Irradia

Irradia

11 de septiembre de 2022
Transmitido por RCJ y CMKC, Emisora Provincial de Santiago de Cuba
Programa Radial de la Arquidiócesis de Santiago de Cuba
Vigésimo Cuarto domingo del Tiempo Ordinario

Padre, he pecado contra el cielo y contra ti; ya no merezco llamarme hijo tuyo” Lucas 15, 21

(Música, La oveja perdida, Javier Brú)

Para llegar a ti como una bendición, para abrir tus alas al amor de Dios.

Irradia. Un proyecto de la Oficina de Comunicación de la Arquidiócesis de Santiago de Cuba.

Saludos a todos los que nos acompañan en este día en que venimos a compartir la fe con nuestra comunidad.

Bienvenidos a este encuentro fraternal con la iglesia toda, como cuerpo místico de Jesús.

Irradia está contigo, irradiando la fe.

 (Música, La oveja perdida, Javier Brú)

En esta mañana nos acompaña el P. Rafael Ángel López Silvero, párroco de la SBIM Catedral de Santiago de Cuba

Señor Dios, Creador y Soberano de todas las cosas, vuelve a nosotros tus ojos y concede que te sirvamos con todo el corazón, para que experimentemos los efectos de tu Misericordia.

Buenos días, buenas tardes, buenas noches, donde quiera que se encuentren, un placer, un gusto, poder compartir una vez más esta mañana domingo con ustedes, y reflexionar sobre las lecturas que la liturgia de este XXIV Domingo del Tiempo Ordinario nos propone.

El libro del Éxodo en la primera lectura, nos habla del pecado del pueblo hebreo que se fabricó un ídolo de metal, y del perdón del Señor, alcanzado por los ruegos de Moisés. También nos hablan del amor y la misericordia del Señor hacia los pecadores las tres parábolas recogidas por san Lucas en su evangelio. Y se reitera el tema del perdón, puesto que san Pablo se presenta en su Carta como el pecador perdonado,  el perseguidor convertido en apóstol que se muestra agradecido hacia Dios.

El evangelio de hoy está tomado del evangelista San Lucas, en el capítulo 15, versículos del 1 al 32.

(Lectura del evangelio de San Lucas, capítulo 15, 1-32)

Todos somos pecadores, las parábolas que aparecen en el Evangelio de hoy, Jesús se las contó a los fariseos y escribas que lo criticaban por recibir a los pecadores y comer con ellos.

Ya sabemos que somos como ese hijo, que le pidió anticipadamente a su padre su parte de la herencia, ya que de manera semejante muchas veces le damos la espalda a Dios, porque somos de cabeza dura y despilfarramos los dones que nos ha confiado, empezando por nuestra propia vida.

En la parábola de la mujer que pierde una moneda de plata, Jesús nos está diciendo que somos muy valiosos para Él, pero saber esto exige de nuestra parte mucha humildad, porque podemos envanecernos y dejar que se nos suba a la cabeza.

En la parábola de la oveja perdida, nos dice que está dispuesto a salir en busca de nosotros porque se preocupa de que jamás pueda recuperarnos, y encontrarnos lo llena de gran alegría.

Fuimos comprados con a sangre de Cristo derramada en la cruz y por el sacramento del bautismo fuimos hechos hijos de Dios en el Hijo Jesucristo. Por eso como el padre del hijo pródigo, el Señor está en el camino, esperando que cuando nos demos cuenta de que lejos de Él no podemos encontrar la felicidad a la que aspirábamos como el hijo pródigo, sólo dolor, sufrimiento, soledad, tristeza y regresamos, salirnos al encuentro, echarnos los brazos al cuello, darnos un beso, y apenas dejarnos decir “Padre he pecado contra el cielo y contra ti”, para responder “hagamos una gran fiesta, porque este hijo mío que estaba perdido ha sido encontrado, porque este hijo mío que estaba muerto ha vuelto a la vida”. La alegría del Padre que recupera al hijo, pero también debe ser la alegría del hijo, que vuelve al camino, que se vuelve y experimenta la misericordia de Dios.

De eso nos hablan las lecturas de hoy, de la Misericordia de Dios con el pueblo de Israel, con Pablo; también con nosotros que somos esa oveja perdida, esa moneda perdida que se busca con ahínco hasta que se encuentra. Que somos ese hijo pródigo que nos apartamos del Padre buscando lo que sólo en Él podemos encontrar, la felicidad y la paz profunda que no se pierde por nada porque Él está siempre con nosotros.

Pidamos al Señor que no desechemos esa Misericordia, que no nos olvidemos de esa Misericordia, que estemos dispuestos a reconocer cuando nos hemos equivocado y cuando hemos pecado, y no tengamos reparo en regresar, en volver, en decirle “Padre he pecado contra el cielo y contra ti” porque sabemos que encontraremos siempre sus brazos abiertos para acogernos y darnos una nueva oportunidad.

Que así el Señor nos lo conceda.

(Música, Vuelve a casa, Ricardo Rodríguez) 

Ahora hermanos, presentemos nuestras súplicas a Dios nuestro Padre.

En primer lugar, pidamos por la Iglesia, para que experimentando el amor y la Misericordia de Dios, seamos sus testigos, testigos de esa misericordia y de ese amor en medio de nuestros hermanos. Roguemos al Señor. Te lo pedimos Señor.

Por todos los que sufren y se desesperan porque piensan que están solos en medio de sus dificultades, para que descubran la presencia del Señor en sus vidas, y en él puedan encontrar consuelo, fortaleza y esperanza. Roguemos al Señor. Te lo pedimos Señor.

Por el aumento de las vocaciones sacerdotales, religiosas, diaconales, laicales, porque la mies es mucha y los obreros pocos, para que estemos dispuestos siempre a ir al encuentro de nuestros hermanos, que necesitan de la palabra, de la misericordia y del consuelo de Dios.  Roguemos al Señor. Te lo pedimos Señor.

Por todos los difuntos, particularmente por aquellos que nadie recuerda, para que perdonadas sus faltas el Señor los acoja en su descanso. Roguemos al Señor. Te lo pedimos Señor.

Y los unos por los otros, para experimentando la misericordia de Dios en nuestra vida, seamos puente, para que esa misericordia llegue a todos los que la necesitan. Roguemos al Señor. Te lo pedimos Señor. 

Pidamos también por todas las familias, por todas las familias, por nuestras familias, para que unidas en el amor puedan mantenerse siempre como ese lugar donde se aprende a amar, a perdonar, a comprender. Roguemos al Señor. Te lo pedimos Señor.

Escucha Padre Santo, estas súplicas y aquellas que quedan en nuestros corazones pero que Tú conoces, te las presentamos por Jesucristo, tu Hijo nuestro Señor.  Amén

Con la alegría de sabernos hijos de Dios, con la alegría de sabernos hermanos los unos de los otros, rezamos con la oración que el mismo Señor Jesús nos enseñó.

Padrenuestro que estás en el cielo

santificado sea tu nombre.

Venga a nosotros tu reino.

Hágase tu voluntad,

en la tierra como en el cielo.

Danos hoy nuestro pan de cada día.

Perdona nuestras ofensas,

Como también nosotros perdonamos

a los que nos ofenden.

No nos dejes caer en la tentación,

Y líbranos del mal.

Amén

Hermanos todos aquellos que no han podido acercarse a recibir a Jesús sacramentado, pueden hacer la comunión espiritual, rezando la siguiente oración. 

Creo Señor mío que estás realmente presente en el Santísimo Sacramento del altar. Te amo sobre todas las cosas, y deseo ardientemente recibirte dentro de mi alma; pero no pudiendo hacerlo ahora sacramentalmente, ven al menos espiritualmente a mi corazón. Y como si te hubiera recibido, me abrazo y me uno todo a ti. Oh Señor, no permitas que me separe de ti. Amén. 

La semana que estamos terminando celebramos la Fiesta de nuestra Madre y Patrona, la Virgen de la Caridad, la Virgen del Amor, la Virgen de la Misericordia, la Virgen de los Remedios, así la llamaban también nuestros mayores. Por eso, aunque ya pasó la Fiesta el pasado jueves 8 de septiembre, quiero terminar hoy este encuentro rezando una oración antigua, tradicional, en la devoción de nuestro pueblo a la Virgen de la Caridad: los Gozos de Nuestra Señora de la Caridad del Cobre.

Pues te hizo la Trinidad
tan perfecta y sin igual.
Líbranos de todo mal
Virgen de la Caridad. 

Sobre las aguas viniste
A dar al hombre consuelo
Como una señal del cielo
En Nipe apareciste,
Con esto clara nos diste
Señal de tu gran piedad.
Líbranos de todo mal
Virgen de la Caridad. 

Puesto que jamás moró
En tu alma virginal
La menor sombra del mal
El mar tu imagen honró 
Y con ello proclamó
Tu virtud y santidad.
Líbranos de todo mal
Virgen de la Caridad. 

Y tu nombre singular 
Tan bello y tan exquisito
En la tabla vino escrito
Que te trajo sobre el mar
Muestra así quisiste dar
De tu maternal bondad. 
Líbranos de todo mal
Virgen de la Caridad. 

Enfermos que con anhelo
Vienen buscando salud
Obtienen por tu virtud
Dulce esperanza del cielo
En las tristezas consuelo
Y alivio en la enfermedad.
Líbranos de todo mal

Virgen de la Caridad. 
Cojos, tullidos, baldados,
Frenéticos y leprosos
Si suplican fervorosos
Quedan por ti remediados
Todos quedan consolados 
De cualquier penalidad.
Líbranos de todo mal
Virgen de la Caridad. 

Los ciegos que en tu presencia
La vista han recuperado
De fe testimonio han dado
Pregonando la clemencia
De la augusta providencia
Que colma tu santidad.
Líbranos de todo mal,
Virgen de la Caridad.    

A la que el parto ha llegado
De trance tan peligroso,
Tu alimento amoroso
Felizmente la ha sacado.
Y a muchas has alcanzado
El don de fertilidad.
Líbranos de todo mal,
Virgen de la Caridad.    

La plaga que causa espanto
Y las fiebres perniciosas
Se mitigan presurosas
Al oír tu nombre santo.
Así se repiten tanto
En cualquier penalidad.
Líbranos de todo mal,
Virgen de la Caridad.

De las borrascas del mar
Que acarrean llanto y duelo
Tú como estrella del cielo
A cuántos logras salvar.
Por eso en todo pesar
Clamamos con humildad.
Líbranos de todo mal,
Virgen de la Caridad. 

En hambres y tempestades,
Epidemias, terremotos,
Si a ti se acogen devotos
Cesan las calamidades.
Por ti tras las sequedades
Viene la fertilidad.
Líbranos de todo mal,
Virgen de la Caridad.

   Pues te hizo la Trinidad
Tan perfecta y sin igual;
Líbranos de todo mal,
Virgen de la Caridad.

Que donde quiera que nos encontremos sintamos ese amor maternal de la Virgen. No por gusto el Señor desde el sufrimiento de la cruz nos la dejó, como Madre, no por gusto ella nos parió con dolor de cruz a los pies del dolor y el sufrimiento de su Hijo. Desde entonces nos ha acompañado y nos acompaña, a nosotros desde hace más de cuatrocientos años está su imagen en las lomas del Cobre, caminando con nosotros. En nuestras alegrías y en nuestras tristezas, sosteniéndonos en nuestros fracasos y alentándonos en nuestras esperanzas. Que donde quiera que nos encontremos sintamos esa presencia amorosa de nuestra Madre y Patrona, la Reina de Cuba, la Virgen de la Caridad. Que nos libre ella por el amor infinito de su hijo Jesucristo de todo mal.

Que tengan todos, un lindo domingo, recuerden aprovecharlo con sus familias, a veces en la semana no es posible encontrarse, reunirse, conversar, compartir. Aprovechen el domingo para pasarlo en familia, también con los amigos, con todos los amigos, de manera especial con aquellos que quizás no tienen su familia cerca y la necesitan, y nosotros podemos ser su familia.

Que la bendición de Dios todopoderoso, Padre, Hijo y Espíritu Santo, descienda sobre todos ustedes, y los acompañe siempre. Amén. 

Que tengan un feliz domingo, que tengan una buena semana. Les ha hablado el padre Rafael Ángel, de la Catedral de Santiago de Cuba. Hasta la próxima.

Con mucho gusto hemos realizado este programa para ustedes desde la Oficina de Medios de Comunicación, de la Arquidiócesis de Santiago de Cuba.

Guión, grabación, edición y montaje, Erick Guevara Correa.

Dirección general, María Caridad López Campistrous.

Fuimos sus locutores y actores, Maikel Eduardo y Adelaida Pérez Hung

Somos la voz de la Iglesia católica santiaguera que se levanta para estar contigo

Irradia…

(Música, Jesús eres mi Buen Pastor, Gadiel Espinosa)

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