Transcripción de la homilía de Mons. Dionisio G. García Ibáñez

Transcripción de la homilía de Mons. Dionisio G. García Ibáñez

Eucaristía de inicio del Camino Sinodal en la Arquidiócesis de Santiago de Cuba
B.M.I. catedral de Santiago de Cuba, sábado 16 de octubre de 2021

Hermanos,

Que alegría estar de nuevo reunidos, en representación de todo el pueblo de Dios. Con los sacerdotes, diáconos, religiosas, religiosos, los seminaristas… y cuando al principio dije que dábamos la bienvenida a aquellos y que en medio de la pandemia, en medio de las inseguridades habían venido a ayudarnos a mí se me olvidó mencionar a los seminaristas que han llegado nuevo al Seminario a cursar sus estudios de Filosofía. Como diócesis les damos a todos ustedes la bienvenida, ojalá puedan ayudarnos a crecer como pueblo de Dios en estos tres años que van a estar con nosotros, y que nosotros también podamos ayudarlos a ustedes en su formación sacerdotal.

El sínodo que el papa Francisco ha convocado para el año 2023, por ¿qué cosa es un sínodo? Un Sínodo es una reunión de obispos de todo el mundo, cada nación elige un número de obispos proporcionalmente al tamaño de la comunidad de obispos de cada país, normalmente de Cuba van tres; para unirse y debatir un tema de mucha importancia para la iglesia.

El tema de ese Sínodo que se va a celebrar en octubre 2023, va a ser el tema dela “Sinodalidad”. ¿Qué significa eso? Es una palabra griega y por lo tanto a nosotros no nos dice mucho, pero si nosotros la traducimos eso significa “caminar juntos”. Es decir, cómo la iglesia tiene que vivir eso que forma parte de su misma vida, de su ser, de su naturaleza. Somos el pueblo de Dios y como pueblo tenemos que vivir en comunión, tenemos que caminar juntos en este mundo de tránsito, tenemos que considerarlo así porque sería fatal, desastroso y muy pesimista pensar que este mundo termina así con los años. Caminar juntos significa que en este tiempo que el Señor nos ha regalado de vida, nuestra vida como pueblo, haciendo el bien como Él hizo con nosotros, para entonces después vivir eternamente junto a Él. Así que, la palabra Sínodo, sinodalidad, cuando ustedes la escuchen piensen, tenemos que caminar juntos, como cuando la gente va al Cobre por el camino viejo que caminamos juntos a la casa de la Madre.

No hay que extrañarnos de que utilicemos palabras griegas, para definir un concepto, una idea, porque nuestra civilización, nuestra cultura precisamente brota de la cultura latina y que dichas palabras las hemos adoptado. Hay una palabra que nosotros utilizamos mucho, decimos siempre la Virgen María es la Madre de Dios y los cubanos añadimos y nuestra Madre, pues en griego tiene una palabra rarísima, que casi nadie la conoce que es Theotokos, Madre de Dios en griego. Cuando se definió ese dogma, se dijo María es la Theotokos, es decir la Madre de Dios; pero de ahí en adelante en español como no somos griegos todos decimos, María Madre de Dios. Así que cuando oigamos hablar de sinodalidad, nosotros pensemos eso es caminar juntos.

El Papa quiere que nosotros como Iglesia, como pueblo de Dios, caminemos juntos. Ahora bien, el Papa eso lo pide a la Iglesia Universal, las condiciones de Cuba son muy diferentes a las de China, o a las del Congo, o a las de Egipto o Japón, y cada país tiene que vivir ese caminar juntos, cada país tiene que vivirlo de una manera particular, según sea la vida de ese país en ese momento. Por lo tanto, tenemos la misión de hacer hincapié en caminar juntos como Iglesia, y hacer el trabajo de eso hacerlo en nuestra comunidad.

Entonces, ¿por qué esto es así? Aquí están las lecturas. Cuando nosotros hemos escuchado esta lectura de Pablo a los Filipenses, hemos escuchado lo siguiente, “porque todos nosotros, judíos y no judíos, esclavos o libres, hemos recibido un mismo Espíritu en el bautismo”, fíjense bien en este dato, bautismo, “a fin de formar un solo cuerpo y también todos participamos del mismo Espíritu” Por qué, porque el pueblo no está compuesto por un solo miembro, sino por muchos. Entonces hermanos, el centro de este tiempo para nosotros debe ser pensar en nuestro bautismo.

Al comenzar la misa dijimos, pidamos perdón a Dios, vamos a recordar nuestro bautismo y vamos a recibir el agua, como signo de nuestro bautismo que nos limpia de nuestros pecados y nos da vida. Entonces hermanos, nosotros durante este tiempo, nosotros vamos a pensar en los compromisos de nuestro bautismo. Precisamente el compromiso del bautismo es este que dice el Papa, caminar juntos, y caminar juntos porque somos una familia, porque somos un pueblo, porque tenemos que vivir en comunión, porque tenemos que vivir en participación.

El pueblo de Dios no es uno que manda y otro que obedezca, como muchas veces ocurre en el mundo, no; el pueblo de Dios tiene que ser aquel que se sienta familia, se sienta pueblo, que mire la realidad, que no sienta apartado del mundo sino al contrario, que como pueblo de Dios se inserte en el mundo; en el que nosotros todos estamos metidos, en el de nuestro trabajo, de la familia, de la escuela, en todos los ámbitos de la vida social llevando la Palabra de Dios. Diciendo Jesucristo es mi Salvador, Él sí tiene palabras de vida eterna.

Entonces, el bautismo es el que nos llama a vivir la comunión, porque entramos a formar parte de la Iglesia, unidos íntimamente a Dios en Cristo Jesús. El Señor nos llama a la santidad, eso es lo que nos une. Y junto con eso, viene la participación. Si yo soy de una familia, ustedes saben que en una familia no solamente uno hace las cosas, sino que todo el mundo hace; cada uno según su estado, cada uno según sus posibilidades, cada uno según la experiencia de los años. Así los padres cuidan a los hijos, después los hijos cuidan a los padres, después lucharán juntos, sumarán los salarios, planificarán la vida, ¿dónde vamos a vivir? Entonces pensarán todo eso, cómo vamos a educar a los hijos, ¿queremos dejar que otra gente venga y eduque a nuestros hijos? No, nosotros tenemos que cuidarnos. Fijémonos bien cómo, en una familia, se vive o se debe vivir en comunión y en participación, ¿para qué?, para cumplir una misión, la misión de que cada persona debe crecer en dignidad, y que todas sus posibilidades se puedan realizar.

Ésa es la Iglesia. Nosotros como pueblo de dios tenemos que vivir en comunión, tenemos que vivir participando, porque la labor y la misión, no es de uno solamente. En el caso nuestro, no es del obispo solo, no es del Papa solo, no es de los curas y las monjas solos, sino que la misión es de todo el pueblo de Dios. La ventaja que tiene que el bautismo sea el centro, es que el bautismo nos hace a todos iguales, fíjense bien, todos iguales ante Dios porque todos somos hijos de Dios. Eso significa que el Obispo no es más que un fiel, eso significa que el Papa no es más que el Obispo, eso significa que todos ante los ojos de Dios somos iguales, porque somos un pueblo de profetas, de sacerdotes, de servidores. Todos participamos del sacerdocio del pueblo de Dios, y algunos del sacerdocio ministerial, como Jesús escogió a los doce Apóstoles.

Todos somos iguales, y debemos vivir en comunión participando en toda la vida de la Iglesia, no solamente con nuestra acción sino también con nuestra palabra, entonces el Señor nos dice, vivan unidos, vivan juntos, ayúdense mutuamente. Qué ejemplo más bonito puso Pablo. Somos un pueblo, un brazo no hace nada solo, un obispo no hace nada él solo, ni el Papa hace nada él solo; una religiosa que va al campo, ella sola hace algo pero no lo puede hacer todo. Todos tenemos la obligación. Por eso tenemos que darle importancia al bautismo que recibimos, y al bautismo de los que lo van a recibir, y al bautismo de los niños que van a ser llevados por sus padres a bautizar.

Entonces hermanos ésa va a ser nuestra reflexión. Tenemos una suerte, tenemos una gracia, porque en medio de la pandemia, el Señor nos permitió el año pasado que la iglesia se reuniera e hiciéramos un plan. Fíjense bien, un plan. Hay una palabra que nos viene a la mente cuando decimos qué vamos a hacer, y decimos, ya el plan lo “bajaron”, todavía no han “bajado” la orientación. Esa palabrita la escuchamos a menudo, pero con este plan no lo bajaron. Este plan se fue haciendo en la diócesis, y dijimos que este año pastoral que comenzó en septiembre va a tener el bautismo como eje. Así que nosotros, todas nuestras comunidades tenemos que meditar en el bautismo que recibimos y lo que significa para nuestra vida.

Fijémonos en estas palabras claves. Tenemos que caminar juntos como iglesia, somos una iglesia en comunión, en la que todos los miembros tenemos y debemos querer tener participación; somos una iglesia, pueblo de Dios, que sabe que va en camino cumpliendo una misión del Padre. Pero bueno, estamos en esta situación que vivimos. En El Cobre, cuando celebré le día de la Caridad, dije que veía que nuestro pueblo estaba triste, confundido y sin esperanza. Es que se han juntado tantas cosas, tantas cosas. La situación de la pandemia, la situación social… de la que nuestro pueblo está saliendo ahora. ¡Qué bueno esta llamada a reencontrarnos! Qué bueno, porque es la alegría del reencuentro.

Esta misa tiene que ser una misa de acción de gracias a Dios por un lado, porque nos ha mantenido firmes en la lucha contra el mal físico, pero también contra el mal del espíritu que nos quiere apartar de Dios. Hay que dar gracias con medidas y precauciones porque todavía no todo está resuelto. Una pregunta para meditar, ¿qué cosa, qué ámbito de la vida diaria está resuelto completamente?, díganme, ¿cuál? Esta situación no está resuelta, por lo tanto tenemos que vivir en ella, pero en ella tenemos que vivir en comunión, tenemos que vivir en participación y tenemos que vivir en misión, y pedirle a Dios que nos de fuerzas.

Por eso, yo meditando en la capilla del Arzobispado, reuniéndome con una u otra comunidad que he ido poco por la pandemia. Yo digo, ¿qué es lo primero? ¿Ustedes saben lo que es lo primero? Lo que a mí me parece, y no sé si hoy mismo ustedes han experimentado eso, es el reencuentro. Nos vamos a reencontrar. Quisiera hacer una pregunta, me da pena, pero que levantaran la mano las personas que hacía meses no venían a la iglesia, que se han reencontrado con otros miembros de la comunidad que hacía meses que no veían. Levanten la mano… es así, y eso pasa en todas las comunidades.

Lo primero es reencontrarnos y decir, Señor gracias por estar de nuevo reunidos, gracias, gracias. Eso es lo primero reencontrarnos como fieles, como pueblo de Dios que es comunión, participación. Y tratar de encontrarnos con la comunidad completa allí en el templo, en la eucaristía. ¿Qué tiempo hacía que muchos no recibían la comunión? Se habían encontrado con Cristo en su interior pero necesitaban el sacramento, el alimento del cuerpo y del alma. Lo primero rencontrarnos con la comunidad, con aquel amigo, con aquel hermano de la comunidad que no veía.

Lo otro es interesarnos, cómo has pasado este tiempo, cómo lo estás pasando, la respuesta puede ser “sabes que en la casa estuvimos varios con Covid y fue triste y penoso”, para otros será más duro “sabes que perdí a mi esposo, que perdí a mi esposa”, “¿pudiste hacer su entierro? No, tú sabes, no pudimos casi”. Eso es interesarse, escuchar. Tenemos que aprender a escuchar, ¿cómo estás? Y no tener miedo a decir “la he pasado mal, confío en Dios, pero al pasé mal, ahora me estoy recuperando, ¿Y tú?” eso es reencontrarnos y mirarnos cara a cara, eso nos hace falta para ir adelante. Ésa es la fuerza que necesitamos, ésa es la fuerza del Espíritu Santo.

Fíjense bien que he dicho reencontrarnos, que he dicho interesarnos, escucharnos unos a otros. También tenemos que recuperarnos. En estos días yo veo la ciudad así y me acuerdo de Sandy. ¿Se acuerdan de Sandy? Acabó materialmente, ¿qué fue lo que hicimos?, recuperarnos materialmente. Ahora tenemos que recuperarnos comunitariamente, espiritualmente. Ese tiene que ser nuestro esfuerzo, recuperarnos, volver a recuperarnos. De la misma manera que poco a poco se va haciendo en la vida civil, en la vida eclesiástica, la vida de la comunidad, la vida de la participación, la vida de la formación, la vida de la adoración y de venir al templo a orar al Señor. Hay que recuperarse, y la familia tiene que recuperarse del dolor también, pero tiene que coger fuerzas para seguir adelante; y así tenemos que hacer en la comunidad cristiana también.

Lo otro es renovarnos, porque hay que mirar ahora la realidad con otros ojos. La realidad tanto de la pandemia como de la situación social que estamos viviendo, es una realidad distinta y hay que mirarla con otros ojos, tenemos que renovar nuestra comunidad. ¿Mirando qué? Lo que tenemos ahora, una comunidad que está saliendo de esto, una comunidad que ha pasado cosas muy duras, tristes; una comunidad que se alegra porque estamos saliendo, una comunidad que no ve mucha esperanza, ve pasos pero no ve mucha esperanza. Ésa es la comunidad que nosotros tenemos que llegar a ella, no es otra, por tanto nuestra comunidad, nuestra vida familiar que tiene que reacomodarse.

La vida comunitaria tiene que reacomodarse, recuperarse, renovarse para seguir caminando juntos, al encuentro del Señor, haciendo presente a Cristo en nuestro país. Por eso me alegro de que estén los sacerdotes y ustedes aquí, ¿por qué? Porque nuestra iglesia diocesana tiene que comenzar a dar esos pasos. Fíjense bien que casi todos son verbos, recuperar, renovar, reconocer, acción. Nosotros tenemos que ponernos en acción, pero sabiendo que nos ponemos en acción porque el motor que nos mueve, es el Espíritu de Dios, que nos dice que por nuestro bautismo somos pueblo de Dios, y participando, en comunión, juntos como pueblo de Dios, ser misioneros de Cristo resucitado en el mundo para que quite las tristezas, para que quite las confusiones y para que quite la desesperanza. Ésa es nuestra acción.

Y en esto estamos llamados todos. Que el Señor nos ayude a todos a vivir así, y a salir de esta misa con la alegría de reencontrarnos, y también con la alegría de saber que el Espíritu está entre nosotros. Claro está, no vamos a olvidar a nuestros difuntos, aquellos que cayeron en este tiempo, pero vamos a recordarlos con la tristeza de la pérdida pero con la alegría de la resurrección. Cristo ha resucitado, por lo tanto eso nos da mucha esperanza. Que dios nos ayude a todos a vivir así.

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