Tu brazo me sostiene: Veinticinco años como pastor de este pueblo
Por: Mercedes Ferrera Angelo
La Iglesia cubana y particularmente la que peregrina en esta porción oriental de la isla, se alegra junto a Mons. Dionisio García Ibáñez, Arzobispo de Santiago de Cuba, en la celebración de los veinticinco años de su ordenación episcopal.
Lejano pudiera parecer aquella mañana del sábado 27 de enero de 1996, en la que recibió la ordenación episcopal, en la Basílica Santuario de Nuestra Señora de la Caridad del Cobre; pero el tiempo y el recuerdo juntos, de la mano, pueden ayudarnos muy bien a recorrer, agradecidos, ese camino.
En las actuales circunstancias sanitarias, la misa para celebrar el acontecimiento, presidida por el prelado, contó solo con la presencia del clero de la arquidiócesis de Santiago de Cuba y los seminaristas. La capilla del Seminario fue el lugar que acogió la celebración.
Durante la homilía, y luego de una reflexión sobre la Palabra proclamada, el P. Jorge Catasús, párroco de la santiaguera iglesia Santa Lucía, quien entró al Seminario junto a Mons. Dionisio y compartió junto a él todo ese camino hasta la ordenación sacerdotal, expresó que estábamos allí, para celebrar “los últimos veinticinco años de la vida de Mons. Dionisio”.
Al final de la misa, al dirigirse a los presentes, el Arzobispo hizo un recorrido rápido por su vida, presentando su testimonio de modo particular y cercano a los seminaristas. Habló sobre el descubrimiento de la vocación, la respuesta a la llamada y el cómo Dios le hablaba a través de los acontecimientos que iban sucediendo en el país. Y también sobre la Iglesia, que vivía una etapa muy difícil y que según sus palabras fue “…una iglesia que tuvo que repensarse, una Iglesia que se supo re-crear, para hacer posible que nosotros estuviéramos aquí hoy”.
Así recordó personas y hechos, familiares, Mons. Pedro Meurice, Mons. Pérez Serantes y el P. Pastor González, entre otros, y de cómo en todos estos años se ha sentido en verdad sostenido por el Señor, con la convicción de que su misión como sacerdote, como pastor, era predicar a Jesucristo.
Fue una mañana alegre, aun en medio de lo que se vive. Tiempo de acción gracias a Dios junto a nuestro pastor; tiempo de alabanza y de petición por una Iglesia que sigue repensándose y descubriendo caminos para continuar llevando a Jesucristo a todo el pueblo cubano.