Irradia, emisión del 16 de agosto de 2020

Irradia, emisión del 16 de agosto de 2020

Transmitido por RCJ, el Sonido de la Esperanza
Programa Radial de la Arquidiócesis de Santiago de Cuba
Domingo XX del Tiempo Ordinario

Escuchar Aqui:

“Mujer, ¡qué grande es tu fe! ¡Que se cumpla tu deseo! Mt 15, 28”

(Música, Quédate con nosotros, P. Jorge Catasús)

Saludos a todos los que nos acompañan en este día en que venimos a compartir la fe con nuestra comunidad.

Bienvenidos a este encuentro fraternal con la iglesia toda, como cuerpo místico de Jesús.

Irradia está contigo, irradiando la fe.

(Música, Quédate con nosotros, P. Jorge Catasús)

Para la reflexión de hoy nos acompaña el padre Jorge Catasús, párroco de Santa Lucía.

Saludos amigos que sintonizan la Radio Católica Juvenil, que cada semana transmite este programa Irradia desde la Oficina de Medios de Comunicación de la Arquidiócesis de Santiago de Cuba, acercándonos siempre a la Palabra de Dios que viene a iluminar nuestras vidas, y cada semana trata de ser un motivo de aliento para caminar en la esperanza en nuestro bregar cotidiano.

Escuchemos el relato tomado del evangelio de Mateo, capítulo 15, del 21 al 28, correspondiente a este vigésimo domingo del tiempo ordinario durante el año.

(Lectura del evangelio de San Mateo, capítulo 15, 21-28)

Relata el evangelio de Mateo que después del episodio de la multiplicación de los panes y los peces, Jesús se queda despidiendo a la gente, y obliga a sus discípulos a tomar la barca para dirigirse a la otra orilla del lago, y luego subió a un cerro para orar a solas. Muchas veces a lo largo de su vida, aparece Jesús buscando en la noche o de madrugada, momentos de intimidad con el Padre.

Pero con frecuencia también, Jesús se alejaba de su tierra para ir donde no fuese conocido, para descansar, orar, conversar con sus discípulos, y discernir los nuevos pasos que debían seguir en su misión. El evangelio de hoy nos presenta una de esas ocasiones.

Se han dirigido más allá de las fronteras de Israel, han penetrado en la región de Tiro e Isidón, territorio de paganos, y les aborda una mujer cananea desesperada que a gritos le pide a Jesús que interceda por su hija que está terriblemente atormentada por un demonio. La primera reacción de Jesús sorprende grandemente: no le contestó una sola palabra.

¿Por qué el silencio de Jesús, él solícito siempre ante toda persona que se le acercaba pidiéndole ayuda? Él, que había sido capaz de suscitar una conversación con una mujer samaritana siendo los samaritanos enemigos de los judíos. Ahora, no parece conmoverse ante esta mujer desesperada que debía conocer de su poder liberador, cuando se le acercó confiada llamándole “hijo de David”.

¿Le bloqueaba internamente a Jesús su condición de extranjera, de pagana, no judía? No lo sabemos. Lo cierto es que fue la insistencia de los discípulos lo que le hace reaccionar. Pero lo hace acentuando con sus palabras el distanciamiento: “Yo no he sido enviado, sino para las ovejas descarriadas de Israel”. Ni con estas duras palabras la mujer desmaya, insiste, acercándosele y postrándose delante de Él le dijo: “Señor, ayúdame”

Es entonces cuando vuelve Jesús a sorprendernos, con una expresión que ciertamente no se le puede despojar de su connotación despectiva. “No está bien quitarles el pan a los hijos para echárselo a los perritos”. La mujer es tenaz en su petición y argumenta valiéndose de las mismas palabras de Jesús: “También los perritos se alimentan de las migajas que caen de las mesas de sus amos”.

Jesús ha descubierto en una tierra pagana a una mujer que ama mucho, y que ha sentido la confianza que inspira su persona. Jesús reconoce que su fe es grande, y la reenvía a encontrarse con su hija curada. Gracias a la mujer cananea, Jesús ensanchó su misión, más allá de lo previsto y ella encontró la salud de su hija.

Resulta significativo en los evangelios sean dos personas que no pertenecen a Israel, el pueblo escogido por Dios, las que reciben de Jesús las más grandes alabanzas por su fe. Esta cananea, y un centurión romano que se le acercó pidiendo por uno de sus soldados enfermo.

Reflexionando sobre este episodio nos parece ver un signo, de cómo Jesús fue tomando progresivamente conciencia, en su humidad, del alcance universal de la misma salvación que Él vino a realizar, lo cual se puso de manifiesto plenamente en la etapa final de su vida cuando expresó “tengo otras ovejas que no son de este redil, a éstas también las llamaré, escucharán mi voz, y habrá un solo rebaño con un solo pastor”

Jesús y la mujer han derribado el muro que los separaba. Han abierto una brecha que irá creciendo a lo largo de la historia. El Reino de Dios llega para todos desde el corazón de todos. Jesús y la mujer cananea nos invitan a derribar todos los muros, externos e internos, que impidan acercarnos unos a otros. Cristo Jesús ha venido a derribar el muro del odio que mantenía enemistados a los judíos y a los gentiles haciendo de los dos un solo pueblo.

El papa Francisco en varias oportunidades ha exhortado a promover una cultura del encuentro. Y en su homilía, en la misa en el Santuario del Cobre el 22 de septiembre de 2015, expresaba: “Nuestra fe nos hace salir de casa e ir al encuentro de los otros para compartir gozos y alegrías, esperanzas y frustraciones. Nuestra fe, nos saca de casa para visitar al enfermo, al preso, al que llora y al que sabe también reír con el que ríe, alegrarse con las alegrías de los vecinos. Como María, queremos ser una Iglesia que sirve, que sale de casa, que sale de sus templos, que sale de sus sacristías, para acompañar la vida, sostener la esperanza, ser signo de unidad de un pueblo pobre y digno. Como María, Madre de la Caridad, queremos ser una Iglesia que salga de casa para tender puentes, romper muros, sembrar reconciliación” Hasta aquí las palabras del papa Francisco.

Comprometámonos todos a trabajar en la edificación de ese mundo. Cada uno desde su trinchera, en los diferentes ámbitos: familiar, laboral, social, eclesial; con responsabilidad, valentía y perseverancia.

 (Música, Jesús Corazón, P. Jorge Catasús)

Hermanas y hermanos, les invito ahora a unirnos en oración, elevando nuestras súplicas y peticiones, por nuestras necesidades y las del mundo entero. Vamos a responder: Señor, escucha nuestra oración.

Por la iglesia de Dios, en Cuba y en todo el mundo, para que en medio de las tensiones y dificultades cumpla fielmente su misión evangelizadora, oremos: Señor, escucha nuestra oración.

Pidamos por el Papa, los obispos, sacerdotes, consagrados, animadores de comunidades, catequistas, para que mantengan viva su fe y ayuden a fortalecerla en todas las comunidades, oremos: Señor, escucha nuestra oración.

Por todos los que dirigen los destinos de los pueblos, para que busquen siempre el bien común orientados por la verdad, la justicia y la solidaridad, oremos: Señor, escucha nuestra oración.

Por todos los que sufren a causa de la violencia, el hambre, las enfermedades, y la falta de trabajo y oportunidades, para que encuentren siempre ayuda solidaria en las comunidades cristianas, oremos: Señor, escucha nuestra oración.

Por todas las víctimas de esta pandemia, el personal médico, los familiares, para que sean fortalecidos con la esperanza de una pronta recuperación, oremos: Señor, escucha nuestra oración.

Por la comunidad científica para que pueda lograr medicamentos efectivos y vacunas para controlar esta enfermedad, oremos: Señor, escucha nuestra oración.

Por todos los fallecidos a causa del covid, para que por la misericordia de Dios participen de la plenitud de la vida en su Reino, oremos: Señor, escucha nuestra oración.

Por todos nosotros, para que iluminados por la palabra de Dios vivamos trabajando por la unidad entre todos los hombres, derribando los muros que nos dividen, oremos: Señor, escucha nuestra oración.

Para concluir nuestra oración, vamos a elevar todos juntos, con confianza, la oración que un día el mismo Cristo nos enseñó.

Padre nuestro que estás en los cielos,

santificado sea tu nombre.

Venga a nosotros tu reino.

Hágase tu voluntad,

así en la tierra como en el cielo.

Danos hoy el pan de cada día.

Perdónanos nuestras ofensas,

Como también nosotros perdonamos

a los que nos ofenden.

No nos dejes caer en tentación,

Y líbranos del mal. Amén

Hermanos, que el Señor esté con ustedes

R/ Y con tu espíritu

Y que la bendición de Dios todo poderoso, Padre, Hijo y Espíritu Santo, esté con ustedes, sobre sus familias y sobre todo nuestro pueblo y nos acompañe siempre. Amén

Gracias por su atención, les habló padre Jorge Catasús, párroco de la iglesia de Santa Lucía en Santiago de Cuba 

Con mucho gusto hemos realizado este programa para ustedes desde la Oficina de Medios de Comunicación Social, de la Arquidiócesis de Santiago de Cuba.

Es la voz de la Iglesia santiaguera que se levanta para estar contigo… IRRADIA

(Música, Somos la dulce luz que se derrama, P. Jorge Catasús)

 

 

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