Irradia emisión del 8 de septiembre de 2021

Irradia emisión del 8 de septiembre de 2021

Alocución P. Juan Elizalde, párroco de Santa Teresita del Niño Jesús en Santiago de Cuba

Transmitido por RCJ, el Sonido de la Esperanza y CMKC, Emisora Provincial de Santiago de Cuba

Fiesta de Nuestra Señora de la Caridad del Cobre

“María dijo: Mi alma alaba la grandeza del Señor; mi espíritu se alegra en Dios mi Salvador. Porque Dios ha puesto sus ojos en mí, su humilde esclava, y desde ahora siempre me llamarán dichosa” Lc 1, 46

 (Música, Virgen Mambisa)

Buenos días mis queridos radioyentes, en este día tan especial que celebramos la Fiesta de Nuestra Señora de la Caridad del Cobre, Madre y Reina de Cuba. Tengo el gusto de compartir mi experiencia, lo que le presento a la Virgen en este día, soy el P. Juan Elizalde, de la parroquia de Santa Teresita del Niño Jesús.

En estos días me compartía una hija, tan creyente como atribulada. Acababa de perder a su mamá, a quien la Covid-19 le había arrebatado la vida.

La fallecida, tenía su hija, casada. Ella su esposo y su hijo son médicos los tres y ejerciendo la profesión. Mi madre, era católica practicante y muy buena persona. Vivíamos todos, muy felices en un mismo apartamento por ser una familia corta” ¡comentaba desesperada esta hija!

“¿Cómo Dios ha podido hacernos esto, Padre?, siendo médicos, hemos trabajado todo el tiempo de la pandemia salvando personas con el virus y… ¿cómo no pudimos salvar a mi madre? Sí, ya sé que los caminos de Dios no son nuestros caminos, pero… al final, sólo nos queda cerrar los ojos y decir amén”.

Queridos hermanos, para muchos problemas y situaciones, tanto personales, como sociales, no tenemos una explicación racional y lógica que nos tranquilice y devuelva la paz.

¡Si somos creyentes, tenemos que confiar en Dios y descubrir su voluntad! Esto que decimos, cuando tratamos de situarnos religiosamente ante el problema del mal físico o social, vale también para situarnos religiosamente ante situaciones extrañas e incomprensibles como esta pandemia del coronavirus.

A la Virgen María, la joven doncella de Nazaret, tuvo que pasarle algo parecido cuando se encontró, de forma tan súbita e inesperada, ante el anuncio del ángel Gabriel.

Su primera reacción fue de susto e incomprensión. Vas a concebir en tu seno y darás a luz un hijo…” “¿Cómo será esto, pues no conozco varón?” “El poder del Altísimo te cubrirá con su sombra”.

María no lo entendía, pero tenía fe y confianza en Dios. ¿Qué podía hacer ella, humilde criatura del Creador? Dios siempre es un misterio… y ante el misterio sólo cabe cerrar los ojos de la razón, abrir de par en par los ojos de la fe y decir “amén”. “Hágase en mí según tu palabra”.

(Música, Hágase en mí)

Aquí estoy, Señor, para hacer tu voluntad. Este es el mejor programa de vida que puede hacer un cristiano. Este fue el programa que hizo Cristo, cuando se encarnó en cuerpo mortal, enviado por su Padre Dios a nuestra tierra, y el programa que cumplió la Virgen madre desde la encarnación, nacimiento y al acompañar de pie junto a la Cruz a su Hijo Jesucristo en el Calvario y verle morir, verle resucitado y recibir con los apóstoles al Espíritu Santo prometido.

La voluntad de Dios es siempre voluntad de verdad, voluntad de vida, voluntad de justicia, voluntad de amor, voluntad de santidad. No nos resultará muy fácil, desear que se cumpla en nosotros la voluntad de Dios.

Sí…, y es muy probable que, el tratar de hacer siempre la voluntad de Dios nos proporcione mucho disgusto y frustración.

Pero, si leemos despacio el evangelio, comprobaremos que, este fue el camino que el mismo Cristo recorrió, antes de regresar definitivamente al Padre. Un camino de cruz, antes de llegar a la Luz. Y este fue el camino que, mandó recorrer a sus discípulos de todos los tiempos, también a nosotros.

La Virgen María, seguramente presentía lo que supondría para ella el decir sí al ángel. Y, sin embargo, en la visita a su prima Isabel le dice: Se alegra mi espíritu en Dios mi salvador, porque el poderoso ha hecho obras grandes en mí”. Mis hermanos y hermanas, ¡Qué maravilla!

(Lectura del evangelio de San Lucas, capítulo 1, 39-48)

Pidamos a la Santísima Virgen de la Caridad que visite nuestros hogares, como lo hizo al hogar de Isabel y Zacarías; que visite nuestros barrios, nuestra Patria y pueda entrar al corazón de cada cubano donde quiera que esté, para que cada día nos tengamos razones sobradas para alabar y agradecer a Dios por las maravillas que obra en cada uno de nosotros.

(Música, Salve)

La Virgen María de la Caridad del Cobre, ocupa un lugar muy especial en el corazón del pueblo cubano, por eso hoy podemos decir que es la fiesta de la Madre; pero también es la fiesta de los cubanos, sus hijos.

Cada 8 de septiembre, el corazón de los cubanos se vuelve espontáneamente a la Madre de Dios con ansias de vivir más íntimamente en unión con Ella y de fortalecer los lazos que nos sujetan a su amor maternal.

¡Qué dicha, qué paz es encontrar en nuestro camino espiritual, a veces difícil, la figura delicada y amorosa de una Madre, la Madrecita de la Caridad!

Junto a Ella, todo es fácil: el corazón abatido y cansado por el largo tiempo ya de la pandemia, azotado por el dolor y la tristeza de los enfermos y los que han muerto. En la Virgen, encontramos la fuerza y la esperanza que perdimos y por su intercesión contamos con nuevas energías y esperanza para el camino que queda por recorrer.

Por eso, nos dice San Bernardo: si se levantan los vientos de las tentaciones, si chocas contra los escollos de las tribulaciones, mira la estrella, invoca a María… en los peligros, las angustias, en las dudas, piensa en María, invoca a María”.

Hay momentos, en que el sinsentido o la dificultad nos cansan y confunden nuestra debilidad: entonces, más que nunca, necesitamos una mano que nos sostenga, la mano de una madre.

Antes que nosotros, recorrió la Virgen María el camino estrecho y difícil de la santidad, antes que nosotros llevó la cruz y antes que nosotros escaló las alturas del espíritu a través del sufrimiento.

Quizá, muchas veces no nos atrevemos a fijar nuestra mirada en Jesús, nuestro Dios hecho hombre y Salvador de la humanidad, porque su divinidad está muy lejos de nuestra pequeñez; pero pensemos que junto a Él está María, su Madre y Madre nuestra, una criatura excelentísima; pero criatura como nosotros; y por lo tanto un modelo a seguir a pesar de nuestra debilidad.

La Bienaventurada Virgen María de la Caridad del Cobre, Patrona del pueblo cubano, sale a nuestro encuentro para tomarnos de la mano y llevarnos a su Hijo, para animarnos en el camino del bien, del amor, del perdón, de la paz, de la libertad, para introducirnos en el secreto de su vida interior y ser, después de Jesús, nuestro modelo de amor y santidad.

Si contemplamos a la Virgen en toda su belleza de alma y grandeza ante el misterio de Dios, la pudiéramos sentir lejana, inaccesible, sobre todo por su maternidad divina, y es justo considerar tales privilegios, pero; para quedarnos admirados y enamorados de Ella.

Al mismo tiempo hay que mirar a la Virgen María en la historia concreta de su vida terrena: ambiente humilde y sencillo, que no rompe las líneas de la vida ordinaria común a cualquier madre de familia. No cabe duda que, en este aspecto, María es perfectamente imitable.

Contemplemos a nuestra Madre María de la Caridad, que brilla entre nosotros con todas sus virtudes. Aquí está el fruto, el programa de vida que podemos sacar de esta fiesta. No basta celebrar este día, vibrar de amor hacia Ella, llenar nuestro corazón de amor y esperanza y después todo se olvida.

¡No!, no basta decirle a nuestra Madre que la amamos, que tenemos fe en Ella. Hay que ser como Ella, que vivió totalmente para Dios, que se dio a Dios dándose a los demás, dándose a Jesús, haciendo vida su oración, interpretando los acontecimientos y sucesos de su vida diaria desde la fe y la confianza en Aquel que todo lo puede.

Si nuestro corazón, como el de María de la Caridad, la Virgen del amor, está anclado en Dios, nada podrá cerrarlo o separarlo del amor de Dios, de buscar a Dios, de buscar a Dios, de amarlo y vivir con Él, por Él y en Él.

Queridos todos, quitemos definitivamente de nuestra vida, todo lo que es consecuencia del egoísmo, del odio, del orgullo, de la falta de amor y solidaridad; para que brote en nosotros, como río crecido el Amor, la alegría y la paz. ¡Estoy seguro que, ese el deseo de nuestra Madre y el camino de encuentro con Dios!

¡Virgen de la Caridad, no nos abandones, escúchanos por amor!

R/ ¡Virgen de la Caridad, no nos abandones, escúchanos por amor!

 ¡Santa María de la Caridad, Reina y Madre de Cuba,

R/ Ruega por nosotros!

En el Nombre del Padre + del Hijo + y del Espíritu Santo + Amén

(Música, Himno a la Virgen de la Caridad)

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