Transcripción homilía de Mons. Dionisio Guillermo García Ibáñez Arzobispo de Santiago de Cuba
Eucaristía Fiesta de Nuestra Señora de la Caridad
Basílica Santuario de Nuestra Señora de la Caridad del Cobre
8 de septiembre de 2021, 9:30 am
¡Dios te ha bendecido más que a todas las mujeres, y ha bendecido a tu hijo! ¿Quién soy yo, para que venga a visitarme la madre de mi Señor? Pues tan pronto como oí tu saludo, mi hijo se estremeció de alegría en mi vientre. ¡Dichosa tú por haber creído que han de cumplirse las cosas que el Señor te ha dicho! Lc 1, 42-45
Hermanos,
Un año más, después de 409 años que el pueblo cubano le sigue rindiendo tributo a la Virgen de la Caridad. En los dos o tres primeros años, solamente allí en aquel pequeño poblado de Barajagua, al norte de Oriente, frente a Antilla, frente a Banes, del lado sur de la Bahía de Nipe. Desde ahí al Cobre, y desde El Cobre, la devoción a la Virgen se fue irradiando por toda Cuba. Dondequiera que hay un cubano, la Virgen de la Caridad de una manera u otra le acompañaba. De hecho, en estos momentos podemos decir que la devoción a la Virgen María de la Caridad del Cobre, Patrona de Cuba, Madre nuestra que así le llamamos, está extendida por todo el mundo.
Sabemos que los cubanos, muchos cubanos estamos dispersos, pero formamos un solo pueblo. Estamos en Cuba, y estamos fuera de Cuba también, y la Virgen está ahí.
Hemos acudido a la Virgen en los momentos alegres y en los momentos tristes, sabiendo que aquí en el lomerío del Cobre donde está su Santuario; aquí nosotros encontramos, nos sentimos más cerca de Dios, porque nos sentimos más cerca de su Madre. Y sabemos que el amor entre madre e hijo es indestructible, tiene que meterse el mal para que eso se rompa; y este no es el caso, al contrario. En ese amor de María por su Hijo, y de su Hijo por María, está el Espíritu Santo, la gracia de Dios; y en ese amor de nuestro pueblo a la Virgen de la Caridad, que en definitiva nos remite a Dios y a su Hijo que nos muestra en sus brazos. Nosotros sabemos que este amor también es indestructible, y la prueba de los años así lo dice.
Como dije acudimos a la Virgen, aquí en El Cobre, en nuestras casas, al comenzar el día besando su imagen. Que a lo mejor tenemos en la cartera o en el bolsillo, porque nos sentimos más cerca de Dios, y queremos sentirnos acompañados; porque sabemos como dice el salmo que la misericordia de Dios dura siempre. Ésa es precisamente nuestra intención y nuestro deseo siempre que acudimos a la Virgen.
Acudimos a la Virgen porque la vemos como Madre solícita, cuidó a su Hijo Jesús, tiernamente, lo acompañó durante toda su niñez, su adolescencia, su juventud, hasta cuando Él comenzó a predicar y ella veía como era incomprendido. Hay muchos hombres y mujeres, muchos jóvenes, que porque expresan lo que ellos quieren son incomprendidos, y así pasó con Jesús. Pero María estuvo cerca. Después lo vio en la cruz, es una realidad humana la cruz; nadie sabe cuándo va a nacer, pero todos sí tenemos la certeza de que algún día vamos a morir. Y los cristianos sabemos con la certeza que nos da nuestra fe, de que nos presentaremos ante Dios, para que Dios que su misericordia dura siempre, nos acoja en su seno para la vida eterna.
Una vida que no se acaba con los años, con una enfermedad, con una pandemia, con una injusticia, con una condena a muerte injusta o justa, la vida no se acaba ahí. Esa es la vida temporal nuestra, esa es la vida de este mundo. Dios nos ha creado para revelarse a nosotros, para decirnos que la vida no termina, en muchos o menos años, sino que la vida termina junto a Él, porque es el Dios de la vida y no quiere que la vida se acabe. Triste es aquellos que piensan que solamente el chance que tenemos en nuestras vidas, son los pocos años que tenemos para vivir. Entonces no sabemos ni por qué hemos venido al mundo, ni por qué tenemos que dejar el mundo cuando nadie quisiera hacerlo, o cuando venga una pandemia y desgraciadamente rasga nuestra monotonía diaria, nuestro hacer diario, y nos pone a todos tristes, confusos, de tal manera que nos llena de desesperanza. Para el cristiano, no es así; para el cristiano esas son las situaciones lógicas de la vida, momentos de alegría, momentos de paz, momentos de tristeza, injusticias y justicias. Así lo creemos los cristianos. Sabemos que la vida es así, pero culmina en las manos de Dios.
Nosotros tenemos que llevar esperanza a los demás, tenemos que llevar esperanza para decirles esta situación difícil que estamos viviendo, que el calificativo que encuentro es tristeza que nos trae muchas veces a la desesperanza, a no ver soluciones, a preguntarnos el por qué… los cristianos decimos fijémonos en María, la Madre de Jesús, quiso hacer la voluntad de Dios; lo acompañó en los momentos duros de la vida, pero lo acompañó en la Resurrección; lo acompañó en la Iglesia que nacía con los apóstoles. Así nosotros hermanos, cuántas familias no han pasado en este tiempo, en todos los tiempos, pero en éste de manera más acuciante más numerosa, el dolor de la pérdida de uno o varios familiares, amigos, personas cercanas, del barrio, cuántas. A esas personas nosotros tenemos que decirles, ánimo.
Nuestros seres queridos han perdido en la vida, pero el Señor Jesús los llama a la vida eterna. Y ahí es donde está nuestra confianza. Porque no podemos hacernos ilusiones de que el paraíso se va a construir aquí en la tierra, son ilusiones, son falacias, que precisamente la historia, el tiempo se encarga de desmontar sea de donde sea. Aquellas personas que creen que, porque luchan mucho van a alcanzar, por lo que tienen o por lo que dejan de tener, la sabiduría, el poder, la economía, lo que sea… van a alcanzar la felicidad en la tierra. Sí, pueden alcanzar cierta tranquilidad, pero la felicidad está en Dios. Y hasta que nosotros no lo descubrimos y llegamos a Él, nosotros no vamos a sentir que verdaderamente que nuestra vida es una llamada de Dios para vivir a plenitud junto a Él; y que esa felicidad que anhelamos aquí en la tierra y que sabemos no podemos conseguir plenamente, algún día el Señor nos espera.
Ésa es nuestra fe, ésa es la fe del cristiano. Decir al mundo, este mundo es pasajero, en este mundo tenemos que vivir tratando de hacer el bien, la justicia, la caridad, porque así vamos a vivir mejor. Porque en la medida que la caridad predomine en las relaciones humanas, vamos a vivir mejor, más tranquilos, con más esperanza. Pero ese no es el final, el final está junto a Dios. Por eso, si nosotros tenemos que cuidarnos, tenemos que poner énfasis en que tenemos que cuidarnos nosotros y tenemos que cuidar a los demás, a nuestros mayores, a nuestros niños, para que nuestra vida física no se acabe prematuramente. Hermanos, hermanos cubanos donde quiera que estemos, tenemos que poner nuestro empeño en que también nuestra vida espiritual, sepa ser construida de tal manera que no se pueda destruir; porque sabemos que la vida espiritual de cada persona está llamada, como ya he dicho dos o tres veces, a vivir eternamente junto al Señor.
Hermanos, ésa es la clave. No podemos vivir de ilusiones, el evangelio dice que aquel hombre que construye su casa en un banco de arena viene un viento, una crecida, una tempestad, y se lleva la casa; pero aquel que la construye en una roca firme, que para nosotros es Cristo, esa casa dura por siempre porque está construida en Cristo. La pandemia, en medio del dolor que nos golpea, de las incertidumbres que nos crea, de la confusión y la desesperanza, también nos está diciendo algo. ¿Dónde yo tengo puestos mis ojos? ¿Los tengo puestos en las cosas materiales que tanta falta hacen y que tantas veces escasean? Y que es justo y tenemos derecho a tenerlas, ahí trabajamos por eso; pero siempre con la mirada hacia lo alto. No vivamos preocupándonos, con tanto entusiasmo y trabajo para conseguir las cosas materiales, que hay que conseguirlas y luchar por ellas, si esas cosas materiales nos apartan de Dios.
Tenemos que pensar en esto. Tenemos que pensar en esto como pueblo también. ¿Nosotros hemos dejado a Dios por seguir otras corrientes que nos dicen que Dios no sirve para construir un mundo mejor? Tenemos que pensar si como pueblo lo hicimos o lo hacemos. Ya no diría tan solo como pueblo, como persona. Cada uno de nosotros debe decir, yo soy devoto a la Virgen de la Caridad, ¿qué hizo ella para merecer esta Gracia? Decir “hagan lo que Él les diga”, “que se haga tu voluntad”. Nosotros También tenemos que buscar la Palabra del Señor, también nosotros. Para vivir la vida con sentido, y para saber dónde ponemos nuestro esfuerzo, nuestra lucha, nuestra sabiduría, nuestro corazón, nuestra voluntad. Tenemos que hacer eso hermanos.
En las lecturas de hoy hemos escuchado que Yudith, que fue una mujer que salvó al pueblo de Israel en un momento muy difícil, ella al final canta. Cuando la gente empieza a elogiarla a ella, dice, todo esto no lo he hecho yo, lo hizo Dios por mí, su brazo poderoso es el que ha salvado a este pueblo. Al cabo de los siglos, esa misma situación se repite con la Virgen. Por eso hemos escuchado en el cántico del Evangelio, que es la acción de gracias de María; ella dice, el Señor ha hecho obras grandes en mí, el Señor ha hecho que las generaciones futuras me veneren, no soy yo, es el Señor el que ha hecho todas esas cosas en mí.
Acudimos a la Virgen, sabiendo que es Dios el que tiene el poder, tiene el honor y tiene la gloria. Y María lo sabe. Por eso nos presenta a su hijo Jesús. No es una figurita más en su imagen, no. Representa a ese hijo Jesús, pequeño y cuidado por ella, pero en la mano derecha nos presenta la Cruz de Cristo, como diciéndonos, para alcanzar la gloria que este Hijo les da, hay que también pasar por su cruz. Y la vida nuestra es una cruz. En estos momentos nuestro pueblo está viviendo una cruz, tenemos que saber ofrecerlas.
Recordemos que las cruces, no se buscan, las cruces caen; hay que nosotros, por nuestro comportamiento enredamos nuestra vida de tal manera que las cosas se complican y entonces las cruces vienen por mi culpa. Otras veces, las cruces vienen de fuera, y nosotros tenemos que saber distinguir, que, en todo momento, haciendo la voluntad de Dios venceremos las cruces; y en todo momento veremos esta realidad como diciendo, Señor ¿qué me quieres decir para que yo abra los ojos y me encuentre con tu Hijo? ¿Qué Tú me quieres decir cuando la Virgen ha querido hacer siempre tu voluntad, y por eso es grande y Tú la has ensalzado entre todas las mujeres? Así nosotros tenemos que buscar y seguir a la Virgen, siendo nosotros sus hijos.
Hermanos, esto es para todos los hombres de todas las épocas y países, pero es para nuestro pueblo en el día de hoy. Que cada uno se pregunte, y yo ¿qué hago? ¿Busco el sentido de mi vida, o me dejo llevar por aquello que más me gusta? ¿O por una situación que me lleva al mal, que me lleva maltratar a un hermano, que me lleva a considerar que otro hermano no tiene derechos como los tengo yo, que me hace pensar que yo tengo a callar o aplastar a otra persona, que yo tengo derecho a limitar los derechos y los deberes de los otros, que yo tengo derecho…? No hermanos, ese es el pecado, no matarás, respeta, no envidies, no mientas, no te aproveches de tu hermano. Eso es lo que el Señor nos dice hoy, cuando el Señor nos dice “dichosos aquellos que hacen la voluntad de Dios porque de ellos es el Reino de los cielos”. Bienaventurados son.
Yo quisiera meterme en el corazón de cada uno de ustedes, porque ustedes representan a todos los cubanos. Están aquí y tienen que darle gracias a Dios por eso, y sientan en su oración que están pidiendo por todos, yo sé que mucha gente en estos momentos en toda Cuba y fuera de Cuba está pidiendo por Cuba y por todos.
Sí hermanos, nosotros tenemos que recapitular, y tenemos que aprovechar hasta el dolor, fíjense bien, hasta el dolor. Yo quisiera meterme en el corazón de cada uno de ustedes. Una madre anciana ¿qué trae en su corazón cuando está aquí ante la Virgen? Un joven lleno de esperanzas y de ilusiones en la vida ¿qué trae en su corazón cuando viene aquí? Un padre de familia cuando ve a sus hijos pequeños ¿qué trae aquí en su corazón?, ¿qué le dice a la Virgen? Podemos rezar el Avemaría, pero hay un diálogo interior entre nosotros y la Virgen que nos lleva a Dios. ¿Qué le decimos nosotros? ¿Qué le decimos nosotros a una persona que quiere luchar en la vida, para mejorar su vida y la de su familia, y así mejorar la sociedad, cuando no puede y no se siente que tiene las facilidades justas para poder lograrlo? ¿Qué hay allá dentro? ¿Qué hay del dolor de tantas familias que han perdido a sus hijos, que viven en la inquietud en esta terrible epidemia que nos llena de tristeza y de incertidumbre, y lo vuelvo a repetir, y de desesperanza?
Hermanos, todos tenemos que poner de nuestra parte. Acudimos a la Virgen, pero ella nos dice “hagan lo que el Señor Jesús les dice” Y Él nos dice, ama a tu hermano respeta a tu hermano, atiende al que sufre, no te dejes llevar por el mundo sino se siempre fiel a la Palabra de Dios.
No nos ilusionemos con las falsas promesas incumplidas, por tantos motivos porque la vida es así. Esas ilusiones que se crean muchas veces escritas en un buró, que deciden la vida de muchas personas. Hermanos, vamos cada uno de nosotros poner de nuestra parte. Ese egoísmo que muchas veces nos aparta de los demás. No hermanos, eso sí nos lleva a la perdición.
Yo quisiera meterme en el corazón de cada uno de ustedes, y eso es lo que quiero hacer. Y si no puedo saber, porque yo no soy Dios, Dios sí lo sabe; yo sí la misa, la eucaristía, donde Cristo se hace presente bajo las formas del pan y del vino en el sacramento de la comunión… Ahí voy a pedirle a Dios por todos y cada uno de ustedes, por todos sus afanes, por todas sus tristezas y dolores. Voy a tener presente principalmente a las familias de los difuntos; a las familias de los médicos, de los enfermeros, las enfermeras, los que trabajan en los hospitales que llevan mucho tiempo sin descanso cuidando a nuestros enfermos. Voy a sentirme solidario al presentarle a Dios, la incertidumbre con que viven nuestras familias, ante un contagio que puede venir en cualquier momento; voy a pedir a Dios por el desasosiego que nuestras familias muchas veces tienen para encontrar el sustento diario en medio de todas estas dificultades. Voy a poner ante la Virgen, también todos nosotros, a nuestros niños y jóvenes que llevan casi dos años sin participar en una clase presencial, con lo que eso significa para su desarrollo posterior. Voy a ponerme también en la mente de los que gobiernan, de los que buscan soluciones, para que el Espíritu Santo les ilumine, y cualquier decisión sea tomando en cuenta el concurso de todos, porque todos tenemos que intervenir en lo que nos concierne a todos.
Voy a pedir, en fin, hermanos, para que el Señor nos de la esperanza, nos de la serenidad para enfrentar el mal y nos dela voluntad para hacer siempre el bien. Que Dios nos ayude a vivir así. Y voy a pedir que aumente nuestra fe, que aumente nuestra fe; la fe firme nos salva de la desesperanza, la fe firme le da sentido a la vida, la fe firme en Cristo Jesús nos da muchas respuestas. Tenemos que buscarlas.
Que el Señor nos ayude a vivir así en este día, y en medio de la tristeza, de la confusión, de la desesperanza, tenemos que presentar la confianza en Dios; y ésa nos da esperanza, nos da la alegría de saber que el Señor nos quiere, nos ama y nos espera, y nos da también la fortaleza para enfrentar y luchar en esta vida por el bien y por la paz. Como decíamos en la introducción de la misa, la justicia y la misericordia para todos.
Que Dios nos ayude a todos a vivir así.