Transcripción homilía del P. Rogelio Dean Puerta, Párroco del Cobre
Eucaristía Domingo III de Adviento
Basílica Santuario de Nuestra Señora de la Caridad del Cobre
13 de diciembre de 2020
“Yo bautizo con agua. En medio de ustedes hay uno al que no conocen, que viene detrás de mí, y al que no soy digno de desatar la correa de la sandalia” Juan 1, 26-27
Mis queridos hermanos,
Seguimos avanzando en este tiempo del Adviento, tiempo en el que las lecturas nos siguen preparando para la gran alegría de la Navidad. Hoy se nos presenta uno de los personajes bíblicos del Adviento, se nos presenta a Juan el Bautista, el Precursor. Hay algo que me llama mucho la atención en este pasaje del Evangelio. Los que van a ver a Juan para interesarse, para saber quién era él; Juan insiste no soy el Mesías, yo soy el que va abriendo el camino.
En ese momento los que van a interrogarle le preguntan: ¿qué dices tú de ti? Y ciertamente es una pregunta que nosotros deberíamos hacernos a nosotros mismos, sentir que es una pregunta que nos hace el Señor. ¿Qué puedo decir de mí mismo? De cara al Señor, de cara a la fe, de cara a la iglesia, de cara a las circunstancias en que se vive en el país, en el mundo. ¿Qué puedo decir de mí mismo? Es una pregunta que ciertamente necesita una respuesta de calidad, una respuesta que debe ser orada y meditada. ¡Qué bueno que nosotros nos identificáramos con Juan el Bautista! y pudiéramos decir como él, somos los que vamos abriendo el camino del Señor.
Ciertamente para ir abriendo el camino del Señor, sanar nuestro corazón, y ayudar a sanar el corazón de las personas que tenemos en nuestro entorno, hace falta una aptitud personal que también nos sugiere la lectura bíblica. En la carta del apóstol Pablo a los Tesalonicenses cuando dice: “hermanos estén siempre alegres” es curioso como inmediatamente de este llamado de la alegría dice “sean constantes en la oración”.
Hay muchas personas que en medio de las circunstancias que vivimos en nuestro país y a nivel internacional, nos preguntamos, bueno ¿y hay motivos para estar alegres? Ciertamente ¿podemos llamarnos a la alegría, podemos llamarnos a la esperanza, al regocijo? Confundimos esta alegría a la que se nos invita con las alegrías pasajeras. Hay una alegría que no pasa, y es la alegría que viene de un Dio que es amor, que es esperanza y que siempre quiere caminar con nosotros. Hay otras alegrías que son pasajeras. Cuando se nos dice sean constantes, en la oración, es porqué el apóstol identifica la alegría en Dios, de Dios como fruto de una intimidad con el Señor.
De los momentos de oración pueden brotar muchas razones para la esperanza. Es la oración, y ahora en este tiempo de Adviento de modo especial, la que nos lanza y nos relanza una y otra vez. Es la oración y la intimidad con el Señor la que puede lograr que levantemos la mirada, que podamos recordar en cada instante que somos hijos de Dios, que tenemos una dignidad, que tenemos un futuro en Dios que nos espera. Tenemos que recordar siempre que Dios es vida, y Jesús ha venido a traer vida y vida en abundancia.
Por eso, por encima de las circunstancias difíciles que podemos estar viviendo, el cristiano tiene un llamado a redescubrir la razón fundamental de su alegría y su esperanza. ¿Por qué tenemos que tener esperanza? ¿Por qué tenemos que tener esa alegría en el Señor, en Dios? Porque el Señor es siempre fiel, es fiel a su palabra. A lo mejor tú y yo muchas veces no somos fieles, a lo mejor tú y yo somos de una manera hoy y otra mañana, pero el Señor no. El Señor es fiel a su palabra. La fidelidad del Señor, ¿en qué consiste? El Señor nos recuerda por medio del profeta, quién es Él.
Nuestro Señor es el que “trae la buena noticia a los que sufren”, y hay mucha gente sufriendo, y la iglesia es consciente del sufrimiento de sus hijos, no pocas veces doblamos rodillas los fieles, los sacerdotes, los obispos, pidiéndole al buen Dios que alivie el sufrimiento de nuestra gente. El hombre está llamado a la felicidad.
Nuestro Señor Jesús “viene para vendar los corazones desgarrados”, nuestro Señor Jesús viene a sanar y hace falta un proceso de sanación. Tenemos que sanar.
Para “proclamar la amnistía a los cautivos”. Todavía hay mucha gente que no es libre, y estamos llamados a la libertad más importante que pueda existir, a la libertad interior, a la libertad que te permita actuar en conciencia y desde la conciencia. Solamente así el hombre puede ser realmente libre. El hombre debe actuar a la luz de Dios en conciencia.
Y “a los prisioneros la libertad para proclamar el año de gracia del Señor”. Hay una gracia de parte de nuestro Dios que nos asiste, no estamos solos, en nuestro actuar y vivencias de cada día no estamos solos, no está solamente nuestra fuerza, está la fuerza de Dios que nos acompaña. Que cada cristiano sepa que en medio de las circunstancias que se viven está la gracia de Dios, está la fuerza de Dios que es que nos hace levantarnos en medio de nuestras caídas, de nuestras miserias, de las miserias que nos rodean. Hay una gracia, y sería muy interesante que, en este tiempo de Adviento de preparación a la Navidad, nosotros fuéramos descubriendo esa gracia que Dios nos da.
Esa gracia nos llama al valor, nos llama al coraje, nos despierta, nos hace volver a soñar, volver a mirar con confianza horizontes distintos de vida, porque nuestro Dios no nos quiere sufriendo, nos quiere felices, nos quiere reconciliados, con Él, entre nosotros.
Vuelvo a la carta del apóstol San Pablo. Dice, “no apaguen el Espíritu, no desprecien el don de profecía”. En la iglesia existe l don de profecía, es importante escuchar a los pastores, es importante escuchar la Palabra, y a aquellos que desde el Magisterio nos ayudan a encontrar luz en esa Palabra. No debemos despreciar el don de profecía.
Qué bueno que también en este tiempo de Adviento nosotros seamos capaces de escuchar. No siempre sabemos escuchar. A veces lamentablemente queremos hablar más de lo que escuchamos. La oración pasa por la escucha, la vida en Cristo pasa por una escucha sincera, responsable, tenemos que saber escuchar.
“No apaguen el Espíritu, no desprecien el don de profecía, examínenlo todo y quédense con lo bueno” La vida del ser humano tiene dos dimensiones, la fe y la razón. Estamos llamados a usar también la razón a la luz de la fe. Tenemos que razonar lo que sucede, lo que vemos en nuestro entorno, escuchar a todos; y evidentemente a la luz del Espíritu, también nosotros sacar nuestras conclusiones. Si no somos capaces de usar la razón a la luz del Espíritu, de darnos cuenta de los signos de los tiempos, de lo que implica el tiempo que vivimos y de la respuesta que tenemos que dar en cada momento, apagamos la fuerza del Espíritu Santo en nosotros. Tenemos que ser dóciles, tenemos que ser receptivos ante esa fuerza que viene de lo alto, tenemos que aprovechar esa gracia, y evidentemente siempre quedarnos con lo bueno.
El Señor nos da muchas cosas buenas y pone muchas personas en nuestro camino que nos ayudan a iluminar nuestra vida. Vamos a pedirle al Señor que en este tiempo de Adviento nosotros seamos dóciles a la acción del Espíritu, que no impongamos nuestro yo, que podamos permitirle al Espíritu que sea Él el que actúe por medio de nosotros. Vamos a pedírselo al Señor, vamos a pedírselo también a nuestra Madre la Virgen, que en este tiempo le decimos Madre del Adviento, la primera que supo decir sí, que nos sumemos también al sí de la Virgen, de nuestra Madre la Santísima Virgen de la Caridad, la Madre del pueblo cubano, que también nosotros al igual que ella, siempre en nuestro corazón podamos decir un sí a la esperanza, un sí a la vida, un sí a la alegría que viene de Dios.
Que así sea.