Desde el altar de la Patria sabemos dónde hemos puesto nuestra Esperanza

Desde el altar de la Patria sabemos dónde hemos puesto nuestra Esperanza

Ecos de la Navidad en la Parroquia de Baire

Por: P. Rogelio Dean Puerta, párroco 

Arquidiócesis de Santiago de Cuba, 4 de enero de 2019 / El próximo 24 de febrero, día en que Baire se torna la capital de la nación a partir de su histórico grito, Cuba votará su nueva Constitución. Ante un futuro que más que optimismo demanda consuelo en la Esperanza, los católicos del terruño, siempre herederos de la epopeya mambisa de libertad, ante cada acontecimiento siguen marcando claro “en quien han puesto su Esperanza”.

Desde un humilde poblado de apenas 16 400 habitantes la parroquia de San Bartolomé alza la mirada y reafirma el sentido de la Esperanza, que no radica más que en el Nazareno, que viene a la historia cada año como un niño pidiendo entrega, es decir: ¡Navidad!

Es por eso que el parroquiano bairero hizo en el pasado diciembre un paréntesis de sus padeceres, -que no duda en identificar y analizar conscientemente-, para lanzarse a generar la alegría que brota de nuestra Esperanza.

El cambio del mundo, de la nación, comienza en la capacidad de cultivar el Amor concreto en un entorno inmediato que se yergue retador al darse cuenta, que sí puede ser afectado y modificado por el empeño de un corazón renacido.

Sonríe entonces Gabriel arcángel anunciando “la fiesta de la Vida”, porque 15 adolescentes totalmente ajenas a la práctica católica, son acogidas en un banquete de delicias y ternuras, que acarician los hijos de sus vientres cuyos sueños han decidido defender. Desterrando juicios y soledades a coro dicen las jóvenes heroínas de la vida: ¡En Verdad es Navidad!

Más de una veintena de matrimonios siempre en el “dar” ocupados también autentifican la Navidad, de su fiesta brotan otras, pues en la familia están: el niño, el adolescente, el joven y el anciano, cada uno con sus razones para gritar también: ¡Navidad!

Guitarra en mano, sonidos y colores, dulces, globos y mucho más, hacen de cada día navideño un desborde de Fe y hermandad.  A la que tiene al hijo preso o en un salón de hospital, también le hacemos buscar razones que digan que su noche “aún puede ser buena”.

Brotan los carismas, fluye el Espíritu y todos quieren animar, llega el músico, el que canta, la que imita, la que baila, la que embroma y muchos más. Se multiplica el bocado que provoca el brindis, donde el mejor vino está al final.

Suelta la muleta la anciana, y el joven se disfraza para jugar, con los niños marcados por la lástima de los que “no ven más allá”. Las viudas dicen: ¡aquí estamos y vamos a modelar, en esta gran familia donde siempre hay capacidad!

¡Tranquilos todos que llegó refuerzo: catecúmenos a todo dar! Gente que ya ama a Cristo y también quiere festejar. Es verdad, no siempre se multiplica el pan  -y en estos tiempos mucho más-,  pero sí de milagro se trata, ahí están los adolescentes donde el espaguetis sobra ya.  

Cautivados están los maestros que al templo no tardan en llegar, asombrados que en su día, ya les damos Navidad. ¿Por qué a mí? pregunta uno, ¿Por qué a ti no, profesor? ¿No puedes ser tu acaso, un Evangelio del Señor? ¿No repasas ya en tú parroquia a jóvenes con ardor…de esos que al estudiar quieren, un futuro mejor?

Cerramos todo con “la ola”, el particular de por acá, donde Jesús va y viene al compás de una “nana ni igual”. Como gritan los profetas que denuncian sin hablar, que unen cielo y tierra, y son reyes al pastorear.

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