Alocución Radial de Mons. Dionisio G. García Ibáñez  Arzobispo de Santiago de Cuba

Alocución Radial de Mons. Dionisio G. García Ibáñez Arzobispo de Santiago de Cuba

17 de mayo de 2020, VI Domingo de Pascua

“Si me aman, guardarán mis mandamientos”

“El que acepta mis mandamientos y los guarda, ése me ama;
al que me ama, lo amará mi Padre, y yo también lo amaré”

Escuchar Aquí:

Buenos días hermanos y hermanas,

Queridos radio oyentes de nuestra emisora Provincial CMKC, saludos para Ustedes y sus familias. Gracias a todos los que han hecho posible y contribuyen para que estas palabras llenas de esperanza lleguen cada domingo a sus hogares. Tener la posibilidad de escuchar la Palabra de Dios es ya un regalo que muchos desearían. Yo diría que es un regalo muy valioso. ¡Cuántos quisieran tener esa oportunidad!

Seguro que, en estos días pasados, en medio del aislamiento a causa del virus, también hemos agradecido las lluvias que han caído y que tanto bien le hacen a nuestras tierras y cultivos. Los campos están volviéndose verdes de nuevo y los famosos mangos bizcochuelos están más grandes, dulces y jugosos.

En el mensaje de hoy, como en las otras ocasiones meditaremos un pasaje del Evangelio de San Juan que, nos da esperanza, ilumina el camino que nos lleva a la salvación y alimenta nuestra vida de fe.

En este tiempo, pediremos también, de manera particular, por los enfermos que están en los hospitales, por los que están recluidos en los centros de aislamiento y tienen la incertidumbre de si están contagiados o no, y por sus familias. También lo haremos por el personal sanitario que les cuidan y velan por su salud, por los que dirigen las acciones encaminadas a garantizar con responsabilidad las normas implementadas para evitar el contagio, y por los que trabajan en el campo de la investigación para buscar medios de curar esta terrible epidemia.

Haremos un comentario al Evangelio de Juan, Capítulo 14, del 15 al 21

En las semanas anteriores escuchamos como Jesús responde a la siguiente pregunta ¿Quién dice la gente que soy yo?, diciendo que Él es el Buen Pastor que nos cuida y guía y que es el Camino que nos lleva a alcanzar a Dios, ya que Él es la Verdad y a la Vida plena que todos deseamos. Esto es, da la respuesta cierta al porqué de nuestra existencia.

El evangelio de hoy nos dice que no solo basta con decir: “Yo quiero seguir a Jesús” o “Jesús es mi salvador” si no que, también, tenemos que poner de nuestra parte, dejarnos guiar por El, que es el Buen Pastor, conocerlo mejor pues entonces le amaremos más y descubriremos cómo debemos vivir para llegar a la meta final a la que Él nos conduce: La Salvación. Recordemos que, para conseguir las cosas valiosas, que nos gustan y queremos alcanzar, debemos poner nuestra voluntad pues, muchas veces, llevan consigo sacrificio y compromiso. Escuchemos lo que nos dice el Evangelio.

(Lectura del Evangelio según san Juan 14, 15-21)

El texto que hemos escuchado forma parte del discurso de despedida que Jesús da a los apóstoles antes de la última cena, su pasión y muerte, que el evangelista san Juan recoge en los capítulos del 13 al 17 en su Evangelio. Podemos decir que es como el testamento a sus discípulos y por lo tanto a nosotros. Procuremos leerlo. Se lo repito Juan capítulos del 13 al 17.

Repasemos el texto escuchado: Al principio dice: “Si me aman guardarán mis mandamientos” y al final reafirma aún con más fuerza: “El que acepta mis mandamientos y los guarda, ese me ama”. Fijémonos hermanos que: Amar a Jesús y guardar los mandamientos están estrechamente unidos, son inseparables. Yo no puedo decir que creo en Jesús y le amo, si no trato de guardar sus mandamientos y me dejo guiar por Él. Hay una frase que a veces oímos “Yo creo y amo a Jesús, pero a mi manera”. Lo que expresa esa frase es falso pues, el mismo Jesús dice: “El que me ama debe guardar mis mandamientos”. Tratar de conocer y vivir según los mandamientos de la Ley de Dios, que son los de Jesús, es la condición necesaria para poder alcanzar la verdad y la Vida siguiéndolo a Él.

¿Para qué hemos nacido, para qué hemos venido al mundo? Esa es la pregunta más importante que se ha hecho el hombre a lo largo de la historia y, que toda persona honesta se la sigue haciendo hoy. La respuesta, la da Jesús, por eso la enseña la Iglesia y es la siguiente: Hemos venido al mundo “Para conocer, amar y servir a Dios en esta vida, y para que, amando a mi prójimo y tratándolo como yo quisiera que me trataran a mí, alcanzar así la Vida Eterna”, la que no se acaba en el tiempo, en la que, por fin, viviremos en el amor para el cual fuimos creados y deseados.

Ahora bien, muchos de Ustedes que quieren seguir a Jesús podrían preguntarme: ¿Cuáles son esos mandamientos de la Ley de Dios de que nos habla Jesús? Para responder, les voy a hacer un relato en el que también le hicieron esa misma pregunta a Jesús, para enredarlo y como decimos nosotros, cogerlo de atrás para alante: ¿Cuál es el primer mandamiento?, Él respondió. Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma y con todo tu ser. También El añadió: El segundo es semejante a este: Trata a los demás como tú quisieras que te trataran a ti. Y resumió diciendo que en estos dos mandamientos está la ley entera.

La Iglesia en sus 2000 años de historia, en momentos en que la inmensa mayoría de las personas no sabían leer y las cosas se aprendían de memoria, y para facilitar el conocimiento de la Ley de Dios que está en la Biblia, los agrupó en diez expresiones conocidas tradicionalmente como los 10 mandamientos. Les invito a buscar el texto en la Iglesia o comunidad más cercana.

Los tres Primeros mandamientos corresponden a cómo deber ser mi relación con Dios: Ama a Dios por sobre todas las cosas, no uses su nombre en vano, ríndele culto al Dios que nos mostró Jesús que es Padre, Hijo y Espíritu Santo. No consideres como Dios a ninguna persona, o a cosa alguna de la naturaleza o producto del trabajo del hombre. Hay un solo Dios, que lo ha creado todo por amor, a quien solo debemos adorar pues Él tiene todo el Honor, el Poder y la Gloria. No vayamos detrás de otras cosas que dicen tienen poder.

Los siguientes 7 mandamientos corresponden a cómo debe ser mi relación con las demás personas, si quiero comportarme como buen cristiano y ser mejor persona: Honra y cuida a tus padres, mayores e hijos. No mientas ni incumplas tus compromisos, sé fiel siempre, sobre todo a tu esposa o esposo, no seas promiscuo, no le causes mal y daño físico a otras personas, tampoco de palabra hablando mal de ella o quitándole su moral. Mantén tu corazón limpio, no dejes que el mal entre en él, que no penetre en él el deseo de venganza. No robarás los bienes de los demás. No envidies ni codicies los dones y los bienes de los demás. Date cuenta que eso te entristece y te quita la paz.

Ese es el camino que Jesús nos indica y nos aconseja, no por capricho de Él, sino por nuestro bien, pues en la medida en que cada uno de nosotros los cumpla y los viva, así seremos más felices nosotros y la sociedad será más justa ¿Alguien afirmaría lo contrario? Imaginemos un mundo sin envidia, sin que nadie le haga daño a los demás. La tranquilidad que habría si nadie se sintiera engañado, si nadie hablara mal de los demás. Ojalá que a todos los niños y niñas les enseñaran los mandamientos. Creo que los padres deben hacer un esfuerzo por conocerlos y aprenderlos ellos y enseñárselos después a sus hijos. Seguro que cuando sean mayores serán mejores personas.

No se puede decir que soy cristiano y no amar, o no estar atento al sufrimiento, al dolor y a las necesidades de mi prójimo. Prójimo es la persona más cercana. Debemos entonces empezar por la familia, los amigos, vecinos y así por los demás pues Jesús murió en la cruz por todos.

Desgraciadamente muchas veces los cristianos no vivimos según los mandamientos de la Ley de Dios, de esta manera nos estamos apartando de su amor y estamos dando mal ejemplo a los demás.

Acordémonos que sin la gracia de Dios no podemos hacer el bien y evitar el mal. Pidámosle nos fortalezca con su poder para hacer siempre el bien.

(Música, Si me falta el amor)

Después de haber escuchado y compartido el Evangelio de San Juan, y haber escuchado esta canción, les invito a hacer un momento de silencio para unirnos en oración.

Después de cada petición oramos diciendo: Señor de la Vida, atiende nuestras súplicas.

Por todos los enfermos, especialmente los contagiados con el virus, que están ingresados en los hospitales y están separados de sus familias. Señor de la Vida, atiende nuestras súplicas.

Por los que están aislados en cuarentena y se sienten inquietos ante la incertidumbre de tener la enfermedad. Señor de la Vida, atiende nuestras súplicas.

Por los ancianos y aquellos que tienen alguna enfermedad que les hace más vulnerables ante el virus y sienten mucho temor ante esta situación. Señor de la Vida, atiende nuestras súplicas.

Por los trabajadores de la salud, médicos, enfermeras y enfermeros, técnicos y auxiliares servicio, que por su trabajo están en riesgo de ser contagiados. Señor de la Vida, atiende nuestras súplicas.

Por todos los que, en medio de esta situación, trabajan por el bien común, y ayudan a los que viven solos y están más necesitados. Señor de la Vida, atiende nuestras súplicas.

Por todos los que tienen la misión de hacer cumplir las normas de protección y de aislamiento social. Señor de la Vida, atiende nuestras súplicas.

Por todos los presos y sus familias, por los que viven solos, por las familias que luchan para darle lo necesario a sus hijos; por aquellos que no tienen paz en su corazón, por los que se sienten marginados; por aquellos que sufren males físicos y espirituales. Señor de la Vida, atiende nuestras súplicas.

Por todos nosotros, para que el Señor fortalezca nuestra fe, nos dé una fuerte esperanza y nos haga generosos con los que más necesitan. Señor de la Vida, atiende nuestras súplicas.

Por los que han muerto debido a la pandemia, y por todos nuestros difuntos, para que el Señor los acoja junto a Él en la gloria. Señor de la Vida, atiende nuestras súplicas.

Todo esto te lo pedimos por Jesucristo, tu Hijo, nuestro Señor. Amén.

Hermanos, les invito a rezar ahora el Ave María, para poner también todas estas invocaciones que hemos hecho a Dios, Padre, Hijo y Espíritu Santo, en la Madre de su Hijo, que Él escogió.

Dios te salve María, llena eres de gracia,

el Señor está contigo.

Bendita tú eres entre todas las mujeres,

y bendito es el fruto de tu vientre, Jesús.

Santa María, Madre de Dios,

ruega por nosotros, pecadores,

ahora y en la hora de nuestra muerte. Amén.

Les quiero hermanos impartir la bendición, sobre todos ustedes, sobre todos los santiagueros, sobre todas sus familias. La bendición de Dios todo poderoso, Padre, Hijo y Espíritu Santo. Descienda sobre ustedes, vecinos, familiares y amigos, y les acompañe siempre. Amén.

Monseñor Dionisio García Ibáñez

Arzobispo de Santiago de Cuba

(Música, Como baja la lluvia desde el cielo)

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