Irradia, emisión del 30 de agosto de 2020

Irradia, emisión del 30 de agosto de 2020

Transmitido por RCJ, el Sonido de la Esperanza
Programa Radial de la Arquidiócesis de Santiago de Cuba
Domingo XXII del Tiempo Ordinario

Escuchar Aquí:

“El que quiera ser mi discípulo, que se niegue a sí mismo, que cargue con su cruz y me siga” Mt 16, 24

(Música,  Amigo fiel, Marco López)

 Saludos a todos los que nos acompañan en este día en que venimos a compartir la fe con nuestra comunidad. Bienvenidos a este encuentro fraternal con la iglesia toda, como cuerpo místico de Jesús.

Irradia está contigo, irradiando la fe.

(Música,  Amigo fiel, Marco López) 

En esta mañana acompaña el P. Rafael Ángel López-Silvero, párroco de la Santa Basílica Iglesia Metropolitana Catedral de Santiago de Cuba…

Queridos amigos, queridos hermanos. Buenos días, buenas tardes, buenas noches, donde quiera que se encuentren, bienvenidos a este momento en el que vamos a reflexionar, a compartir sobre el Evangelio del domingo, tomado del evangelista San Mateo, en su capítulo 16, versículos del 21 al 27.

(Lectura del evangelio de San Mateo, capítulo 16, 21-27)

Evangelio en que el Señor va anunciando su momento, el momento en que va a dar su último viaje a Jerusalén. Le va explicando a sus discípulos lo que va a suceder. El Señor siempre es transparente, es claro, no quiere engañarles, no quiere darles falsas esperanzas, sino esperanza verdadera. Le va a esperar el dolor, el sufrimiento, la persecución de parte de los ancianos, de los sumos sacerdotes y de los escribas; va a ser condenado a muerte, pero va a resucitar al tercer día.

Pero los discípulos aun no comprenden eso de resucitar a tercer día, y Pedro reacciona, como siempre, el primero en reaccionar. Y reacciona como hubiera reaccionado quizás cualquiera de nosotros, “eso no puede ocurrirte a Ti, Tú eres el Mesías, el Hijo de Dios, el que esperábamos, en quien se cumplen las promesas, el que va a restaurar el poder, el reinadode Israel, aquel que hay quien quiere sentarse a su derecha y a su izquierda, eso no puede sucederte a Ti”

Y Jesús le responde duro a Pedro, “apártate de mí Satanás porque tú no piensas como Dios, piensas como los hombres” Y entonces les da la enseñanza, no se queda por supuesto solamente en eso. “El que quiera ser mi discípulo que renuncie a sí mismo, que tome su cruz y me siga” El que quiera ser mi discípulo tiene que estar dispuesto a cargar con la cruz.

¿Seguir a Jesús es una cruz? No, seguir a Jesús es una alegría es un gozo. Cuando nos encontramos con Él, encontramos el sentido de nuestra vida, nos ilumina, nos fortalece, nos da esa esperanza que no termina nunca. Como a San Pablo, “todo lo considero basura, en compasión con lo que he encontrado, todo lo que he dejado no es nada en comparación con haberme encontrado con Jesús”

Pero para ser fiel a Jesús, hace falta estar dispuesto a seguir el camino de Jesús; y el camino de Jesús es un camino estrecho, es un camino en el que encontramos dificultades de fuera, de los que no quiere que se anuncie, de los que no quieren que se hable de Jesús, de los que no quieren escuchar el mandamiento de amarse los unos a los otros, de encontrarnos como hermanos, de construir juntos, a pesar de nuestras diferencias. Las dificultades que vienen de fuera, pero también las dificultades que vienen de dentro, de nuestros propios egoísmos, ambiciones, envidias, de querer hacer nuestra propia voluntad, de pensar no como Dios, sino como los hombres, no buscar la voluntad de Dios.

Para seguir a Jesús hay que estar dispuesto a asumir las dificultades. Como la Virgen, “Hágase en mí, según tu Palabra”, y no fue un camino sin dificultades el camino de la Virgen: tenerse que enfrentar a José, cuando se da cuenta de que aquella que va a ser su mujer está embarazada y no es de él; tener que enfrentar un largo viaje hasta Belén, embarazada, sin encontrar dónde recostar la cabeza; tener que ir al exilio , a Egipto, huyendo con lo que eso significa; tener que ver durante treinta años en Nazaret como un niño, como un adolescente, como un joven, como un hombre cualquiera, sin nada especial y preguntarse ¿Éste es el Hijo de Dios?

Hay que estar dispuestos a cargar con la cruz, pero con la certeza de que no vamos solos. Jesús cargó con su cruz y obligaron al Cirineo a ayudarlo a llevar la cruz. Jesús para nosotros es nuestro Cirineo, pero a Él nadie lo obliga, Él nos ayuda a llevar la cruz, Él no es el “capitán araña” que nos manda delante y se queda detrás. Él va con nosotros, delante de nosotros, al lado de nosotros, ayudándonos, no haciendo lo que nos corresponde, sino ayudándonos a llevar la cruz para dar testimonio, para trabajar por la paz, por la justicia, por el amor, por la comprensión, por el respeto de los unos para con los otros; para descubrir que podemos trabajar juntos a pesar de nuestras diferencias, que nunca nos empobrecen. Las diferencias no empobrecen, las diferencias enriquecen cuando somos capaces de respetarlas, y cada uno tomar del otro aquello que nos puede ayudar a ser mejores.

Pidámoslo así al Señor, queremos ser tus discípulos Señor, pero tenemos que aprender a llevar como Tú la cruz. Ayúdanos. Que sintamos siempre tu presencia para que podamos ser fieles. Que así el Señor se los conceda y me lo conceda.

(Música,  Gracias Señor, Rabito)

Ahora hermanos presentemos nuestras súplicas a Dios nuestro Padre. A cada petición responderemos: Te lo pedimos Señor.

Pidamos por la Iglesia, de la que formamos parte todos y cada uno de nosotros, para que en el Señor encontremos la fuerza para ser sus testigos, de su amor, de su misericordia, de su paz en medio de este mundo. Roguemos al Señor: Te lo pedimos Señor.

Pidamos por todos los que sufren, en el cuerpo o en el espíritu, por todos los que se desesperan ante las dificultades de la vida, por los que se desesperan ante esta realidad de la pandemia que estamos viviendo; para que puedan encontrar en Cristo consuelo, fortaleza y esperanza. Roguemos al Señor: Te lo pedimos Señor.

Pidamos por las vocaciones, sacerdotales, religiosas, diaconales, pidamos por las familias, para que encontremos en el Señor la fuerza para vivir cada uno la propia vocación a la que el Señor lo llama. Roguemos al Señor: Te lo pedimos Señor.

Pidamos también por los difuntos, de manera especial por aquellos a quienes nadie recuerda; para que, perdonadas sus faltas, el Señor los acoja en su descanso. Roguemos al Señor: Te lo pedimos Señor.

Y pidamos los unos por los otros, para que el Señor nos de la fuerza y la gracia para aceptar la cruz, y ser fieles en su seguimiento cada día de nuestra vida. Roguemos al Señor: Te lo pedimos Señor.

Escucha Padre Santo estas súplicas y aquellas que han quedado en nuestros corazones pero que tú conoces. Te las presentamos por Jesucristo, tu Hijo, nuestro Señor. Amén.

Ahora juntos como hermanos vamos a rezar la oración que el mismo Señor Jesús nos enseñó.

Padre nuestro que estás en los cielos,

santificado sea tu nombre.

Venga a nosotros tu reino.

Hágase tu voluntad,

así en la tierra como en el cielo.

Danos hoy el pan de cada día.

Perdónanos nuestras ofensas,

Como también nosotros perdonamos

a los que nos ofenden.

No nos dejes caer en tentación,

Y líbranos del mal. Amén

Ahora vamos a pedir que la bendición de Dios, todopoderoso, Padre, Hijo y Espíritu Santo, descienda sobre todos nosotros y nos acompañe siempre. Amén.

Gracias por habernos acompañado. Les ha hablado el P. Rafael Ángel López-Silvero Pérez, párroco de la Catedral de Santiago de Cuba. Un abrazo, que el Señor los acompañe.

Con mucho gusto hemos realizado este programa para ustedes desde la Oficina de Medios de Comunicación Social, de la Arquidiócesis de Santiago de Cuba.

Es la voz de la Iglesia santiaguera que se levanta para estar contigo… IRRADIA

(Música,  Ayer te ví, Jesús Adrián Romero)

 

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