Irradia

Irradia

Transmitido por RCJ y CMKC, Emisora Provincial de Santiago de Cuba
Programa Radial de la Arquidiócesis de Santiago de Cuba
Vigésimo Sexto domingo del Tiempo Ordinario

Si no escuchan a Moisés y a los profetas, no se convencerán ni aunque resucite un muerto” Lucas 16, 31

(Música, El rico y Lázaro, Javier Brú)

Para llegar a ti como una bendición, para abrir tus alas al amor de Dios.

Irradia. Un proyecto de la Oficina de Comunicación de la Arquidiócesis de Santiago de Cuba.

Saludos a todos los que nos acompañan en este día en que venimos a compartir la fe con nuestra comunidad.

Bienvenidos a este encuentro fraternal con la iglesia toda, como cuerpo místico de Jesús.

Irradia está contigo, irradiando la fe.

 (Música, El rico y Lázaro, Javier Brú)

En esta mañana nos acompaña el P. Rafael Ángel López Silvero, párroco de la SBIM Catedral de Santiago de Cuba 

Todo lo que hiciste con nosotros Señor es verdaderamente justo, porque hemos pecado contra Ti y heos desobedecido tus mandatos; pero has honor a tu nombre, y trátanos conforme a tu inmensa misericordia. 

Buenos días buenas tardes, buenas noches, como siempre una alegría y un gozo poder compartir con ustedes este domingo, y compartir sobre todo la Palabra de Dios que nos propone la liturgia de este Vigésimo Sexto domingo del Tiempo Ordinario. El evangelio de hoy está tomado del evangelista san Lucas, capítulo 16, versículos del19 al 31.

(Lectura del evangelio de San Lucas, capítulo 16, 19-31)

Una vida de despreocupación por los demás separa de Dios para siempre. Jesús nos dice que la vida de aquí abajo prepara la del futuro. También por esa razón el profeta Amós en la primera lectura pone en guardia a los ricos contra su falsa seguridad. En el día del Juicio, Dios sólo escuchará el llanto de los oprimidos, nos dice el Salmo. Por eso san Pablo le pide a Timoteo, su discípulo, en la segunda lectura que le sea fiel a Dios, que sea justo y bueno con los hombres, y que viva con la esperanza puesta en la venida de Cristo.

En el Evangelio, la parábola del rico y del pobre Lázaro, es un llamado a no permanecer indiferentes ante el drama de los demás. Dios no quiere que vivamos en la miseria, sino que elijamos lo mejor para todos. Que el apego a los bienes de este mundo no nos aleje de Dios y de los hermanos.

Eso es lo que ocurrió en el evangelio de hoy del rico y el pobre Lázaro. El rico decidió vivir sólo para sí mismo, y vivir sólo para sí mismo nos aleja de Dios y nos aleja de los hermanos, de aquellos con quienes podemos compartir y estamos llamados a compartir lo que tenemos y lo que somos, mucho o poco. En este mundo nosotros decidimos qué camino tomamos, si tomamos el camino del egoísmo, o tomamos el camino de la generosidad, si somos capaces de abrirnos a los demás o si nos cerramos en nosotros mismos, sólo para con nosotros, con aquellos que nos son cercanos, con aquellos que nos caen bien, con aquellos que nos importan, o con aquellos que nos pueden dar lo que nosotros queremos y nos olvidamos de aquellos que tenemos a nuestro alrededor.

Como el rico, que tenía el pobre a la puerta de su casa y ni siquiera se dignó a darle algo para que se pudiera alimentar, mientras él esperaba que cayeran las migas de la mesa en la que el rico banqueteaba. En este mundo escogemos del bien y la verdad, o el camino del mal que nos aleja de Dios y de los demás.

Entonces cuando el Señor nos llama a su presencia nos llevamos precisamente eso, nos llevamos lo que hayamos hecho en este mundo, el bien que hayamos hecho o el mal que hayamos hecho, es lo único que podemos llevar con nosotros cuando vamos a darle cuenta al Señor de la vida que de Él recibimos, y de las gracias que recibimos cada día en nuestra vida. El bien o el mal que hayamos podido hacer, la capacidad de compartir con los demás lo que gratis hemos recibido. Porque los dones de la inteligencia, de la capacidad, de la posibilidad lo he recibido de Dios, después yo lo desarrollaré, pero lo he recibido de Dios gratis. No lo compré en ningún lado, no busqué en ningún lado, no me lo regaló nadie más que Dios para ponerlo al servicio, mío por supuesto, pero también al servicio de los demás.

A veces pensamos que Dios castiga. Pero Dios no castiga, nos castigamos nosotros cuando nos alejamos de Dios, porque nos hizo libres y nos da la oportunidad de escoger con Él, pero también de escoger contra Él. Nos da la oportunidad de escuchar su Palabra y seguirla, o cerrar los oídos y el corazón a su Palabra, o escuchar su Palabra y hacer después lo que mejor nos parece. Utilizarlas, manipularlas. Dios no castiga, nos castigamos nosotros cuando libremente en este mundo escogemos el camino que nos aleja de Dios y de los hermanos, el camino del egoísmo.

Por eso cuando el Señor nos llama a su presencia, en que ya no hay posibilidad de cambiar, de convertirnos, porque el tiempo del cambio y la conversión es este tiempo que Dios nos da y que no sabemos cuánto dura, entonces ya no habrá oportunidad, nos encontraremos con Él pero ya no podremos estar a su lado. ¿Por qué Él no quiere? No, porque nosotros no quisimos, porque nosotros escogimos, y el Señor respeta lo que nosotros escogimos. Y cuando nos llama ya no hay oportunidad, posibilidad de decirle Señor espera que ahora voy a cambiar. Por eso nunca podemos decir mañana, porque mañana no sabemos, es ahora el tiempo del cambio.

El tiempo de la conversión es este tiempo, cuando me doy cuenta de que estoy lejos, cuando me doy cuenta de que no soy capaz de compartir, cuando me doy cuenta de que me encierro sólo en mis propias necesidades que pueden ser grandes, extraordinarias, muchas, pero que no pueden separarme de los que están a mi alrededor y también están pasando por las mismas necesidades y dolores que yo. Tengo que sentirme comprometido también con ellos. Compartir sus dolores, compartir sus tristezas, compartir lo poco o lo mucho que yo pueda tener.

El Señor no me va a pedir más, cuando vaya a su presencia entonces no podré, como el rico, pedirle, ay dila a Lázaro que me toque con la punta del dedo mojada en agua la lengua, porque no resisto, o que vaya a decirle a mis hermanos que cambien, que se conviertan porque mira lo que yo estoy pasando. Cuando Abraham le dice, bueno ellos tienen a Moisés y a los profetas, que los escuchen. Entonces le dice, no, si un muerto resucita entonces sí ellos van a hacerlo, van a creer. Ni aunque el muerto resucite.

Siempre encontraremos una explicación para no seguir el camino que no queremos seguir, para seguir nuestro propio camino, para no escuchar. No hay peor sordo que el que no quiere oír, no hay peor ciego que el que no quiere ver. Ahí tenemos la Palabra de Dios que nos está hablando constantemente, ahí tenemos la Gracias de Dios que  está tocando nuestro corazón, ahí está el señor que nos ha entregado a su único Hijo; ahí tenemos al Señor Jesús que dio su sangre y entregó su vida para rescatarnos, para redimirnos, que cada día nos da una oportunidad, que siempre está dispuesto a perdonarnos, a acogernos, y como el buen samaritano a descender de la cabalgadura para curar nuestras heridas, para montarnos junto con él en la cabalgadura, para darnos una nueva oportunidad.

Siempre está el Señor ahí, este es el tiempo de la conversión, ya después no habrá oportunidad. ¿Porque Dios no quiere? Claro que quiere, pero nosotros no hemos querido. No dejemos que las situaciones, que las dificultades, los sufrimientos, las angustias, nos vayan cerrando y encerrando en nosotros mismos y olvidándonos de los que están a nuestro alrededor.

Tenemos que trabajar y luchar por nuestras familias, tan importante; tenemos que luchar y trabajar por tener una vida mejor, tan importante. Tenemos que luchar y trabajar para poder vivir dignamente en este mundo, pero lo que no podemos nunca es encerrarnos, buscando sólo nuestro propio bien y olvidándonos de los demás. Porque esto nos aleja de Dios y nos aleja de nuestros hermanos. Cuando llegue el día en que tengamos que ir a la presencia de Dios, no podremos encontrarlo porque hemos decidido ya desde este mundo, vivir ya lejos de él que es el amor, que es la misericordia, que es la generosidad, que es la entrega, que es el perdón.

Entonces hermanos pidámoslo así en este domingo, Vigésimo Sexto del Tiempo Ordinario. Reflexionemos, meditemos sobre esta parábola del rico y el pobre Lázaro; para que el Señor toque nuestro corazón y no perdamos la sensibilidad, para que estemos siempre dispuestos a compartir con los demás lo que tenemos y lo que somos, poco o mucho, para que cuando el Señor nos lame podamos escuchar, vengan a Mí benditos de mi Padre, porque tuve hambre y me diste de comer, tuve sed y mediste de beber, estuve desnudo y me vestiste, fui caminante y me hospedaste, estuve enfermo y me visitaste, preso  no te olvidaste de mí.

Que así el Señor nos lo conceda.

(Música, Aférrate a la Fe, Danny Berrios) 

Ahora hermanos, renovemos nuestra profesión de fe, pidiéndole al Señor que nos ayude a vivir cada día conforme a la fe que profesamos.

¿Creen en Dios Padre todopoderoso, Creador del cielo y de la tierra? R/ Sí creo.

¿Creen en Jesucristo su Hijo nuestro Señor, que nació de Santa María Virgen, padeció, murió, resucitó, y estás entado a la derecha del Padre? R/ Sí creo.

¿Creen en el Espíritu Santo, en la Santa Iglesia Católica, en la comunión de los Santos, en el perdón de los pecados, en la resurrección de los muertos y en la vida eterna? R/ Sí creo.

Esta es nuestra fe, esta es la fe de Iglesia que nos gloriamos de profesar, en Cristo Jesús, nuestro Señor. R/ Amén.

Esta es nuestra fe, esta es la fe de la Iglesia que nos gloriamos de profesar en Cristo Jesús nuestro señor. R/ Amén.

Y confiados en que el Señor siempre escucha nuestras súplicas y siempre responde, le presentamos nuestras necesidades.

Pidamos por la Iglesia, para que podamos ser signos dl amor y la misericordia de Dios, en medio de este mundo. Roguemos al Señor. Te lo pedimos Señor.

Pidamos también por todos los que sufren y se desesperan ante las dificultades diarias, para que puedan encontrar en el Señor consuelo, fortaleza y esperanza para seguir adelante. Roguemos al Señor. Te lo pedimos Señor.

Pidamos las familias, para que el amor a pesar de las distancias las mantenga siempre unidas, para que pueda seguir siendo la célula fundamental de la sociedad. Roguemos al Señor. Te lo pedimos Señor.

Por el aumento de las vocaciones sacerdotales, religiosas, diaconales, laicales, porque la mies es mucha y los obreros pocos.  Roguemos al Señor. Te lo pedimos Señor.

Por todos los difuntos, de manera particularmente por aquellos que nadie reza, para que perdonadas sus faltas el Señor los acoja en su descanso. Roguemos al Señor. Te lo pedimos Señor.

Que por todo el bien que pudieron hacer, y el mal que pudieron sufrir, sus pecados sean perdonados. Roguemos al Señor. Te lo pedimos Señor.

Y los unos por los otros, para que el egoísmo nunca nos aparte del camino de Dios y de nuestros hermanos. Roguemos al Señor. Te lo pedimos Señor.

 Escucha Padre Santo, estas súplicas y aquellas que quedan en nuestros corazones pero que Tú conoces, te las presentamos por Jesucristo, tu Hijo nuestro Señor.  Amén

Ahora hermanos oremos con la oración que el mismo Señor Jesús nos enseñó.

Padrenuestro que estás en el cielo

santificado sea tu nombre.

Venga a nosotros tu reino.

Hágase tu voluntad,

en la tierra como en el cielo.

Danos hoy nuestro pan de cada día.

Perdona nuestras ofensas,

Como también nosotros perdonamos

a los que nos ofenden.

No nos dejes caer en la tentación,

Y líbranos del mal.

Amén

Hermanos todos aquellos que no han podido acercarse a recibir a Jesús sacramentado, pueden hacer la comunión espiritual, rezando la siguiente oración. 

Creo Señor mío que estás realmente presente en el Santísimo Sacramento del altar. Te amo sobre todas las cosas, y deseo ardientemente recibirte dentro de mi alma; pero no pudiendo hacerlo ahora sacramentalmente, ven al menos espiritualmente a mi corazón. Y como si te hubiera recibido, me abrazo y me uno todo a ti. Oh Señor, no permitas que me separe de ti. Amén.

Un gusto haber podido estar con ustedes este rato. Les ha hablado el padre Rafael Ángel, de la comunidad de la Catedral. Que tengan un feliz domingo, que tengan una buena semana. Y este domingo, aprovéchenlo y disfrútenlo con su familia; durante la semana quizás no tengan tiempo, el trabajo, las ocupaciones, la escuela, no se lo permiten. Entonces, aprovechen el domingo para estar juntos, para conversar, para decirse sus alegrías, pero también sus preocupaciones, para conocerse mejor, porque a veces en la familia estando tan cerca no nos conocemos tanto. Pero no se olviden de sus amigos, hay amigos, que no tienen la familia y necesitan también de su familia, y que nosotros podemos ser su familia. Entonces, acójanlos, acójanlos, compartan con ellos, que se sientan también en familia con ustedes.

Que la bendición de Dios todopoderoso, Padre, Hijo y Espíritu Santo, descienda sobre todos ustedes, y los acompañe siempre. Amén.

 Hasta la próxima.

Con mucho gusto hemos realizado este programa para ustedes desde la Oficina de Medios de Comunicación, de la Arquidiócesis de Santiago de Cuba.

Guión, grabación, edición y montaje, Erick Guevara Correa.

Dirección general, María Caridad López Campistrous.

Fuimos sus locutores y actores, Maikel Eduardo y Adelaida Pérez Hung

Somos la voz de la Iglesia católica santiaguera que se levanta para estar contigo

Irradia…

(Música, El rico y Lázaro, Nancy Amaancio)

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