Antonio Marrero Díaz ya es sacerdote

Por: Araceli Cantero Guibert, tomado de Holguín Católico 

Diócesis de Holguín, Catedral San Isidoro, 18 de junio de 2018 / Con el deseo de ‘Permanecer en Cristo’, como expresa el lema de su ordenación, el joven cubano de 29 años, Antonio Marrero Díaz ha sido ordenado sacerdote por monseñor Emilio Aranguren Echeverría, obispo de la Diócesis de Holguín.

Un fuerte aguacero y ráfagas de viento, horas antes del rito de ordenación, no fue impedimento para que acudieran a la S.I. Catedral de San Isidoro, en Holguín, sacerdotes de Guantánamo, Camagüey, Santa Clara y La Habana que habían sido compañeros suyos en el Seminario y los sacerdotes diocesanos que lo acogían en su presbiterio. Desde los primeros bancos del templo no ocultaba la satisfacción su madre, Milagros Díaz, con su esposo e hija, rodeada por católicos de Holguín y de las comunidades en las que el candidato sirvió como seminarista y como diácono a lo largo de los últimos años de su formación.

El nuevo sacerdote es muestra de una nueva generación de vocaciones al sacerdocio, fruto de la acción de Dios en medio de una sociedad socialista, muchos de ellos bautizados en la juventud e incorporados a la vida de la Iglesia gradualmente.

Así lo recordó el obispo en su homilía al ofrecer datos de su biografía. “Cuando Antonio se acercaba a cumplir los 17 años, fue bautizado en la parroquia de San Andrés por un fraile franciscano, acompañado de su tía abuela Martha que está aquí hoy, junto a él”, indicó Mons. Aranguren.

“A partir de allí, empezó a ganar espacio dentro de él la inquietud vocacional”, explicó. El joven recibió la Primera Comunión de manos del P. Jorge Inocente Fernández en la Pascua del 2006 y en la fiesta de San Pedro y San Pablo de Cacocum, en 2009, recibió la Confirmación junto a otros dos jóvenes.

“Antonio vivió el proceso de la Iniciación Cristiana” afirmó Mons. Aranguren recordando también sus años en el seminario de Santiago de Cuba y en La Habana y su ordenación diaconal el 3 de marzo del pasado año. “Antonio ha vuelto a responder: ¡Aquí estoy!”, dijo el Obispo, explicando brevemente el rito que se iba a realizar.

Mons. Aranguren le ofreció algunos consejos. “Comparte buenas noticias, venda las heridas que encuentres abiertas, testifica que el Señor rompe las cadenas y hace gustar la verdadera libertad, consuela siempre, brinda y celebra la gracia del Señor que es la que cura, la que cierra las heridas, la que ayuda a olvidar por amor, la que no deja cicatrices”, haciendo alusión a la primera lectura del profeta Isaías (61,1-2) Le pidió acercarse a las personas “con respeto y amor porque la bondad de Dios está siempre presente en sus criaturas” y le dijo que el título más hermoso que pueden darle tus actuales ovejas que son los laicos es “este es el cura del pueblo o, aún mejor, éste es el cura de nosotros”.

Le recordó que “a partir de hoy eres instrumento cualificado y por eso ‘curarás corazones desgarrados’… tendrás capacidad para no hacerle caso a las habladurías de las gentes e, irás a muchas casas, hogares de ancianos y hospitales ‘imponiendo las manos sobre los enfermos y se pondrán bien’”.

Le dijo “cógele el gusto a tu ministerio ya que la caridad pastoral es lo que te identifica como sacerdote de Jesucristo. Ese es el secreto del celo o ardor apostólico que debe caracterizarte”.

También le recordó la importancia de levantarse con la señal de la Cruz dedicando el día al Señor, con el ofrecimiento del día. Y por estar viviendo en un mundo de redes sociales y de ‘Nauta’ e internet le recomendó “antes de ver si recibiste mensajes o alguna llamada perdida- por favor, Antonio, abre la Liturgia de las Horas. Este gesto te dice lo que verdaderamente es primero para ti. Ese debe ser tu Señor, al que hoy quedarás configurado como sacerdote”.

Al iniciarse el rito de ordenación el diácono Noelio Suárez Batista, llamó al candidato y éste respondió “Aquí estoy”. El P. Emilio Fernández Pintado pidió al Obispo que ordenara al joven atestiguando primero que había terminado su formación y servicio como diácono y que las comunidades en donde sirvió habían sido consultadas.

Después de un diálogo con el candidato y la expresión de obediencia al Obispo y sus sucesores el joven se postró en tierra y toda la comunidad rezó las letanías de los santos, implorando su ayuda. Minutos después el Obispo invocaba al Espíritu Santo y le imponía las manos convirtiéndole en sacerdote gesto que repitieron todos los sacerdotes presentes. Siguió la oración de consagración.

El P. Ángel Andrés González le ayudó a revestirse con estola y casulla y el joven se arrodilló delante del Obispo para la consagración de sus manos con el Santo Crisma.

Siguió la celebración de la Eucaristía con el nuevo sacerdote en el Altar junto al Obispo. Y cuando llegó el saludo de paz, se escuchó un gran aplauso mientras el obispo abrazaba al nuevo sacerdote y éste abrazaba a sus hermanos en el presbiterio y a la familia.

La animación litúrgica de la Eucaristía estuvo a cargo de la coral de la Iglesia Parroquial Mayor de San Jerónimo de Las Tunas a petición del propio ordenado. Después de la Comunión, el protagonista que fue desgranando una lista de acción de gracias a los familiares, amigos, comunidades y fieles que le han acompañado estos años.

El Obispo anunció que el ordenando queda como Cura Encargado de la Parroquia de Manatí y sus comunidades teniendo al P. Ángel Andrés (Vicario episcopal de Las Tunas) como acompañante en esta primera etapa de su ministerio. Seguirá apoyando en Las Tunas, los días que comparta fraternalmente con los otros sacerdotes de la ciudad y de la Vicaría.

Y como era el día de San Antonio varios diáconos se acercaron con canastas llenas de pan, que fue bendecido y repartido a todos los presentes. Mucha gente se quedó en el templo, saludando al nuevo sacerdote y pidiéndole su bendición.

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