Plaza de San Pedro
Miércoles, 20 de abril de 2022
Catequesis sobre la vejez 6. “Honra a tu padre y a tu madre”: el amor por la vida vivida
Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!
Hoy, con la ayuda de la Palabra de Dios que hemos escuchado, abrimos un pasaje a través de la fragilidad de la edad anciana, marcada de forma especial por las experiencias del desconcierto y del desánimo, de la pérdida y del abandono, de la desilusión y la duda. Naturalmente, las experiencias de nuestra fragilidad, frente a las situaciones dramáticas —a veces trágicas— de la vida, pueden suceder en todo tiempo de la existencia. (more…)
Aula Pablo VI
Miércoles, 13 de abril de 2022
“La paz de Jesús nunca es una paz armada”
Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!
Estamos en el centro de la Semana Santa, que va desde el Domingo de Ramos al Domingo de Pascua. Ambos domingos se caracterizan por la fiesta que se hace en torno a Jesús. Pero son dos fiestas diferentes. (more…)
Aula Pablo VI, Miércoles, 6 de abril de 2022
Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días y bienvenidos!
El sábado y domingo pasados estuve en Malta: un viaje apostólico que estaba programado desde hace tiempo; fue pospuesto hace dos años, por el covid y sus consecuencias. Pocos saben que Malta, aun siendo una isla en medio del Mediterráneo, recibió muy pronto el Evangelio. ¿Por qué? Porque el apóstol Pablo naufragó cerca de su costa y prodigiosamente se salvó con todos los que estaban en el barco, más de doscientas setenta personas. Cuenta el libro de los Hechos de los Apóstoles que los malteses les acogieron a todos, y dice esta palabra: con «una humanidad poco común» (28,2). Esto es importante, no olvidarlo: “con una humanidad poco común”. He elegido precisamente estas palabras: con una humanidad poco común, como lema de mi viaje, porque indican el camino a seguir no solo para afrontar el fenómeno de los migrantes, sino más en general para que el mundo se vuelva más fraterno, más vivible, y se salve de un “naufragio” que nos amenaza a todos nosotros, que estamos —como hemos aprendido— en la misma barca, todos. Malta es, en este horizonte, un lugar-clave. (more…)
Aula Pablo VI, Miércoles, 30 de marzo de 2022
Catequesis sobre la vejez 5
La fidelidad a la visita de Dios para la generación que viene
Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!
En nuestro itinerario de catequesis sobre el tema de la vejez, hoy miramos al tierno cuadro pintado por el evangelista san Lucas, que llama a escena a dos figuras de ancianos, Simeón y Ana. Su razón de vida, antes de despedirse de este mundo, es la espera de la visita de Dios. Esperaban que Dios viniera a visitarles, es decir Jesús. Simeón sabe, por una premonición del Espíritu Santo, que no morirá antes de haber visto al Mesías. Ana iba cada día al templo dedicándose a su servicio. Ambos reconocen la presencia del Señor en el niño Jesús, que colma de consuelo su larga espera y serena su despedida de la vida. Esta es una escena de encuentro con Jesús, y de despedida.
¿Qué podemos aprender de estas dos figuras de ancianos llenos de vitalidad espiritual?
Primero, aprendemos que la fidelidad de la espera afina los sentidos. Por otro lado, lo sabemos, el Espíritu Santo hace precisamente esto: ilumina los sentidos. En el antiguo himno Veni Creator Spiritus, con el que invocamos todavía hoy al Espíritu Santo, decimos: «Accende lumen sensibus», enciende una luz para los sentidos, ilumina nuestros sentidos. El Espíritu es capaz de hacer esto: agudiza los sentidos del alma, no obstante los límites y las heridas de los sentidos del cuerpo. La vejez debilita, de una manera u otra, la sensibilidad del cuerpo: uno es más ciego, otro más sordo… Sin embargo, una vejez que se ha ejercitado en la espera de la visita de Dios no perderá su paso: es más, estará también más preparada a acogerla, tendrá más sensibilidad para acoger al Señor cuando pasa. Recordemos que una actitud del cristiano es estar atento a las visitas del Señor, porque el Señor pasa en nuestra vida con las inspiraciones, con la invitación a ser mejores. Y san Agustín decía: “Tengo miedo de Dios cuando pasa” – “¿Pero por qué tienes miedo? – “Sí, tengo miedo de no darme cuenta y dejarlo pasar”. Es el Espíritu Santo que prepara los sentidos para entender cuándo el Señor nos está visitando, como hizo con Simeón y Ana.
Hoy más que nunca necesitamos esto: necesitamos una vejez dotada de sentidos espirituales vivos y capaz de reconocer los signos de Dios, es más, el Signo de Dios, que es Jesús. Un signo que nos pone en crisis, siempre: Jesús nos pone en crisis porque es «señal de contradicción» (Lc 2,34), pero que nos llena de alegría. Porque la crisis no te lleva a la tristeza necesariamente, no: estar en crisis, sirviendo al Señor, muchas veces te da paz y alegría. La anestesia de los sentidos espirituales —y esto es feo— la anestesia de los sentidos espirituales, en la excitación y en el entumecimiento de los corporales, es un síndrome generalizado en una sociedad que cultiva la ilusión de la eterna juventud, y su rasgo más peligroso está en el hecho de que esta es mayoritariamente inconsciente. No nos damos cuenta de estar anestesiados. Y esto sucede: siempre ha sucedido y sucede en nuestra época. Los sentidos anestesiados, sin entender qué sucede; los sentidos interiores, los sentidos del espíritu para entender la presencia de Dios o la presencia del mal, anestesiados, no distinguen.
Cuando pierdes la sensibilidad del tacto o del gusto, te das cuenta enseguida. Sin embargo, la del alma, esa sensibilidad del alma puedes ignorarla durante mucho tiempo, vivir sin darte cuenta de que has perdido la sensibilidad del alma. Esta no se refiere simplemente al pensamiento de Dios o de la religión. La insensibilidad de los sentidos espirituales se refiere a la compasión y la piedad, la vergüenza y el remordimiento, la fidelidad y la entrega, la ternura y el honor, la responsabilidad propia y el dolor ajeno. Es curioso: la insensibilidad no te hace entender la compasión, no te hace entender la piedad, no te hace sentir vergüenza o remordimiento por haber hecho algo malo. Es así: los sentidos espirituales anestesiados confunden todo y uno no siente, espiritualmente, cosas del estilo. Y la vejez se convierte, por así decir, en la primera pérdida, la primera víctima de esta pérdida de sensibilidad. En una sociedad que ejerce principalmente la sensibilidad por el disfrute, disminuye la atención a los frágiles y prevalece la competencia de los vencedores. Y así se pierde la sensibilidad. Ciertamente, la retórica de la inclusión es la fórmula de rito de todo discurso políticamente correcto. Pero todavía no trae una real corrección en las prácticas de la convivencia normal: cuesta que crezca una cultura de la ternura social. No: el espíritu de la fraternidad humana —que me ha parecido necesario reiterar con fuerza— es como un vestido en desuso, para admirar, sí, pero… en un museo. Se pierde la sensibilidad humana, se pierden estos movimientos del espíritu que nos hacen humanos.
Es verdad, en la vida real podemos observar, con gratitud conmovida, muchos jóvenes capaces de honrar hasta al fondo esta fraternidad. Pero precisamente aquí está el problema: existe un descarte, un descarte culpable, entre el testimonio de esta savia vital de la ternura social y el conformismo que impone a la juventud definirse de una forma completamente diferente. ¿Qué podemos hacer para colmar este descarte?
De la historia de Simeón y Ana, pero también de otras historias bíblicas de la edad anciana sensible al Espíritu, viene una indicación escondida que merece ser llevada a primer plano. ¿En qué consiste, concretamente, la revelación que enciende la sensibilidad de Simeón y Ana? Consiste en el reconocer en un niño, que ellos no han generado y que ven por primera vez, el signo seguro de la visita de Dios. Ellos aceptan no ser protagonistas, sino solo testigos. Y cuando un individuo acepta no ser protagonista, sino que se involucra como testigo, la cosa va bien: ese hombre o esa mujer está madurando bien. Pero si tiene siempre ganas de ser protagonista no madurará nunca este camino hacia la plenitud de la vejez. La visita de Dios no se encarna en su vida, de los que quieren ser protagonistas y nunca testigos, no los lleva a la escena como salvadores: Dios no se hace carne en su generación, sino en la generación que debe venir. Pierden el espíritu, pierden las ganas de vivir con madurez y, como se dice normalmente, se vive con superficialidad. Es la gran generación de los superficiales, que no se permiten sentir las cosas con la sensibilidad del espíritu. ¿Pero por qué no se lo permiten? En parte por pereza, y en parte porque ya no pueden: la han perdido. Es feo cuando una civilización pierde la sensibilidad del espíritu. Sin embargo, es muy bonito cuando encontramos ancianos como Simeón y Ana que conservan esta sensibilidad del espíritu y son capaces de entender las diferentes situaciones, como estos dos entendieron que esta situación que estaba ante ellos era la manifestación del Mesías. Ningún resentimiento y ninguna recriminación por esto, cuando estoy en este estado de quietud. Sin embargo, gran conmoción y gran consolación cuando los sentidos espirituales están todavía vivos. La conmoción y la consolación de poder ver y anunciar que la historia de su generación no se ha perdido o malgastado, precisamente gracias a un evento que se hace carne y se manifiesta en la generación que sigue. Y esto es lo que siente un anciano cuando los nietos van a hablar con él: se siente reavivar. “Ah, mi vida está todavía aquí”. Es muy importante ir donde los ancianos, es muy importante escucharlos. Es muy importante hablar con ellos, porque tiene lugar este intercambio de civilización, este intercambio de madurez entre jóvenes y ancianos. Y así, nuestra civilización va hacia delante de forma madura.
Solo la vejez espiritual puede dar este testimonio, humilde y deslumbrante, haciéndola autorizada y ejemplar para todos. La vejez que ha cultivado la sensibilidad del alma apaga toda envidia entre las generaciones, todo resentimiento, toda recriminación por una venida de Dios en la generación venidera, que llega junto con la despedida de la propia. Y esto es lo que sucede a un anciano abierto con un joven abierto: se despide de la vida, pero entregando —entre comillas— la propia vida a la nueva generación. Y esta es la despedida de Simeón y Ana: “Ahora puedo ir en paz”.
La sensibilidad espiritual de la edad anciana es capaz de abatir la competición y el conflicto entre las generaciones de forma creíble y definitiva. Supera, esta sensibilidad: los ancianos, con esta sensibilidad, superan el conflicto, van más allá, van a la unidad, no al conflicto. Esto ciertamente es imposible para los hombres, pero es posible para Dios. ¡Y hoy necesitamos mucho de la sensibilidad del espíritu, de la madurez del espíritu, necesitamos ancianos sabios, maduros en el espíritu que nos den una esperanza para la vida!
LLAMAMIENTO
Queridos hermanos y hermanas, el próximo sábado y domingo iré a Malta. En esa tierra luminosa seré peregrino tras las huellas del apóstol Pablo, que allí fue acogido con gran humanidad después de haber naufragado en el mar mientras se dirigía a Roma. Este viaje apostólico será la ocasión para ir a las fuentes del anuncio del Evangelio, para conocer personalmente a una comunidad cristiana de historia milenaria y vivaz, para encontrarme con los habitantes de un país que se encuentra en el centro del Mediterráneo y en el sur del continente europeo, hoy aún más comprometido con la acogida de tantos hermanos y hermanas que buscan refugio. Desde ahora saludo de corazón a todos vosotros malteses: feliz día. Doy las gracias a los que han trabajado para preparar esta visita y pido a cada uno que me acompañe con la oración. ¡Gracias!
Aula PaBlo VI, Miércoles, 23 de marzo de 2022
Catequesis sobre la vejez 4
La despedida y la herencia: memoria y testimonio
Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!
En la Biblia, el pasaje de la muerte del viejo Moisés está precedido por su testamento espiritual, llamado “Cántico de Moisés”. Este Cántico es en primer lugar una bellísima confesión de fe, y dice así: «Porque voy a aclamar el nombre de Yahveh; ¡ensalzad a nuestro Dios! Él es la Roca, su obra es consumada, pues todos sus caminos son justicia. Es Dios de lealtad, no de perfidia, es justo y recto» (Dt 32,3-4). Pero también es memoria de la historia vivida con Dios, de las aventuras del pueblo que se ha formado a partir de la fe en el Dios de Abraham, Isaac y Jacob. Y por tanto Moisés recuerda también las amarguras y las desilusiones del mismo Dios: Su fidelidad puesta continuamente a prueba por la infidelidad de su pueblo. El Dios fiel y la respuesta del pueblo infiel: como si el pueblo quisiera poner a prueba la fidelidad de Dios. Y Él permanece siempre fiel, cerca de su pueblo. Este es precisamente el núcleo del Cántico de Moisés: la fidelidad de Dios que nos acompaña durante toda la vida. (more…)
Adjuntos
Aula Pablo VI, Miércoles, 16 de marzo de 2022
Catequesis sobre la vejez 3. La vejez, recurso para la juventud despreocupada
Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!
El pasaje bíblico —con el lenguaje simbólico de la época en la que fue escrito— nos dice algo impresionante: Dios estaba tan amargado por la difundida maldad de los hombres, que se había convertido en una forma de vida normal, que pensó que se había equivocado al crearlos y decidió eliminarlos. Una solución radical. Incluso podría tener un giro paradójico de misericordia. No más humanos, no más historia, no más juicio, no más condena. Y muchas víctimas predestinadas de la corrupción, de la violencia, de la injusticia serían perdonadas para siempre. (more…)
Aula Pablo VI, Miércoles, 16 de febrero de 2022
Catequesis sobre San José 12. San José, Patrono de la Iglesia Universal
Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!
Concluimos hoy el ciclo de catequesis sobre la figura de San José. Estas catequesis son complementarias a la Carta apostólica Patris corde, escrita con ocasión de los 150 años de la proclamación de San José como Patrón de la Iglesia Católica, por parte del beato Pío IX. ¿Pero qué significa este título? ¿Qué quiere decir que San José es “patrón de la Iglesia”? Sobre esto quisiera reflexionar hoy con vosotros. (more…)
Catequesis sobre san José 9. San José, hombre que “sueña”
PAPA FRANCISCO AUDIENCIA GENERAL
Aula Pablo VI, Miércoles, 26 de enero de 2022
Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!
Hoy quisiera detenerme en la figura de san José como hombre que sueña. En la Biblia, como en las culturas de los pueblos antiguos, los sueños eran considerados un medio a través del cual Dios se revelaba [1]. El sueño simboliza la vida espiritual de cada uno de nosotros, ese espacio interior, que cada uno está llamado a cultivar y custodiar, donde Dios se manifiesta y a menudo nos habla. (more…)
Aula Pablo VI, Miércoles, 19 de enero de 2022
Catequesis sobre san José 8. San José padre en la ternura
Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!
Hoy quisiera profundizar en la figura de San José como padre en la ternura.
En la Carta Apostólica Patris corde (8 de diciembre de 2020) pude reflexionar sobre este aspecto de la ternura, un aspecto de la personalidad de san José. De hecho, incluso si los Evangelios no nos dan particularidades sobre cómo ejerció su paternidad, podemos estar seguros de que su ser hombre “justo” se tradujo también en la educación dada a Jesús. «José vio a Jesús progresar día tras día “en sabiduría, en estatura y en gracia ante Dios y los hombres” (Lc 2,52): así dice el Evangelio. Como hizo el Señor con Israel, así él “le enseñó a caminar, y lo tomaba en sus brazos: era para él como el padre que alza a un niño hasta sus mejillas, y se inclina hacia él para darle de comer” (cf. Os 11,3-4)» (Patris corde, 2). Es bonita esta definición de la Biblia que hace ver la relación de Dios con el pueblo de Israel. Y la misma relación pensamos que haya sido la de san José con Jesús. (more…)
Adjuntos
Aula Pablo VI, Miércoles, 12 de enero de 2022
Catequesis sobre san José 7. San José el carpintero
Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!
Los evangelistas Mateo y Marcos definen a José como “carpintero” u “obrero de la madera”. Hemos escuchado hace poco que la gente de Nazaret, escuchando a Jesús hablar, se preguntaba: «¿No es éste el hijo del carpintero?» (13,55; cf. Mc 6,3). Jesús practicó el oficio de su padre. (more…)