Transcripción de la homilía de Mons. Dionisio Guillermo García Ibáñez Arzobispo de Santiago de Cuba
Eucaristía Domingo XXI del Tiempo Ordinario
Basílica Santuario de Nuestra Señora de la Caridad del Cobre
23 de agosto de 2020
“Tú eres Pedro, y sobre esta Piedra edificaré mi Iglesia” Mt 16, 18
Hermanos,
El domingo pasado en la oración que se hizo al inicio de la misa, la oración colecta, nosotros le decíamos a Dios que somos incapaces de entenderlo, de comprenderlo, y que precisamente una de las cosas que no entendíamos eran esas promesas que Él había hecho. En la petición decíamos: Señor haz que el Espíritu Santo venga a nosotros y concédenos aquellos bienes que nosotros somos incapaces de concebir, pero que sabemos Tú los puedes dar. Él es inaccesible, nuestro conocimiento es limitado, solamente Jesucristo, que es el revelador del Padre, nos manifiesta ese amor cuando se entrega en la Cruz, da todo lo más grande que tiene, que es su vida por nosotros. No hay amor más grande que aquel que da la vida por sus hermanos, por sus amigos.
Así es Dios, Jesucristo es el verdadero revelador del Padre, el perfecto revelador del Padre.
Las lecturas de hoy van en esta misma línea. Ya no tocan el tema de las promesas que no somos capaces de entender, las maravillas que Él nos tiene prometidas, sino, va al tema de la verdad. Nosotros somos incapaces de comprender toda la verdad sobre Dios, somos incapaces de abarcarlo, de saber cuáles son sus pensamientos, hasta dónde llega su amor, hasta dónde Él nos ama, y cuál es la sabiduría que Él tiene; el conocimiento que tiene sobre nosotros, pues decimos que Él es más íntimo a nosotros que nosotros mismos, porque él nos conoce mejor que lo que nosotros mismos nos conocemos.
En las lecturas de hoy, voy a fijarme en la Carta a los Romanos, vemos como comienza. Al pueblo romano que tenía muchos dioses, había que explicarle que el Dios de Israel era el único Dios, era el Dios verdadero. “Qué abismo de generosidad y de conocimiento el de Dios” Qué abismo, profundo, en un abismo no se puede llegar al fondo. “Qué insondables sus decisiones e irrastreables sus caminos” Con nuestros conocimientos y sabiduría siempre nos quedamos cortos ante Dios, pero después que se sabe eso, hermanos, y nosotros lo sabemos pues, aún en las cosas que estamos acostumbrados a ver y a conocer cada día sabemos que no podemos conocerlas en profundidad. Podemos alcanzar la verdad, pero siempre la verdad limitada, solamente la verdad en Dios es la que es eterna y permanente, completa, total.
Nosotros vemos como la verdad está muy ligada a Dios, y la verdad está muy ligada a Jesucristo, porque Él mismo ha dicho que es el “Camino, es la Verdad y es la Vida”. Al final de este texto dice, “Él es el origen, guía y meta del universo, a Él la gloria por los siglos de los siglos, Amén” Fíjense bien: el origen, el camino y la meta que nos lleva a la salvación y al fin con Dios.
Este tema de quién es Jesús, aparece varias veces en el Evangelio, recordemos aquella conversación de Jesús con Pilatos. ¿Tú eres Rey?, le pregunta Pilatos a Jesús, “Sí, tú lo has dicho, pero mi Reino no es de este mundo” “Yo soy testigo de la Verdad”. Y Pilatos que era de este mundo, le dice ¿Y qué es la Verdad? Ahí deja traslucir dos cosas: uno la incertidumbre que el hombre tiene, solo, sin contar con Dios para alcanzar la Verdad; y por otro lado también el que podemos jugar con la verdad, porque entonces cada uno tiene su verdad. ¿Y qué es la Verdad? ¿La tuya, la mía…?
Un ejemplo de esta situación en que el hombre trata de buscar el origen, el sentido de las cosas y las trata de explicar es esta misma epidemia, este coronavirus. ¡Miren que se ha adelantado! pero cada vez nos sorprende algo nuevo, porque el universo, que es creatura de Dios, es infinito, es tan grande, es enorme… así Dios lo ha hecho, así el Señor la hecho y nos ha puesto en medio de este mundo. Si nosotros queremos conocer el sentido de las cosas, que es diferente buscar el sentido de las cosas que descubrir las leyes que rigen la naturaleza. Yo puedo saber cómo el coronavirus funciona, ahora, ¿qué sentido tiene esa reunión de moléculas?, ¿por qué?, ¿por qué la vida, por qué estamos nosotros aquí, por qué yo he venido al mundo? Ese por qué, solamente se le da respuesta en Cristo Jesús. Por eso Él dice “Yo el Camino, yo soy la Verdad y yo soy la Vida” Por eso es que decimos que Él es el origen, la guía y la meta del universo. Solamente con la ciencia no podemos alcanzar el sentido de la vida. Tal vez podamos descubrir cada día un poquito más, cómo evoluciona la naturaleza, la historia de las transformaciones geológicas, de las transformaciones sociales, pero, el sentido, solamente lo da Dios.
Ésa pregunta de quién es Jesús, constantemente está presente. Los fariseos trataban de cogerlo para ver quién era Él. La gente se preguntaba, ¿y éste, será Juan Bautista será un profeta, será Elías? Y en este pasaje, Jesús, les hace esta misma pregunta a sus discípulos, que estaban con él pero no conocían muy bien quién era, no podían aprehenderlo completamente. Pedro es el que dice, Señor Tú eres el Mesías. “Tú eres el mesías, el hijo de Dios vivo” Y el Señor le dice, Pedro eso no te lo ha dicho la carne, no te lo ha dicho la ciencia, no te lo ha dicho el vecino, eso te lo ha dicho el Espíritu que está en ti, por eso tú serás Pedro, y sobre esta Piedra yo voy a edificar. La piedra, la roca segura.
Jesucristo es el Camino, la Verdad y la Vida, nosotros los hombres somos susceptibles a confundirnos y a equivocarnos, y el Señor que se revela, porque él no es un Dios que permanece a lo lejos, como un arquitecto, un constructor que hace una obra y se va. Él quiere comunicarse con el hombre, para que nosotros lo conozcamos, quiere que le conozcamos. Entonces manda a su Hijo Jesús, para decirnos quién es Él. Jesucristo también quiere perpetuar su obra en la Iglesia, quiere que la Iglesia permanezca como testigo de la Verdad, que es ser testigo de Jesús.
Jesús quiere que la Iglesia no se confunda, no se adapte al mundo, que siga fiel a la Verdad; y para eso pone en la Iglesia esa seguridad de que el Espíritu de Dios estará siempre en ella, de que el Señor la va a acompañar y el Señor le va a conceder ese privilegio, que es también misión, de poder conservar la Verdad siempre. En Pedro, cabeza del colegio de los Apóstoles; en el Papa, sucesor de Pedro; en los Obispos que forman el Colegio Apostólico… ahí está la garantía.
Pero esa garantía también está en la fe del pueblo de Dios. El Papa y los Obispos tenemos esa garantía de conservar la fe, en la medida en que estamos bien aferrados y acogidos a la Verdad. Pedro es la cabeza visible, Pedro es el servidor de la Verdad, es el servidor de la unidad de la Iglesia. Por eso es que la Iglesia se mantiene unida, ¿por qué?, porque confía en la promesa del Señor que va a estar siempre con nosotros, y porque busca siempre permanecer fiel a la Verdad.
Pero es una tarea de todos. Del Papa en primer lugar, que tiene el privilegio de expresar la fe de la Iglesia; los Obispos que somos consecuentes, y tenemos que vivir según esta fe y predicarla íntegramente y conservarla; y cada fiel para vivirla. Todos somos responsables de esa Verdad eterna que es Jesucristo, el Señor, el verdadero revelador del Padre, nuestro Salvador, y la Verdad está en Él. Él da sentido a toda vida.
En estos días, el jueves pasado, se celebró la fiesta de San Bernardo. Tal vez no lo conocemos, pero vivió en un momento terrible, disputas dentro de la Iglesia y en el mundo. Y San Bernardo, que no era Papa, ni era Obispo, sin embargo, fue aquel hombre que vivió para conocer cada día más a Dios, y ese debe ser uno de los deseos nuestros, conocerle más para amarle más. Y San Bernardo precisamente porque estudió, porque quiso conocer a Jesús, expresó un amor enorme por su madre María; y porque quería a la Iglesia, porque quería y sabía que lo que Jesús deseaba era que la Iglesia permaneciera unida y fiel a la Palabra de Dios, San Bernardo trabajó incansablemente para ayudar a los Papas a que ellos permanecieran fieles a la Palabra de Dios, para que ellos permanecieran fieles a ser pastores del pueblo de Dios, para que ellos conservaran la unidad de la Iglesia en todo momento.
En cada época Dios suscita hombres y mujeres que ayudan. En este caso quería resaltar la figura de San Bernardo, que fue un cristiano más, pero que se sintió con la responsabilidad de conservar la fe íntegra y la unidad de la Iglesia.
Que nosotros sepamos vivir así también.