170 aniversario” de la llegada de María Antonia París a Santiago de Cuba

170 aniversario” de la llegada de María Antonia París a Santiago de Cuba

Por: Hna Soledad Galerón rmi

Inaugurando el “170 aniversario” de la llegada de María Antonia París y sus compañeras a Santiago de Cuba

El día 27 de mayo de 2022, iniciábamos el Año del 170 Aniversario de la llegada, a Santiago de Cuba, de María Antonia París y sus compañeras, con una  Eucaristía en la Iglesia del Carmen. Habían sido invitadas, por el Arzobispo Claret, a venir a su Arquidiócesis. En su Autobiografía, María Antonia nos dice: “Esta carta la recibí yo como un llamamiento expreso de Dios… así no dudé era este Nuevo Mundo, el punto en donde tenía determinado, Dios Nuestro Señor, dar principio a su obra”.

Al llegar, les habían preparado una casa, en el Callejón del Carmen. Esta fue la primera casa, el primer hogar, el primer colegio de la Congregación… Por eso celebrar la Eucaristía en esta iglesia tenía especial sentido y nos ayudaba a hacer “memoria” de ¡tanto bien recibido! a lo largo de estos 170 años…

Fue una “celebración de familia”, participamos las hermanas de Santiago y Guantánamo, los Hijos del Inmaculado Corazón de María, la Familia Laical Claretiana, ex alumnas de nuestros colegios en Cuba, miembros de la parroquia de Trinidad, del Centro Claret… Nos acompañó el Seminario de San Basilio, y tantos otros con quienes, trabajando en distintas áreas pastorales, hacemos camino como Familia diocesana.

Fue una celebración “sinodal”, entre todos la hemos preparado y todos hemos participado gozosamente en ella…

Quisimos subrayar en ella, la entronización solemne de la Palabra, ya que el Ministerio de la Palabra debe ser el centro de la acción pastoral de esta “familia”.

Fue, como toda Eucaristía, una celebración de acción de gracias. Se las damos, en primer lugar a Dios, por su presencia cercana y fortalecedora en aquellas cinco jóvenes que abandonaban todo lo conocido y se lanzaban “mar adentro” solo con la seguridad de que Dios tenia para ellas un plan, una misión, y que quería realizarla en este “nuevo mundo”, lejano, desconocido, extraño, diferente… Nada amedrentó a las hermanas. Frente al miedo, la inseguridad, el riesgo de fracaso… estaba, Dios Padre “llevándolas en la palma de su mano”. 

Fue una Eucaristía en la que pedíamos, que también a todos nosotros, el Señor nos concediera la misma valentía, disponibilidad a la “salida misionera”, confianza en su paternal providencia, capacidad de riesgo, con las que bendijo a la Madre París y sus compañeras.

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