Cuando de la Madre se trata
Por: María C. López Campistrous
Todos pensamos que este sería nuevamente un año sin que la imagen querida de la Virgen Peregrina, la Mambisa, la imagen que desde hace siglos se venera en la parroquia de Santo Tomás, saliera a las calles de Santiago de Cuba, nuestra ciudad. Un año de cuidados y restricciones por la pandemia, que no cesa de enlutar y llenar de dolor a tantos cubanos, que no deja de tener en vilo a miles de hombres y mujeres que a riesgo de su salud velan y sanan… Pero la Madre salió a las calles para llegar hasta la puerta del mayor número posible de sus hijos…
Durante tres tardes (6, 7 y 8 de septiembre) saldrá desde el templo que la guarda para acompañarnos.
Los que escoltamos su “carro”, fuimos testigos de la sorpresa y el amor de sus hijos, de los gestos de súplica, de las lágrimas y aplausos, de las flores que le lanzaron, de balcones y porterías llenas, de carreras para alcanzar a verla, de hombres que en gesto de respeto se quitaban la gorra como gentiles caballeros, de mujeres y hombres que se persignaban o se hincaron de rodillas a su paso.
Con la certeza de que María de la Caridad, Madre y Patrona del pueblo cubano, nos acompaña en nuestras angustias y penas, alegrías y gozos, y que con su amor salva, le pedimos que salve a Cuba de llantos y afán. Sabiendo que “no basta decirle a nuestra Madre que la amamos, que tenemos fe en Ella. Hay que ser como Ella, que vivió totalmente para Dios, que se dio a Dios, dándose a los demás, dándose a Jesús, haciendo vida su oración, interpretando los acontecimientos y sucesos de su vida diaria desde la fe y la confianza en Aquel que todo lo puede. Si nuestro corazón, como el de María de la Caridad, la Virgen del amor, está anclado en Dios, nada podrá cerrarlo o separarlo del amor de Dios, de buscar a Dios, de amarlo y vivir con Él, por Él y en Él”
(tomado del texto de la alocución del P. Juan Elizalde).