TRAS LAS HUELLAS DE CLARET EN CUBA
DIA 25 DE MAYO 2021
DE LA LLEGADA A ROMA Y ENTRADA EN LA COMPAÑÍA DE JESÚS
“Serían las diez de la mañana cuando llegamos a Roma. Los religiosos se fueron a un convento de su Orden y nos separamos. Yo y el ordenando catalán nos fuimos al convento más pronto que hallamos a preguntar en dónde había ordenandos catalanes. Nos acercamos a la portería del convento de la Transpontina, que son Religiosos Carmelitas, y preguntamos al hermano portero si en aquel convento había algún religioso español, y nos contestó que sí, que el Padre principal, que se llamaba Rmo. Comas, era español catalán. Fuimos a su celda y nos recibió muy bien. Le preguntamos si sabía en dónde había catalanes ordenandos y él nos dijo que en el convento de San Basilio, y tuvo la caridad y amabilidad de acompañarnos, no obstante de distar cerca de una hora la Transpontina de San Basilio” (Aut. 137)
“Yo, desde luego, empecé a practicar las diligencias, según el objeto que me había propuesto en este viaje. No llevaba más que una carta de recomendación para el Ilmo. Sr. Vilardell, catalán, obispo del Líbano, consagrado poco había, y cuando llegué a Roma ya había salido para su destino. Me dirigí al Emmo. señor Cardenal de Propaganda Fide, y cabalmente en aquellos días había salido al campo y me dijeron que por todo el mes de octubre estaría fuera. Yo me creí que aquello era providencial a fin de que tuviese tiempo para hacer los ejercicios espirituales, que cada año hacía desde un principio que era estudiante, y en este año aún no había podido hacer por razón del viaje” (Aut. 138)
“Al efecto, me dirigí a un Padre de la casa Profesa de la Compañía de Jesús, me alabó el pensamiento de hacer los ejercicios, me entregó el libro de los Ejercicios de San Ignacio por el cual los había de hacer; me dio los consejos que creyó necesarios y empecé los ejercicios. En los días que él me señaló le daba cuenta de mi espíritu, y a los últimos días me dijo: Ya que Dios Nuestro Señor le llama a las misiones extranjeras, mejor sería que usted se agregara a la Compañía de Jesús; que por medio de ella sería enviado y acompañado; que no así andar solo, que es cosa muy expuesta. Yo le contesté que para mí bien conocía que sería mejor; pero ¿qué hago yo para que la Compañía me admita?” (Aut. 139)
“Yo tenía una idea formada de la Compañía tan alta y agigantada que ni siquiera había soñado que me admitiesen, porque yo consideraba a todos los Padres como granaderos en virtud y ciencia, y yo en ambas cosas me he considerado y soy de verdad un puro pigmeo, y así se lo dije al Padre que me dirigía. Entonces él me animó y me dijo que escribiera un memorial al Padre General, que vivía en la misma casa profesa” (Aut. 140)
“Lo hice todo como él me dijo, y el día siguiente de haber entregado la solicitud, el Padre General me quiso ver. Fui allá, y, así como llegué a su cuarto, salía el Padre Provincial. Habló conmigo un buen rato y me dijo: Aquel Padre que salía cuando usted entraba es el Padre Provincial, que vive en Sant’Andrea de Monte Cavallo; vaya usted allá y dígale que yo le envío, y que cuanto haga, yo lo doy por bien hecho. Fui al momento y me recibió muy bien, y el día 2 de noviembre ya vivía en el noviciado… por manera que de la noche a la mañana me hallé Jesuita. Cuando me contemplaba vestido de la santa sotana de la Compañía, casi no acertaba a creer lo que veía, me parecía un sueño, un encanto”(Aut. 141)
“Como acababa de hacer los ejercicios, me hallaba muy fervoroso. Así es que todo mi afán era aspirar a la perfección, y, como en el noviciado veía tantas cosas buenas, todo me llamaba la atención; todo me gustaba mucho y se me grababa en el corazón; de todos tenía que aprender y de verdad aprendía, ayudado de la gracia del Señor. Yo me confundía mucho cuando veía a todos tan adelantados en la virtud y yo tan atrasado. Cuando quedé más confundido y avergonzado de mí mismo fue la noche antes de la fiesta de la Inmaculada Concepción, cuando se leía el catálogo de las obras buenas que se habían hecho en preparación de la fiesta y en obsequio de María Santísima” (Aut.142)
“Muy grande favor me hizo el Señor en llevarme a Roma, y en introducirme, aunque por poco tiempo, entre aquellos Padres y Hermanos tan virtuosos. ¡Ojalá me hubiese yo aprovechado! Pero, si no me ha aprovechado a mí, me ha servido mucho para hacer el bien en los prójimos. Allí aprendí el modo de dar los ejercicios de San Ignacio, el método de predicar, catequizar y confesar con grande utilidad y provecho. Allí aprendí otras cosas que con el tiempo me han servido mucho. ¡Bendito seáis, Dios mío, que tan bueno y misericordioso habéis sido conmigo! Haced que os ame, que os sirva con todo fervor y que os haga amar y servir de todas las criaturas. ¡Oh criaturas todas, amad a Dios, servid a Dios! Probad y ved por experiencia cuán suave es amar y servir a Dios. ¡Oh Dios mío! ¡Oh bien mío!