TRAS LAS HUELLAS DE CLARET EN CUBA
DIA 3 DE NOVIEMBRE 2021
LECTURA DE LA PALABRA DE DIOS AL ESTILO DE CLARET
LA EXPERIENCIA PERSONAL DE CLARET
El mismo Claret nos lo recuerda: “pero lo que más me movía y excitaba era la lectura de la Santa Biblia, a que siempre he sido muy aficionado” (Aut. 113)
“me acordé de haber leído desde muy niño aquellas palabras del Evangelio: “¿De qué le aprovecha al hombre ganar todo el mundo, si finalmente pierde su alma? Esta sentencia me causó una profunda impresión… fue para mí una saeta que me hirió el corazón” (Aut. 68). Fue su conversión vocacional cuando tenía 20 años.
Será, no obstante, en el Seminario de Vic, durante sus estudios, cuando Claret promoverá más intensamente su amor a las Sagradas Escrituras, estimulado por las orientaciones del obispo, D. Pablo de Jesús Corcuera.
Por otra parte, en él se fue dando un proceso de crecimiento motivacional constante en su afición por la lectura de la Biblia. La lectura que Claret hacía de la Biblia era “motivante”, estimulante, excitante y que le movía a la acción de una manera irresistible.
Esta fuerza tiene un efecto retroactivo, de “feed-back”, en su personalidad. La fuerza y motivación que sacaba de la lectura y meditación de la Palabra de Dios, le alimentaba su “afición”, su amor y su pasión por las Sagradas Escrituras.
Aparte de los estudios que realizó como seminarista, durante su formación permanente, que él estimaba grandemente e impulsaba constantemente, la Biblia siempre ocupó un lugar preferente.
En su viaje a Roma para entregarse a Propaganda Fide, además del Breviario, llevaba «la santa Biblia, de un volumen muy pequeño» y «de letra pequeñita para leerla todos los días, aun de viaje, porque siempre he sido aficionado a la lectura de la Santa Biblia».
Claret leía todos los días dos capítulos de la Biblia y cuatro capítulos en cuaresma. Esta práctica la mantendrá toda su vida y la recomendará a muchas personas. Y más todavía, esta convicción le llevará a imprimir y publicar varias ediciones de la Biblia y se comprometerá a ponerla al alcance de todos.
En sus propósitos del año 1851, estando ya en Cuba, escribe: «Todo el tiempo posible dedicarlo al estudio de la Sagrada Escritura…»
Y en la distribución del tiempo del año 1851 señala dos horas diarias al estudio de la Palabra de Dios y una hora a otras materias: Y concreta la hora «A las seis Sagrada Escritura. A las ocho horas, desayuno…»