Por: Karines Rodríguez Díaz
La Basílica Menor de nuestra Señora de la Caridad del Cobre presenta, hasta el próximo 26 de agosto, la exposición María, de la Caridad, Madre de Dios, en el corazón de los cubanos. Una muestra con un alto valor histórico cultural de exvotos y reliquias que transitan desde su descubrimiento hace más de 400 años, copias de documentos de patriotas de la guerra del ´95, hasta las ofrendas de los tres Papas que visitaron Cuba en los últimos años.
La muestra está abierta al público en los horarios de 9:00 am a 10:00 am, 11:00 a 12:00 am y de 2:00 pm a 4:00 pm. Algunos de los objetos que se pueden apreciar son: la copia de la Carta de los Veteranos de la Guerra Necesaria solicitando al Papa Benedicto XV nombrar a la Virgen de la Caridad Patrona de Cuba. Además, la casulla utilizada por el capellán durante la celebración de la misa de Acción de Gracias que ofrecieron el 8 de septiembre de 1898 luchadores de la guerra del ´95 por la independencia de Cuba.
Así mismo el primer libro de bautismos, donde se encuentra el de Juan Moreno, esclavo negro testigo del hallazgo de la imagen de la Virgen. También la tabla en que fuese encontrada la Patrona de Cuba, y es interesante que su tamaño actual se deba a que los peregrinos rompían un pedazo para llevarlo como recuerdo, razón por la que también fue colocada una lámina de plata para evitar tal acción.
Otros presentes que se exponen son las medallas y llaves ofrecidas por las ciudades donde peregrinó la imagen, una representación de los 35 vitrales que han sido donados y que maravillan la edificación. Se conservan también dos vestidos confeccionados con hilos de oro y otros materiales como escamas de pescado, el jarrón con flores de cerámica y tallos de plata que dio como regalo el Papa Francisco en su visita a Cuba y el decreto del Papa Pablo VI en 1977 sobre el nombramiento de Basílica Menor al Santuario del Cobre.
Forman parte de la exposición un conjunto de publicaciones entre ellas un libro de Olga Portuondo, un cuadro de Cosme Proenza y materiales musicales como Misa a los cubanos de Cintio Vitier, obras que explican el valor histórico cultural de uno de los sitios de carácter religioso más visitados del país. La exhibición sobre los exvotos de la Virgen Mambisa recoge años de tradición de una figura que viste de blanco, aunque los colores ocres de los hilos de oro de la tela hacen percibir amarillo a la representación que constituye parte de nuestra nacionalidad.
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Por: Ivonne E. García Castaño,
Responsable parroquial de Cultura
Arquidiócesis de Santiago de Cuba, 12 de diciembre de 2017 / El pasado 6 de diciembre la parroquia de Baire fue invitada a participar en un evento científico universitario de carácter histórico. Con el título: “Por la estela de Rabí” y auspiciado por la Universidad de Granma en coordinación con la Sociedad Cultural José Martí y la Unión de Historiadores de Cuba, el Museo municipal de Jiguaní, acogió a más de medio centenar de participantes e invitados.
Como parte de la jornada inaugural del evento, fue invitado el párroco de Baire a compartir unas pinceladas históricas sobre la religiosidad y devoción a la Virgen de la Caridad del heroico Mayor General Jesús “Rabí” Sablón Moreno.
El P. Rogelio Dean, a nombre de la parroquia de Baire -a la que perteneció el venerable mambí-, entregó al Museo una copia de la Carta que veteranos de las guerras de independencia dirigieran al Papa Benedicto XV pidiendo que la Virgen de la Caridad fuera declarada “Patrona de Cuba”, carta que encabezó precisamente Jesús Rabí. Oportunidad que fue aprovechada para matizar su significación histórica.
La parroquia de Baire recibió un diploma de agradecimiento por su participación, el cual fue entregado por la funcionaria que atiende cultura por el buró municipal del PCC en Jiguaní.
Una oportunidad más para enlazar en la historia “Patria y Religión”, en esta ocasión: un poco más allá de donde Santiago comienza.
Adjuntos
Así definió el cardenal Jaime Ortega el que se quiera identificar al orisha Ochún con la Virgen de la Caridad del Cobre, en carta fechada 26 de septiembre con motivo del estreno de la pieza “Afrodita, ¡oh, espejo”, de la coreógrafa Rosario Cárdenas, Premio Nacional de Danza 2013, profesora de danza moderna y folclore, y de declaraciones aparecidas tanto en la prensa cubana como en distintos programas de la televisión cubana.
Categóricamente el Cardenal Jaime afirma que “ni por razones propias de la fe cristiana, ni por razones de similitudes teológicas inexistentes, ni por razones históricas, la advocación de la Virgen de la Caridad, que hace presente a la Virgen María, modelo de amor puro, de Virgen y de Madre, puede ser comparada con el orisha ochún, que es diosa de pasiones sexuales. Comprensible la confusión, repito, en aquellos pobres africanos esclavizados, pero no es admisible en un cubano culto del siglo XXI, aún menos para difundirlo de ese modo, con el título con que nuestro pueblo y el Papa Benedicto XV la han honrado: Patrona de Cuba.
Si se quiere homenajear por simpatía religiosa, por gustos artísticos o por entrar en la corriente folclorista a la moda, al orisha ochún, eso depende de la decisión y el gusto de un autor, pero no se identifique a este ente mágico con la Patrona de Cuba, lo cual constituye, además de un absurdo histórico, un pecado patriótico”.
Por lo esclarecedora de la carta y lo necesario para todos comprender este asunto, transcribimos íntegramente la misma.
26 de septiembre de 2017
Querido Mons. Dionisio García
De toda mi consideración:
A la presentación de “Afrodita, ¡Oh espejo!”, obra danzaria en la cual, utilizando entes deificados por la santería, para desencadenar entre ellos pasiones afrodisíacas, se han referido en más de una ocasión los medios, que para la difusión de la propaganda de la obra, asumen a orisha ochún identificándolo con “nuestra Patrona”, la Patrona de Cuba, nada menos que en el contexto de una teomaquia, digna de los mitos griegos, en la que changó y ochún se enfrentan por celos.
En la sincretización que la santería en Cuba ha hecho del orisha ochún con la Virgen de la Caridad hay una crasa confusión como pasa siempre, cuando los pueblos sometidos de África que traían sus mitos propios, ven sólo una imagen nueva que no reconocen, pero les recuerda algún fetiche propio, en este caso de una diosa de la sensualidad y de pasiones amorosas, que ellos llaman ochún, y aplicaron ese nombre a la representación artística de la Virgen María de la Caridad.
Que los pobres esclavos hayan sincretizado así su orisha es comprensible. Todo se comprende cuando la violencia de la opresión pone al ser humano en condiciones inhumanas de destierro y esclavitud. Que después estas creencias ancestrales, sincretizadas aquí, se hayan difundido al pueblo cubano en general, sobre todo en la segunda mitad del siglo pasado y hasta nuestros días, es poco afortunado y a menudo penoso. En esto ha intervenido progresivamente, y de modo lamentable, un marcado folclorismo de “lo cubano”, que abarca también otros ámbitos de la vida nacional, y en el cual se le ha dado a la santería un papel protagónico, teniendo al turismo como espectador y consumidor privilegiado. A esto se añaden intereses económicos espurios de quienes son capaces de crear modas a partir de la droga, del tatuaje, del uso de objetos metálicos incrustados en el cuerpo humano, de collares, de pulsos. Todo puede ser utilizado como negocio, desde la cría de chivos para sacrificios rituales, hasta la venta de paraguas blancos. Hasta aquí la realidad sociológica con sus muchas sombras.
Pero resulta inadmisible que la autora, coreógrafa y directora de la obra “Afrodita, ¡Oh espejo!” diga ante las cámaras de televisión que la danza presenta las pasiones desatadas entre changó y nuestra Patrona por cuestiones de celos. ¿Hasta dónde vamos a llegar en la legitimación del absurdo, en este camino emprendido hacia el primitivismo?
La Virgen de la Caridad, cuya imagen, que está en la Basílica de El Cobre, es la misma imagen que flotaba sobre las aguas de la Bahía de Nipe hace más de 400 años, la que fue encontrada por aquellos tres buscadores de sal de origen mestizo indocubano. Ya ellos estaban catequizados y reconocieron que se trataba de una imagen de la Virgen María que concibió por obra del Espíritu Santo a Jesús, a quien traía en brazos. Y en la tabla a la que estaba unida la imagen de María, se leía “Yo soy la Virgen de la Caridad”. Enseguida le rezaron con la oración del avemaría que ya habían aprendido y trataron de levantarle cuanto antes una capilla.
Así comenzó la veneración de la Virgen de la Caridad desde los inicios de nuestra historia, cuando Cuba no era más que un esbozo como nación. Así la veneraron los esclavos de El Cobre, que, al rebelarse, alentados por el Padre Alejandro Ascanio obtuvieron su libertad del Rey de España, por cédula Real de 1801, es decir, mucho antes de la Guerra del 68. Ella es la Virgen mambisa que acompañó a nuestros libertadores en la manigua. A los pies de la Virgen de la Caridad fue el Ejército Libertador y a su frente el General Agustín Cebreco, enviado por el Mayor General Calixto García, a celebrar la independencia de Cuba con una misa, cuando el alto mando norteamericano no permitió que las tropas cubanas desfilaran junto al Ejército norteamericano al caer la Plaza de Santiago de Cuba al final de la guerra. Esos mismos veteranos pidieron después, en carta escrita al Papa Benedicto XV, que declarara a la Virgen de la Caridad, Patrona de Cuba, y así lo hizo el Santo Padre.
Luego, ni por razones propias de la fe cristiana, ni por razones de similitudes teológicas inexistentes, ni por razones históricas, la advocación de la Virgen de la Caridad, que hace presente a la Virgen María, modelo de amor puro, de Virgen y de Madre, puede ser comparada con el orisha ochún, que es diosa de pasiones sexuales. Comprensible la confusión, repito, en aquellos pobres africanos esclavizados, pero no es admisible en un cubano culto del siglo XXI, aún menos para difundirlo de ese modo, con el título con que nuestro pueblo y el Papa Benedicto XV la han honrado: Patrona de Cuba.
Si se quiere homenajear por simpatía religiosa, por gustos artísticos o por entrar en la corriente folclorista a la moda, al orisha ochún, eso depende de la decisión y el gusto de un autor, pero no se identifique a este ente mágico con la Patrona de Cuba, lo cual constituye, además de un absurdo histórico, un pecado patriótico.
Cardenal Jaime Ortega Alamino