Dos relojes, una historia

Dos relojes, una historia

Por: María C. López Campistrous

Fotos: Archivo de fotos antiguas de Santiago de Cuba y Radamés Boni

Corría el año de 1874, en la torre derecha del frontispicio de la Catedral Primada de Cuba, quedaba instalado un imponente Reloj de dos esferas, una mirando a la Plaza Cívica (hoy Parque Céspedes) y el Ayuntamiento, y otra a la calle Santo Tomás… ciento cuarenta y tres años después vuelve esta torre de nuestra Catedral a estar habitada por un Reloj, regalo en este siglo XXI para la ciudad. Dos relojes, que unen en su historia la ciudad y su Catedral.

Indagando en la historia de aquel primer reloj, al que memorias familiares también me unían, encontré que Don Emilio Bacardí y Moreau sólo hace dos breves referencia al hecho en sus Crónicas de Santiago de Cuba1: “Reloj- El Ayuntamiento adquiere un reloj para ser colocado en la Catedral”: Reloj que volverá a parecer al consignar “Don Joaquín Escrich se hace cargo del alumbrado del reloj de la catedral”2

Juan María Ravelo Asencio, historiador, escritor y periodista santiaguero, da más detalles en su libro Medallas Antiguas3, de la serie Narraciones de Santiago de Cuba:

“La fallada principal es de más de 27.14 m de frente y 33.40 m de fondo, incluyendo el espacio de las localidades dependientes. Por la derecha y la izquierda remata el frontispicio con dos torres laterales de cuatro cuerpos de unos 27 metros del zócalo a la cúpula.

En la torre occidental, o derecha del frontispicio, se encuentra el reloj, el cual fue colocado siendo Gobernador de la Provincia el Exmo Sr. D. Sabas Marín a expensas del M.I. Ayuntamiento. Lo colocó y vendió D. Daniel Gramatges en junio de 1874, por la cantidad de $ 1157.00 pagados del modo siguiente:

 

Círculo Español  

Club de San Carlos

Sociedad Filarmónica Cubana

Tácito y José Bueno y Blanco

$ 204.10

$ 510.10

$102.10

$ 341.10

$ 1157.40

En la actualidad es propiedad del Ayuntamiento”

Estos mismos datos, solo con pequeñas diferencias como nombrar al Gobernador como Brigadier Sábas Marín y tener otra distribución de los saldos de las contribuciones, están inscritos en tarja conmemorativa que, hasta nuestros días, se encuentra colocada en la puerta que da acceso a dicha torre, abierta en octubre del 2015 para que visitantes foráneos y propios, puedan observar tras escalar por sinuosa escalera de madera, las bellezas de Santiago: mar, montañas, calles empinadas, tejados rojos antiguos salpicados ahora por el brillo de los techos de zinc…

SE COLOCÓ ESTE RELOJ

GOBERNANDO ESTA PLAZA EL BRIGADR D. SÁBAS MARIN

Á EXPENSAS DEM M. Y. AYUNTAMIENTO

CONTRIBUYENDO EL CÍRCULO ESPAÑOL 204 PS

EL CLUB DE SAN CÁRLOS 510 1DM

LA SOCIEDAD FILARMÓNICA CUBANA 102 1DM

Y LOS SRES TÁCITO Y JOSÉ BUENO Y BLANCO 34 1DM

LO COLOCÓ Y VENDIÓ AL PRECIO DE 1157 PS DL GRAMATGES. JUNIO DE 1874

En la búsqueda de información, la Providencia puso en mis manos un recorte del periódico Sierra Maestra de mayo de 1974, año del centenario del Reloj. Ramón Cisneros Justiz, quien durante mucho tiempo tuvo a su cargo la sección Estampas, nos completa la historia: Gobernaba a la sazón esta plaza el brigadier don Sabas Marín -el mismo a quien hiciera correr muchas veces el Titán de Bronce en la guerra del 95-. A este militar se acercaron dos connotados santiagueros, los hermanos don Tácito y don José Bueno, portadores de la sugerencia encaminada a situar un reloj público en una de las torres de la iglesia mayor o Catedral, con el propósito de ofrecer a la población la hora desde el sitio más alto de la ciudad de aquel entonces4. Según relata, el Brigadier estudiaría la petición, consultando y oyendo distintos pareceres, luego llamaría a los hermanos Bueno para sostener en el Círculo Español (situado en las esquinas de Santo Tomás y Heredia), un intercambio. Asistirían don José y don Tácito, y en presencia de la directiva del Círculo Español y de ilustres miembros de la Sociedad Filarmónica Cubana, el Club San Carlos y el Ayuntamiento, se tomó la decisión de la compra del reloj. Allí acordarían el cómo sufragarían los gastos, y encomendarían a Daniel Gramatges, comerciante e importador santiaguero, la compra e instalación del mismo.

Así desde 1874, aquel reloj acompañaría el andar de Santiago y sus pobladores, que se acostumbrarían a ajustar sus relojes por el “de la Catedral”, marcaría su tiempo bajo el signo de la cruz que remata la torre, siempre cuidado por el Ayuntamiento santiaguero. Quedaría detenido la madrugada del 3 de febrero de 1932 a la 1.16 minutos, hora del terremoto que asoló la ciudad.

Antoñico Bell, sería su custodio y “relojero” durante décadas venciendo desidia e injusticias, gracias a su empeño la ciudad escuchó el sonar de sus campañas, haciendo que todas sus fuerzas fueran al unísono “tracción, arrastre, sustentación y gravedad”. En el 1974 se intentaría su puesta en marcha para celebrar el centenario; Antonio Lirio, Carlos Lefebre y los operarios Juan Ortiz y Juan Vega (de los talleres de mecánica de la Universidad de Oriente) acometieron la tarea, conformando la rueda de escape que debía volver a ponerlo en marcha. Así fue pero un pequeño desperfecto en la nueva pieza que le hacía adelantarse; quedando en la buena intención la realización de la rueda de escape adecuada.

La instalación en la década de los 80 de un nuevo y flamante reloj digital en la azotea del Banco de Cuba (moderno edificio construido en la década de los cincuenta del siglo XX en la esquina de Santo Tomás y Heredia), dejaría al viejo reloj en el olvido, con solo sus esferas y agujas detenidas mirando la ciudad.

En el año 2006 la Catedral antes de ser remozada ella misma, recibiría el regalo de un moderno carrillón donado a la Arquidiócesis por las Padres Salesianos y fabricado por Campanni, especializada fábrica de campanas de Turín, Italia, y colocadas por el Ing. José Couso Seoane5. Entonces muchos preguntaron por el Reloj sin haber una respuesta concreta hasta que, desde la misma torre, dos nuevas esferas volvían a mirar el tiempo, el ritmo, el latir de la ciudad.

A él sería encargada, como once años atrás con las campanas, la instalación de las esferas del Reloj: una hacia el Parque Céspedes y otra hacia la calle Santo Tomás, ambas encargadas y compradas por el Arzobispado de Santiago de Cuba a la fábrica Campanni, como regalo a la ciudad. Y digo esferas, porque el mecanismo de este reloj es digital y está integrado al master del carrillón, desde donde son enviados los impulsos eléctricos para mover sus agujas. Como en todo proceso de puesta en marcha hubo sus “sustos”, solucionados con la maestría acostumbrada de Pepín, permitiendo que el 13 de octubre iniciaran su marcha.

Sus agujas, marcan las horas, que el carrillón catedralicio anuncia. Carrillón y reloj bajo el signo de la cruz en ambas torres… una ciudad y su gente a la que recuerdan que Dios es Señor de la historia y el tiempo, una historia y un tiempo que Él ha puesto en nuestras manos para construirlos y transformarlos, para hacerlos testimonios de su amor y su gracia. 

Referencias

  1. Crónicas de Santiago de Cuba, Emilio Bacardí y Moreau, Tomo VI, pag. 58, Tipografía Arroyo Hermanos, Santiago de Cuba, 1923.
  2. Ibidem, pág 158.
  3. Medallas Antiguas, Juan Ma. Ravelo Fiol, Imp. El Arte, 1938.
  4. Sierra Maestra, Edición Segunda, 25 de mayo de 1974.
  5. Iglesia en Marcha, Año XVI, No. 129, marzo-abril de 2006, págs. 4-5 y 10-12
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