PARA EL ARZOBISPO DE LA HABANA, MONS. JUAN DE LA CARIDAD GARCÍA RODRÍGUEZ, LA FE ES UNA SEMILLA QUE SIEMPRE DA FRUTO

Por: Amalia Ramos Ivisate

Tomado de Nosotros Hoy – Segmento noticioso del Sitio WEB de la COCC
Conferencia de Obispos Católicos de Cuba.

En monseñor Juan de la Caridad García Rodríguez, Arzobispo de La Habana, aún queda algo de ese adolescente de 13 años que entró al Seminario con deseos de jugar béisbol. Su alma —como su apariencia— es sencilla, un rasgo que deja ver la lucidez con que ha enfrentado su servicio, la coherencia con que ha vivido estos años como sacerdote de Jesús.

De su Camagüey natal lleva consigo muchas enseñanzas y también la cruz de madera que utiliza siempre, un poco rústica, pero hermosa. El símbolo que recuesta en su pecho lo hicieron en Palma City y Lombillo, dos pueblos norteños de esa diócesis. Según relata, se lo regaló una monja cuyo testimonio y pasión por el Evangelio le inspiraron: “Ella me dijo: «No se la quite» y he sido obediente”, bromea. 

Hace unas semanas, el Papa Francisco dio la noticia de que crearía Cardenal a este hombre humilde, junto a otros 12 prelados. De ellos, el Santo Padre resaltó su proveniencia, la que “expresa la vocación misionera de la Iglesia, que continúa a anunciar el amor misericordioso de Dios a todos los hombres de la tierra”.

Tal ha sido la esencia que ha definido el ministerio de Mons. García Rodríguez, quien escogió como lema episcopal “Ve y anuncia el Evangelio”. Pero ese deseo le nació desde mucho antes de ser ordenado; lo descubrió en una loma de Santiago de Cuba, en una zona donde había pocos niños. “Allí me di cuenta de la necesidad de catequizar, de instruir en la fe. Desde entonces, esa inquietud se quedó dentro de mí”, confiesa.

Misión, servicio, oración

Quizás sin percatarse, su historia ha estado matizada por las tres aspiraciones emanadas del Encuentro Nacional Eclesial Cubano (ENEC), en 1986, de ser una Iglesia misionera, orante y encarnada. Estar en salida y llevar la esperanza del Resucitado a los lugares más apartados ha sido su interés como presidente de la Comisión de Misiones, de la Conferencia de Obispos Católicos de Cuba.

En sintonía con lo anterior, los momentos que rememora con más cariño se encuentran donde la gente necesitada: “Antes de ser obispo —cuenta— me enviaron a una parroquia, en la cual había una capilla abandonada y quise restaurarla. Empecé a visitar personas y juntos reparamos un poco la iglesia… El día que convocamos para misa, cuando fui a tocar la campana, se rompió. Pero me dije: “yo tengo que tocarla”. Así que busqué una escalera, me subí, toqué la campana con las manos y me dio un consuelo extraordinario. No sabía qué iba a pasar, si iban a venir o no a la Eucaristía, pero tocando aquella campana que no se escuchaba hacía años, sentí la maravilla de que algo de Dios se estaba anunciando en todo el pueblo. Después el templo se llenó inexplicablemente y tuvimos una celebración muy bonita”.  

“Hoy —reconoce— la Iglesia misionera tiene muchos retos. No contamos, por ejemplo, con una emisión radial ni televisiva con mensajes religiosos, por eso hay que ir casa por casa, servirse de las grandes asistencias a celebraciones y de las patronales de santos.

“Pero lo importante es que sembremos la semilla. Siempre pregunto a las personas cuántas matas de mango han sembrado y muchas dicen que ninguna; entonces digo, cuántos mangos se han comido en la vida: miles… Pues la fe es algo así, una semilla que tú depositas, quizás nadie sepa quién la sembró —como en el caso de la mata de mango— pero está dando frutos. Lo nuestro es sembrar y sembrar y sembrar. Siempre habrá fruto, porque la palabra de Dios no regresa vacía”.

Quienes le conocen bien, afirman que ese espíritu de labrador seguirá intacto en Mons. García Rodríguez. El nuevo llamado a ser Cardenal es apenas una invitación a mantenerse fiel. Tengo muchos miedos —acepta— porque no sé cómo se es Cardenal. Nadie sabe cómo se es sacerdote o cómo se es obispo, si no en el camino, aun cuando hay una serie de presupuestos…”  

Por eso pide a la comunidad católica de la Isla que rece para que Dios le ayude en su servicio: “La oración es poderosa, pertenece a lo esencial del cristianismo. Jesús en el Evangelio nos da muestra de su continua oración…”

Hoy 5 de octubre, el Arzobispo de La Habana pertenecerá oficialmente al Clero de Roma y algunos signos externos cambiarán, pero solo para recordarle que debe continuar con el ardor que le ha inspirado a lo largo de su vida. En definitiva —asegura— “ser Cardenal será un compromiso mayor, una entrega más fuerte”.

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