Alocución Mons. Dionisio G. García Ibáñez, arzobispo de Santiago de Cuba
Alocución Mons. Dionisio G. García Ibáñez, arzobispo de Santiago de Cuba III Domingo de Pascua, 26 de abril de 2020
Transmitido por CMKC, Emisora Provincial de Santiago de Cuba
Escuchar aquí:
-Música-
“Quédate con nosotros la tarde está llegando y anochece”
Buen Domingo, hermanos y hermanas
Démosle gracias a Dios que nos permite encontrarnos nuevamente para orar los unos por los otros en estos momentos difíciles, escuchar la Palabra de Dios, conocer el plan de salvación que Él tiene para cada uno de nosotros, aprender un poco más de nuestra fe, y sentirnos una comunidad de creyentes que aunque no podamos estar celebrando juntos en la iglesia, estamos reunidos en comunión de fe a través de las ondas radiales de la CMKC, nuestra Radio Provincial. Dios les bendiga a todos.
En medio de esta epidemia que tanto hace sufrir les invito, en primer lugar, a poner nuestra confianza en Dios, Él es el único que es capaz de colmar nuestra esperanza y darnos y serenidad y fortaleza de espíritu. En esta media hora nos uniremos en oración pidiendo por nuestras familias, por nuestro pueblo sobre todo por los más necesitados, de manera especial, hoy pediremos por las personas que viven solas o que tienen situaciones muy difíciles para que se encuentre remedio a sus necesidades básicas y siempre tengan una mano amiga, cercana y una palabra de aliento Seguro que en nuestro barrio conocemos algunos casos… No les dejemos solos.
También aprovechemos este precioso tiempo para conocer lo que nos dice la Palabra de Dios el día de hoy, domingo 26 de abril. El texto del evangelio que leeremos, nos seguirá recordando los momentos en que Cristo Resucitado se les aparece a sus discípulos para fortalecer su fe y darles confianza.
Los evangelios son libros de la Biblia y son 4: Mateo, Marco, Lucas y Juan (llevan los nombres de quienes los escribieron). San Mateo y San Juan eran discípulos y apóstoles de Jesús, lo conocieron, compartieron con EI, escucharon sus enseñanzas, le vieron hacer milagros y, al final, lo vieron muerto en la cruz y se alegraron en su resurrección. Esto es, fueron testigos de primera mano, nadie se lo contó, ellos lo vivieron personalmente. Los otros dos, los evangelistas: San Marcos y San Lucas, fueron, a su vez, discípulos de los apóstoles y ellos recogieron en sus evangelios lo que habían oído a aquellos hombres y mujeres que si habían sido testigos directos de los hechos que describen.
Lo que narran los evangelios no son cuentos, es lo que verdaderamente ocurrió. Los escribieron inspirados por Dios para que nosotros, que no hemos visto a Jesús creamos en El y también tengamos vida eterna. Están narrados de manera pedagógica, casi poética, para que nosotros lo entendamos mejor, los disfrutemos y lo podamos aplicar a nuestra vida.
Recordemos la frase que dijo Jesús y que leímos la semana pasada: “Dichosos aquellos que crean sin haber visto”, Es decir, nosotros.
Al escuchar su lectura tengamos en cuenta lo siguiente:
El hecho narrado ocurrió el mismo día de la Resurrección de Jesús. Ya algunos discípulos decían que estaban seguros que Jesús había resucitado, pero todos tenían dudas, estaban confundidos y sin esperanza. De tal manera que dos de ellos, uno se llamaba Cleofás, decidieron apesadumbrados abandonar al grupo e irse de Jerusalén. Se escapaban. Y… por el camino les ocurrió lo siguiente:
Evangelio: Lucas 24,13-35
Recordemos lo leído:
– Por el camino iban comentando tristes y sin esperanza los hechos ocurridos.
– En el camino se les acercó otro caminante, Jesús, que escuchaba con atención lo que ellos decían.
-El cual, explicándoles las Escrituras, les hizo ver la realidad.
– Ellos comenzaron a entender lo que les explicaba, pero no se daban cuenta de quién era. Se sienten bien con Él y le invitan a quedarse y cenar con ellos. ¿En qué momento se dieron cuenta de quién era ese compañero de camino? Al partir el Pan.
-Ya en la mesa, ese caminante que les explicaba tan bien, tomó el pan, lo bendijo, lo partió y se los dio. En ese momento los dos discípulos recordaron la última cena y, como dice el texto, “se le abrieron los ojos” y reconocieron que era el mismo Jesús resucitado. Habían sido iluminados con la luz de la fe. Esa es la que tenemos que pedir para encontrarle el verdadero sentido de la vida, para encontrarnos con Jesús.
–Al recibir la luz de la fe, quedaron transformados: La duda se convirtió en certeza, la inseguridad en confianza, el miedo en valor, el deseo de escapar en la decisión de volver a Jerusalén, de aislarse a encontrase con la comunidad de los discípulos y proclamar juntos: Jesucristo verdaderamente ha resucitado.
-¿Qué fue lo que hizo que le reconocieran, ellos mismos lo dicen “Lo hemos reconocido al partir el pan”.
¿Qué nos enseña este hermoso relato?:
Que nosotros también hemos pasamos por esas etapas, somos como estos dos discípulos. Necesitamos de Dios, pero no sabemos cómo buscarlo, nos llenamos de dudas, de falsas esperanzas que no nos satisfacen. Por lo menos tenemos que intentar buscarlo. No nos olvidemos que cuando buscamos a Dios, Él de una manera u otra, Él sale a nuestro encuentro.
Las dos maneras seguras de buscar y encontrarse con Jesús son:
1ro. Leer la Biblia. Lo hacemos personalmente y en la comunidad. Busquemos a alguna persona que nos la explique. Recordemos que la Biblia no es propiedad personal, fue dada a la comunidad. Busquemos un catecismo de la Iglesia donde están resumidas, en forma de preguntas, las principales verdades de la fe que nos transmite la Biblia. Acerquémonos a algún sacerdote o miembro de una comunidad que nos explique y nos oriente, tal como lo hizo Jesús con estos discípulos desorientados.
La Biblia nos hace mucho bien espiritual y, como dijimos, debemos leerla personalmente y con la comunidad, con la Iglesia, pues podemos caer, por nuestras propias y evidentes limitaciones, en interpretarla según yo entienda o crea que Dios se me revela. Por eso es que en la misa con la comunidad reunida vemos que siempre se leen y comentan varios textos tornados de la Biblia.
2do. Participar, cuando podamos, en la Santa misa. La misa es la oración por excelencia. En ella después de haber leído las lecturas bíblicas, el sacerdote en persona de Cristo, coge el pan, lo bendice, Io parte y se lo da a sus discípulos, después toma la copa con el vino, la bendice y se la da a sus discípulos diciendo “Este es mi cuerpo y mi sangre que se ofrece por Ustedes, hagan esto en memoria mía” Como la Iglesia quiere ser obediente a Jesucristo nos invita a participar en la misa desde hace 2000 años. Gracias a Dios, al no poder ir al templo, estamos participando en ella por la televisión.
Que nuestro mejor ejemplo a seguir sea a la Virgen María, que engendró a su Hijo Jesús, le acompañó siempre, en las buenas y las malas y, junto a los discípulos reconoció a su Hijo resucitado “Al partir el pan”. Ella fue la primera cristiana porque fue la primera discípula de su Hijo y le reconoció como a su Salvador.
-Música-
Les invito a hacer un momento de silencio al terminar este breve encuentro y oremos por las necesidades de nuestro pueblo.
Después de cada petición oramos diciendo: Señor, escucha nuestras súplicas.
Señor, escucha nuestras súplicas
Por los enfermos contagiados con el virus que están ingresados en los hospitales y sufren separados de sus familias Señor, escucha nuestras súplicas.
Por los que están en cuarentena en hospitales o en sus casas y que ven el futuro con incertidumbre. Señor, escucha nuestras súplicas.
Por sus familiares que desearían estar cerca de ellos acompañándolos, pero que la misma enfermedad se lo impide. Señor, escucha nuestras súplicas.
Por los ancianos y aquellos que tienen alguna enfermedad de riesgo que son los mas frágiles ante el virus y viven con el temor del contagio. Señor, escucha nuestras súplicas.
Por los trabajadores de la salud, médicos, enfermeras y enfermeros, los auxiliares de los centros de Salud, que se encuentran en peligro de ser contagiados, Señor, escucha nuestras súplicas.
Por todos los que tienen la misión de hacer cumplir las normas de protección y de aislamiento social. Señor, escucha nuestras súplicas.
Para que Dios bendiga nuestra tierra con la lluvia. Señor, escucha nuestras súplicas.
Por todos los que nos reunimos en nuestras casas a orar para que el Señor fortalezca nuestra fe, nos de una fuerte esperanza y nos haga generosos con los que más necesitan. Señor por tu dolorosa Pasión, ten misericordia de nosotros y del mundo entero.
Por aquellos que más sufren de carencias económicas y otros males provocados por esta pandemia. Señor por tu dolorosa Pasión, ten misericordia de nosotros y del mundo entero.
Todo esto te lo pedimos por Jesucristo nuestro Señor, Amén.
Hermanos vamos a rezar vamos a rezar juntos el Padre Nuestro.
Hermanos, también quiero exhortarlos a que tratemos de ser responsables, cada uno de nosotros debe cuidar del otro, los padres de los hijos, los hijos de los padres, los jóvenes de los mayores, por lo tanto, tenemos que tratar de cumplir las normas que se nos piden, eso forma parte de la responsabilidad social. Por eso yo les invito a tomar conciencia de evitar toda aquella actitud que no sea necesaria, o que vaya en contra del bien de la comunidad. En este tiempo difícil, también nosotros tratemos de ayudarnos unos a otros, seamos responsables.
Les bendice en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo.
Mons. Dionisio García lbáñez
Arzobispo de Santiago de Cuba
-Música-