Alocución Radial Semana Santa 2018

Excmo. y Rvdmo. Mons. Dionisio Guillermo García Ibáñez

Excmo. y Rvdmo. Mons. Dionisio Guillermo García Ibáñez

¡Te adoramos, Cristo, y te bendecimos porque por tu Pasión y Muerte en la Cruz redimiste al mundo! 

Queridos hermanos y hermanas,

La oración con la que he comenzado este mensaje dirigido a ustedes, a sus familias y a todos los santiagueros de buena voluntad por las ondas provinciales de CMKC, es la que rezamos hoy, Viernes Santo, en todas las iglesias y casas de oración donde se reúnen los cristianos. En ella se resume lo que recordamos y celebramos en la Semana Santa. 

Sí, hoy cristianos del mundo entero nos reunimos para adorar y alabar a Jesús, el Hijo de Dios, que se hizo hombre como nosotros para alcanzarnos la salvación, para ayudarnos a encontrar el sentido último de la existencia de la creación y, por tanto, de cada uno de nosotros en particular, conduciendonos, de esta manera, al encuentro con Dios que es y está en el origen y en el final de la vida ya que todos somos criaturas suyas.  

Quiero resumir la invitación que les hago en este mensaje con tres verbos o acciones: 

Recordar, agradecer y corresponder a lo que Dios ha hecho y hace por mí, por Ustedes y por todos. 

Recordar. Uno de los motivos de celebrar la Semana Santa es recordar los últimos días de la vida de Jesús entre nosotros, tal como los enseña la Biblia. En esta semana se leen los evangelios de su Pasión, Muerte y Resurrección.

El domingo pasado fue Domingo de Ramos, ese día acompañamos a Jesús en su entrada triunfal en Jerusalén. Llevamos los ramos benditos a nuestras casas en señal de que queremos que Dios siempre esté presente en nuestro hogar y en nuestros corazones. Que Él sea verdaderamente nuestro único Señor.

Ayer, Jueves Santo, recordamos la Última Cena de Jesús con sus discípulos. Allí, Jesús, siendo el Señor, les lavó los pies en señal de humildad, disponibilidad y servicio. Nos enseñó con este ejemplo el Mandamiento del Amor, que se puede resumir en esta frase: “Trata a los demás como tú quieres que te traten a ti”.

Acto seguido, ya en la mesa, cogió pan y vino, los bendijo diciendo: “Este es mi cuerpo que será entregado y esta es mi sangre que será derramada por ustedes y por todos los hombres y mujeres para el perdón de los pecados. Hagan esto en memoria mía.” Desde ese momento quedaron eliminados todos los sacrificios de animales para agradar a Dios y obtener el perdón y la salvación pues, Jesús se ofreció por nosotros, muriendo en la Cruz de una vez y para siempre. Cada vez que participamos en una misa estamos haciendo realidad y ofreciendo a Dios aquel único sacrificio de Cristo en la cruz. Por eso es que la Misa es la oración por excelencia.

Hoy, Viernes Santo, leeremos la pasión de Jesús según lo narra San Juan en el Evangelio. Su encarcelamiento, el juicio injusto, las burlas sufridas, la coronación de espinas, los latigazos, como le hacen cargar la cruz y lo crucifican. Por miedo, hasta sus discípulos lo abandonan. Dice el texto que sólo se quedan con Él, María su madre, el discípulo Juan y algunas mujeres. Parecía que todo había terminado. Parecía que la vida de Jesús había sido un fracaso total. Este es uno de los días más significativos de la Semana Santa.

Pero todo no termina ahí. El Domingo de Resurrección, es el día más importante del Año Cristiano pues recordamos el triunfo del bien sobre el mal y el pecado, de la vida sobre la muerte. Lo que es imposible para los hombres, para Dios no lo es. Muchas veces, en nuestra ceguera e impotencia, no nos damos cuenta de que lo que para nosotros es un fracaso, Dios lo puede convertir en triunfo. Dice el Evangelio que en la madrugada del domingo, unas mujeres fueron al sepulcro llenas de dolor y no encontraron el cadáver; al contrario, lo vieron resucitado y triunfante de la muerte. También se mostró resucitado a los apóstoles y otros discípulos invitándoles a tener esperanza, a anunciar lo que habían visto y oído y les envió el Espíritu Santo que les dio fortaleza, gracia y sabiduría para realizar esta misión. De aquí nace la Iglesia que es la continuadora de su obra por más de veinte siglos.

Oigamos este canto compuesto por el sacerdote santiaguero P. Jorge Catasús que se canta en estos días y que está inspirado en unos versos de José Martí.

Agradecer. ¡Cómo no vamos a dar gracias a Dios por lo que ha hecho por nosotros! Hay tantas cosas por las cuales agradecer a Dios y no nos damos ni cuenta: la creación, nuestra existencia, la vida es un regalo que nos da Dios a través de nuestros padres. El ser humano está creado para el amor y no para el odio pues Dios, nuestro creador es Amor.

 Y, sin embargo, a pesar de esto, muchas veces no le correspondemos haciendo el bien que podemos y debemos hacer y otras veces hacemos el mal que nunca debemos hacer. En nuestra autosuficiencia, en ocasiones nos llenamos de soberbia y sólo buscamos nuestro bien olvidándonos de los demás, de los que más necesitan de nosotros. Pero Dios no nos rechaza, al contrario, nos salva.  Una persona digna debe ser siempre una persona agradecida. 

Corresponder. Nos sentimos seguros y confiados cuando tratamos con personas sinceras, que no tienen doble cara, que no dicen una cosa hoy y otra mañana, según sus intereses. De la misma manera tenemos que ser personas coherentes, esto es: personas que dicen, piensan y hacen una misma cosa. Con Dios nos pasa igual. Si decimos que recordamos con aprecio todo lo que Él ha hecho y hace por nosotros y le agradecemos por esto, entonces debemos corresponder a su amor, a lo que ha hecho por nosotros. La manera de corresponder a Dios es hacer lo que Jesús nos ha pedido: “Reconoce a Dios como a tu Señor y ama a tu prójimo”. Es decir actúa siempre con lealtad y haz siempre el Bien.

Si quieres una guía en el camino de la vida acércate a los mandamientos de la Ley de Dios. Si tratas de cumplirlos y si todos los cumpliéramos, habría menos dolor y sufrimiento y más fraternidad y paz en nuestras familias y en la sociedad.  Les dejo con estas ideas:

  • Reconoce a Dios como a tu único Señor y ámalo con agradecimiento, dale el culto que le es debido. Utiliza su nombre para el bien y la verdad. No sustituyas a Dios por ninguna otra persona, idea o cosas.
  • Cumple con tus deberes de padre, hermano, hijo. Honra a tus padres, a tus mayores y a tu familia. Cuídalos y atiéndelos sobre todo en su vejez y enfermedad. Que los padres que protejan, eduquen y amen a sus hijos, estén cercanos a ellos. Esto exige sacrificio pero esta es la ley de Dios y de la vida.
  • Comparte, se generoso con los demás cumple con tus deberes sociales de buscar siempre la justicia. Haz siempre el bien y no dañes la moral ni maltrates físicamente a nadie. Defiende siempre la vida humana.
  • Sé fiel a tu esposo o a tu esposa. Dios nos creó hombre y mujer para que se encuentren se amen, se respeten, y formen una familia.
  • Trata de vivir en la verdad. Como dije anteriormente, que sea una sola cosa lo que piensas, dices y haces, sé leal y fiel en tus relaciones con los demás, con tus compromisos, con deberes.
  • No envidies a los demás pues eso es algo que te quita la tranquilidad y te hace sufrir sin resolver los problemas. La envidia es inútil y daña el corazón.
  • Que el éxito de tu vida y bienestar se base en tu esfuerzo y trabajo. Trata de luchar para conseguir lo máximo a que aspires en la vida pero siempre sin codiciar con mal corazón los bienes de los demás. Dejarse llevar por la codicia conduce al mal camino y puede arruinar tu vida.

Hermanos y hermanas radioescuchas de la emisora provincial CMKC. Les invito a participar esta tarde en las iglesias y casas de oración en las celebraciones por la Pasión del Señor y mañana por la noche y al día siguiente, el domingo, llenos de alegría y gozo proclamar la resurrección de Cristo.

Les bendice a Ustedes y a sus familias.

Mons. Dionisio García Ibáñez

Arzobispo de Santiago de Cuba

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