Transcripción homilía de Mons. Dionisio Guillermo García Ibáñez  Arzobispo de Santiago de Cuba

Transcripción homilía de Mons. Dionisio Guillermo García Ibáñez Arzobispo de Santiago de Cuba

Eucaristía Domingo XVII del Tiempo Ordinario
Basílica Santuario de Nuestra Señora de la Caridad del Cobre
26 de julio de 2020, Fiesta de Santa Ana y San Joaquín

 “El Reino de los cielos se parece a un comerciante de piedras finas, que al encontrar una de gran valor, se va a vender todo lo que tiene y la compra”

Hermanos,

En este día de Santa Ana, este domingo día de los Abuelos, la Iglesia nos propone estas lecturas, y yo quiero comenzar con la lectura del Salmo 118. El Salmo 118 está dedicado a alabar la palabra de Dios, a reconocerle el poder que tiene, a descubrir el bien que nos transmite, por eso es que nosotros hemos rezado diciendo “Enséñame Señor a hacer tu voluntad”, porque precisamente la voluntad de Dios nosotros la descubrimos en la Palabra de Dios.

Y la Palabra de Dios no es solamente simple expresión, ya sea dicha o escrita, la Palabra de Dios es vida porque en primer lugar nos transmite en los Evangelios, el libro central, nos transmite la vida de Jesús, Él nos evangelizó con su Palabra, pero también con su vida, y también descubrimos la voluntad de Dios y también descubrimos la voluntad de Dios en el ejemplo que nos han dado todos aquellos que nos precedieron en el Antiguo Testamento y en la primitiva Iglesia, para darnos cuenta de cómo nosotros tenemos que vivir para hacer la voluntad de Dios.

En estas lecturas de hoy, tenemos una lectura del Libro de los Reyes que nos narra, yo diría que el episodio central, el que más me agrada de la vida del Rey Salomón. Cuando el Señor le dice que él va a ser elegido, él le dice, “bueno Señor yo te pido” … y qué le pide, le pide sabiduría. Pero fíjense bien, la sabiduría para distinguir entre el bien y el mal. Hay que ser sabios para saber distinguir entre el bien y el mal.

En la carta a los Romanos, esta carta comienza con una verdad que hay veces que olvidamos. Yo la voy a volver a leer: “Sabemos que a los que aman a Dios, todo le sirve para el bien”. Hay veces que nos sentimos como si Dios nos ha abandonado, o que vivimos en un momento tan duro, y la vida tiene momentos duros, muy duros, como familia, como persona, como pueblo, circunstancias en que la vida nos lleva recios; pero hermanos, aun en esa situación, aun en esas circunstancias nosotros podemos descubrir el bien que Dios nos quiere hacer, el bien que Dios quiere que nosotros descubramos.

Fíjense que cada lectura nos dice algo, para que nuestra vida sea una vida sólida, construida sobre su Palabra.

En la tercera lectura, en el Evangelio, seguimos con el tema del Reino de Dios. Ya en los dos domingos anteriores les dije que en sus casas buscaran el capítulo 13 del Evangelio de San Mateo, y ahí vieran esa descripción, esas enseñanzas que el Señor nos da, Jesús, el Señor Jesús a través de parábolas, de pequeñas historias, pequeños cuentos, pero que nos abren la inteligencia. Él sigue hablando del Reino de Dios, Él sigue haciéndonos descubrir ese Reino, que es un Reino que no es temporal, que es eterno; es un Reino de justicia, la injusticia que encontramos en la tierra allí no habrá pues serán superadas por la Gracia de Dios. Es un Reino en que la tristeza estará afuera, pues gozaremos de la presencia del Señor, de la alegría. Es un Reino en que la confusión quedará apartada, porque ya descubrimos a Dios en su verdad absoluta, que es amor precisamente. Entonces hermanos eso, nos dará paz. Por eso si queremos encontrar una fórmula para decir cómo es el Reino de Dios, es un Reino de justicia, es un Reino de bien, es un Reino de gozo y alegría.

Para decirnos esto Jesús, como nosotros escuchamos, nos presenta esa parábola preciosa que nosotros leímos hace dos domingos del sembrador. ¿Quién es el sembrador?, el sembrador es Jesús, el que siembra, el que riega la semilla. Cada vez que nosotros escuchamos su Palabra estamos recibiendo esa semilla. ¿Qué cosa es la semilla?, el Reino de Dios, que se nos transmite a través de los gestos de fe, de vida y de amor, y a través de la Palabra. ¿Quién es la tierra fértil?, la tierra fértil somos nosotros, que según estemos preparados, dispuestos a recibir la Palabra de Dios, daremos frutos en abundancia.

Las parábolas de hoy nos hablan de un tesoro, de una perla fina, que cuando yo lo descubro y lo tengo en la mano no quiero perderlo jamás y lo que hago es guardarlo. La perla fina, que la recibo como un don, es un bien de la naturaleza que me ha sido dado, cuando la tengo la guardo. Hermanos así también nosotros tenemos que vivir y relacionarnos con el Reino de Dios, el Señor nos llama a implantar ese Reino aquí en la tierra, ¿de qué manera?, practicando la justicia, practicando el bien, practicando la reconciliación, la fraternidad, la humildad, para encontrarnos con Dios y no ser tan soberbios que queramos negar a Dios, y no nos demos cuenta de que somos creaturas frágiles. Vuelvo a decir el mismo ejemplo de estos días, a repetirlo, tanta soberbia, tanto orgullo, tanto poder, y ha venido una simple mezcla, combinación de moléculas para sacar a todos los hombres de su quicio. Hermanos, sólo Dios es la verdad, y el Señor nos ha dado la vida para que algún día estemos junto a Él.

Este texto nos habla de ese tesoro que hemos encontrado y guardado, pero ese es un tesoro que nosotros tenemos que cultivar, no es un tesoro que está ahí, lo conseguimos y se guardó, no. El Reino de Dios es vida, y tenemos que hacerlo crecer en nosotros, en nuestra familia, en nuestro medio. ¿De qué manera?, ya lo he dicho como tres veces, práctica la justicia, has el bien, hazte humilde ante Dios, trata a los demás como tú quieres que te traten, así se va construyendo el Reino de Dios.

¿Qué ejemplos nos dan los textos de hoy?, el ejemplo de Salomón. ¿Qué tú quieres?, Señor hazme con un corazón generoso, hazme sabio, porque este pueblo es un pueblo muy grande y yo soy joven, no sé cómo tratarlo, dame la sabiduría para distinguir el bien y el mal. Sabiendo que cuando uno actúa con sabiduría uno ya está encontrando el bien y la justicia, porque la sabiduría no nos puede llevar a otros lugares que no sean el bien, la justicia. Si nosotros sabemos despojarnos de todas aquellas pasiones, de todas aquellas zarzas, abrojos, marabú que hay veces que caen dentro de nuestro corazón y enturbian mi fe y mi actuar cristiano; si nosotros sabemos apartar eso, con sabiduría lo podemos hacer, con la Gracia de Dios que ayude a nuestra voluntad, nosotros podremos distinguir el bien y el mal.

Yo les puedo decir que, si hay algo en lo que tenemos que hacer hincapié, en esta sociedad moderna y en cualquier sociedad, es descubrir dónde está el bien y dónde está el mal; porque hay veces que se confunden, hay veces que el mundo quiere destruir, el reino de este mundo al Reino de Dios. Precisamente una de las primeras cosas que se hacen es confundir, poner nebulosa la diferencia entre el bien y el mal, fijémonos, no vamos a poner ejemplos, pero fijémonos en todas las cosas que vemos por la televisión, que oímos por la radio, que uno se queda así y se dice, ¿dónde está el bien y dónde está el mal?

Yo les digo, el bien está en la Palabra de Dios, que es Palabra de vida eterna, y la Palabra de Dios es viva y eficaz, dice el texto bíblico que es como una espada de doble filo que como quiera penetra en la carne. La Palabra de Dios nos ilumina de tal manera, que ella penetra nuestro corazón y nos hace descubrir el bien y el mal. No nos apartemos nunca de la Palabra de Dios, busquémosla, no solamente en el templo cuando vengamos a orar, o cuando vengamos al Santuario de Nuestra Madre, que escuchamos la Palabra de Dios y las historias sobre la Virgen María que nos dice la Biblia, busquémosla siempre en nuestras casas, porque buscando la Palabra de Dios nosotros encontraremos la justicia, encontraremos la paz, la bondad y la alegría.

Que Dios nos ayude a todos a vivir así.

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