TRAS LAS HUELLAS DE CLARET EN CUBA
DIA 24 DE ABRIL
CLARET ¿CURA DE PUEBLO?
“El día 13 de Junio de 1835 fui ordenado de presbítero, no por el Señor Obispo de Vich, sino por el de Solsona. Antes de la ordenación de sacerdote hice los cuarenta días de ejercicios espirituales. Nunca he hecho unos ejercicios con más pena ni tentación, pero quizás de ninguno he sacado más y mayores gracias, como lo conocí el día que canté la primera misa, que fue el 21 de junio, día de San Luis Gonzaga, Patrón de la Congregación, así como la ordenación fue el día de San Antonio, día de mi santo Patrón” (Aut. 102)
“Canté la primera Misa en mi patria con gran satisfacción de mis parientes y de toda la población; y, como en todas las vacaciones y ferias estudiaba la Teología moral, sabía como el Catecismo el autor de moral; así es que el día de Santiago fui examinado y me dieron licencias de predicar y confesar. El día 2 de agosto, día de la Porciúncula, fue el día que empecé a confesar, y estuve confesando seis horas seguidas, desde las cinco a las once de la mañana. El primer sermón que hice fue en el mes de septiembre del mismo año en la fiesta principal de mi patria, en que hice el panegírico del santo Patrón – día 13 San Esteban – de la Población, y el día siguiente otro sermón de los difuntos de la población, con admiración de todos mis compatricios” (Aut. 103)
“Fijo en la parroquia de Santa María de Sallent, además del estudio de todos los días, me ocupaba en las cosas del ministerio. Con el cura repartíamos el trabajo de la predicación, alternando los dos en todos los domingos de Adviento, Cuaresma, Corpus y demás fiestas principales en que predicábamos desde el púlpito en la Misa mayor cantada, los demás días de fiesta era por la tarde después de haber enseñado el Catecismo.
A los dos años de teniente cura quiso el Superior (el Sr. Obispo) que fuese Cura ecónomo, por haberse retirado el que antes había por causas políticas, y quedé solo en el ministerio” (Aut. 106)
“El plan de vida que seguía era el siguiente. Todos los años hacía los santos ejercicios espirituales por diez días, cuya práctica he seguido siempre desde que empecé en el Seminario. Cada ocho días me reconciliaba. Ayunaba los viernes y sábados, y tres días a la semana tomaba disciplinas, esto es, el lunes, miércoles y viernes, y otros tres días, que eran el martes, el jueves y el sábado, me ponía el cilicio” (107)
Todos los días antes de salir del aposento tenía la oración mental, solo, porque me levantaba muy de mañana, y por la noche la tenía con mi hermana María, que en el día es terciaria, y el criado, que era un hombre anciano, que éramos las tres únicas personas que había en el curato. Además de la oración mental, que teníamos los tres, rezábamos también el Rosario. (Aut.108)
“Predicaba todos los domingos y fiestas, como tiene dispuesto el Sagrado Concilio de Trento, con la sola diferencia de que en los domingos de Adviento, Cuaresma y fiestas principales predicaba en la Misa, y en los demás domingos lo hacía por la tarde, después de la enseñanza del Catecismo, que hacía en todos los domingos del año sin dejar uno.
Además de la enseñanza en la Iglesia del Catecismo, lo hacía también todos los días de la Cuaresma de las dos a las tres de la tarde para las niñas en la iglesia, y para los niños, de las siete a las ocho de la noche en la casa rectoral” (Aut. 109)
“Todos los días celebraba la Misa muy temprano, y luego me ponía en el confesionario y no me levantaba mientras había gente.
Todos los días por la tarde daba una vuelta por las calles principales de la población, y singularmente por las calles en que había enfermos, a los que siempre visitaba cada día, desde el Viático hasta que morían, o se ponían sanos” (Aut. 110)
Recordando estos tiempos… Claret escribía: “Me agradan mucho las cosas espirituales, sobre todo visitar a los enfermos, oír confesiones y exhortar al pueblo, tanto que en estos ejercicios soy infatigable, como por mí mismo lo he experimentado en estos cuatro últimos años” (Doc. Aut. VI)
“Nunca entraba de visita en ninguna casa particular, ni de mis parientes, que tenía muchos en la población; a todos amaba y servía igualmente, tanto si eran pobres como ricos, tanto parientes como extraños, tanto si eran del país como forasteros, que por razón de la guerra había muchos. De día, de noche, en invierno y verano, siempre estaba pronto para servirles. Salía con mucha frecuencia a las muchas casas que hay de campo. Yo trabajaba cuanto podía, y la gente correspondía, se aprovechaba y me amaba muchísimo. Siempre me dio pruebas de amor, pero singularmente cuando traté de ausentarme para irme a las misiones extranjeras, como en efecto me fui a Roma para ingresar en la Congregación de Propaganda Fide” (Aut. 111)
El secreto que Antonio Claret tenía para ganarse los corazones de todos se lo descubre en este aviso a un párroco: “Tendrás particular cuidado, en todo cuando digas y hagas, de mirar por el bien de tus feligreses, manifestándoles el deseo que tienes de su bien espiritual y temporal y cuánto sientes sus trabajos, mientras procuras su socorro. Así los ganarás, de tal suerte que te mirarán como su estimado padre y vigilante pastor; y serás tan dueño de su corazón, que les merecerás toda su confianza. Muy al contrario te saldrá si te portas de otra manera; créeme, lo sé por experiencia” (Avisos a un sacerdote, 1846)
“!Y vos, Dios mío, cuán bueno habéis sido para mí y cuán suavemente me habéis llevado por los caminos que me teníais trazados! Como el curato no era el término de mi destino, sentía un deseo grande de dejarlo e irme a las misiones para salvar almas, aunque para esto tuviese que pasar mil trabajos, aunque para ello tuviese que sufrir la muerte” (Aut. 112)
AÑO 1854.
Escribe una carta al P. Provincial de Capuchinos de Navarra (España) proponiendo la fundación de un noviciado misionero en Cuba.