Homilía de Mons. Dionisio Guillermo García Ibáñez  Arzobispo de Santiago de Cuba

Homilía de Mons. Dionisio Guillermo García Ibáñez Arzobispo de Santiago de Cuba

Eucaristía XXXII Domingo del Tiempo Ordinario
Basílica Santuario de Nuestra Señora de la Caridad del Cobre
7 de noviembre de 2021

 

“Les aseguro que esa pobre viuda ha echado en el arca de las ofrendas más que nadie”. Marcos 12, 43

 Hermanos,

Voy a comenzar haciendo una anécdota de la Madre Teresa de Calcuta, yo creo que tal vez la haya hecho aquí ya, porque me gusta mucho cuando tocamos el tema de que Dios se manifiesta en lo poco, y que lo poco es necesario para empezar a construir lo mucho. Cuando la Madre Teresa de Calcuta, en uno de esos viajes internacionales que ella hacía, el Premio Nobel y otras condecoraciones, homenajes que le hicieron, había personas que siempre la criticó. Para criticar y para denigrar a otros siempre aparecen personas e instituciones. A la Madre Teresa le recriminaban de que ella ayudaba a salvar, o por lo menos ayudaba a morir 1,2,3,4,5,6… pero que en el mundo había demasiada injusticia, y que lo que había que hacer era una transformación de todas las estructuras para solucionar todas injusticias.

Todos sabemos que eso es falso. ¿Por qué? Sabemos que somos hombres, somos pecadores, el pecado se mete en nosotros y puede haber instituciones, estructuras más justas o menos injustas, pero eliminar todo, eso es falso. Hay veces que la gente queriendo eliminar una injusticia, a lo mejor crea una injusticia más grande. Entonces la Madre Teresa le respondió, cada cual tiene que hacer lo que puede hacer, yo ayudando a uno por lo menos estoy poniendo un poquitico de agua que tiene el mundo. Si yo he cambiado las palabras, las hijas de la Madre Teresa de Calcuta que están aquí me rectifican. Pero el sentido es éste. ¿Es así o no es así? Es así.

¿Por qué? Porque en lo poquito, ese problema, ése, se resolvió o se ayudó a resolver. El otro problema… Tanto tiempo que estamos tratando de evitar las guerras en el mundo, y las guerras siguen, cada día más peligrosas… Tanto tiempo queriendo no existan injusticias, y sin embargo las injusticias siguen, y siguen las imposiciones, y siguen las faltas de libertades, y siguen las diferencias entre ricos y pobres, entre países muy ricos y otros muy pobres, entre gente muy preparada y gente que no tiene acceso ni a la escuela. Entonces, la Madre Teresa contestó, yo hago lo que yo puedo hacer y eso es lo que vale, lo poquito. De hecho, al dar su ejemplo, hizo que muchas otras mujeres y hombres también, se dedicaran a atender a los más necesitados. Es así.

Las lecturas de hoy un poco, nos tratan de este tema. Elías cuando llega a Sarepta se encuentra con esta mujer viuda, él no duda en pedirle algo imposible para ella. Dame agua, primero, y la mujer fue a buscarle agua, pero mira también prepárame pan, no tengo, solamente tengo un pedacito, ella creía en lo poco. Quería ayudar a su hijo a vivir un día más. Eso era lo que ella podía hacer, eso es lo que ella hacía. Elías le dijo, dale, hazlo, y al final nosotros vemos la misericordia de Dios que se hace presente. Muchas veces, lo que el hombre no puede, Dios es el que ayuda a que se pueda. Por eso es que hay que confiar y seguir la Palabra de Dios.

Esto tiene que ver mucho con este otro encuentro que nos narra el Evangelio de San Marcos, en el cual él predicando les dice, cuidado con aquellos que dicen que hacen mucho, los letrados en aquel momento; hoy hay otros letrados que prometen cosas, dicen cosas, y que critican. Cuidado con ellos, porque son gente que siempre quieren estar arriba y se hacen notar, los demás no sirven; ellos son los que tienen la razón, los que tienen la verdad, los que más se destacan, los que más medios tienen y todas esas cosas. Entonces Jesús les pone el ejemplo de esa viuda, esa mujer en el templo, pobrecita. Aquel que llegaba ante Dios y decía mira Señor yo te doy, yo hago grandes limosnas, grandes ofrendas y todo el mundo lo veía. Y esta mujer, lo que hizo fue, lo poco que tenía, tal vez lo único que tenía, pero eso era lo que ella quería hacer, dar, y no se fijaba en ninguna otra cosa.

Entonces hermanos, ¿qué quiere decirnos esto? ¿Nosotros vamos a cambiar el mundo, a resolver todos los problemas del mundo? No, y sobre todo cuando queremos hacerlo negando a Dios. No, porque cuando se niega a Dios estamos negando aquello que le da sustento al valor que tiene el hombre. El hombre vale porque es un hombre, pero no sólo porque es una criatura que nació de la naturaleza, sino que Dios lo creó por amor a imagen y semejanza de Él, lo hizo a imagen y semejanza de Él. El otro día decía que el que no cree, cree que el hombre es mero producto de la naturaleza; los que creemos que sí, somos producto de la vida que Dios creó, esa vida es creada por Dios, por eso el hombre no vale igual que otro animal, igual que otra expresión de la Creación.

Este Evangelio, las lecturas de hoy, nos quiere decir que no tengamos miedo a que cada uno haga lo poco que puede hacer; que puede parecer poco, pero a lo mejor para la persona es mucho porque es lo único que puede hacer. Eso solamente le toca a Dios juzgar. No tengamos miedo, ni pena, ni nos sintamos defraudados si cada uno hace lo poquito. Al principio hablamos de la violencia, y que tenemos que llevarnos como hermanos. Si cada uno de nosotros pone de su parte para evitar la violencia, cualquiera que sea, violencia en el hogar, violencia contra la mujer, violencia contar el que no piensa como yo, violencia porque quiero arrebatarle las cosas que no son mías al propietario, violencia porque quiero ser prepotente sobre los demás… Si cada uno de nosotros dice no a esa violencia, poco a poco se va construyendo ese Reino de Dios que es un reino de paz, de justicia y de amor.

Ésa es la primera parte. La segunda parte es la lectura de la carta a los Hebreos. Nos pone a Jesucristo como el centro, Él es el centro. Todas las otras ideas de Dios, concepciones de Dios son un asomo, una imagen del verdadero Dios que es amor. Fíjense bien que el Dios que es amor busca la justicia, pero no busca la justicia por la justicia. Él busca el amor, porque sabe que cuando hay amor es que puede haber justicia. por eso se distingue qué cosa es lo justo y qué cosa es la caridad. Primero hay que satisfacer la justicia, lo que corresponde a cada uno por dignidad y derechos, por dignidad al otro, y eso tiene que cumplirlo creyente y no creyente, porque si no sería una falsedad. Lo otro es la caridad, el amor que se da, pero es difícil que cuando haya un amor que se da no haya justicia, sería una contradicción.

Entonces, el texto nos dice, ese Jesús no es como los otros cultos, no; ese Jesús es el mismo Dios que se manifiesta, porque es amor, Él se hace hombre y muere en la cruz para salvarme de mis pecados ¿De qué pecados? De aquellas faltas que yo he cometido en contra de mi hermano, de negar a Dios y no quererle reconocer. Tontos de nosotros, al no querer escuchar la Palabra de Dios siempre nos desviamos por otros caminos. Y aquí nos dice, el Señor nos viene a liberar de nuestros pecados, de nuestras culpas, de aquellas veces en que yo pudiendo hacer un poquito de bien no lo hice. Porque ese poquito de bien es bálsamo para las heridas como dicen los textos; ese poquito de bien es luz para los ojos ciegos; ese poquito de bien es sinfonía, música para aquellos sordos que no quieren escuchar.

Hermanos el Señor nos pide eso. Jesucristo es nuestro único Salvador, que nos libera del mal, y nos libera de nuestras ambiciones, de nuestras prepotencias, de querer condicionar a los demás como a mí me da la gana. Vamos pedirle al Señor que nos ayude a vivir así, tratando de hacer lo poquito, que cada uno haga lo poquito cada día en cualquier ámbito de la vida; que cada uno actúe según su conciencia haciendo solamente el bien, y las cosas cambian. Y también, que nadie obligue a nadie a hacer algo en contra de su conciencia, porque también eso es importante.

Que el Señor nos ayude a vivir así.

 

 

 

 

 

 

 

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