TRAS LAS HUELLAS DE CLARET EN CUBA

TRAS LAS HUELLAS DE CLARET EN CUBA

DIA 24 DE MAYO 2021

CLARET… EN BUSCA DE NUEVOS CAMINOS PARA LA MISIÓN
A los cuatro años de su Ordenación Sacerdotal siente, intuye el joven Sacerdote Claret… que no va a ser Cura de Pueblo toda la vida. Interiormente se va convenciendo que el Señor tiene para él nuevos caminos para su vida, para la Misión…, pero tiene que irlos descubriendo poco a poco, trabajosamente…
Afortunadamente él mismo nos lo cuenta en las hermosas páginas de su Autobiografía. Esta parte de su vida tiene este título inicial: “DEL LLAMAMIENTO DE DIOS PARA IR A PREDICAR O MISIONAR”
“Desde que se me pasaron los deseos de ser Cartujo, que Dios me había dado para arrancarme del mundo, pensé, no sólo en santificar mi alma, sino también discurría continuamente qué haría y cómo lo haría para salvar las almas de mis prójimos. Al efecto, rogaba a Jesús y a María y me ofrecía de continuo a este mismo objeto. Las vidas de los santos que leíamos en la mesa cada día, las lecturas espirituales, que yo en particular tenía, todo me ayudaba a esto; pero lo que más me movía y excitaba era la lectura de la Santa Biblia, a la que siempre he sido muy aficionado” (Aut. 113)

Había pasajes que me hacían tan fuerte impresión, que me parecía que oía una voz que me decía a mí lo mismo que leía.
“Muchos eran estos pasajes, pero singularmente los siguientes: “yo te he tomado de los extremos de la tierra y te he llamado de sus lejanas tierras (en estas palabras conocía cómo el Señor me había llamado sin mérito ninguno de parte de patria, padres ni mía), y te dije: Siervo mío eres tú, yo te escogí y no te deseché” (Is XLI, 9) (Aut. 114)

“El Señor me dio a conocer que no sólo tenía que predicar a los pecadores, sino que también a los sencillos de los campos y aldeas había de catequizar, predicar, etc., etc., y por esto me dijo aquellas palabras: Los menesterosos y los pobres buscan aguas y no las hay; la lengua de ellos se secó de sed. Yo, el Señor, les oiré; yo, el Dios de Israel, no les desampararé. Yo haré salir ríos en las cumbres de los collados, y fuentes en medio de los campos, y los que en el día son áridos desiertos, serán estanques de buenas y saludables aguas.
Y de un modo muy particular me hizo Dios Nuestro Señor entender aquellas palabras: “El Espíritu del Señor está sobre mí y me ha enviado el Señor a evangelizar a los pobres y a sanar a los contritos de corazón” (Aut. 118)
“Lo mismo me sucedía al leer el profeta Ezequiel, singularmente el capítulo III. Con estas palabras: Hijo del hombre, yo te he puesto por centinela a la casa de Israel; y oirás la palabra de mi boca y se la anunciarás de mi parte” (Aut. 119).
“En muchas partes de la Santa Biblia sentía la voz del Señor que me llamaba para que saliera a predicar. En la oración me pasaba lo mismo. Así es que determiné dejar el curato e irme a Roma y presentarme a la Congregación de Propaganda Fide para que me mandase a cualquier parte del mundo” (Aut. 120)

DE LA SALIDA DE ESPAÑA
“Muchas y grandes fueron las dificultades que tuve que vencer y superar de parte del Superior Eclesiástico (Obispo) y de la población para poder salir de la parroquia, pero con la ayuda de Dios salí. Me dirigí a Barcelona con la intención de tomar pase para el extranjero y embarcarme para Roma; mas en Barcelona no me quisieron hacer pase y fue preciso volverme. Me dirigí a Olost, en donde tenía un hermano, llamado José, fabricante. De allí me dirigí a la Tría de Perafita, en donde se hallaba un Padre de San Felipe Neri, llamado Padre Matavera, hombre de mucha experiencia, ciencia y virtud, a quien consulté mi viaje e intención que en él tenía, lo que ya había hecho para realizarlo y las dificultades tan grandes que había tocado. El buen Padre me escuchó con mucha paciencia y caridad, y me animó a que continuara. Como a un oráculo le oí y al instante emprendí el viaje” (Aut. 121)
Con pase del interior, “mi itinerario fue Castellar de Nuch, Tosas, Puerto, Font del Picasó, Auseja (Francia), Auleta, Prades, Perpiñá, Narbona, Montpeller, Nimes, Marsella, en que embarqué en el vapor Tancrède; desembarqué en Civitavecchia, y, finalmente, llegué a Roma” (Aut. 122)

Pero antes de llegar a Roma Claret relata en su Autobiografía múltiples dificultades surgidas en este largo viaje… Claret destaca lo ocurrido en el barco que le llevó de Marsella a Civitavecchia (Italia)
“Como mi viaje a Roma no era por recreo, sino para trabajar y sufrir por Jesucristo, consideré que debía buscar el lugar más humilde, más pobre y en que más tuviese oportunidad de sufrir. Al efecto, pagué el flete de andar sobre cubierta y a la parte de la proa, que es el lugar más pobre y barato de la embarcación. Después de haberme retirado solo a rezar el Rosario y demás devociones, busqué un puesto para descansar un poco y no hallé otro más a propósito que un montón de cuerda enrollada, en que me senté, y descansé la cabeza sobre un cañón de artillería que estaba en la tronera del lado del buque” (Aut. 130)
“En esta posición meditaba cómo estaría Jesucristo descansando cuando iba embarcado con sus discípulos, y esta meditación fue tan propia, que aun el Señor quiso que fuese algo parecida en la tempestad; porque, estando ya descansando, se levantó tan recia tempestad, que el agua entraba dentro del buque. Yo, sin moverme de sentado sobre aquella rueda o montón de cuerda, me puse el capote encima de la cabeza, y el hatillo con la provisión y sombrero encima del regazo arrimado al cuerpo, teniendo la cabeza un poco inclinada por delante a fin de que se escurriese el agua, que me venía encima, de las olas que se estrellaban contra el buque. Así es que, cuando oía el golpe de la ola, yo inclinaba la cabeza, daba la espalda y me caía encima el agua” (Aut. 131)

“Así pasé toda la noche hasta el amanecer, en que vino la lluvia y calmó la tempestad, y, si antes me había mojado con el agua del mar, después me mojé con el agua dulce de la lluvia. Todo mi equipaje consistía en una camisa, un par de medias, un pañuelo de sonarme, la navaja de afeitarme y un peine, el Breviario y la santa Biblia de un volumen muy pequeño. Todo esto lo llevaba siempre dentro de un pañuelo. Mas como a los que van encima de cubierta, no se les da nada de comida, es preciso que cada uno lleve su provisión para el viaje. Como yo ya lo sabía, antes de embarcarme, hice en Marsella mi provisión, que consistía en una torta de pan de alguna libra y un pedazo de queso. Esta fue toda mi provisión para los cinco días de embarcación de Marsella a Civitavecchia, entre las escalas que hicimos y las tempestades que tuvimos. Y, como la tempestad fue tan larga y fuerte, cayó mucha agua encima, de modo que me caló todo el capote y me mojó el pan y el queso, y así lo tuve que comer, y, no obstante de estar muy salado, como tenía bastante hambre, me sabía muy bien” (Aut. 132)

“Después de cinco días de embarcación, llegamos a Civitavecchia, y de allí nos dirigimos a Roma y llegamos sin novedad por la bondad y misericordia de Dios. ¡Oh, cuán bueno sois, Padre mío! ¡Quién acertara a serviros siempre con toda fidelidad y amor!
¡Dadme continuamente vuestra gracia para conocer lo que es de vuestro agrado y fuerza de voluntad para ponerlo por obra! ¡Ay, Señor y Padre mío, no deseo más que conocer vuestra santísima voluntad para cumplirla, no quiero otra cosa más que amaros con todo fervor y serviros con toda fidelidad! ¡Madre mía, Madre del amor hermoso, ayudadme!” (Aut. 136)

SHARE IT:

Leave a Reply