TRAS LAS HUELLAS DE CLARET EN CUBA

TRAS LAS HUELLAS DE CLARET EN CUBA

DIA 11 DE AGOSTO 2021

CLARET Y ANTONIA PARIS COMPROMETIDOS EN DAR A LUZ UNA “ORDEN NUEVA”
ATRAVESANDO LOS MARES…
Las cosas no salieron como lo propuso Claret, en lo referente al viaje, pero finalmente, después de mucho esperar y con gran cúmulo de dificultades, salieron de Barcelona rumbo a la isla de Cuba el 22 de febrero de 1852. Y, “así armada de confianza con mi Dios, y cierta que solo Él podía guardarme a mí y a todas las que me había confiado, de tantos y tantos peligros que presentaba un viaje tan espantoso…dije dentro de mí misma: el Señor es el defensor de mi vida ¿podrán los más graves peligros amedrentarte? Injuria sería esto al cuidado paternal que Dios tiene de sus hijos, que los lleva a la palma de sus manos” (París Aut 135)

La navegación resultó extremadamente difícil, con gravísimos peligros por la ruptura del buque; tuvieron que estar achicando agua por más de 29 días y sus noches.  La entereza y serenidad con que Antonia vivió estas circunstancias, la transmitió a sus compañeras y sirvió de gran apoyo a la tripulación. Finalmente tuvieron que desembarcar en Lanzarote, donde permanecieron, del 29 de marzo al 3 de mayo, hasta que se arregló el vapor. Echadas de nuevo a la mar, experimentaron una especial cercanía de María: “Un día se movió un poco la marea y escarmentada del temporal me sobresalto el temor natural, pero al momento invoqué a María santísima… y me dijo: “Buen ánimo hija mía” y extendió su manto y vi que nos cubría a todas y me dijo: “Mira, así ando a la popa del buque defendiéndoos de los tiros del infierno» (París Aut 145-160). La oración constante a María y la seguridad en su presencia maternal fue una prueba de la protección de la Virgen sobre la naciente Congregación.

En la Autobiografía, Antonia, comparte el dolor por la decepción de no encontrar al Arzobispo, al llegar a Santiago. «Desembarcamos en ésta de Santiago de Cuba a los 26 de mayo de 1852. Fuimos recibidas con mucho aplauso de toda la ciudad, pero Dios Nuestro Señor que en todas las cosas me hace probar… lo amargo y lo dulce, me quitó el gusto de encontrar en ésta al Arzobispo, que era la única persona que yo conocía en este nuevo mundo … aunque Dios Nuestro Señor me quitó la justa satisfacción de encontrar al Prelado, dispuso que el Provisor y demás familiares se portaran muy bien…» (París Aut  161).

El 3 de junio, Claret la escribe desde Manzanillo: “acabo de recibir las dos apreciadas cartas de usted, la escrita en Canarias y la otra en Cuba. Gracias a Dios han llegado ya. Ahora descansen, encomiéndenme a Dios a fin de que nos inspire la manera con que quiere ser de ustedes ser servido. Según usted me indica, aunque yo no me hallo presente, ya se cumple lo que dispuse antes de marcharme”.

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