Transcripción homilía de Mons. Dionisio Guillermo García Ibáñez Arzobispo de Santiago de Cuba
Eucaristía Domingo XXII del Tiempo Ordinario
Basílica Santuario de Nuestra Señora de la Caridad del Cobre
30 de agosto de 2020
“El que quiera ser mi discípulo, que se niegue a sí mismo, cargue con su cruz y me siga” Mt 16, 27
Hermanos,
El domingo pasado escuchábamos también lecturas del profeta Jeremías, de la Carta de Pablo a los Romanos y seguimos con el Evangelio de San Mateo. Casi siguiendo la secuencia, un versículo detrás del otro. El domingo pasado acuérdense que tocamos el tema de la verdad; aquella pregunta ¿quién puede conocer completamente, plenamente a Dios? ¿quién puede conocer sus designios, quién le puede exigir a Dios según los criterios de los hombres? Sólo Dios es todopoderoso, sólo Dios es sabio, nadie puede conocer a Dios. Y decíamos que Dios era la Verdad, es la Verdad. Dios solamente puede ser la Verdad, lo bueno, lo bello. Ese es Dios.
El otro día comentábamos sobre la Verdad, y sacábamos aquel versículo en que Jesús le dice a Pilatos “Yo he venido a ser testigo de la Verdad”, y Pilatos le dice, ¿Y qué es la verdad? Decíamos que precisamente Pilatos representaba al mundo, porque el mundo busca siempre la verdad, pero como solamente cuenta con sus fuerzas, y nosotros sabemos que somos criaturas débiles, frágiles, no tenemos capacidad para conocer todas las cosas y nos quedamos confundidos muchas veces, nos equivocamos. Decíamos que Jesús era la Verdad que viene de Dios, y que Pilatos representaba a los hombres, al mundo, y decíamos que la verdad para el mundo tiene dos variantes, dos matices. Uno era, había algunos que decían que es imposible conocer la verdad de las cosas porque no estamos capacitados, no creen en dios, entonces no creen conocer la Verdad, y se vive así en esa indefinición. La otra era, que cada uno con nuestro egocentrismo, con nuestra soberbia, cada uno tenía su verdad, ya no puede haber tantas verdades, entonces nadie tiene la verdad. Esas son las consecuencias. Pero Jesús dice, YO SOY LA VERDAD, y a Él tenemos que seguirle.
En el texto de hoy, que va en otra línea, pero también toca el mundo, porque precisamente el mundo es ese ambiente donde nosotros nos movemos, existimos, luchamos en la vida, nuestras sociedades, nuestras relaciones con los demás. En este caso vamos a ver la vertiente del mundo donde nosotros vivimos, a partir de esa verdad que Cristo nos revela pero que se manifiesta en nuestro comportamiento, en nuestra acción, cómo nosotros nos relacionamos con ese mundo en el que vivimos, recordando aquella frase de Juan de “que estamos en el mundo, pero no somos del mundo”.
¿Qué nos dicen las lecturas? En la primera lectura vemos como Jeremías vive en una sociedad muy creyente, que con los labios proclamaba la palabra de Dios, decía que quería vivir según esta palabra, pero se había apartado de Dios. De tal manera que Jeremías predicaba y predicaba y no le hacían caso. Es más, le convertían en un hazmerreir… “mira el bobo ese que todavía se acuerda de esas cosas… Entonces Jeremías le dice “Señor tú me enamoraste, tú te metiste dentro de mí, pero yo en este momento quiero hasta rechazarte, porque sufro, nadie me hace caso, es en balde todo lo que yo digo, me siento desamparado”. Pero inmediatamente reacciona y dice, “no señor, tú me das la fuerza”; y Jeremías siguió predicando la Palabra de Dios, Jeremías siguió siendo testigo porque él sabía que estaba en el mundo, pero no era del mundo, que era testigo de la Verdad como todos los cristianos tenemos que ser.
En el caso de Pablo es exactamente igual. Pablo les escribió a los romanos, y después fue a Roma a vivir, y vivía en esa sociedad, sociedad pagana. ¿Por qué era pagana? Era pagana porque tenía muchas leyes, derecho romano, que tenían que cumplirse exactamente según estaba en la ley, pero la mayor parte de las personas estaban desatendidas, desvalidas. En primer lugar, una gran cantidad de esclavos, en segundo lugar, los niños podían sacrificarse nacidos ya, era una sociedad donde el otro no contaba mucho, era la sociedad la que regía. Las personas tenían sólo aquello que el derecho le permitía, y ese derecho no amparaba a todo el mundo.
Era una sociedad pagana. La familia se había destruido, las personas vivían en un ambiente en que no aceptaban ningún reparo, ninguna norma que les hiciera enderezar su conducta; cada uno tenía su verdad. Pero Pablo les recuerda a los cristianos que estaban en Roma, que eran muy poquitos, él les recuerda que ellos tienen que ser testigos de la verdad aun a costa de todo. Y de hecho sabemos que los cristianos romanos murieron en el Coliseo y murieron entregando su vida por Cristo, entre ellos Pablo y Pedro.
Con Jesús es exactamente igual. Jesús les dice a los discípulos “yo tengo que ir a Jerusalén”, ya le había dicho a Pedro “Tú eres Pedro, y sobre esta piedra edificaré mi iglesia”, y Pedro le dice “no, si te van a matar en Jerusalén no vayas”, queriendo evadir la responsabilidad. Entonces Jesús le dice “apártate Satanás”, Jesús no le dice Satanás a nadie más que a Pedro, que anteriormente le había dicho “Tú eres Pedro, y sobre esta piedra edificaré mi iglesia” Apártate, tú como Iglesia y como Pedro no puedes impedirme a mí que yo cumpla la voluntad del Padre.
Eso es lo que el Señor nos pide a nosotros. Eso es. Sí vamos a buscar breves palabras que sirvan de síntesis. Yo diría que en primer lugar que estamos en el mundo, pero no somos del mundo. Estamos en un mundo en que hay, tantas cosas normales que no deben ser normales, pero como dice el dicho nuestro “donde va la gente, donde va Vicente”, llega un momento en que nos dejamos arrastrar, y nos dejamos arrastrar tanto que los criterios del mundo nosotros los hacemos nuestros y entonces vivimos como tal. Y nos decimos cristianos, nos decimos católicos, el evangelio es mi guía, pero sin embargo hago lo contrario.
Yo no sé cómo se diría antiguamente, en el tiempo de los romanos, ahora decimos lo “políticamente correcto”. Ah, ¿es así?, lo hacemos. Hay que respetar la verdad de todos y por lo tanto todo se puede aceptar.
El señor Jesús, testigo de la Verdad, la Verdad sobre Dios y sobre las cosas Él mismo, nos dice: Sean fieles a la Palabra de Dios, sean fieles al Evangelio, sean fieles a mi persona. Porque ustedes saben bien, que las personas atienden mejor al ejemplo y a las acciones, que por las palabras o las proclamaciones que nosotros hacemos.
El Señor nos ayude a vivir así, a ser testigos de la verdad en este mundo, en Cuba y fuera de Cuba hacen falta cristianos que den testimonio de su fe.
Que el Señor les acompañe.