Transcripción homilía de Mons. Dionisio G. García Ibáñez  Arzobispo de Santiago de Cuba

Transcripción homilía de Mons. Dionisio G. García Ibáñez Arzobispo de Santiago de Cuba

Eucaristía I Domingo de Navidad

Fiesta de la Sagrada Familia

Basílica Santuario de Nuestra Señora de la Caridad del Cobre

27 de diciembre de 2020

“El Niño crecía y se fortalecía, llenándose de sabiduría; y la gracia de Dios estaba sobre él” Lucas 2, 40

Hermanos,

Hoy es un día hermoso dentro de tiempo de Navidad. Hace unos días con alegría esperamos el nacimiento del Señor, y como todos los cubanos, los latinoamericanos, los católicos, los cristianos, ese día es un día muy señalado. Un día en que nos disponemos a recibir a Cristo nuestro Salvador.

Hay momentos más difíciles, hay momentos más fáciles, vamos a llamarles así, fáciles, en los cuales podemos hacer muchos preparativos, para celebrar este día; y otros momentos en que no podemos hacerlo, como por ejemplo este tiempo, en el que, para nosotros, para nuestro pueblo, es un momento difícil por las situaciones en las cuales estamos nosotros metidos. Situaciones sociales, económicas, políticas, en las que la vida se nos hace difícil, y por tanto la preparación para la Navidad ha sido una preparación sin mucho oropel, a lo mejor sin muchas luces. Sin embargo, el cristiano tiene que poner esas dificultades a un lado, y en el corazón que en definitiva es lo fundamental, lo que debe primar es la alegría y la esperanza, porque lo único que nos puede dar alegría y esperanza es saber que Dios no nos abandona. Al saber que Dios no nos abandona, eso nos motiva a todos nosotros a esforzarnos, a hacer lo posible para que el exterior, lo externo, los problemas exteriores, que nos tocan tan de cerca y tan profundamente no nos aplasten.

Cristo es nuestro Salvador, Cristo nació en Belén en medio de muchas dificultades, en medio de muchas escaseces, pero ahí estaba Cristo salvando a los hombres.

En esta celebración también está esta epidemia, que hace que las familias no puedan encontrarse, viajar a diferentes lugares, y eso hace que vivamos este tiempo tal vez en familia. Al acudir al templo en muchos lugares también está limitado el número de personas. Pero fíjense bien hermanos que son obstáculos, la vida tiene muchos obstáculos, pero si nosotros no sabemos superar esos obstáculos difícilmente vamos a poder vivir a plenitud y encontrar sentido en la vida; y si nos dejamos abatir, tampoco vamos a encontrar respuestas y soluciones a las dificultades.

Por lo tanto, hemos vivido estos días con estas situaciones, pero también celebrar la Navidad nos da esperanza, nos da esperanza para nosotros levantarnos como María, como José, como el Niño, que a pesar de las dificultades ellos quisieron hacer la voluntad de Dios y ofrecieron al niño Jesús a aquellos pastores que estaban en el campo, a aquellos reyes que buscaban y así se hizo posible que Cristo nos salvara en la cruz, que Cristo ofreciera toda su vida para salvarnos. Fíjense bien hermanos que es un día grande, que es un tiempo grande.

La iglesia valora todas las realidades humanas, valora de manera fundamental a la familia. ¿Por qué? Porque la familia no ha sido un capricho de la sociedad, de que un grupo de personas, de científicos, de políticos, de lo que sea, se reunieron y dijeron vamos a definir a la familia así. No. La naturaleza de la familia está inscrita en la misma creación, y como nosotros somos creaturas de Dios, está inscrita en nuestra propia naturaleza.

Por eso las lecturas de hoy que recoge el libro de la Sabiduría todo ese acervo cultural que la humanidad fue aprendiendo durante el tiempo, que se fue acumulando y que se fue transmitiendo de generación en generación; por eso el texto que hemos escuchado trata de cómo debe ser una familia, da consejos de cómo debe ser una familia. ¿Por qué? porque Dios lo ha querido así, nacemos en el seno de una familia. Lo natural es nacer en el seno de una familia. Lo que nos caracteriza y lo que nos diferencia de las otras especies es que, Dios ha querido que nazcamos en el seno de una familia, y la familia humana se diferencia en todo al resto de las familias de las otras criaturas que Dios ha puesto en la tierra, que la evolución ha ido haciendo posible a través del tiempo porque así Dios lo ha querido. Dios quiso que su Hijo naciera en el seno de una familia, precisamente para darle valor y sentido, y para decirnos ese es el ambiente, ese es el caldo de cultivo en que una persona puede crecer a plenitud.

En el seno de la familia nosotros aprendemos a saber que tenemos a alguien que vela por nosotros y nos protege. Estoy hablando de la familia como debe ser, ustedes saben que el pecado del hombre hace que las cosas más naturales se distorsionen, es lo que se llama una perversión, y es cuando algo que es natural y es bueno uno lo convierte en lo contrario. En el seno de la familia, es cuando no se lleva la familia como se debe llevar y se aprovecha de ella, que la maltrata, es que la está pervirtiendo, que la está cambiando; sino educa a los hijos bien está haciendo lo contrario de lo que debería hacer, si en vez de educar a los hijos como buenas personas les enseña malas costumbre está pervirtiendo el papel de la familia.

Y a eso hay que darle ese nombre. Los padres tienen que saber que su misión es esa, no porque tengan libertad yo soy libre y puedo hacer lo que quiero. No, la libertad es hacer el bien, nadie, nadie tiene libertad de hacer el mal, nadie. Y en el seno de la familia debe ser así. ¿Qué aprendemos? aprendemos a saber que hay alguien que nos quiere y que nos cuida, aprendemos que procedemos de un amor, de alguien que nos ha llevado durante meses en su seno. Eso lo sabemos, lo aprendemos con el tiempo. Sentimos cercano el calor de la madre, la cercanía del padre, de las otras personas que nos rodean; cuando vamos creciendo, crecemos entre los hermanos, eso nos enseña a compartir, nos enseña que no somos únicos y que nos merecemos todo, sino que tenemos que compartir con los demás. Nos enseñan nuestras debilidades, no podemos hacer muchas cosas y alguien me ayuda, a la vez eso me ayuda también a saber que yo debo darme al otro, ofrecerme al otro, compartir con el otro; me enseña a crecer a insertarme en la vida, a tomar patrones de conducta, a cómo yo debo respetar al otro. Porque si yo quiero que en mi familia se me respete, así también yo tengo que aprender a respetar. Señores, eso lo recibimos en el seno de la familia.

La escuela enseña, la escuela debe educar, pero la familia es la que verdaderamente, y es su papel fundamental, la que educa. Precisamente se celebró la semana pasada el día del Educador, para significar que lo único que hace el educar es transmitir conocimientos, sino que su vida tiene que ser un evangelio vivo, porque lo que enseña, debe estar también plasmado en su vida.

Entonces, algo tan natural como la familia hay veces que no le damos importancia. Pero sabemos que, para cada uno de nosotros, la familia ha tenido un peso importante en nuestra vida. Hace unos años hicimos una encuesta entre los jóvenes y adultos que asistían a nuestros centros culturales, sobre cuál era la institución a la que más importancia le daban, y la inmensa mayoría dijo la familia; pero también hicimos otra pregunta cuál era la institución que más les preocupaba, y pusieron la familia. No hay contradicción, porque si lo que yo más quiero, me doy cuenta que tiene algo que falla, significa que eso es también lo que me tiene que preocupar más.

La iglesia pones eta fiesta para que valoremos a nuestra familia, como naturalmente es: un padre, una madre. Cuando nosotros pretendemos otro tipo de familia, nosotros estamos creando tal vez lazos de familiaridad y de amor, porque eso también forma parte de nuestra naturaleza. Pero una familia que eduque a un niño como naturalmente ha sido deseado por Dios, ha sido creado por Dios y así nos ha hecho, y así quiere que sea para que las cosas funcionen como tienen que funcionar; y valga esta expresión un poco pragmática, funcionar, pero es así. El niño necesita de un padre, la niña de una madre y de un padre, el niño necesita del ejemplo de una madre. Cuando nosotros los hombres queremos perturbar la naturaleza, y empezamos a inventar otras cosas, y encontramos justificación, algo funciona mal.

Lo triste es, que por un lado se dice que hay que conservar la naturaleza, que hay que luchar mucho por conservar la naturaleza porque el hombre está destruyendo a la naturaleza, que hay que respetarla; hay algún loco que dice que somos muchos los hombres que estamos en el mundo y que estamos destruyendo la naturaleza. Es verdad, porque cuando el hombre maltrata la naturaleza la destruye y eso es un pecado, pero entonces no le damos importancia cuando nosotros mismos estamos atacando a la misma naturaleza en lo más importante que tiene la creación, que es el hombre que está hecho a imagen y semejanza de Dios, el único ser que Dios ha creado con capacidad de amar, con capacidad de aspirar, con capacidad de pensarse a sí mismo, con capacidad de indagar, y preguntarse el sentido de las cosas, que como bien dice la lectura de la Palabra de Dios, esta es la tierra, crezcan, produzcan, desarróllenla, no la destruyan. No debemos destruir la naturaleza, entonces lo primero que tenemos que hacer es no destruir al hombre. Y no destruir al hombre significa, defender a la familia donde un hombre nace, de un padre y de una madre.

Hermanos, eso es lo importante. Qué lindo es cuando uno se entera, conoce una pareja que ha vivido cincuenta, sesenta años de casados. No todo el mundo tiene esa suerte, no todo el mundo la tiene tristemente, pero que alegría es ver eso. Qué alegría es ver una familia extendida, extensa, con los hijos, los nietos, que los padres puedan acariciar, morir entre sus hijos y sus nietos, porque de la misma manera que nacen en el seno de la familia, también al final que se despidan en el seno de la familia. Eso es lo natural, eso es lo que todo el mundo quiere, lo demás, hasta cierto punto, se convierte en algo artificial.

Vamos a pedirle a Dios que todos le demos gracias por aquellos lazos familiares que nos unen íntimamente al padre, a la madre, a aquellas personas que nos han querido, tal vez he tenido carencia de un padre y de una madre y otras personas me han dado ese calor y ese afecto, pero eso no significa que yo deba proponerle y hacer lo posible a las nuevas generaciones, que tengan la riqueza enorme de tener un padre y de tener una madre. Personas que nos va a querer las tendremos seguro, pero no privemos a nuestros niños de un padre y de una madre, de unos hermanos, de gente que los quiera, de los abuelos que están y nos enseñan el pasado, que nos dicen de donde venimos, que nos hablan de otras experiencias, para que nos ayuden a enfrentar la vida que viene.

Nosotros somos herederos de una cultura y una tradición y debemos continuarla. ¿Dónde se hace esto? en el seno de la familia. Lo demás podemos aprenderlo por libros, pero la vida diaria se aprende en el hogar.

Que Dios nos ayude a que cada uno de nosotros pueda crear su familia, vivir en su familia, que cada uno se sienta más unido íntimamente al otro, y démosles a los niños el derecho de tener un padre, y de tener una madre, porque eso es lo natural, eso es lo que Dios quiere, eso significa respetar la creación, respetar la naturaleza.

Que Dios nos ayude a todos a vivir así, y la Sagrada Familia sea el ejemplo para todas nuestras familias. 

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