Irradia emisión del 5 de septiembre de 2021
Irradia, emisión del 5 de septiembre de 2021
Programa Radial de la Arquidiócesis de Santiago de Cuba
Transmitido por RCJ, el Sonido de la Esperanza y CMKC, emisora provincial
“Y, mirando al cielo, suspiró y le dijo: «Effetá», esto es: «Ábrete» … Y en el colmo del asombro decían: «Todo lo ha hecho bien; hace oír a los sordos y hablar a los mudos»” Marcos 7, 34, 37
(Música, Levántate, Eolián)
Para llegar a ti como una bendición, para abrir tus alas al amor de Dios.
Irradia. Un proyecto de la Oficina de Comunicación de la Arquidiócesis de Santiago de Cuba.
Saludos a todos los que nos acompañan en este día en que venimos a compartir la fe con nuestra comunidad.
Bienvenidos a este encuentro fraternal con la iglesia toda, como cuerpo místico de Jesús.
Irradia está contigo, irradiando la fe.
En esta mañana nos acompaña el P. Rafael Ángel Lopez-Silvero, párroco de la Santa Basílica Iglesia Metropolitana Catedral de Santiago de Cuba.
Buenos días, buenas tardes, buenas noches dondequiera que se encuentren, como siempre les digo, una alegría poder compartir con ustedes la Palabra de Dios, de este domingo, domingo vigésimo tercero del Tiempo Ordinario. Les habla el P. Rafael Ángel de la Catedral de Santiago de Cuba.
El Evangelio de este domingo está tomado del evangelista San Marcos, en el capítulo 7, versículos del 31 al 37.
(Lectura del evangelio de San Marcos, capítulo 7, 31-37)
La primera lectura tomada del Antiguo Testamento del libro del profeta Isaías, nos dice algo que necesitamos oír de manera particular en estos tiempos que corren, en estos tiempos en que pasamos por tantas dificultades de todo tipo: Ánimo, no teman. ¿Por qué? Porque he aquí que su Dios viene ya para salvarlos. Después sigue como con una enumeración de lo que produce esa presencia salvadora del Señor. Se iluminarán entonces los ojos de los ciegos, los oídos de los sordos se abrirán, saltará como un venado el cojo y la lengua del mudo cantará, brotarán aguas en el desierto, correrán torrentes en las estepas, el páramo se convertirá en estanque, y la tierra sedienta en manantial.
Pero ¿por qué?, porque ha venido el Señor, porque ha venido nuestro Dios para salvarnos, para rescatarnos, para redimirnos, para estar con nosotros, para caminar a nuestro lado. No estamos solos, el Señor va con nosotros, y nos da la fuerza para que podamos seguir adelante. No resolverá todos nuestros problemas, no hará lo que nos toca hacer a nosotros; pero sí estará ahí para ayudarnos, para consolarnos, para sostenernos, para animarnos, para salvarnos.
El salmo, es el salmo 145 y nos invita a alabar al Señor. Alaba alma mía al Señor. ¿Por qué? Porque es siempre fiel a su palabra, porque hace justicia al oprimido, porque proporciona pan a los hambrientos y libera al cautivo. Porque abre los ojos al ciego, alivia al agobiado, ama el Señor al hombre justo y toma al forastero a su cuidado; a la viuda y al huérfano sustenta y trastorna los planes del inicuo. Reina el Señor eternamente, reina tu Dios, reina por los siglos. Alaba alma mía al Señor, porque el Señor está ahí, porque el Señor es bueno, porque nada de lo bueno que hagamos en este mundo pasará inadvertido, porque ni un solo vaso de agua que demos en su nombre quedará sin premio. No porque lo merezcamos, sino porque la misericordia de Dios es infinita.
Ya la segunda lectura está tomada del Nuevo Testamento, de la carta del apóstol Santiago. Y el apóstol nos lo pone difícil, puesto que ustedes tienen fe en nuestro Señor Jesucristo glorificado, no tengan favoritismos. ¡Qué difícil! Qué difícil no tener favoritismos para los que nos caen bien, para los que tienen posibilidades, para los que pueden corresponder a las atenciones que tengamos con ellos. Qué difícil, pero el apóstol nos lo dice, no tengan favoritismos. Y pone un ejemplo. Entran a una celebración dos hombres, uno bien vestido con anillo de oro en la mano, y el otro pobre y andrajoso; y cuando entran, ¿qué sucede? Al que está bien vestido le decimos pase y siéntese en el primer lugar; ¿y al pobre?, tú siéntate aquí párate allá, o ponte en el suelo a mis pies.
¡Qué difícil no fijarnos en lo exterior! Por eso Santiago nos dice, queridos hermanos ¿acaso no ha elegido Dios a los pobres de este mundo para hacerlos ricos en la fe y herederos del Reino que prometió a los que lo aman? Hacer la elección preferencial por los más pobres, y lo decimos, y lo creemos, pero no siempre somos consecuentes con eso. Al menos, yo siempre no soy consecuente con eso. Nos fijamos más en el exterior que en el interior, es más fácil ir a aquello que pensamos que nos van a escuchar y que nos van a corresponder, que aquellos que pensamos no lo podrán hacer. Eso también es favoritismo, cuando vamos a evangelizar, cuando vamos a misionar, aquí sí, allá también, pero aquí no; ¿por qué?, porque ahí no nos van a escuchar, porque a ellos no les interesa, porque ellos viven de otra manera, porque ellos piensan de manera diferente. Olvidando al sembrador, que salió a sembrar y lanzó la semilla, una cayó al borde del camino, otra en medio de las piedras, otra en medio de las zarzas, otra en terreno bueno; pero eso no lo sabemos. Favoritismo no solamente por la cuestión económica, sino también, por querer ser como Dios, y elegir a éstos sí porque… aquellos no porque… Tenemos que tener muy en cuenta esto cuando salimos a predicar a anunciar, a llevar la palabra de Dios. No podemos escoger a quiénes, tenemos que llevarla a todos.
El evangelio de hoy nos presenta uno de los milagros del Señor. Le llevan un hombre sordo y tartamudo, y le suplica que le impusieran las manos. Jesús hace algo no usual, lo aparta a un lado, le mete los dedos en los oídos, le toca la lengua con saliva, y después mirando al cielo dice, ¡Effetá! Es decir, ¡Ábrete! Realiza una serie de signos, y es bueno, para recordarnos que los signo son importantes, los signos nos hablan, a través de los signos también comprendemos la obra de Dios, lo que se está realizando. A veces menospreciamos los signos, por eso a veces menospreciamos la liturgia, que son signos que tarta de hablarnos de aquello que va más allá de nuestra comprensión y de ponernos en contacto con lo sagrado, con lo divino; lo importante de la liturgia porque somos cuerpo y espíritu, y nuestro cuerpo necesita de los signos, de ver, de tocar, de oler, de sentir. ¡Eso es tan importante! Y Jesús lo hizo así, no necesitaba hacerlo, podía haber dicho ¡Effetá!, o podía haber dicho ¡cúrate!, nada más. Pero lo hizo, utilizó los signos. Y al momento se le abrieron los oídos, se le soltó la traba de la lengua y empezó a hablar sin dificultad.
Y aquí viene una cosa que me llama siempre poderosamente la atención, lo que se conoce como el misterio mesiánico. Él les mandó que no lo dijeran a nadie. ¿Cuántas veces el Señor lo hace? Realiza una obra, y le dice a aquellos que están presentes, no se lo digan a nadie. Cura a unos leprosos, vayan para que el sacerdote certifique, pero no se lo digan a nadie; cura a un paralítico, pero no se lo digan a nadie; baja de la Transfiguración, pero no se lo digan a nadie. Qué distinto, cuando yo hago algo que me parece medianamente extraordinario, cuánto me gusta que los demás se enteren, que los demás lo sepan, que los demás lo tengan en cuenta, que los demás me lo agradezcan, que me lo alaben, que aparezca en una notica en algún lugar, que hagan referencia a eso. Cuán frustrado me siento después de hacer algo que me parece medianamente extraordinario, y que nadie lo tenga en cuenta. Y el Señor, cada vez que hacía algo extraordinario realmente, les decía no se lo digan a nadie, porque no lo estoy haciendo para exhibirme, porque no lo estoy haciendo para llamar la atención.
Son signos, para que, a través de ellos, puedan encontrarse con el mensaje que vengo a traer, con el Reino de Dios, es para eso; llegará el momento en que lo darán a conocer, llegará el momento en que los que son testigos en el evangelio, lo pondrán de manifiesto y todos podremos participar de eso, pero no es para eso que lo hace el Señor. No es para que sea reconocido, no es para que sea alabado, no para que sea exaltado. Por eso cuando multiplica los panes y los peces y sabe que quieren hacerlo rey porque les ha llenado el estómago sin mover una mano, se va, desaparece. ¡Cuánto tenemos que aprender nosotros también de eso! Hacer lo que tenemos que hacer, siervos inútiles somos, hacemos solamente lo que tenemos que hacer cuando hacemos el bien; y a través del bien, hacemos presente la presencia de Dios y llevamos la alegría y el gozo de Dios, como hablaba Isaías en la primera lectura, o cuando sin tomar en cuenta quién es, de dónde viene, qué hace, cómo piensa, le llevamos el mensaje de la Palabra. Sembramos esa pequeña semilla, que el Señor le dará crecimiento cuándo, dónde y el momento que considere oportuno.
Pidámoslo así, hermanos míos, al Señor en esta mañana de domingo. Señor que obre siempre para llevarte, para hacerte presente en medio de mis hermanos, que te anuncie, que viva conforme a tu palabra que es la mejor forma de dar testimonio, de anunciar. No para singularizarme, no para que se me tome en cuenta, sino para que tu Señor crezcas y yo disminuya. Que así el Señor nos lo conceda.
(Música, Tú me conoces, Nathalia G. Domínguez)
Confiando en que el Señor siempre nos escucha, y nos responde, le presentamos nuestras súplicas.
Por la lglesia, para que fieles a la Palabra del Señor demos testimonio de Él con la palabra y con la vida en medio de este mundo. Roguemos al Señor. Te lo pedimos Señor.
Pidamos también por todos los que sufren, y se desesperan ante las dificultades de la vida, para que encontremos en Cristo consuelo, fortaleza y esperanza. Roguemos al Señor. Te lo pedimos Señor.
Por el aumento de las vocaciones sacerdotales, religiosas, al diaconado permanente. Roguemos al Señor. Te lo pedimos Señor.
Por todos los enfermos, particularmente los enfermos del coronavirus, para que el Señor les conceda la salud del alma y del cuerpo. Roguemos al Señor. Te lo pedimos Señor.
Por el fin de esta pandemia. Roguemos al Señor. Te lo pedimos Señor.
Por todos los trabajadores de la salud, que en el silencio realizan su labor en medio de tantas dificultades. Roguemos al Señor. Te lo pedimos Señor.
Por todos los difuntos, particularmente pro aquellos que no tienen quien oren por ellos; para que perdonadas sus faltas el Señor los acoja en su descanso. Roguemos al Señor. Te lo pedimos Señor.
Y los unos por los otros, para que abramos el corazón al Señor, para que el Señor a través de nosotros pueda obrar en medio de nuestros hermanos. Roguemos al Señor. Te lo pedimos Señor.
Escucha Padre Santo estas súplicas y aquellas que han quedado en nuestros corazones pero que Tú conoces. Te las presentamos por Jesucristo, nuestro Señor. Amén.
Ahora oremos con la oración que el mismo Señor Jesús nos enseñó.
Padre nuestro que estás en los cielos,
santificado sea tu nombre.
Venga a nosotros tu reino.
Hágase tu voluntad,
así en la tierra como en el cielo.
Danos hoy el pan de cada día.
Perdónanos nuestras ofensas,
Como también nosotros perdonamos
a los que nos ofenden.
No nos dejes caer en la tentación,
Y líbranos del mal.
Amén
Les ha hablado el P. Rafael Ángel, de la Catedral de Santiago de Cuba, quien les desea que tengan un feliz domingo, y una muy buena semana.
Pidamos que la bendición de Dios Todopoderoso Padre, Hijo y Espíritu Santo, descienda sobre todos ustedes, sus familiares y amigos, y nos acompañe siempre. Amén.
Con mucho gusto hemos realizado este programa para ustedes desde la Oficina de Comunicación, de la Arquidiócesis de Santiago de Cuba.
Guion, grabación, edición y montaje: Erick Guevara Correa
Dirección general: María Caridad López Campistrous
Fuimos sus locutores y actores. Maikel Eduardo y Adelaida Pérez Hung
Somos la voz de la Iglesia católica santiaguera que se levanta para estar contigo… IRRADIA
(Música, Voy cantando, Kiki Troia y Marcos López)