Irradia

Irradia

21 de agosto de 2022
Transmitido por RCJ y CMKC, Emisora Provincial de Santiago de Cuba
Programa Radial de la Arquidiócesis de Santiago de Cuba
Domingo XXI del Tiempo Ordinario 

“Esfuércense por entrar por la puerta estrecha” Lucas 13, 24

(Música, La puerta estrecha, Javier Brú)

Para llegar a ti como una bendición, para abrir tus alas al amor de Dios.

Irradia. Un proyecto de la Oficina de Comunicación de la Arquidiócesis de Santiago de Cuba.

Saludos a todos los que nos acompañan en este día en que venimos a compartir la fe con nuestra comunidad.

Bienvenidos a este encuentro fraternal con la iglesia toda, como cuerpo místico de Jesús.

Irradia está contigo, irradiando la fe.

 (Música, La puerta estrecha, Javier Brú) 

En esta mañana nos acompaña el P. Rafael Ángel López Silvero, párroco de la SBIM Catedral de Santiago de Cuba.

Inclina tu oído Señor y escúchame. Salva a tu siervo que confía en Ti. Ten piedad de mí Dios mío, pues sin cesar te invoco. Señor Dios, que unes en un mismo sentir los corazones de tus fieles, impulsa  a tu pueblo a amar lo que mandas y a desear lo que prometes, para que en medio de las inestabilidades del mundo, estén firmemente anclados nuestros corazones donde se halla la verdadera felicidad.

Buenos días, buenas tardes, buenas noches, como siempre un  gusto, un placer poder compartir con ustedes este ratico de domingo, compartir sobre todo la Palabra de Dios. La Palabra de Dios como esa espada de doble filo que entra hasta lo profundo de nuestro corazón.

Estamos celebrando el vigésimo primer domingo del Tiempo Ordinario y el evangelio de hoy está tomado del evangelista san Lucas, en el capítulo 13, versículos del 22 al 30.

(Lectura del evangelio de san Lucas, capítulo 13, 22-30)

Antes de comenzar a reflexionar juntos sobre las lecturas de este domingo, las lecturas que la liturgia nos propone, les recuerdo que el lunes celebramos la solemnidad de la Asunción de la Santísima Virgen María en cuerpo y alma al cielo, la que no conoció la corrupción del pecado tampoco conoció la corrupción de la muerte. Su Hijo, la llevó junto a Él en cuerpo y alma, la primera criatura que está en la presencia de Dios en cuerpo y alma, que nos ha precedido a donde aspiramos a llegar nosotros un día, cuando al final de los tiempos resucitemos, y el Señor nos diga, vengan a Mí benditos de mi Padre, y podamos estar en cuerpo y alma en la presencia de Dios, en la alegría de Dios, en el gozo de Dios, en la luz de Dios.

Patrona de la Catedral de Santiago de Cuba, pero también una fiesta en la que celebrábamos tres acontecimientos importantes para nuestra historia, como iglesia y como sociedad. En primer lugar quinientos años de haber sido trasladada la Diócesis de Cuba de la ciudad Primada de Baracoa a Santiago de Cuba en el 1522. Quinientos años de haber sido erigida la iglesia Catedral aquí en esta ciudad de Santiago de Cuba que aún no era ciudad, prácticamente en el mismo lugar; avatares diversos terremotos, incendios, saqueos de corsarios y piratas, y muchas otras cosas ha visto y ha atravesado esta Catedral, pero ha estado ahí, acompañando a este pueblo en todos los momentos y en todas las circunstancias. Con sus puertas abiertas y acogedoras, con los brazos de la Virgen abiertos para acogernos en nuestras alegrías y en nuestras tristezas. Pero también quinientos años de haber sido nombrada Santiago de Cuba Ciudad, porque para poder acoger a la Diócesis de Cuba tenía que ser Ciudad, y así fue nombrada.

Tres acontecimientos por los que dar gracias a Dios por estos quinientos años, que comenzaron entonces y a lo largo de los cuáles, la gracia, la fuerza, el consuelo de Dios nunca nos ha faltado. Pero también para encomendar los próximos quinientos años, que no los veremos nosotros, pero los verán los que vengan detrás de nosotros, aquellos a quienes les anunciemos y demos testimonio de la Palabra de Dios; como nosotros lo celebramos porque otros antes vivieron la Palabra de Dios y nos la compartieron, y nos la legaron, y escucharon el mandato del Señor, vayan al mundo entero y prediquen la Buena Nueva. Y ése es el mensaje de las lecturas de este XXI del Tiempo Ordinario.

La primera, tomada del libro del profeta Isaías en el Antiguo Testamento, Yo vendré para reunir a las naciones de toda lengua, dice el Señor a través del profeta. El Señor que quiere que seamos un solo pueblo, el Señor que envió en el Antiguo Testamento a los profetas para que anunciaran su Palabra, para que acogieran a todos, para que abrieran los brazos y el corazón a todos los que quisieran acoger la Palabra de Dios y seguir su camino.

El Señor que en el Nuevo Testamento a través de los apóstoles, de los discípulos sigue anunciando la Buena Nueva. No ya que vendrá la salvación, sino que la salvación ha venido, que Dios ha cumplido su promesa de enviar un Salvador. Que ese Salvador nació pobre, pequeño y humilde en Belén de las purísimas entrañas de María Santísima. Que se hizo presente en medio de nosotros, que caminó con los pecadores, con los enfermos, con los marginados, con los que nadie tenía en cuenta, y que esa misión le dejó a su Iglesia; y que esta Iglesia que cumple quinientos años ha ido viviendo cada día, presente en las alegrías y en las tristezas de este pueblo, con aquellos más necesitados, más olvidados, más marginados, aquellos que no tienen otra cosa más que el corazón para decir, gracias.

La salvación que es para todos, y eso no podemos olvidarlo. Por eso cuando el Señor nos corrige cuando comenzamos a creernos cosas, importantes, diferentes, más fuertes… hijo mío no desprecies la corrección del Señor, ni te desanimes cuando te reprenda, porque el Señor corrige a los que ama y da azotes a sus hijos predilectos, dice el autor de la carta a los Hebreos. Y me recuerda uno de esos refranes antiguos, que son producto de la sabiduría del pueblo, quien bien te quiere te hará llorar, porque más vale que lloremos ahora, y no tengamos que llorar después por nuestros errores. Sigue diciéndonos el autor de la Carta a los Hebreos, soporten pues la corrección pues Dios los trata como a hijos, y ¿qué padre hay que no corrija a sus hijos?, ay del día en que los padres no puedan corregir a sus hijos, ay del día en que los hijos no acepten la corrección de los padres.

En el evangelio de hoy los discípulos de Jesús, que iba enseñando por ciudades y pueblos mientras se encaminaba a Jerusalén, le preguntan. Señor, ¿es verdad que son pocos los que se salvan? Es una pregunta muy común, tan común como que le dan muchas respuestas. Pues sí se van a salvar sólo 144 mil, no nada más se van a salvar los que hacen esto y de esta manera, o nada más se van a salvar los que hacen esto de esta otra manera… y nos olvidaos muy fácilmente que Jesús murió en la cruz por todos, que la salvación es para todos, que ya nos tocará a todos acogerla o no, pero todos hemos sido salvados por la sangre de Cristo derramada y por su vida entregada por nosotros.

Pero tenemos esa inquietud, ¿cuántos se van a salvar? ¿Se van a salvar aquellos, los de arriba, los de abajo, los de este color, los de este otro; los que van este día, o los que van este otro…? El Señor da una respuesta que tenemos que tener muy clara, no les dice se van a salvar tantos, se van a salvar estos o los otros, ustedes, yo… esfuércense por entrar por la puerta que es angosta, esfuércense porque por vivir de tal manera que puedan acoger esta salvación que yo voy a traer, que he traído, a un precio tan grande, el de mi vida entregada por ustedes. Eso es lo que debe preocuparnos. No cuántos se van a salvar, sino si yo estoy haciendo aquello a lo que el Señor me ha llamado. Si yo predico la Palabra de Dios, no sólo con palabras sino con la vida, viviendo conforme a la palabra que predico; porque no puedo pedir a los demás que amen si yo no amo, no puedo pedir a los demás si yo no perdono, no puedo pedir a los demás que comprendan si yo no comprendo, no puedo pedir a los demás que respeten la opinión de los otros si yo no soy capaz de respetarla aun cuando no la comparta.

La pregunta, ¿cuántos se van a salvar? Dios quiere que todos nos salvemos. La pregunta es ¿estoy haciendo yo lo que tengo que hacer en la medida de mis posibilidades, con la fuerza y con la gracia que recibo de lo alto, con la luz del Espíritu Santo  para alcanzar esa salvación? ¿Estoy amando, estoy perdonando, estoy ayudando, estoy construyendo, estoy tendiendo la mano, estoy descubriendo y haciendo presente que todos somos hermanos los unos de los otros por encima de nuestras diferencias? Entonces, pues nada, el Señor nos dirá que un día entraremos en el Reino de los cielos. ¿Porque lo merecemos? No, porque Él en su infinita misericordia, quiere que ni un vaso de agua que demos en su nombre quede sin recompensa. Y como san Pablo podremos decir, he corrido la buena carrera y me espera la corona de gloria que Dios ha querido darme.

Hermanos, qué alegría y qué gozo. El Señor ha venido a traer la salvación para todos. El Señor nos ama de tal manera que nos corrige para que podamos volver al buen camino cuando hemos equivocado la senda a seguir. El Señor nos llama para que no nos perdamos en preguntas inútiles, sino que hagamos aquello que Él nos ha pedido, que vivamos conforme a su Palabra y la llevemos y la anunciemos a todos, porque todos hemos sido llamados a la salvación.

Que así el Señor nos lo conceda.

(Música, No temeré, Kiki Troia)

Ahora presentemos hermanos, confiados en que el Señor siempre nos escucha y siempre nos responde, nuestras súplicas.

En primer lugar por la Iglesia, para que fieles al mandato del Señor, demos testimonio de Él, de su amor, de su misericordia en medio de este mundo que tanto lo necesita. Roguemos al Señor. Te lo pedimos Señor.

Por todos los que sufren y se desesperan ante las dificultades de la vida, para que podamos encontrar en Cristo consuelo, fortaleza y esperanza. Roguemos al Señor. Te lo pedimos Señor.

Por el aumento de las vocaciones sacerdotales, religiosas, diaconales, laicales, para que el Señor siga llamando y nosotros sigamos respondiendo a  su llamada. Roguemos al Señor. Te lo pedimos Señor.

Por todos los difuntos, de manera particular aquellos que nadie recuerda, para que el Señor los acoja en su descanso. Roguemos al Señor. Te lo pedimos Señor.

Por las familias, por nuestras familias, por todas la familias. Roguemos al Señor. Te lo pedimos Señor.

Y los unos por los otros, para que vivamos de tal manera que podamos alcanzar la salvación que el Señor vino a traernos. Roguemos al Señor. Te lo pedimos Señor.

Escucha Padre Santo está súplica y aquellas que han quedado en nuestros corazones pero que Tú conoces, te las presentamos por Jesucristo tu hijo, nuestro Señor. Amén.

 Y ahora oremos con la oración que el mismo Señor Jesús nos enseñó. Nos enseñó a llamar a Dios Padre, pero también nos enseñó a llamarlos los unos  a los otros, hermanos.

Padre nuestro que estás en los cielos,

santificado sea tu nombre.

Venga a nosotros tu reino.

Hágase tu voluntad,

así en la tierra como en el cielo.

Danos hoy nuestro pan de cada día.

Perdona nuestras ofensas,

Como también nosotros perdonamos

a los que nos ofenden.

No nos dejes caer en la tentación,

Y líbranos del mal.

Amén 

Qué alegría y qué gozo haber podido compartir este rato con ustedes. Que tengan un feliz domingo, que lo puedan aprovechar, que lo puedan aprovechar compartiendo con su familia, compartiendo con sus amigos. A veces durante la semana se hace difícil y este es el momento, el momento de poder compartir la alegría, también las tristezas, pero sobre todo la alegría, lo que hemos hecho, aquellas cosas a las que hemos aspirado y hemos conseguido, aquellas cosas que no hemos podido conseguir pero que vamos a seguir tratando. Compartámoslo en familia, no lo dejen de hacer. Y con los amigos, sobre todo con aquellos que no tienen una familia cerca para poder compartir con ellos. Aprovechemos el domingo. Aprovechemos también la semana, que tengan una semana muy feliz y muy productiva; que cada mañana se levanten sabiendo que es un regalo de Dios, que el Señor se las da sin estrenar, ustedes la van a estrenar. Vívanlo así, con esa alegría y ese gozo, a pesar de las dificultades que puedan encontrar, siempre vamos a encontrar alguna dificultad pero el Señor está con nosotros y camina a nuestro lado.

Les ha hablado el padre Rafael Ángel de la Catedral de Santiago de Cuba, que desea que la bendición de Dios Padre, Hijo y Espíritu Santo, descienda sobre todos nosotros y nos acompañe siempre. Amén.

Hasta la próxima.

Con mucho gusto hemos realizado este programa para ustedes desde la Oficina de Medios de Comunicación, de la Arquidiócesis de Santiago de Cuba.

Guión, grabación, edición y montaje, Erick Guevara Correa.

Dirección general, María Caridad López Campistrous.

Fuimos sus locutores y actores, Maikel Eduardo y Adelaida Pérez Hung

Somos la voz de la Iglesia católica santiaguera que se levanta para estar contigo

Irradia…

(Música, Mi tesoro, Siervas) 

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