Alocución Radial de Mons. Dionisio G. García Ibáñez
Arzobispo de Santiago de Cuba
7 de junio de 2020
Solemnidad de la Santísima Trinidad
(Música, Alegre la mañana, voz y arreglo Melvín Rodríguez)
“Tanto amó Dios al mundo que entregó a su Hijo único para que no perezca ninguno de los que creen en Él, sino que tengan vida eterna”
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Queridos hermanos y hermanas,
Saludos para Ustedes y sus familias. Reiteramos nuestro tradicional saludo y agradecimiento a los trabajadores de la CMKC y Tele Turquino y a todos los que han intervenido para que mis palabras estén llegando a Ustedes y hayan podido orar en la misa dominical de esta mañana.
Ya estamos casi en pleno verano y el calor se hace sentir. La situación del coronavirus que nos obliga, sobre todo a los niños y a los que peinan canas, a permanecer en los hogares el mayor tiempo posible, hace que el sudor y la sensación de calor húmedo aumente; además, la búsqueda diaria de lo necesario para la alimentación y la higiene también hace muchas veces que la tensión aumente y puede ser que la descarguemos en los hogares, dificultando aún más la convivencia.
Ante esta situación pesada, lo más conveniente es no dejarnos arrastrar por acciones y palabras que, después, tengamos que lamentar. Conservar un clima de respeto y de buenas relaciones en el hogar, valen cualquier sacrificio. Recordemos que nuestro hogar y nuestra familia deben ser sagrados, y eso es lo que deben aprender los pequeños y vivir los mayores.
Quisiera resaltar que hoy estamos celebrando el 85 aniversario del inicio de las relaciones diplomáticas entre el Estado Cubano y la Santa Sede, o, como decimos comúnmente, entre Cuba y el Vaticano. Han sido 85 años de relaciones ininterrumpidas, en las cuales, por medio del diálogo, la colaboración y el deseo mutuo de mantenerlas y hacerlas más sólidas, ambos estados han trabajado por el bien de la sociedad cubana y de la Iglesia Católica en Cuba, en el desarrollo de su misión evangelizadora, independientemente de las diversas situaciones que ha vivido nuestro pueblo en esta larga y cambiante etapa de nuestra historia.
En el mensaje de hoy pediremos por todo nuestro pueblo, para que el Señor nos preserve de todo mal físico y espiritual. Pero quisiera recordar un sector de nuestros conciudadanos cuyo trabajo es esencial, pues facilita que nuestra vida sea de mayor calidad y más agradable: Los trabajadores de los Servicios Comunales y todos los que mantienen la higiene, a veces con pocos recursos, en nuestras calles, hospitales, escuelas y centros de trabajo. Su labor es paciente, callada, muchas veces realizada fuera de horas laborables y con peligro para su salud. ¡Qué fuera de nuestra vida sin ellos! También quisiera tener presente a aquellos que en estos días de pandemia y en los límites de los municipios y provincias cuidan, las 24 horas del día, de la higiene necesaria para contener el contagio y, así, conservarnos sanos. Gracias a todos Ustedes.
Hoy la Iglesia Universal celebra la Fiesta de la Santísima Trinidad. En ella recordamos una de las verdades fundamentales de la Fe Cristiana y que nos distingue de otras personas que, aunque también crean en Dios, no son cristianos: Los cristianos creemos que hay un solo Dios y ese Dios es Padre, Hijo y Espíritu Santo. Esto es, hay tres personas en un solo Dios. Y que es un Dios Misericordioso y que su naturaleza es el amor.
La inmensa mayoría de las personas creen que existe un ser superior o una fuerza espiritual que intervino en el principio del mundo, y que sigue interviniendo en la historia y en nuestras vidas, otros no lo creen. La razón y la inteligencia lo descubren, por eso es que, en todas las culturas, en todos los tiempos y continentes, en la historia de la humanidad, las personas y las sociedades se han hecho y se hacen las siguientes preguntas, que seguro también, ustedes y yo, nos hemos hecho en algún momento.
¿De dónde venimos? ¿Qué sentido tiene mi vida y todo lo que existe? ¿Lo que estoy viviendo es lo que me tocó, y si me gusta bien y si no también? ¿Nuestro destino es, con mayor o menor suerte o sin ninguna, nacer, crecer, luchar en la vida, casarnos, engendrar hijos, comenzar a perder fuerzas hasta que llegue un momento en que nuestro organismo se agote y morimos, y dejamos de existir? Entonces, ¿Las personas somos igual que los árboles que nacen, crecen, dan sombra y frutos, pero algún día se cortan para leña o viene un ciclón como el Sandy y lo arranca de raíz y no pasa nada? Nadie supo que iba a nacer, pero todos sabemos que tarde o temprano vamos a morir. Esa es una verdad que no hay que demostrar. ¿Qué pasa después de la muerte? ¿Nacimos para morir y lo demás es cuento? En nuestro interior nos rebelamos y nos resistimos a esto, qué triste es vivir creyendo que al final está la muerte y la nada.
Por eso es que estas preguntas u otras parecidas permanecerán presentes de generación en generación.
El apóstol Pablo sabía esto, por eso al llegar a Roma, la ciudad más importante en aquella época, se encontró con que estaba llena de estatuas dedicadas a muchos dioses, a los que se les atribuía poderes. Hasta a los emperadores se les rendía culto como si fueran dioses.
Unos pensaban que Dios había creado todo lo que existe pero que se había desentendido de lo que había hecho y había dejado al mundo a su suerte; otros pensaban que Dios era alguien a quien acudir en los momentos difíciles para que nos resolviera los problemas- Como dice el dicho cubano “se acuerdan de Santa Bárbara cuando truena” y que, para mantenerlos contentos, pues eran caprichosos, había que hacerles regalos y fiestas para que siempre les complaciera. Para otros, Dios existía, pero nadie podía saber nada de su naturaleza, y menos conocerle y comunicarse con él.
Al ver esto, Pablo les dice que es cierto que por medio de la razón podemos descubrir que Dios existe; que existe una fuerza superior e inteligente que ha creado todo. Esa es la Revelación natural. Pero que, para conocer el sentido último de las cosas, para conocer a Dios, no solo basta la razón, necesitamos la ayuda del mismo Dios, y que, para lograr eso debemos acudir y aceptar a Jesucristo, que es el perfecto revelador del Padre.
Pablo les enseñó que Dios no solo nos creó a nosotros y a todo lo que existe, sino que es un Ser que quiere estar con nosotros, acompañarnos en la vida, comunicarse, darse a conocer y establecer una relación amorosa con los hombres y mujeres creados por Él. No nos quiere dejar solos a nuestra suerte, Él es un Dios de vida, no quiere la muerte de los hombres y mujeres que ha creado. Él es el Señor de la historia y quiere, que el final de la vida no sea la muerte, sino la vida eterna junto a Él.
En la Biblia y en la Tradición de la Iglesia se conserva lo que Dios ha querido revelarnos. En la Biblia se muestra el amor de Dios para con el pueblo de Israel que “lo eligió entre todos los pueblos de la tierra”, y les dice “Yo soy el Señor tu Dios, no tendrás otros dioses”. Por medio de los profetas fue guiando a su pueblo en la historia. Sabiendo que Israel y todos los hombres y mujeres somos de cabeza dura, y que frecuentemente nos apartamos de sus mandatos, prometió que enviaría a un Mesías, que nos enseñaría y guiaría hasta la liberación y felicidad plena. Le pidió al pueblo paciencia y fidelidad a Dios. Pidió que tuvieran Fe en Él y en su Palabra.
Escuchemos la lectura del Evangelio según San Juan, Capítulo 3, versículos de 16 al 18 donde se afirma que Dios envió a su Hijo al mundo para que tengamos vida en abundancia.
(Lectura del Evangelio según san Juan 3, 16-18)
Como vemos ese enviado es Jesucristo, el Hijo de Dios Padre, la Segunda persona de la Santísima Trinidad y Dios mismo, igual que el Padre y que el Espíritu Santo que nos fue dado en Pentecostés. Jesús nos revela que la naturaleza íntima de Dios es el Amor: El amor vivido eternamente entre el Padre, el Hijo y Espíritu Santo. Que como el amor necesariamente es relacional y comunicativo, Dios quiere comunicar ese amor a todos los hombres.
Por eso Jesucristo, Dios mismo, se hace hombre en el seno de la Virgen María, muere en la cruz para reconciliarnos con Dios, resucita de entre los muertos y nos muestra el camino que nos lleva a experimentar, también nosotros, el amor de las tres personas divinas Padre, Hijo y Espíritu Santo.
¡Qué alegría saber que hemos sido creados para vivir en el amor, y estamos llamados a vivir también en el amor eterno de Dios!
Así, porque Jesús es el que nos revela que en Dios hay tres personas: Padre, Hijo y Espíritu Santo en las prácticas y en la Tradición de la Iglesia se hace la señal de la cruz diciendo “En el nombre del Padre, y del Hijo y del espíritu Santo”
En Cuba en muchos lugares al rezar el Gloria se hace también la Señal de la Cruz. En la misa siempre rezamos el Credo en el que reafirmamos nuestra fe en un Dios que es Padre, en Jesucristo, nuestro salvador y en el Espíritu Santo Santificador.
Hermanos, hagamos un momento de silencio pidiéndole a Dios que escuche nuestras oraciones-
(Música, Un solo Señor, voz y arreglo Melvín Rodríguez)
Después de cada petición oramos diciendo: Santísima Trinidad, escucha nuestras súplicas.
Por el Papa, los obispos, sacerdotes y diáconos, religiosos, religiosas y todo pueblo de Dios, para que siempre sea fiel. a lo que proclama, a lo que enseña y a lo que cree, oremos: Santísima Trinidad, escucha nuestras súplicas.
Por los gobernantes, para que trabajen siempre, por el bienestar, la justicia y la de toda la humanidad, oremos: Santísima Trinidad, escucha nuestras súplicas.
Por los enfermos y sus familias, en especial los que padecen la COVID-19, y también los que están en cuarentena, para que miren el futuro con confianza y que eso les ayude en su proceso de recuperación, oremos: Santísima Trinidad, escucha nuestras súplicas.
Por todas las personas que trabajan para mantener limpios y saneados nuestros pueblos y ciudades, para que se mantengan firmes en su empeño de ayudar, con trabajo, a la salud de todos, oremos: Santísima Trinidad, escucha nuestras súplicas.
Por los que más necesitan de nuestra atención y nuestra oración: los ancianos, las personas que viven solas, los discapacitados, los presos, los que se sienten solos, para que cuenten siempre con la oración y el gesto solidario y oportuno de los que le rodean, oremos: Santísima Trinidad, escucha nuestras súplicas.
Por los que trabajan en el control de las carreteras, en los puntos de vigilancia entre los municipios y provincias, que permanecen largas horas en condiciones difíciles, para Dios que es Padre, cuide de ellos, los bendiga y fortalezca, oremos: Santísima Trinidad, escucha nuestras súplicas.
Por los médicos, enfermeras, técnicos, y todo el personal vinculado a la salud también por los que trabajan en el campo de la investigación científica, para que n decaigan en su empeño de servir al bienestar y a la salud de sus semejantes, que tanto esperan y necesitan de ellos, oremos: Santísima Trinidad, escucha nuestras súplicas.
Por todos los cristianos que creemos que hay un solo Dios que es Padre, Hijo y Espíritu Santo, para que busquemos la unidad, oremos: Santísima Trinidad, escucha nuestras súplicas.
Pidamos también por todos nosotros para que el Señor nos ayuda a ser fieles a nuestra fe, oremos: Santísima Trinidad, escucha nuestras súplicas.
Les invito a hacer en silencio, y que cada uno haga en su interior lo que quiere pedirle a Dios, oremos: Santísima Trinidad, escucha nuestras súplicas.
Hermanos, vamos a despedirnos rezando la tradicional oración del Gloria, como nos han enseñado nuestros mayores, y en el momento de comenzar la oración, al decir Gloria al Padre, Gloria al Hijo, Gloria al Espíritu Santo, hagamos conjuntamente la señal de la cruz.
Pero antes quisiera darles un consejo. Muchas personas han pasado por las pruebas del Covid, para saber si están enfermas o no; y siempre eso causa inquietud. Miremos las cosas racionalmente, y démonos cuenta que, si nos hacemos la prueba y esta da negativa, es un momento de alegría; si nos hacemos la prueba y da positiva, también tenemos que tener la alegría de que lo hemos cogido a tiempo. Y si nos da positiva, también entonces tendremos la seguridad de que tendremos que aislarnos para no contagiar a nuestra familia y a los que nos rodean. Como vemos hay una ventaja, por lo tanto, no tengamos miedo, al contrario, cuando sintamos alguno de esos síntomas que se nos dicen tanto por la televisión, razonablemente acudamos al médico apra explicarles nuestra situación de salud.
Gloria al Padre, Gloria al Hijo, Gloria al Espíritu Santo.
Por los siglos de los siglos. Amén
Hermanos me despido de Ustedes,
Monseñor Dionisio García Ibáñez
Arzobispo de Santiago de Cuba
(Música, El Dios en que creo)