Retiro de Cuaresma para la PJ de Santiago de Cuba
Me han pedido que les predique un retiro de Cuaresma y “¡en mi vida he hecho eso!”, pero bueno, lo intentaré, ustedes pongan de su parte para que puedan interpretar lo que Dios les quiera comunicar. No tengo más para darles que mi propia vida, mi testimonio, porque creo que en cada vida Dios se manifiesta, y si logramos visualizar esa manifestación y transmitirla, pues estaremos transmitiéndolo a Él. Poner de tu parte significa buscar un tiempo para dedicárselo solamente a Dios y a este retiro. Si te interpela alguna idea que leas, si te hace pensar y te invita a la reflexión, pues quédate en ella el tiempo que sea necesario. Detente a meditar cuando quieras. Esto no es un examen ni una tarea de la escuela. Aquí lo importante no es terminar el documento y ya está, sino, que te ayude a rezar y a reflexionar.
¿Quieres que Dios te hable, te ilumine y te muestre el camino? Pues dedícale tiempo. Una buena idea sería media hora por día, puede ser en las noches antes de dormir hasta que termines el retiro…bueno, y después de terminado también puedes seguir, lo que con las lecturas del día siguiente. Por ese tiempo deja a un lado las series, las novelas y hasta los estudios. Que solo sean tú, Dios y el documento. Si para hacerlo tienes que irte de tu casa para un lugar solitario (pero seguro y con nasobuco) hazlo, o si tienes que trancarte en tu cuarto, hazlo. Escoge el momento que consideres que tu familia no necesitará de ti. No te vas a arrepentir.
La intención de este retiro es que descubras el amor tan grande que Dios te tiene, a ti, en tu vida particular, que te des cuenta por ti mismo, mirando tu vida. Que descubras que no tienes que romperte la vida buscando felicidad cuando a tu lado siempre ha estado la FELICIDAD más grande, y te está invitando hoy gratuitamente a formar parte de ella. Que descubras la verdad, y que esa verdad te libere de tanta angustia por perseguir mentiras que el mundo te propone como ideales.
La Cuaresma es un camino de liberación en busca de la “tierra prometida”. Pero para eso es necesario pasar por el desierto de tu vida… y eso, no es fácil, a veces te dan ganas de abandonar. El pueblo de Israel peregrinó 40 años por el desierto en busca de la tierra prometida guiados por Dios a través de Moisés. En ocasiones reclamaban a Dios extrañando las ollas de carne que tenían en Egipto en la esclavitud. Nosotros también podemos extrañar las “ollas de carne”, pero ojalá que nunca seamos de los que prefieren la esclavitud a tener que pasar por el desierto.
En Egipto, Dios, a través de Moisés, le mostró a su pueblo de alguna manera, con las palabras y obras de su mensajero, que no estaban solos, que su Señor estaba con ellos.
Quería liberarlos del yugo egipcio y llevarlos a una tierra que “manaba leche y miel”. De alguna forma les mostró, que el lugar de su promesa, era lo que sus corazones anhelaban y lo que tanto necesitaban. Pero también influyó mucho que ellos creyeron en esa promesa, por tanto, emprendieron un camino guiados por Él, quien les hablaba y los guiaba a través de Moisés. Hoy la Iglesia constituye esa familia que Dios nos regala para que caminemos guiados por Jesús, el nuevo Moisés.
Puede que alguno le pase por la mente que liberarse de la esclavitud e ir a la tierra prometida es irse de Cuba para los EE.UU. Jesús vino a clarificar más las cosas para los que a veces nos confundimos y nos dejamos engañar. En el evangelio del II Domingo de Cuaresma se relata el pasaje de la transfiguración de Jesús donde aparecen Elías y Moisés. Moisés es prefiguración de Jesús, el liberador por excelencia, que viene a liberar a los que lo conocen y quieren ser liberados. Por eso, en ese monte, mostró toda su Gloria, se transfiguró y se oyó la voz del Padre diciendo: —“este es mi Hijo amado, el predilecto, escúchenlo”—, para que sus discípulos y nosotros sepamos que los que lo siguen se dirigen a la gloria. ¡Él viene a liberarnos de la esclavitud DEL PECADO! y a conducirnos a la vida nueva, a la vida con sentido, a la vida eterna que empieza ya en esta vida, a su Reino que se vive ya aquí, a la Resurrección.
Claro que no hay resurrección sin pasión, no hay tierra prometida sin desierto. El pueblo de Israel eres tú, soy yo, somos nosotros los cristianos; y la tierra prometida es la vida prometida, eso que tanto buscas sin saber qué es, la vida que tanto anhela tu corazón y no encuentras en ningún lado, sin embargo está tan cerca. Tenemos una Familia que nos acompaña en ese peregrinar: la Iglesia. Y un Dios que nos guía a través de su Hijo Jesús. La propuesta del retiro se puede comparar con una “peregrinación al interior, una peregrinación por tu vida”, en la que tú, creyendo en la promesa de un Dios que se entrega muere por ti, buscas la tierra que Él te promete, buscas la vida verdadera develando mentiras que te esclavizan y visualizando verdades que te dan vida. Dependerá en gran parte de ti. Pero te adelanto camino: Jesús es la Verdad que tanto buscas, Jesús es la Vida que tanto anhelas.
La Cuaresma es un tiempo de recogimiento, no de… “me recojo y miento”, sino de mirarse a uno mismo con sinceridad, situarse delante de Dios y de uno mismo, sin máscaras. En definitiva, Él no está ahí para sacarte en cara tus defectos y meteduras de pata, sino para ayudarte a descubrir la verdadera felicidad. Él lo que quiere es liberarte de tantas cosas que no te permiten vivir de verdad y que a veces ni te enteras, o que, enterándote, te empecinas en seguir viviendo.
Quizás sea una oportunidad para descansar de tanta fatiga en busca de felicidad vista como bienestar, placer, aceptación, prestigio, popularidad, cariño, amistad, amor. Búsqueda que hace que a veces nos convirtamos en algo que no somos por tal de obtener la supuesta “felicidad”. Búsqueda que a veces nos convierte en mendigos de amor cuando en Jesús y en su Iglesia podemos tener todo el amor que necesitamos. O quizás también sea una oportunidad para descansar de tanto agobio que la vida nos impone a veces de gratis. Quizás sea una oportunidad para reposar tu vida en la presencia del Señor y descubrir que no necesitas volverte loco buscando “sabe Dios qué”, cuando en Él y en su Iglesia puedes tener todo lo que verdaderamente necesitas. No hablemos más y pongamos manos a la obra.
La Palabra de Dios es viva y eficaz, viva porque, como su nombre lo dice, es lo que Dios quiere decirte, no son letras muertas o estáticas, sino las palabras de Alguien que te conoce mejor que tú mismo y te habla al corazón, le habla a tu vida en particular en el momento presente que estás viviendo. Es por mandato del mismo Jesús que la Iglesia tiene la tarea de anunciarla y, por tanto, de interpretarla. Así que, si quieres interpretar adecuadamente las Escrituras, debes atender lo que dice la Iglesia. La Palabra de Dios es algo sagrado. Lo que llevas en tu celular, lo que tienes en tu cuarto, es algo sagrado. Cuando la leas, recuerda eso, y hazlo buscando lo que Dios le quiere decir a tu vida.
Un texto clásico de la Cuaresma es el de Jesús y las tentaciones en el desierto (Mateo 4, 1- 11). Quizás algunos ya lo han escuchado varias veces, pero verán cómo la Palabra te dice algo nuevo siempre (lo que les hace falta) si la meditan con sinceridad.
(Mateo 4, 1) “Entonces Jesús, movido por el Espíritu, se retiró al desierto para ser tentado por el Diablo.”
Como quien va al matadero… ¿Quién hace eso?… ¿Quién va voluntariamente a un desierto para que lo tienten?… El que lo mueve el Espíritu, el que lo mueve el Amor. El mismo que va a una cruz para que lo crucifiquen. No por masoquismo, no para hacerse el más valiente, sino por amor a los demás, por amor al Padre, por amor a ti, por amor a mí, por amor a los tuyos, ese es Jesús.
En el pueblo de Israel, al cual Jesús pertenecía, el desierto no era solo un lugar de purificación del alma, sino que le recordaba aquellos 40 años en que caminó en busca de la tierra prometida. El desierto tiene ese significado de ir hacia una Promesa, hacia algo grande. En el desierto Dios alimentó a su pueblo con el maná, le dio a beber agua de la roca, lo acompañó, le reveló las tablas de la ley. Por eso en este lugar es donde podía encontrarse con Dios y consigo mismo y mirar su vida detalladamente. Ver qué estaba haciendo mal y qué estaba haciendo bien. Qué actitudes suyas les estaban haciendo daño a los demás o a sí mismo. Qué le estaba quitando la libertad y la vida. Jesús no tenía necesidad de purificación ninguna, era el Hijo de Dios, sin mancha ni pecado. Sin embargo, es empujado por el Espíritu al desierto, el Espíritu que lo hace compadecerse por amor de nosotros, del hombre. Va al desierto quizás para decirnos: — ¡despierta!, no vivas sin ni siquiera preguntarte si está bien o está mal lo que haces. El mal existe. Ahora mismo puedes estar viviendo situaciones de mal y el mal mata. El mal hace daño, no solo a los demás, sino a ti. A veces, sin darte cuenta, te va comiendo por dentro—
¿Jesús hace eso para que nos angustiemos por el mal que hacemos? No ¿Lo hace para ponernos el dedo en la llaga? No. Lo hace para que nos demos cuenta dónde está la vida verdadera, la vida plena de verdad. Y por eso no huye del sacrificio, no huye del desierto, primero por obediencia al Padre, segundo para darnos ejemplo de cómo afrontar el mal, para decirnos de alguna manera que no es imposible, que no tengamos miedo, que Él va estar con nosotros, que sí se puede, con Él sí se puede… Por eso tampoco huye de la cruz y se deja crucificar… Ese es Jesús. ¡Cuánto nos ama! ¡Cuánto tenemos que agradecerle!
Actividad # 1: En una conversación de amistad con el Señor, darle gracias por todas las cosas buenas que ha hecho en tu vida particular. Mientras le vayas agradeciendo, copia en una libreta tu conversación con Él, tu oración.
Mateo 4, 2-4. Hizo un ayuno de cuarenta días con sus noches y al final sintió hambre. Se le acercó el tentador y le dijo: —Si eres el hijo de Dios, di que estas piedras se conviertan en pan— Él contestó: —“No solo de pan vive el hombre sino de toda palabra que sale de la boca de Dios”—.
.. “Y al final sintió hambre. Se le acercó el tentador…” El Demonio ataca en nuestras necesidades, como diríamos nosotros: “es una mente”. Todos tenemos necesidades, primarias y secundarias: necesidad de ser queridos, aceptados, preferidos, respetados, y otras necesidades. Y a veces el Diablo se aprovecha de eso para “engatusarnos”. Por eso siempre hay que estar a la viva, buscando la verdad de las cosas; y en la Iglesia es donde la podemos encontrar.
Diablo quiere decir “el que divide el mentiroso”. A veces el mundo nos engaña con mentiras que nos carcomen la vida como el comején a la madera. Fijémonos en la sutileza del Diablo para engañar: “si eres el Hijo de Dios…”. En ocasiones el mundo nos conduce por caminos construidos de mentiras, pero unas mentiras tan bien elaboradas, que ni siquiera las cuestionamos. En esas mentiras pueden participar gente cercana, familia, amigos, que muchas veces no lo hacen con mala intención, sino porque ellos también están engañados. Por eso es bueno que cada cual se pregunte: ¿Para qué estoy hecho? ¿Para qué Dios me creó? ¿En realidad tengo que hacer esto o aquello que el mundo me dice que debo hacer?
A veces el ambiente en el que nos movemos, quizás no directamente, sino con sutileza, nos pide que hagamos cosas para las cuales no fuimos creados. La influencia y la presión del mundo recaen sobre nosotros y terminamos por ser engañados. A veces, por no poder cumplir con los requisitos que nos exige el mundo, aflora un nuestro interior una gran angustia, aunque vayamos por ahí intentando disimular nuestra tristeza y nuestro agobio. El fin del mal es ese, la angustia, el sin sentido, el vacío; él quiere tenernos así, aunque en un principio nos vaya seduciendo con bienes efímeros y aparentes para engañarnos y conducirnos hasta donde él quiere. Nosotros tenemos el poder de frenar eso, pero será imposible si no contamos con Dios y su Iglesia.
A veces nuestro pensamiento es este: — ¿Qué tiene de malo? ¿Qué tiene de malo convertir una piedra en pan, qué tiene de malo comerse una manzana? Si no le estoy haciendo daño a nadie—. No podemos vivir como si las tentaciones no existieran. Contra el mal se lucha todos los días. Cuando venzas al mal en tu día, alégrate, porque has ganado una batalla. Cuando te aguantes para no hacer algo que sabes está mal pero sientes la tentación de hacerlo, ¡alégrate, has ganado una batalla! Para ganar esas batallas, la principal arma es la oración. Otras armas son: salirte de las situaciones tentativas; cambiar de actividad, no ponerte a conversar con el Demonio porque te puede convencer, él te conoce y es astuto. Al diablo y a las tentaciones se les corta tajantemente. Aunque uses estos otros mecanismos no te puede faltar la oración en forma de súplica, esa es el arma insustituible.
Actividad #2 ¿Qué cosas hoy te producen angustia porque el mundo te lo exige y no lo has podido ser o hacer? Recuerda que no estás solo, que hay gente buena a través de las cuales Dios quiere ayudarte, déjate ayudar.
¿Has hablado de estos temas con algún miembro de la Iglesia confiable que sea ejemplo de Jesús para ti? Puede ser un sacerdote, religioso o religiosa, o algún laico comprometido. Si no lo has hecho, no tengas pena, cuando se te presente la oportunidad háblalo, sobre todo si es con un sacerdote, verás cómo te entiende y te ayuda, él puede ser un mensajero de Dios para ti.
Actividad #3 En la frase: “No solo de pan vive el hombre sino de toda palabra que sale de la boca del Señor”, sustituye la palabra “pan” por las cosas que no te dejan vivir, por las cosas que hoy te alejan de Dios, por las cosas que te impiden vivir las enseñanzas de Jesús y de su Iglesia y, por tanto, están por encima de ellos en tu vida.
Nota aclaratoria: Puede que la frase: “no solo de pan vive el hombre…” la interpretemos a nuestra conveniencia diciendo: —puedo seguir haciendo cosas que para mí no están del todo mal porque de lo que se trata es de no vivir de eso, sino de disfrutarlo pero con equilibrio sin que sea lo principal en mi vida; la cuestión es tenerlo todo—. Pues es una reflexión muy inteligente, pero hay cosas que, aunque no son malas en sí, el momento en que las haces, el motivo por el cual las haces, o el fin que persigues, las pueden convertir en malas e incompatibles con Dios. No se trata de engañarnos a nosotros mismos diciendo que el Señor está en primer lugar cuando busco cosas que no concuerdan con Él y con las enseñanzas que Él a través de su Iglesia nos trasmite.
Mateo 4, 5-7. Luego el Diablo se lo llevó a la Ciudad Santa, lo colocó en la parte más alta del templo y le dijo: —Si eres Hijo de Dios, tírate abajo, pues está escrito: “Ha dado órdenes a sus ángeles para que tu pie no tropiece en la piedra”—. Jesús respondió: —También está escrito: “No pondrás a prueba al Señor tu Dios”—.
Fíjense en la astucia del Diablo para engañar. Se podría decir paradójicamente que nos engaña con verdades. En la primera tentación Jesús le responde con las Sagradas Escrituras, en la segunda tentación el Diablo lo tienta con las Escrituras. “Es un pillo el niño”. Pero te darás cuenta que es una tentación porque, aunque te seduzca, huele mal, aunque te atraiga, si lo analizas con la mente fría y tranquila, no tiene sentido, es irracional. A veces es otra persona la que te ilumina, por eso la importancia de buscar ayuda o dejarse ayudar, de escuchar o de estar abierto a aprender.
En ocasiones, esas mismas influencias del mundo de las que hablábamos anteriormente, nos piden que hagamos cosas que no tienen sentido, cosas irracionales. Solo las hacemos porque la mayoría lo hacen, porque está de moda, porque los más populares lo hacen, porque hacerlo nos dará cierto estatus entre los demás, cierta normalidad o popularidad. Porque creemos que nos proporcionará aprobación, quizás un cariño, que al final es más superficial que otra cosa, puesto que el cariño no es por lo que eres en realidad sino por las tonterías que haces y tu comportamiento a la moda. Lo dejas de hacer y enseguida se acaba el cariño. Si analizamos esas cosas que nos pide el mundo fuera de su contexto social, lo más probable es que nos demos cuenta que efectivamente son irracionales, no concuerdan con la verdad sobre el bien que somos capaces de visualizar con lo aprendido, ni con la vida que en el fondo quisiéramos vivir.
Ir caminando abierto a encontrar la verdad de cómo actuar, sin importar lo que piensen de nosotros, lejos de aislarnos, hará que participemos de la vida común con más alegría interior, con más paz y serenidad proveniente de Dios. Sí, no tendrás tantos amigos quizás como antes, pero los que tengas serán verdaderos con los que podrás compartir sin máscaras y tu vida será más feliz.
Si nos damos cuenta, en estas dos tentaciones el Diablo comienza igual: “Si eres Hijo de Dios…”. Quiere poner en duda a Jesús en su condición de Hijo. Es ese el fin del Demonio, que nos alejemos de Dios. Que no podamos disfrutar de su amor. Que no nos sintamos sus hijos. Que seamos indiferentes a Él. Que no nos interese lo que enseña la Iglesia. Que no la necesitemos, porque, “tenemos tantas cosas que hacer más importantes”. Que no descubramos que nuestra felicidad tiene un rostro: Jesús De Nazaret. Eso es lo que quiere el Diablo. Pero eso no pasa de un día para el otro, “él te va trabajando el paño”, te va endulzando sin que ni siquiera te des cuenta y te va atrayendo poquito a poquito hacia donde quiere tenerte. Un sacerdote me dijo un día que la fe no muere de infarto, muere de a poco, sin que apenas lo notes. De ahí la importancia de cuidar y cultivar ese don tan preciado que Dios nos da: la fe.
Actividad#4. ¿Qué cosas estás haciendo hoy en tu vida que no tienen sentido? ¿Por qué las haces, qué te dan? ¿Vale la pena hacerlas? ¿Qué buscas en realidad?
¿Crees que esas cosas que haces te darán en verdad lo que buscas?
Mateo 4, 8-11. De nuevo se lo llevó el Diablo a una montaña altísima y le mostró todos los reinos del mundo en su esplendor, y le dijo: —Todo esto te lo daré si te postras para adorarme—. Entonces Jesús le replicó: — ¡Aléjate, Satanás! Que está escrito: “Al Señor tu Dios adorarás, a él solo darás culto—“. De inmediato lo dejó el Diablo y unos ángeles vinieron a servirle.
Se lo llevó a una montaña altísima y le mostró todos los reinos en su esplendor. Nos llena los ojos: —Esto es lo que necesitas, esto es lo que te falta para ser feliz—. Y para lograrlo, tienes que hacer esto y aquello. No te propone cosas evidentemente malas. Como dije: te va “trabajando el paño”, hasta que te hace creer que en realidad es lo que necesitas y que tienes que alcanzarlo sea como sea. Entonces empieza la lucha por alcanzar eso que creo necesitar. Soy capaz de olvidarme de los demás, de Dios, de mis principios y valores, por tal de alcanzarlo. Sufro, me embarro de otros males, me meto en un mundo en el que no puedo ser yo mismo, me convierto en un cumplidor de expectativas, hago cosas que no quisiera hacer, o que después de hechas digo: — ¿para qué las hice?—. Todo por lograr lo que supuestamente me dará mejor vida. Luego cuando lo obtengo, veo que sigo teniendo los mismos problemas o peores. Que no me dio la felicidad que esperaba. Y vuelve el Diablo con el engaño: —no, pero lo que necesitas ahora es esto—. Se puede repetir el ciclo un sinfín de veces y nunca encontrar el verdadero sentido de la vida.
Todo esto te lo daré si te postras para adorarme. Serás popular. Tendrás muchos socios o amigas. Tendrás la pareja que deseas, o las parejas. Tendrás la buena vida que te muestro a través de algunos medios de comunicación, o al menos, algo semejante según tus posibilidades. Lo tendrás si no le haces caso a eso que enseña la Iglesia y ya está fuera de moda, si no pierdes el tiempo con eso; si te olvidas de los principios y valores que has aprendido y los cambias por los que el mundo te inyecta, si te olvidas de Dios y le haces caso ciegamente a lo que el mundo te dicta sin ni siquiera reflexionar. Todo lo anterior sería más o menos una traducción sin engaño de la frase del Diablo a Jesús llevada a la actualidad joven.
Actividad # 5. Tú podrías hacer tu propia traducción de esta tentación del Diablo mirando tu vida con sinceridad y reflexionando en oración ¿Con qué cosas el Diablo te está llenando los ojos para que lo adores a través de esas mismas cosas olvidándote del Bien verdadero?
Socio o socia, ¡hay muchas cosas buenas que hacer, el Señor te está llamando! La Iglesia te necesita, tú puedes aportar mucho. No te dejes engañar. No te dejes hipnotizar por una pantalla el día entero que te roba la vida. Tú puedes ayudar a mucha gente. Empieza por los conocidos.
Si de todas formas la pantalla es necesaria, el internet es necesario, que tu tiempo en las redes sea saludable, sea en dosis adecuada, que no te haga descuidar la atención de los que tienes a tu lado, son los que Dios ha puesto ahí y por algo será. Que la mayoría de tus minutos en internet sean productivos, no estériles, muertos. ¿Cuándo son estériles? Cuando gastas tu tiempo viendo imágenes por simple gusto, por simple placer, por simple entretenimiento. Una cosa te lleva a la otra y te vas metiendo cada vez más en la pantalla y en tu egoísmo. A veces, solo al final de la conexión, te das cuenta lo aturdido que estás de tanta información estéril y, al concluir, no hiciste ningún bien a nadie. ¿Cuándo el tiempo en internet es productivo? Cuando piensas en los demás y saludas al amigo que hace tiempo no sabes nada de él. Cuando participas de grupos que buscan y promueven el bien haciéndote reflexionar. Cuando felicitas por su cumpleaños a algún conocido. Cuando conversas con un sacerdote amigo sobre temas espirituales y vivenciales. Y cuando haces otras muchas cosas por el bien de los demás y por el tuyo.
Un buen propósito para esta Cuaresma es tratar de que la mayoría de tu tiempo en internet sea productivo en busca de bienes para los demás y no estéril. Otro es no pensar tanto en ti. Programar tu mente para que a cada rato te salga una notificación que te recuerde estar atento a los demás en función de ver cómo le puedo ayudar, sin importar quién sea. Todo eso sin descuidar tus responsabilidades que en definitiva también son por el bien de los demás o el tuyo.
Recuerda siempre esto: “tú felicidad tiene un rostro: Jesús de Nazaret”