Transcripción homilía de Mons. Dionisio Guillermo García Ibáñez

Transcripción homilía de Mons. Dionisio Guillermo García Ibáñez

Arzobispo de Santiago de Cuba
Eucaristía Domingo XXVI del Tiempo Ordinario
Basílica Santuario de Nuestra Señora de la Caridad del Cobre
27 de septiembre de 2020 

“Manténganse unánimes y concordes en un mismo amor y un mismo sentir” Fil 2, 2

Hermanos,

El Evangelio de hoy, las lecturas de hoy, como siempre lo repito nos dicen algo que nos invita a meditar, para que nuestra vida se vaya convirtiendo y conformándose según la Palabra de Dios. De las lecturas de hoy quisiera sacar dos ideas: una es la responsabilidad y la otra es la comunión. Claro, tanto la responsabilidad para un cristiano, como la comunión, va acompañada y precedida por la gracia de Dios y por la misericordia de Dios. El señor siempre se apiada de nosotros, es capaz de perdonar “70 veces siete” que es la manera de decirlo más común, más familiar.

La primera lectura es del profeta Ezequiel, el profeta siente como la gente critica a Dios por las cosas que suceden, lo mismo que puede pasar, que pasa ahora: Ay por qué me pasa esto, ay cómo Dios permite esto. Entonces el profeta va a la segunda parte, ¿y tú qué haces? “Escucha, casa de Israel, ¿es injusto mi proceder cuando yo les reprendo? ¿o no es vuestro proceder el que es injusto?”, y aquí el profeta les va diciendo que lo importante del hombre, de la persona humana, es que reconozca cuando ha hecho algo malo, algo mal hecho, cuando no ha caminado según las sendas de Dios, lo reconozca, que el que así lo hace recibe la misericordia de Dios, pero que aún el justo, cuando se aparta de Dios, ¿cómo va a aceptar su misericordia si él se ha apartado de Dios, que es el Dios de la misericordia?

El Señor lo que quiere es que nosotros volvamos a Él y nos convirtamos, no sólo de palabra sino de corazón y de vida.

Fíjense bien que esto entraña una responsabilidad, “Señor he pecado contra el cielo y contra ti”, reconocerlo significa que soy responsable, porque me doy cuenta de lo que he hecho y soy capaz con honestidad de reconocerlo.

El Evangelio va en esta misma línea. Nos habla de ese padre con dos hijos que les dijo “ven”, uno le dijo, sí yo voy a ir, el otro le dijo no puedo, no le dijo nada, pero al final este fue. ¿Cuál de los dos es el más responsable? El que fue, porque la responsabilidad entraña una voluntad, un deseo, una acción, un ponerse en marcha. El Señor nos pide responsabilidad en nuestras vidas.

Estamos ahora con este enredo de la epidemia. Constantemente se nos dice, “hay que tener disciplina”, y vienen todas las normas; se cierran los cines, los restaurantes, pasar de provincia en provincia es una dificultad. Todo eso son normas, y se exige y se pide disciplina. Y efectivamente hay que cumplir las normas y ser disciplinado, porque de esa manera soy responsable con mi hermano. Pero la palabra clave no es normas o disciplina, la palabra clave es responsabilidad.

¿Soy yo responsable? Si soy responsable yo me cuido, porque quiero que los demás me traten como quiero ser tratado y trato al otro igual; yo me cuido y cuido al otro. Tengo que ser responsable. Por eso es que nos piden que ante cualquier situación enseguida se acuda al médico. Y esto no es sólo en Cuba, sino en todos los países del mundo.

Hermanos, la responsabilidad entraña coherencia, y nosotros los cristianos tenemos que ser responsables de nuestra vida. No podemos decir Señor, Señor… y vivir irresponsablemente. Y para un cristiano vivir irresponsablemente la vida, es vivir sin tener en cuenta los mandamientos de Dios, el amor de Dios en nosotros y la respuesta que nosotros tenemos que dar. Si un cristiano no actúa así, es un irresponsable cristianamente hablando. La responsabilidad no es teórica, la responsabilidad es muy práctica. Es ser responsable con mi familia y mi vida tiene que girar en torno al tesoro más grande que yo tengo que es la familia, que el Señor me la ha confiado con los hijos, y yo responsablemente la he buscado, la he querido; el Señor me hace responsable con mis amigos, yo no puedo faltar a mis amigos; el Señor me llama a la responsabilidad en la comunidad cristiana, soy responsable, debo ser responsable, apoyar a la comunidad cristiana aun en estos tiempos difíciles en que muchos de nosotros no estamos participando en la Santa Misa, debo apoyar a la comunidad cristiana y desear venga esa “nueva normalidad” tan anunciada y que nadie sabe qué cosa es, para nosotros como comunidad compartir y dar gracias al Señor como Él quiere, “donde hay dos o tres reunidos en mi nombre estoy yo”.

El Señor quiere que sea responsable en mis compromisos laborales, profesionales; el Señor quiere que sea responsable en la vida ante la creación, que no malgaste y tire por la borda los bienes de la creación; nos pide ser responsables para todo eso. El Señor les pide a los jóvenes ser responsables en el estudio porque van a ser los profesionales del mañana.

El Señor nos pide que seamos responsables de la vida y que tratemos de salvar a toda persona, la vida es de Dios; el Señor nos pide que velemos por la vida desde antes de nacer en el seno de la madre como bien dice el papa Francisco, hasta lo último de la vida, para no descartar a los ancianos. Vivir socialmente en responsabilidad, es defender la vida desde el inicio en el seno de la madre hasta el final; acompañando a todo el mundo, a los niños no nacidos acompañando a la madre para que lo pueda tener, y al anciano acompañándolo también con cariño con todos los recursos que pueda haber, para acompañarlo en ese tránsito hacia la casa del Padre.

Por eso, es responsabilidad del cristiano defender la vida desde la concepción hasta el momento de la muerte, y evitar cualquier corriente que nos quiera desvirtuar de eso, porque en la vida del no nacido está el principio de todos los derechos del hombre. Si la persona no nace no tiene necesidad de derechos, por lo tanto, el primer derecho es, como decía aquella novela cubana, es el derecho de nacer. Ese es el primer derecho, y así hermanos podemos sacar otros muchos derechos, pero todo tiene que vivirse con responsabilidad en la vida.

De los hermanos, uno peleó, metió rabieta, pero fue, fue responsable; el otro sí yo voy a ir… ligeramente, porque muchas veces nosotros tomamos las cosas serias a la ligera, no fue. Seamos responsable en nuestra vida familiar, de amistad, laboral, en todos los ámbitos de nuestra vida.

El otro punto es la comunión. En esta carta de Pablo a los Filipenses, él les pide casi llorando, en estos momentos Pablo ya estaba seguro que lo iban a condenar a muerte, él les pide como mayor tesoro y regalo “si quieren darme un consuelo de Cristo, tengan entrañas compasivas y denme esta gran alegría, manténganse unánimes y concordes  en un mismo amor y un mismo sentir. No obren por envidia, no obren por intereses, sean humildes, considérense siempre inferiores a los demás”, no porque nos sintamos nosotros con complejo de inferioridad; no, sino que seamos servidores como el Señor lo fue de los demás.

Recordemos hermanos que los cristianos en aquellos principios, en aquellas verdades de la fe y de la vida moral de las personas, el Señor nos pide a través de su Palabra, a través de sus mandamientos, de tantas maneras, tenemos que ser unánimes, ahí sí que no puede haber falla, no puede haber confusión. Unánimes en los principios aprendidos, como Pablo decía, aquellos que recibiste de tus antepasados. Nosotros también tenemos que vivir unánimes en lo que hemos recibido y que nosotros aprendimos en nuestra casas, en el colegio donde estudiamos… en aquellas cosas que pueden ser opinables, libertad absoluta, pero en todo caridad, amor.

Que el Señor os ayude a vivir así.

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