición, no es la del gordo Santa Claus. Santa Claus no es parte del misterio, no es parte de la Revelación. San Mateo nos dice en el evangelio: Al ver la estrella, se llenaron de inmensa alegría. Entraron en la casa, vieron al niño con María, su madre, y cayendo de rodillas lo adoraron; después, abriendo sus cofres, le ofrecieron regalos: oro, incienso y mirra.

Los regalos son para Dios, no para nosotros. Los regalos de la Navidad y la Epifanía hacen eco de los dones que ofrecen los reyes al Niño Dios.  Pero como decía yo al principio de la homilía, la celebración no es menos significativa para nosotros los adultos.  Recordemos que el regalo principal no lo hacen los magos, sino el mismo Dios.  Recordemos que el regalo principal no lo hacen los Magos, sino es el mismo Dios que nos regala a Jesús, el regalo es precisamente Jesús que nace para después inmolarse en la cruz para entregarse totalmente a nosotros para nuestra salvación.

Nos damos cuenta entonces que también nosotros los adultos, por así decirlo, debemos mirar debajo de la cama para ver lo que hemos recibido.

Cuando niño yo escribía una carta pidiéndole a los reyes aquellas cosas que yo creía debía tener, le escribía que me había portado muy bien. Una bicicleta, equipo de deportes, juegos de mesa… Sí, estos invariablemente estaban en la listade Octavio niño.  Pero los reyes no siempre me traían lo que yo quería.  A veces me traían ropa, libros, y otras cosas que no estaban en la lista pero que sabiamente los Reyes sabían que yo necesitaba.

Hermanos y hermanas, ¿acaso no es así también con nosotros en nuestra vida diaria?  Nuestras oraciones y súplicas llevan listas no muy diferentes a los de los niños del día de Reyes. Pedimos lo que queremos y creemos que necesitamos.  Y Dios siempre nos responde pero no con los mismos antojos nuestros.  Él nos da dones y dádivas que no esperábamos.  

Los más obvios son la vida, la salud, la familia.  Pero hay otros dones que recibimos, y que ignoramos o apenas nos damos cuenta.  La libertad, por ejemplo, uno de los dones que Adán y Eva recibieron en el paraíso y no supieron utilizarlo. Libertad espiritual y libertad física. Miramos alrededor del mundo y vemos cuantos guiados por la malicia, la violencia y el terrorismo están privados de esa libertad.

Las personas que Dios nos ha puesto en nuestro camino también son dones de su amor; aún aquellas con las que tuvimos algún contratiempo que han sido instrumentos para nuestro bienestar.  Una vez más empiezo a rememorar, recordar… Cuando salí niño de aquí fui a un Colegio en los Estados Unidos, unas religiosas fuertes… nos decíamos nosotros ay pero esas monjas no tienen corazón (perdonen las religiosas). Nos llevaban fuerte, teníamos que aprender inglés, teníamos que estudiar, teníamos que tener una disciplina… Sin corazón eran ellas.

Ahora me doy cuenta que eran un don de Dios esas religiosas. Me hizo trabajar más duro, me obligó a aprender inglés, dio ejemplo de tenacidad, me ayudó a ser mejor. Hoy le doy gracias a Dios por el don de esa mujer, Sr. Mary Adelma.

Y así tantas otras personas, tantas situaciones donde Dios me ha venido regalando dones inconmensurables e inestimables. No olvidemos el don de la fe, los dones del Espíritu Santo, la esperanza y la caridad. Pero hermanos, recuerden que los dones hay que abrirles, no se pueden quedar en el paquete, hayque quitar el papel y sacar el don. El don de la fe hay que mantenerlo vivo, el don de la caridad y del amor hay que saber usarlos.

El mundo está en turbulencia, no sabemos cuándo acabará la guerra en Ucrania, muchos continúan muriendo de un lado y de otro. El medio oriente es un caldero bullendo. Jóvenes que no encuentran significado a sus vidas.  Los abortos al por mayor, el olvido de los ancianos, la violencia reina en nuestros hogares, en nuestro vencindarios, y aumentan los niños huérfanos pero con padres vivos.

Mucho tenemos que pedir en nuestra lista de regalos a los Reyes Magos.  Pero no nos olvidemos que los dones ya han sido dados, ya los dones los hemos recibido. Somos nosotros los que no hemos olvidado de usarlos. 

La paz tiene que comenzar en nuestros corazones, el respeto a las vida debe comenzar en nuestros hogares, en matrimonios dignos de la bendición de Dios. La justicia debe imperar en nosotros al igual que en los gobiernos. La responsabilidad y el sacrificio también son dones del Señor. No olvidemos que Dios nos ofrece un Niño en una cuna, pero también nos ofrece un hombre en una cruz.

Y sobre todo recordemos y no olvidemos, que el único y principal don que debemos recordar es la Eucaristía. Es aquí que el Señor se nos entrega. Es aquí que nace del seno de la Vrgen María, ella que nos ha dado en su sseno al Redentor, ellaa el 25 de diciembre abrió sus senos para que ÉL se nos entregara, para que muriera en la cruz, para que resucitase, subiese al cielo, y nos pudiera dar a todos y cada uno de nosotros la salvacion quenos da el Padre.

Es la Eucaristía nuestro principal regalo. Consumimos su cuerpo y su sangre, dones sagrados, no oro, inciso y irra. El pan de la Eucaristía, la copa de salvación, el mismo Cristo es el don nuestro.  

Celebremos pues ahora, en este día de la Epifanía, la Eucaristía, como los Reyes inclinémonos delante del Señor, abramos nuestros cofres y ofrezcamos nuestros dones, que somos nosotros mismos.  Él se nos ofrecerá una vez más en la cruz para nuestra salvación y el perdón de nuestros pecados.

Alegrémonos y regocijémonos porque Emmanuel, Dios, está con nosotros.

En el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Amén

SHARE IT:

Comments are closed.