PARA SABER QUIÉN ES EL PAPA
por: Monseñor Adolfo Rodríguez Herrera
Tomado y actualizado de los escritos del Siervo de Dios Monseñor Adolfo Rodríguez Herrera
Conviene precisar que el título de “Papa” se usa desde el siglo IV para designar al jefe de la Iglesia Católica en todo el mundo. Su significado es “Padre”. El Papa es un “jefe” especial, porque no tiene ejército, armas, poder temporal, etc.
Es de orden espiritual. Su título más correcto sería el de Pastor Universal. También se le llama Santo Padre, Obispo de Roma, Sucesor de San Pedro, etc.
El Papa es una persona muy importante para todos los hombres, especialmente para los católicos, pero no porque sea muy bueno o muy inteligente, sino por lo que representa. En la larga historia de siglos de la Iglesia hubo algún Papa que no fue digno de representar a Jesucristo, pero era el Papa. Para nosotros, el Papa es el que representa a Jesucristo porque así lo quiso el mismo Jesucristo, no porque lo quisimos nosotros. Nosotros no inventamos al Papa; lo encontramos inventado por Jesucristo mismo. Y explicamos esto basándonos en el mismo Evangelio de nuestro Señor Jesucristo.
Jesucristo escogió 12 paisanos suyos que eran hombres muy sencillos y los transformó espiritualmente, y les dio poderes espirituales que no les dio a otros discípulos suyos. Y con esos 12 apóstoles fundó la Iglesia a la que nosotros pertenecemos por la fe y por el bautismo. Uno de esos apóstoles era un hombre vehemente, impetuoso, franco, pescador de profesión y de nombre Simón. Jesucristo lo encontró un día a la orilla del mar arreglando su barca, limpiando de sargazos las redes, escogiendo los peces… y le dijo: “Ven, sígueme y te haré pescador de hombres” (Mt. 4, 19), y él, dejando allí la barca y las redes, siguió para siempre a Jesucristo.
A este apóstol llamado Simón, Jesucristo le dio evidentemente una misión que no le dio a los otros 11 apóstoles; por eso el Nuevo Testamento menciona 171 veces a este hombre. ¿Por qué lo escogió a él y no a otros? No lo escogió por los méritos que tenía porque Simón es el que niega tres veces a Jesucristo por cobardía el Viernes Santo. Diríamos que porque tenía condiciones de líder para esa misión, pero nosotros creemos por la fe que Jesucristo le dio por gracia las cualidades necesarias cuando lo llamó y eligió.
A este Simón, un día Jesucristo, haciendo un curioso juego de palabras, le cambió el nombre repentinamente y le puso un nombre que significaba lo que Jesús quería que él fuera en esta vida. Le dijo: “Simón, yo te digo que tú eres Pedro y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia y yo te daré las llaves del reino de los cielos y todo lo que tú ates sobre la tierra quedará atado en el cielo, y todo lo que tú desates sobre la tierra será desatado en el cielo” (Mt. 16, 18-19). Indiscutiblemente, las palabras piedra, edificar, llaves, atar, desatar, son palabras muy significativas que hablan por sí solas. La palabra piedra da idea de durabilidad, solides, firmeza, cimiento. Como la palabra llaves da idea de autoridad, poder, potestad.
Como las palabras atar y desatar dan idea de facultad para decidir, gobernar, dirigir.
En otra ocasión Jesucristo le dijo: “Mira que el enemigo los va a zarandear a ustedes como se zarandea el trigo; pero yo ruego por ti para que tu fe no se venga abajo, y tú, fortalecido, fortalezcas a los demás” (Lc. 22, 31). Otra vez Jesucristo le dijo tres veces seguidas: “Cuida mis corderos, cuida mis ovejas” (Jn. 21,15). Y en la Biblia, repetir una cosa tres veces significa una afirmación fuerte.
Por eso, en todos los Evangelios el apóstol Pedro aparece siempre como el representante de todos los apóstoles; el que habla y responde en nombre de todos los apóstoles; el que habla y responde en nombre de todos; los demás apóstoles son llamados “los que están con Pedro” (Mc. 1, 36); su nombre encabeza siempre la lista de los doce. Evidentemente, él tuvo una misión que no tuvieron los demás. Hay cosas que Jesucristo le encargó solamente a Pedro. Pedro tiene en el grupo unas funciones de representación y de iniciativa que le dio Jesucristo.
Y cuando Jesucristo murió crucificado, resucitó y delante de todos subió a los cielos, Pedro se fue a Roma a predicar el Evangelio y a cumplir lo que Jesucristo le había mandado: cuidar a los demás, fortalecerlos en la fe, unirlos, guiarlos como cabeza de la Iglesia naciente que se iba extendiendo por el mundo, como continuador de lo que Jesús había hecho y dicho.
Fue en Roma donde mataron a Pedro el año 67 de nuestra era cristiana, porque el emperador Nerón, un hombre terriblemente sanguinario, cuyo nombre nadie en este mundo ha querido ponerse y únicamente se pone a los perros muy feroces, se molestó con los cristianos porque enseñaban que solamente se podía adorar a Dios. Nerón, en cambio, quería que lo adoraran a él como a un dios. Y por eso tomó entonces la determinación de acabar con los cristianos y se dice que él mismo provocó un incendio grande en Roma para echarles la culpa a los cristianos y encontrar un pretexto para ordenar la persecución y muerte de todo el que fuera cristiano. Uno de los primeros que cayó fue Pedro, el primer Papa. La tradición dice que lo mandó a crucificar pero que Pedro pidió que lo crucificaran bocabajo porque él no se consideraba digno de morir igual que su maestro, Jesucristo.
Sus hermanos cristianos lo enterraron en una pequeñita colina de Roma que se llamaba Vaticano, sobre la que levantaron una iglesia cuando cesaron las persecuciones. Y en este mismo sitio está ahora otra iglesia muy grande, la Basílica de San Pedro y El Vaticano, donde viven los Papas y celebran la Misa sobre la misma tumba de San Pedro. Esta célebre Basílica de San Pedro se empezó a construir el 11 de junio de 1506 y fue terminada 120 años después. Mide 211 metros de largo por 114 de fachada y 45 de altura. Su cúpula tiene 42 metros de diámetro y 132 metros de alto. Es en esta Basílica donde los Papas celebran las misas en las grandes festividades religiosas.
Pedro murió como todo hombre y lo enterraron como a todo hombre, pero la misión de ser piedra, roca, pastor, el poder de abrir, cerrar, atar y desatar, no fue enterrado, porque a Pedro le sucedió Lino, y a Lino le sucedió Cleto, y a Cleto le sucedió Clemente… y así sucesivamente, siglo tras siglo, sin interrupción, como una larga cadena de eslabones, sin ningún eslabón perdido, hasta hoy, en que un hombre llamado Jorge Bergoglio, bajo el nombre de Francisco, hace el número 266 en la sucesión ininterrumpida de los Papas. No se da otra cosa igual en la historia de este mundo y no es fácil explicar humana o sociológicamente este misterio si no aceptamos la acción del Espíritu Santo en su Iglesia y las palabras de Jesucristo: “Yo estaré con ustedes hasta el final de los siglos” (Mt. 28,20). Por estas razones decimos y creemos firmemente que el Papa es el sucesor de San Pedro, el primero de los Papas.
El Papa vive en el Vaticano, un Estado de apenas medio kilómetro de extensión y que está ubicado dentro de la misma ciudad de Roma. ¡Un Estado dentro de una ciudad! Fue en virtud del Tratado de Letrán que Italia reconoció al pequeño territorio del Vaticano como Estado libre e independiente para garantizas así el libre ejercicio de la misión de la Iglesia. El Vaticano tiene su himno y bandera propia, y sus habitantes no llegan al millar de personas, casi todas vinculadas a los quehaceres del mismo Vaticano. Lógicamente, la Iglesia es anterior y distinta al Estado Vaticano.
Cuando muere el Papa, los Cardenales de la Iglesia se reúnen inmediatamente y eligen al sucesor. El que es elegido se cambia el nombre escogiendo casi siempre un nombre de Papas anteriores y añadiendo el número consecutivo. Por ejemplo: si un Papa del futuro quisiera llamarse Juan Pablo, sería Juan Pablo Tercero. Ninguno ha querido ponerse el nombre de Pedro en señal de respeto al primer Papa, San Pedro.
Por lo tanto, para nosotros, el Papa no es Dios, pero vemos en él la voz de Dios; no es Jesucristo sino el representante visible del Jesucristo invisible, “el que hace las veces”; no es la luz sino el faro que nos señala dónde está la Luz: Jesucristo; no es un Rey, o un Presidente, o un Militar de alto grado sino quien preside a la Iglesia en la caridad y en la fe y tiene la autoridad suprema de la Iglesia; no es un poder terrenal sino el principio de la unidad y sirve a la comunión de la Iglesia; no es la Iglesia sino la cabeza de la Iglesia, la roca sobre la que la Iglesia está fundada; no es el dueño de la Iglesia sino el Pastor Universal de los creyentes; no es distinto a los demás, sino el Padre común que tiene un puesto preeminente en la Iglesia.
La Iglesia Católica en Cuba espera que la presencia del Papa Francisco entre nosotros favorezca la unidad sincera y real en el interior de nuestra Iglesia, entre las distintas religiones, entre los cubanos (piensen como piensen), en el seno de la familia, entre los vecinos, entre los compañeros de trabajo, unidos todos, no tanto por las mismas ideas u opiniones, por la misma sangre o raza, cuanto por el mismo amor fraterno que debe ser la base estable del esfuerzo por la felicidad de los cubanos.