TRAS LAS HUELLAS DE CLARET EN CUBA
DIA 24 DE JUNIO 2021
CLARET “MISIONERO APOSTÓLICO” POR TIERRAS DE CATALUÑA
Recordar este 24 de Junio la vida de Claret en estos años… es como ir llegando y descubriendo el ADN del Monsen Claret que camina como “misionero apostólico” por todo el amplio territorio de su tierra: Cataluña. Se puede decir, sin riesgo a equivocarse, que Claret está encontrando y realizando lo que durante tanto tiempo estaba anhelando en lo más profundo de su corazón. Son ocho años de su vida misionera en los que Claret se ve “centrado” únicamente en la “MISIÓN”.
Pero, como hasta ahora, tenemos el privilegio de que él mismo nos cuenta esta etapa de su vida.
“Hasta aquí he insinuado los medios de que consideré me había de valer y las virtudes que había de tener para hacer fruto en las poblaciones a que era enviado por los Prelados, ya que sin obediencia no quería ir a ninguna parte. Ahora hablaré de las poblaciones en que estuve y qué hacía en ellas. Desde principios del año de 1840, que volví de Roma, hasta a principios del año de 1848, que me dirigí a Madrid para ir a Canarias con el Ilmo. y Rmo. Sr. Codina, Obispo de aquellas Islas, he predicado en … numerosísimas poblaciones… (Aut. 454)
“A estas poblaciones no iba de una a otra inmediata, sino al contrario, iba a una; concluida aquella, iba a otra muy lejos, ya porque así lo habían pedido los de la población a mi superior, que era el Prelado de Vich, a quien yo siempre obedecía con el mayor rendimiento, o ya porque así lo exigían las circunstancias de aquellos tiempos tan turbulentos en que tan perseguidos eran los ministros de la Religión y todas las cosas buenas” (Aut. 456).
“En cada población en que predicaba, hasta media función era muy perseguido y calumniado de los malos de la misma población; de media misión en adelante, éstos se convertían y todos me alababan, y entonces empezaban las persecuciones del Gobierno y Autoridades Superiores. He aquí por qué mi prelado me hacía pasar de un punto a otros tan lejos. De este modo se burlaba la persecución que me hacía el Gobierno, porque, cuando en una Provincia de Cataluña se daban providencias contra mí, yo ya había concluido la misión y me había ausentado y pasado a otra Provincia, y, cuando en ésta me perseguían, ya me pasaba a otra. El Gobierno me hacía perseguir para prenderme, pero no lo pudieron lograr jamás” (Aut. 457)
“El general Manzano me dijo él mismo después, cuando los dos nos hallábamos en Cuba, yo de Arzobispo y él de General Gobernador en la ciudad de Santiago, que él tenía esta comisión para prenderme, no porque el Gobierno supiese de mí ninguna cosa contra el Gobierno, pues sabían los gobernantes que yo jamás me metí en cosas políticas, sino porque les daba miedo al ver la multitud de gentes que de todas partes se reunían cuando yo predicaba, y además se temían que, atendido el prestigio universal que yo tenía, a la más pequeña insinuación que yo hiciese, todo el mundo se levantaría. Y por esto me hacía buscar para prenderme; pero jamás me pudieron coger, ya por esta maña de trasladarme tan lejos, ya también porque Dios nuestro Señor no quiso, y esta es la razón principal. Dios nuestro Señor quiso que se predicase a las gentes la divina palabra, mientras que el diablo tanto trabajaba para corromperlas con bailes, teatros, ejercicios militares, guardias, libros, malos periódicos, etc., etc.” (Aut. 458)
“En los domingos y fiestas, en muchas poblaciones, como los hombres tenían las armas, les hacían asistir a los ejercicios militares, y de esta manera no podían asistir a la Misa y demás funciones de religión, como acostumbraban. Se impedía el bien y se fomentaba toda especie de mal. En todas partes no se veían más que escándalos y horrores, ni se oían más que blasfemias y disparates. Parecía que todo el infierno se había desencadenado” (Aut. 459)
“Yo, en estos siete años, siempre estuve andando de una población a otra. Andaba sólo y a pie. Tenía un Mapa de Cataluña forrado de lienzo que traía plegado, y por el mapa me llevaba, medía las distancias y marcaba las posadas. Por la mañana hacía cinco horas de viaje, y otras cinco por la tarde; a veces con lluvias, otras veces con nieves, y en verano con soles abrasadores. Este era el tiempo que más me daba que sufrir, porque, como siempre andaba con sotana y capote pasado de mangas y el mismo de invierno, en verano, me daba calor; además, con zapatos y medias de lana, que me hacían ampollas en los pies, por manera que a veces me hacían andar cojo. Las nieves también me dieron ocasión de ejercitar la paciencia, cuando eran muy grandes las nevadas, que cubrían todos los caminos y me hacían desconocer el terreno; yo por esto caminaba al través y me hundía en los barrancos llenos de nieve” (Aut. 460)
“Como siempre iba a pie, me juntaba con arrieros y gente ordinaria, a fin de poder hablar con ellos de Dios e instruirles en cosas de Religión, con que ellos y yo pasábamos insensiblemente el camino y todos muy consolados. En cierta ocasión iba de Bañolas a Figueras para hacer una Misión, y, al pasar por un río que tenía una grande piedra en el medio, y de una orilla a la piedra había una viga o palanca, y de la piedra a la otra orilla había otra viga; pasaba el río con otra gente, y, al llegar yo a la piedra del medio, como hacía muchísimo viento, sopló un viento tan recio, que se llevó la viga que estaba delante de mí y a un hombre que andaba delante y había empezado a pasar la viga segunda, por manera que el hombre y la viga se cayeron al agua, y yo quedé en medio del río encima del peñón apuntándome con el palo y resistiendo al embate del viento hasta que un hombre desconocido vadeó el río y me cargó en hombros y me llevó a la otra parte del río. Continué el viaje, pero siempre con un viento tan fuerte, que no pocas veces me sacaba del camino. Los que han viajado por el Ampurdán saben el viento que por allá corre, hasta trasladar de sitio las montañas de Begú, que son de arena” (Aut. 461)
“No sólo tuve que sufrir de los calores y fríos, nieves y lodos, lluvias y vientos, ríos y mares, como me sucedió de San Feliu a Tossa, que con trángulo y contra la corriente tuvimos que navegar, sino también los demonios, que me perseguían muchísimo” (Aut. 462)