Vida Nueva

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Por: Hno. Asquilis Estable Sánchez fsc

Comunidad de Santiago de Cuba

La consagración del nuevo templo del poblado de Baltoni, en Los Reynaldo, que pertenece a la parroquia de la Purísima Concepción de Ti Arriba, en el municipio Songo-La Maya, provincia y arquidiócesis de Santiago de Cuba, estaba programada para el 19 de febrero. Hubo de ser pospuesta, pero la comunidad se reunió y celebró con sencillez y mucha alegría el seguir siendo eso: una comunidad.

Quiero dar mi testimonio, el testimonio de uno de los hijos de ese pueblo que, junto a otras muchas personas, ayer y hoy,han sido y son piedras vivas de ese “templo” que somos todos los creyentes, y sin el cual el edificio, también llamado templo, no pudiera existir. Sean estas líneas un puente de unión, fraternidad y compromiso entre todos los que nos alegramos profundamente y damos gracias a Dios, junto a la comunidad de Baltoni, por este regalo.

Volver a mi pueblo después de un tiempo y poder compartir este momento tan importante para la vida de la iglesia y el pueblo significaba mucho para mí. A mi mente llegaron tantas imágenes de momentos vividos que no puedo dejar pasar ya que forman parte de mi caminar y encuentro con el Señor. Todo comenzó en el año 1998, yo vivía en un poblado llamado Sabana Abajo, ya habían pasado unos meses después de la visita de Juan Pablo II. Había escuchado hablar de Dios pero tenía una idea creada a mi manera y vinculada al ambiente en el que crecí. Entonces con 17 años me encontraba estudiando el segundo año de la carrera de técnico Medio en el Cultivo de la Caña de Azúcar. 

En las noches me gustaba mucho escuchar la radio; por aquel tiempo tenía un VEF 206, aquellos radios soviéticos que se podían caer de cualquier altura y continuaban funcionando. Pero el mío había dejado de funcionar; un técnico lo arregló y solo se escuchaba Radio Progreso. Aun así llegaba un horario de la noche en que ya no se escuchaba y le hacía interferencia una emisora cristiana que me llamó mucho la atención. El escucharla todos los días fue creando en mí ese deseo de conocer de Dios. Un día que estaba por el poblado de Baltoni vi la iglesia abierta y me acerqué. Allí había una Hermana Claretiana llamada Elena y dos jóvenes que la acompañaban, René y Alina. Ellos me invitaron para que volviera y así lo hice conocí a otros jóvenes que se preparaban para el Bautismo y comencé asistir a estos encuentros con la hermana Elena que se hacían en la casa de Muñeca y Paquito dos hermanos que atendían la comunidad. 

 En el año 1999 recibimos el bautismo. Una señora llamada Caridad Martínez Segura y Arístides se ofrecieron para ser mis padrinos. El P. José María Armendáris (español) fue el que nos bautizó. Con el paso del tiempo ese grupo de jóvenes que se bautizó fue despareciendo y apenas me los encontraba en misa. En el verano de ese mismo año nos invitaron a una convivencia de jóvenes en Baracoa, junto con un matrimonio joven de Maldonado que hacía poco tiempo se habían casado por la iglesia: Ando Naranjo y Lisset Maldonado. Fue una experiencia muy bonita ya que era la primera vez que compartía en un grupo así. Allí conocí a la hermana Cecilia Medina, claretiana, que era la encargada de la Pastoral Juvenil y siempre me mantenía al tanto de todas las actividades juveniles de la Diócesis*. 

Después de la experiencia en Baracoa comenzó mi inquietud vocacional y lo comenté a la Hermana. Ella me presentó al padre Joaquín Espino, que por aquel entonces vivía en una nueva comunidad que habían fundado en el Reparto Obrero de la ciudad de Guantánamo y que más tarde se convertiría en la parroquia San José Obrero. El me invitó a unos encuentros vocacionales que se hacían en El Cobre, organizados por el equipo vocacional de la arquidiócesis de Santiago de Cuba. Al frente de esto estaban los misioneros Guadalupanos. Estuve participando en estos encuentros aproximadamente un año hasta que conocí a los Hermanos de La Salle en el 2001. El hermano Osvaldo Morales me acompañó en todo el proceso de discernimiento. 

Recuerdo que en el año 2000, para el Jubileo, no tuvimos ninguna celebración en la comunidad de Baltoni, tampoco volvimos a ver al sacerdote. Siempre me mantenía en comunicación con los misioneros claretianos en Guantánamo y la hermana Cecilia me avisaba de todas las actividades. Viajaba hasta allá y me quedaba en casa del padre Jean, actualmente párroco de la Catedral de Guantánamo. 

Yo era una persona muy tímida y hablar en público para mí era terrible, pero sentía que no podía quedarme tranquilo con esa situación, teníamos misa solo una vez al mes y luego tuvimos una etapa sin sacerdote. Entonces tomé la iniciativa de escribirle al obispo de Guantánamo explicándole la situación que tenía la comunidad de Baltoni. No pensé que me fuera responder porque hice la carta pero no se lo comuniqué a nadie; para sorpresa mía fue personalmente a responderme y a comprometerse de ir todas las semanas hasta que llegara un nuevo sacerdote. 

Otro recuerdo que evoco por estos días fue cuando sin tener un centavo pedí prestados 50 pesos y compré una botella de aceite para hacer una rifa, y así arreglar todas las grietas que tenía el templo y el piso que estaba hundido por las vibraciones del tren y la humedad del área en que se encuentra la iglesia. Al principio parecía una locura pero Dios va haciendo su trabajo. Con la venta de los números del pomo de aceite y luego con un champú, logramos comprar el cemento, la arena y pagar a un albañil para todo ese trabajo. 

Hoy desde lo más profundo de mi corazón agradezco a Dios por todas las personas que me acompañaron y que han orado por mi vocación y a los que han hecho posible que este sueño se haga realidad, a todos los misioneros claretianos que han pasado por Baltoni.

* La Iglesia de Baltoni fue bendecida el 30 de agosto de 1950 por el entonces arzobispo Mons. Enrique Pérez Serantes. Durante muchos años, la comunidad de Baltoni fue atendida pastoralmente por la zona de Guantánamo, específicamente por los misioneros claretianos. En 1998, con la creación de la nueva diócesis de Guantánamo-Baracoa, se siguió con esa práctica hasta la llegada de los Padres Claretianos a la parroquia de la Purísima Concepción de Ti Arriba.

 

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