TRAS LAS HUELLAS DE CLARET EN CUBA
Día 15 de marzo
AÑO 1853
Ya en Mayarí inicia la primera Visita Pastoral y la Santa Misión, siguiendo el modo habitual de realizar ambas cosas.
AÑO 1856
Gran recibimiento y vuelta al trabajo
EL REDACTOR. CUBA 15 DE MARZO DE 1856. (…)
Ya dijimos que nuestro amadísimo Pastor, el Excmo. e Illmo. Sr. Arzobispo Dr. D. Antonio María Claret y Ciará llegó a las ocho de la noche del [jueves día] 13. Se dirigió a la capilla del Colegio de S. Basilio el Magno acompañado de muchos Sres. del M. V. C. E. y de una gran parte del clero, que supo su anticipada llegada, de muchas personas respetables del vecindario y de un gentío crecidísimo. Allí rezó las preces de costumbre, dio la bendición episcopal al concurso y se dirigió a su palacio por los claustros del Seminario, seguido de la inmensa concurrencia que hemos indicado. En el salón de su palacio se veían confundidas todas las clases del estado, desde el respetable magistrado hasta el humilde negro; pues todos se disputaban ver de cerca al Pastor respetado y amado entrañablemente; y él con su inseparable amabilidad, con su cortesía simpática, con su alegría genial, y que nunca le abandona, a todos hablaba, a todos contestaba, a todos satisfacía. No era una elevada autoridad la que allí se veía: era el padre amoroso que regresa al seno de su familia, después de haber corrido inminente peligro de perderle. Esa ansiedad cariñosa y al mismo tiempo respetuosa, era tan disculpable, y en nuestro concepto tan plausible, que no podía menos que ser grata al venerable Prelado.
¿Pero qué hizo éste al siguiente día? [el viernes día 14 de marzo] ¿Se entregó al descanso como hubiera hecho cualquiera otro hombre, después de una laboriosa jomada de cuarenta leguas en un estado aún delicado de salud por las terribles heridas que recibió? No: a las seis de la mañana estaba en el templo de Ntra. Sra. de los Dolores, donde dijo misa, dio la sagrada comunión al inmenso concurso, que por oleadas se renovaba allí, y después asistió a la gran fiesta que se celebró, con toda la suntuosidad que todos los años, de modo que permaneció en aquel templo hasta las doce del día; esto es, unas seis horas. – Así es que asistió al Te-deum, que anticipadamente estaba dispuesto para ese día en esa iglesia, por el restablecimiento de tan interesante salud. El pueblo que tantas preces hizo por ese santo objeto, cuando llegó aquí la noticia, también se une al clero cordialmente, para dar gracias a Dios por ese favor que nos ha hecho.
En el tránsito del Prelado por las calles y en el templo mismo era el objeto de las tiernas, simpáticas y respetuosas miradas y aun de las bendiciones y de los votos de todos. No había quien al ver la cicatriz de sus heridas, no se indignara de nuevo contra el malvado asesino, que tan ingrata como impía e inhumana mente osó cometer tan horrendo crimen en un hombre tan inofensivo, en un sacerdote tan de Jesucristo, en un Prelado tan eminentemente virtuoso, que vive haciendo el bien a todos y lo había hecho muy en particular en ese hombre… desgraciado, por no darle otro nombre que falte a la Caridad. El Excmo. Sr. Arzobispo no había tenido que hacer nada con él; no es ni aun de [aquellos a] los que él amonestaba en cumplimiento de su sagrado ministerio. Hallábase preso en Holguín cuando S.
E. I. llegó allí en su primera misión, y compadecido de él, influyó y logró que se le pusiera en libertad, de que tan infamemente ha abusado, correspondiendo a ese servicio con tan negra ingratitud. Pero al fin tenemos ya entre nosotros al Pastor amadísimo: el pueblo le sigue con entusiasmo y respeto por todas partes, y los que no le siguen materialmente, le siguen con la vista, con el alma, con los más sinceros votos. A ellos nos unimos con la sinceridad y fervor de los que como nosotros sabemos todo el fruto que brotará, y está ya brotando, el inmortal Pontificado del Excmo. e Illmo. Sr. Claret.
(El Redactor, Domingo 16 de Marzo de 1856, año 23, n. 632, p. 2, col. 2-3)