Transcripción homilía de Mons. Dionisio Guillermo García Ibáñez  Arzobispo de Santiago de Cuba

Transcripción homilía de Mons. Dionisio Guillermo García Ibáñez Arzobispo de Santiago de Cuba

Eucaristía Domingo XIII del Tiempo Ordinario
Basílica Santuario de Nuestra Señora de la Caridad del Cobre
28 de junio de 2020

Hermanos,

Hemos escuchado el Evangelio, hemos dado la bienvenida, nos hemos puesto en presencia del Señor con la señal de la Cruz, hemos pedido misericordia “Señor, ten piedad”; estoy predicando, comentando el Evangelio de hoy, sabemos que esta es la primera parte de la misa, lo que se llama la “Liturgia de la Palabra”, es decir, la centralidad de la Palabra es la que va llevando esta parte. Cristo se nos manifiesta en su Palabra, por eso hemos leído el Evangelio.

Hemos escuchado, precisamente porque queremos escuchar qué el Señor nos dice hoy, que para seguirle hay que saber llevar la cruz, esa es la condición de la vida. La condición de la vida es nacer sin uno haberlo pedido, sin saberlo, y la condición de la vida es morir sabiendo que vamos a morir, esa es la certeza. Y otra certeza es, que la vida tiene muchas cruces. Se ha querido dar muchas explicaciones, pero la vida es así. El Señor Jesús, la explicación que les da es, yo he venido a compartir la cruz con ustedes y por eso me ofrezco en la Cruz para salvarles.

Él también dijo como nosotros, Señor si es necesario aparta esta cruz, pero que se haga tu voluntad y no la mía. Él sabía que Dios le iba a dar fuerza para vencer la cruz y para llegar a la resurrección. Y precisamente Él nos ha demostrado que ha vencido al mal, al sufrimiento, a las cruces y a la muerte, porque ha alcanzado la resurrección. Ésa es la respuesta que Jesús nos da y la respuesta cristiana.

También sabemos que la segunda parte de la misa es recordando y celebrando, aquel momento en que Cristo en la Última Cena, se hizo presente bajo la forma del pan y el vino, “este es mi cuerpo, esta es mi sangre”, dijo Él, “hagan esto en memoria mía”, yo me ofrezco por ustedes para la salvación de ustedes. El sacrificio de Cristo, ésa es la segunda parte de la misa. Ésas son las dos partes de la misa.

Pero también queremos recalcar, quiero hacer notar algo que sabemos, es que el culto que Dios quiere el primer lugar es muy personal, yo debo procurar convertirme y acercarme a Dios, sentirlo en mi corazón, sentir que Él carga con mi cruz, y sentir su fuerza, tener confianza.

Pero el culto al Señor siempre, así lo hacía el pueblo de Israel, el culto cristiano, es un culto comunitario. Él predicaba a un grupo de personas, en la Última Cena era un grupo de discípulos; Él nos dijo “donde haya dos o tres reunidos en mi nombre, ahí estoy yo”. El culto cristiano es presencial, es la comunidad que se reúne para celebrar las maravillas que Dios ha hecho por nosotros, y escuchar su mensaje de salvación.

Por eso hermanos, es que nosotros tenemos el deber, pero también la obligación como cristianos, como creyentes de encontrarnos con Dios personal y comunitariamente, rindiéndole culto y escuchando su Palabra. Es un signo la comunidad cristiana que se reúne, es un signo.

Hermanos, en el relato del Antiguo Testamento el sábado se dedicaba a rendir culto a Dios, se hacía un alto en los quehaceres de la vida. Los cristianos se dieron cuenta que, si Cristo había resucitado, era una nueva Creación, por lo tanto, el Domingo el día de la Resurrección.

Ese mandamiento todo cristiano lo debe vivir, porque nadie está excusado de eso, es la ley de Dios, santifica las Fiestas. Nadie puede dispensar de eso. Eso entra en mi compromiso con Dios de bautizado, de creyente. Por eso es que ese día la Iglesia celebra principalmente la misa, la eucaristía. Los primeros cristianos comenzaron a hacerlo ese día, porque es la mejor manera de santificar el día del Señor es asistiendo a la Santa Misa junto a la comunidad. Es la mejor manera, así estamos cumpliendo lo que el Señor nos dijo.

La Iglesia nos pide, que nosotros también procuremos asistir a la misa ese día, procuremos. Hay personas que tal vez no lo puedan hacer, pero santificar las Fiestas, no es solamente ir a Misa. Santificar las Fiestas, el Día del Señor, es el día entero dedicarlo a Dios. ¿Cómo le dedico el día entero a Dios? En la Santa Misa, cuando puedo. ¿De qué otra manera? Tratando de leer la Palabra de Dios, haciendo el bien, compartiendo con la familia, leyendo un libro, saliendo un poco de mis actividades diarias para dedicarlas a Dios.

Es el Día del Señor, y eso sí que nadie está dispensado para eso. Nadie. Porque un preso, puede vivir el Día del Señor en la cárcel; cuando estábamos en la escuela al campo, tratábamos de vivir el Día del Señor en el campo; los que viven en los campos que no hay sacerdotes, viven el Día del Señor, cuando se quiere. Ésa es la obligación. Y también tenemos la obligación, que sim podemos, participar con la comunidad en la misa porque es la mayor, la mejor y más grande oración, la oración por excelencia que un cristiano puede elevar a Dios.

Por eso hermanos, les animo a que todos los que puedan, que no tengan dificultades mayores, procuremos asistir, participar con la comunidad en la misa porque ahí la comunidad se encuentra con la Palabra, y con Cristo en la Eucaristía, en la comunión. Y eso es lo que el Señor desea.

Que Dios nos ayude a vivir así.

SHARE IT:

Leave a Reply